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Cuarmada: una cabaña singular, un tesoro perdido Artículo publicado Tal vez algún senderista haya reparado en una amplia oquedad situada por debajo de la senda del Cares, en el punto en el que ésta cruza la canal de las Avareras. Su nombre, Cuarmada, sugiere que en ella debió existir algún tipo de armadura o construcción, y la empalizada que cierra el recinto, junto con los restos de un muro de piedra que facilitaba el acceso, evidencian que la cueva ha sido utilizada para guardar rebaños de cabras. La mayoría de los caminantes seguramente no le prestará ninguna atención, pero aquellos que recuerden lo que allí hubo no podrán evitar una mirada nostálgica y un sentimiento de pesar porque todo se haya perdido. Durante siglos, en el abrigo rocoso de Cuarmada han hecho majada de invierno los habitantes de Bulnes, cuyos derechos sobre los pastos del fondo de la garganta del Cares llegan hasta el límite con León, en la canal de Cabrerizas. Antes de que existiese la senda actual, los caminos por los que se accedía al fondo de la garganta no eran en absoluto fáciles, pero los múltiples retazos de verdor que hay en aquellas profundidades debían compensar todos los problemas, ya que permitían sostener un buen rebaño durante los meses de invierno. Sin embargo, el pastor tendría que permanecer durante largos periodos cerca de su ganado, lo que exigiría contar con un refugio para él mismo. Por esta razón, en el interior de la cueva se construyó un cobertizo que, aunque inicialmente debió ser muy simple, con el tiempo fue adquiriendo una asombrosa complejidad.
Los montañeros veteranos seguramente recordarán la edificación de dos pisos que existió en Cuarmada hasta principios de la década de 1980 y que, según nos cuenta Guillermina Mier, de Bulnes, fue levantada hace unos 60 años por Manuel Mier, llamado el de Los Collaos por haber vivido junto a su familia en una de las casas que la Electra del Viesgo construyó en ese lugar. Años después, Manuel vendió Cuarmada a Rafael Martínez, el esposo de Guillermina, y éste fue el último pastor que hizo majada en la cueva. Guillermina y su hijo, José Manuel, hablan con admiración de la solidez y el ingenio que mostraba aquella hermosa construcción. Lamentablemente, a principios de la década los 80, unos excursionistas entraron en ella, hicieron fuego en su interior, y provocaron un incendio que la destruyó por completo. Guillermina aún recuerda la profunda pena de Rafael, quien lloró amargamente al conocer la noticia. Para mostrar lo que llegó a ser Cuarmada, nada mejor que el estudio de la cabaña que realizó hacia 1960 el gran arquitecto y montañero Efrén García Fernández. A este trabajo pertenecen el plano en planta de la cueva y el dibujo en alzado que aparecen en estas páginas y que fueron publicados, junto con un breve texto descriptivo, en la Memoria de 1962 del Centro Cultural y Deportivo de Mieres. Gracias a este artículo, no sólo conocemos el aspecto que tenía Cuarmada hace medio siglo, sino múltiples detalles sobre su interior.
Copiamos de él algunos párrafos que prueban la complejidad de la construcción y la variedad de las labores que en ella se realizaban:
El artículo y los dibujos de Efrén García Fernández proporcionan un excelente retrato de lo que era Cuarmada a principios de la década de 1960. Pero tenemos otro testimonio más, y éste es de hace más de un siglo. El 9 de septiembre de 1906, Gustavo Schulze, un geólogo y alpinista alemán que recorría el desfiladero del Cares estudiando la geología de los Picos de Europa, encontró refugio y posada en aquel lugar. Estaba a punto de anochecer cuando el joven Schulze, que había salido aquella mañana de Arenas de Cabrales, se encontró perdido en las profundidades del desfiladero. La suerte hizo que un pastor de Bulnes, Esteban Mier, diese con él y lo llevase a lo que Schulze describió como un “campamento primitivo”, que no era otro que el abrigo de Cuarmada.
El geólogo recordó aquella experiencia en un artículo (Revista Peñalara, 1934) en el que contaba su escalada en solitario al Naranjo de Bulnes, hazaña llevada a cabo pocos días después de su paso por el Cares. En este artículo, Schulze expresa con cálidas palabras su gratitud a Esteban Mier. Pero hay que decir que ya, mucho antes, y lejos de España, durante una conferencia que Schulze pronunció en 1908 en Munich, había dejado constancia de su agradecimiento al pastor. Fundiendo ambos textos, este es el relato de su estancia en Cuarmada:
El encuentro fue doblemente providencial para Schulze, ya que, gracias a la amistad iniciada en el Cares, el geólogo fue acogido semanas después en casa de Esteban, situada en el barrio del Castillo de Bulnes, y en ella se alojó en los días que precedieron y siguieron la conquista del Urriello. Hay que precisar que, según nos cuentan las personas mayores de Bulnes, el Esteban Mier que Schulze conoció no hacía majada en Cuarmada, sino que en invierno mantenía su rebaño en Ría. Por tanto, debió de ser el azar lo que hizo que en aquel atardecer de 1906 se encontrase en las proximidades del lugar en el que Schulze buscaba afanosamente un refugio para resguardarse durante la noche. De la estancia de Schulze en Cuarmada, resultaría un prodigioso regalo para la posteridad: la extraordinaria fotografía de la entrada de la cueva, con Esteban Mier posando para el visitante, que se ha convertido en un testimonio con gran valor histórico y documental. Esta imagen permaneció ignorada durante casi un siglo entre los papeles de Schulze en México hasta que, afortunadamente, en 2006, un siglo después de ser tomada, ha salido a la luz. El refugio de Cuarmada aparece en ella con un aspecto mucho más precario que el que tendría más adelante, después de que se levantasen las ingeniosas construcciones de Manuel Mier que dibujó Efrén García. Sin embargo, se advierte que en 1906 ya había recintos separados, y también que ya estaba construido el muro que sirve de calzada para acceder a la cueva, un muro idéntico al que se ve en el dibujo de los años 60. La fotografía de Schulze y los dibujos de Efrén García Fernández son valiosos testimonios que ayudan a recordar lo que fue Cuarmada, un tesoro etnográfico que, desgraciadamente, y como tantas otras cosas, hemos perdido para siempre. Bibliografía, publicaciones, artículos
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