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(foto prestada por Arturo)
CAMÍN DE LA ESCUELA
(Historias de vaqueiros 8)
por, Jesús Lana Feito.
L'Auteiro (Somiedo)
"A María,
profesora de Asturiano,
un cielo"
Suso era un neno muy pequeno pa ir a la escuela, pero el acuerdo entre los padres y el mayestro foi pa empezar a los cinco años, aunque nun había ninguna priesa hasta los seis. Muitos años más tarde oíu que nun país que se chama Finlandia, o nun sei onde, muy lejos, los nenos empezaban a la escuela a los siete años ya eran los más listos de Europa.
Lo bueno era que'l camín era entreteníu, aunque muy tsargo ya cheno de tsamuerga, nieve o chafardina cuando la nieve se derretía. Ese kilómetro, desde l'Auteiro hasta la Vitsa taba cheno de aventuras, ya de diabluras. Pendiente de Suso iba su hermano Servando, que era el encargao de datse alguna morrada cuando se salpicaba el abriguco de tsamuerga. La culpa debía ser de las madreñas, que al usarlas con soltura, incluso pa correr, salpican hasta el pescuezo.
Daba gusto ver las madreñas colocadinas n'el portal de la escuela, pequeninas ya grandes, tsimpias ya puercas, ferradas ya desferradas, en espera de la salida. Buen calzao, aunque las zapatillas tuvieran algún respiradero natural. Los escarpinos quedanun pa'l recuerdo con aquetsos ojales que atravesaban el paño duro ya gordo ya con unos botones muy difíciles de abrochar pa los nenos. Si los escarpinos tenían la suela de piel de oveicha eran de sobresaliente, pero de cualquier manera faían las veces de zapatietsas ya calcetos, todo xunto.
N'el camín huvo tamién momentos amargos. Suso recuerda, como si pasara ayer, el día que los alcanzanun los guardias civiles. Venían de La Pola andando pa presionar a los nenos ya saquatses una información que los nenos nun tenían. Unos temblaban, outros choraban, outros pedían que tses dexaran ver a los güelos antes de ir detenius como amezaban los guardias.
Fonun momentos que sólo se pueden explicar desde el mundo de los nenos. Pa etsos era algo muy tráxico. Tenían tovía presente el terror que contaban los mayores que faía poucos días que tsevaran detenios a los tres vecinos que tenían escopeta de caza, nin siquiera tses dexanun quitar la ropa chena de cuito ya encima amezándolos con pegatses n'el cuartel si nun decían quién de etsos matara l'oso que pareciu muerto cerc'al pueblo.
(foto de Jesús Lana Feito)Suso tardou muitos años en saber qu'el oso yá ahora especie protexida, dicen que ya emblemático de la zona, pero en aquetsos años era sólo protexiu pa dexalo vivo sinon pa las cacerías del dictador ya los achegaos. Todos los años venían, organizaban batidas en las que participaban los mozos del pueblo, que eran agasajados con vino de garrafón ya algún afalago.
Los guardias, mal encaraos, volvienon pa La Pola con la misma incógnita que tsebaban, pero dexanon a los nenos amedrantaos ya con una desconfianza ya miedo hacía etsos que siempre quedou presente. La rabia chegou cuando nel periódico saliu meses después que la osa foi herida nos montes de Teverga. Todo mentira, pasanun ahora muitos años ya súpose que foi matada nel pueblo ya qu'el secreto quedou bien guardao.
Con morradas ya todo valía más nun medrar, ya ver que Servando tenía que marchar a estudiar pa Covadonga. Suso aún recuerda aquetsos ronquidos de aquel armatoste, un autobús de línea de la empresa Cosmen, que partía con los que habían pasado unas vacaciones familiares chenas de cariño. Quedaba mirando aquel trasto ruidoso que comparaba con el coche de Hidroeléctrica del Cantábrico que chegou por primera vez al pueblo.
En una esquina de la plaza de La Pola quedaba atristayao ya solo, ni siquiera pensaba que outras vacaciones estaban próximas. Las fechas pa los nenos son siempre muy tsargas ya perdidas n'el tiempo.
Volviu p'al Auteiro, después de faer los encargos, los de aquetsos poucos comestibles que nun daba l'autosufiencia de la casa ya volvía pensando n'aquel outro cohe que chegara al pueblo cuando el camín era sólo p'al carro ya las vacas. Los nenos de'l Vatse nunca vieran algo parecíu, ni oyeran siquiera un motor.
