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"Vuélveme oh sol
a mi destino agreste,
lluvia del viejo bosque,
devuélveme el aroma y las espadas
que caían del cielo,
la solitaria paz de pasto y piedra..."
(Pablo Neruda).SOMOS HIJOS DE LAS BRAÑAS
(Historias de vaqueiros 1)
por, Jesús Lana Feito.
L'Auteiro (Somiedo)
Los acontecimientos en los pueblos de la montaña eran escasos y por lo tanto vividos con intensidad por los aislados moradores. Todos estos acontecimientos se vivían en el entorno más inmediato: aportaban lo positivo de la novedad, como la subida de las vacas a las brañas.
Un buen día del mes de mayo, las vacas partían hacia las brañas. Era un día especial. Los más pequenos observábamos con detalle todo lo que ocurría a nuestro alrededor desde algún lugar estratégico del corral. Ya teníamos edad para percibir la alegría que se respiraba.
Los árboles tenían que estar, decían los mayores, brotados incluso en las cotas más altas, cerca de Fuxaos; y las vacas volvían a escuchar nerviosas la tsueca que había permanecido callada desde el otoño pasado o desde el día de carnaval, si nos dejaban usarla para meter ruido. Era una costumbre tocar los cencerros, o cosa similar, seguramente para ahuyentar los malos espíritus. Recuerdo que un año incluso llegamos con los espíritus hasta la Tsamera, allí se los dejamos y salimos corriendo antes de que nos cayera alguna morrada.
El día que subían las vacas para la braña, una mezcla de alegría e inquietud lo invadía todo, tal vez porque arriba esperaba la abundancia, el buen tiempo y las noches de cortejo para los brañeiros. En la braña no tenían que dar cuenta a nadie de las horas de filandón, ni de las entradas en otras cabanas, ni del sueño, aunque las caras los delataban al día siguiente.
(foto de Jesús Lana Feito)Los nenos pequenos éramos un estorbo en la braña, y por esa razón no nos llevaban con frecuencia; pero el día que íbamos era más que fiesta. Daba igual escuchar aquello de "en la braña hay ratos y cómente las oreichas". No nos importaba nada. Incluso cuando teníamos unos años más, salíamos de la escuela rabiscardando: no esperábamos por nadie, renunciábamos a regresar lentamente por aquel pateado y familiar camino, que era también base de operaciones para ir liquidando aisladores de los postes de la luz y, como consecuencia, llenando de piedras los prados próximos. Todo se podía dejar para otro día. Era más importante regresar pronto a casa, antes de que partiera el brañeiro.
En la braña había recuerdos inolvidables: el olor de la cabana, la reunión de todas las vacas al oscurecer, el rabón, la novedad del sergón o las voces de los brañeiros desde unas cabanas a otras, el viaje en el caballo, etc.
Eran mejores esos tiempos que los que pronto se avecinaban. Con doce años ya teníamos que ir a la braña solos: las responsabilidades crecían, aunque también crecía el orgullo. El bigote no acababa de salirnos, admirábamos a los que iban a cortejar a otras brañas después de responder a los ijujús de mozas y mozos. Nos parecía que saltaban paredes y regueiros y entraban en cabanas prohibidas llenas de secretos bien guardados.
En la braña los amores eran auténticos, escapaban del control social: los sentimientos superaban los condicionantes formales e incluso legales. No estaba en juego la dote, ni el qué dirán, la oscuridad era cómplice de todo.
Los nenos que fueron fruto de la braña y de aquel amor más salvaje, tienen grabados mensajes especiales, pero sobre todo son hijos del amor y de las brañas.
(foto de Jesús Lana Feito)"Vaqueirus de La Peral,
¿qué xubís faer al puertu?
-Xubimos ver las vaqueiras,
cómu regüelven el cuechu"
(copla vaqueira)Ver Recuerdos de la infancia 6:
Suso y el carneiroVer Oficios de antaño 7:
el albardoneiro, el sogueiro ...Ver Camín de la escuela (8)
Ver Entrevista a Manuel Álvarez Lana (Manolín)
y Víctor Lana Brañas: por Jesús Lana FeitoVer El filandón
(foto de Jesús Lana)
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Para otras informaciones sobre estos temas,
ver trabayos de Xulio Concepción Suárez