Aquetso motivou que al oir que venía un coche, todos saltaran encima de la paré del Prao L'Auteiro pa observalo desde una distancia prudencial. A Suso quedábantse varios años para probar cómo era eso de montar n'un coche, pur lu menos hasta que cumplíu doce años.
Con siete u ocho años la escuela faíase pesada ya pouco motivadora. Los mayestros naturales del pueblo ya se habían marchao a outros destinos: Argimiro Alba, Segundo Menéndez o Cesárea Cabo. Etsos conocían bien lo que ahora se chama el contexto familiar y social o nun sei quei. No eran ajenos a las costumbres, vivencias ya obligaciones de los nenos. Suerte que tovía quedou un tiempo más Antón, maestro y vecín de l'Auteiro. ¡Qué respeto cuando adelantaba a los nenos por el tortuoso camín.
Había que parar de hacer diabluras ya admirar al mayestro que tses daba los buenos días protegio ya distanciao por aquel abrigo marrón claro ya tsimpio que nada tenía que ver con su atuendo de ganadero durante el resto del día. Muy pronto decidíu Antón quedase con los trapos de ganadero ya dexar aquel abrigo de señorito pa mudase los domingos. La enseñanza nun taba bien pagada ya Antón quedóuse con las tareas del campo pa siempre.
La década de los años cincuenta foi muy negra pa la escuela del pueblo. Nun había carretera ya aquetsa escuela nun era un destino querío pa los mayestros. Pronto cheganon los primeros mayestros castellanos desconocedores de todo y poco influyentes en lo que después se chamóu cuidar l'autoestima. Aquetsos nenos cargaos de responsabilidades tenían outras muitas cosas pa pensar y aquetsos maestrucos de zapatos baxos eran bien pouco observadores. Bueno, lo que faían bien era quedar en casa por cualquier cousa.
Nun salían si caían cuatro faloupos ya los nenos ¡buena la veían!, volvían pa casa encantaos, aunque ya fixeran el recorriu. Volvían riéndose al informar qu'el maestruco nun se atrebía a salir de casa. Ese día por lo menos nun tenían que decir: esta suma nun sei faela . Expresión que ponía al maestruco de los nervios ya tamién a gritar: así no se habla , decía desde aquetsa mesa grande que cobijaba la estufa de gas butano que compraran los vecinos.
Los nenos nun querían la estufa pa nada, dabatses la risa ver cómo el maestruco iba a queimase hasta nun sei onde metiéndola debaxo de la mesa. Lo único que tses chocaba era que queimaba sin tseña.
El probe señorito vivía en alguna casa que lo quixera recocher por pouco tiempo ya a los dos o tres meses daba con los zapatos n'el culo pasando La Prezuda sin mirar p'atrás. Aguardaríatse outro destino algo mejor. Asína marchóu uno de etsos con las chocolatinas ya todo. Comprábalas pa dátseslas a los nenos que acertaban alguna pregunta, ya si nun acertaban comíalas él fayendo como las vacas cuando rumian pa datses envidia.
Nunca vieran los nenos aquetsas chocolatinas que eran como monedas grandes doradas. Bastábatses con el chocolate La Cibeles que tomaban una o duas veces al año.
Pa etsos, pa los maestrucos, ver nevar era una gran nevada y pa los nenos una falampurdiada. Solamente caía algo que valiera la pena cuando podían faer fornos n'el corral con la nieve de varias nevadas. Iba acumulándose por capas y al faer el forno notaban las distintas capas de nieve una encima d'outra, nieve limpia, nieve chena de polvo, nieve falisga o dura o xelada.
Si nevaba muito ya nun había escuela los nenos quedaban contentos escuchando un pouco confusos el comentario de que ya taría la escuela sin atender outros dos o tres meses. La preocupación de las familias duraba pouco, el invierno acabábase pronto ya en primavera había que preparar la tierra pa la semiente ya los nenos eran una ayuda imprescindible pa chamar la pareja na tierra. Nun levantaban más qu'el focico de las vacas, pero faían la misma tarea qu'un paisano.
Al escuchar que si nun estudiaban tenían que trabachar, nun resultaba ser el castigo más propio, ¡qué más querían los nenos que trabachar y nun ir a la escuela! Eran muitos días los que se perdían pa ayudar en casa, aunque hubiera maestro. Los nenos iban con las vacas, andaban delante de etsas en la tierra ya muitas más cousas.
Las diabluras pol camín de la escuela eran poucas, más bien xuegos algo primitivus: xugar al calentón, que era ponese unos encima d'outros como sapos ya dexar medio sin respiración al que quedaba debaxo de todos; andar tamién a cotapazos, que era ponese unos frente a outros ya tirase piedras por un furaco que había n'a cueva de Entreloscuetos. Lo raro era que nunca se escalabraban.
Tamién era divertíu tiratses piedras a los aisladores de los postes de la luz ya dexar los praos que tenían poste chenos de piedras. Mal asunto pal gadaño. Outra diablura menos frecuente era faetse goña a algún probe desvalíu.
Los nenos preferían quedar en casa, aunque aquetsas diabluras eran divertidas. Era mejor trabachar, disfrutar de la nevada o simplemente perder de vista aquetsos mayestros, negaos a la motivación, al conocimiento de las costumbres del pueblo ya siempre con un pie n'el estribo pa marchar a outro destino.
Cuando ahora se recochen noticias sobre homenaxes que se rinden a mayestros que quedanun tantos y tantos años n'una escuela ya que enseñanun muito, viene a la memoria la mala suerte de algunos pueblos con aquetsos mayestros que aguantaban tres meses como gatos garraos pol rabo.
Salir a los 12 ó 13 años con la intención de buscar outro futuro ya cumplir con las expectativas de los padres de estudiar ya ser home de provecho, era pouco menos qu'imposible. Salvar aquetsas tsagunas de conocimientos, que nun proporcionou l'escuela, cerrada cada dos o tres meses, era difícil ya a veces vergonzosu al observar que outros nenos de la misma eda tuvieran outra suerte.
Qué buen recuerdo cuando algún día de esos sin mayestro atendía la escuela D. Deotino, natural y vecino del pueblo. Qué suerte tenían los vaqueiros de El Puerto, que lo tenían todo el vrano n'el pueblo hasta que marchaban al pueblo de abaxo. Él subía con etsos en abril, era el su mayestro hasta octubre ya descansaba n'el invierno. A veces ilustraba a los nenos del Vatse con lo que ahora se conoz como documentales, sobre todo tipo de temas.
Quedábantse, sin duda, inquietudes de su época de mayestro republicano ya miembro muy activo de aquetsas misiones pedagógicas. Nun faía falta que mandara catsar a naide, todos taban con la boca abierta. Aquetso duraba poucos días, podía chegar outro maestruco o tal vez la escuela volvía a tar cerrada pa unos meses.
La primavera taba ya na Prezuda, por atsí venían todas las novedades ya los picones taban preparaos pa trabachar la tierra. Acuérdase Suso cuando tenía tres o cuatro años cómo se oían los picones pegar nas piedras mientras se adormecía nel borde la tierra tapao con una manta negra de flecos y acostao n'albarda colocada boca arriba.
Quedaban muy poucos años para dexar de tar acurrucao ya tener que ponese a trabachar hasta faese muy viecho. Las palabras infancia, adolescencia o jubilación nun tenían espacio n'aquetos tiempos.
Los recuerdos buenos quedanun guardaos na piérgola ya pesan más que las dificultades vividas en la subsistencia. Aquetsos nenos tenían poucas cousas, pero nun precisaban lo que ahora se chaman xuguetes, faíanlos etsos con las cousas más cotidianas. Vivían nun mundo cercano y afectuoso, atsi sí que educaba la tribu, como diz ahora un buen educador y filósofo. Nun chegaban noticias, claro, nun había arradiu. Nin siquiera sabían qu'el dictador inauguraba pantanos, taba muy lejos.
Suso tuvo la suerte de tar influíu permanentemente por la bondad de su madre, Adelaida. Nunca oíu hablar mal de naide, quedoutse grabáu pa siempre que faer el bien puede convertise en una forma de idealismo necesario, aunque Adelaida nunca negou tampouco los retos, las adversidades y los males que se cruzanun nel camín.
Ver Recuerdos de la infancia 6:
Suso y el carneiro
Ver Oficios de antaño 7:
el albardoneiro, el sogueiro ...
Ver El filandón
Ver Entrevista a Manuel Álvarez Lana (Manolín)
y Víctor Lana Brañas: por Jesús Lana Feito
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Para otras informaciones sobre estos temas,
ver trabayos de Xulio Concepción Suárez