Etiquetas, tags, palabras claves: castañas, gastronomía, léxico, refranes, toponimia, Lena, Asturias
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Las castañas en el paisaje asturiano: tipos, gastronomía, léxico, topónimos....
Muchas historias reales sobre las castañas, las castañeras, los castañeros, en la memoria de los mayores de hoy
A) los guajes y las guajas, ya desde bien pequenos con el cestín y la fardela de castañeru en castañeru
Muchas escenas me por los castañeros me contaba Luciano el de Carraluz, octogenario hoy, con su paciencia siempre dialogante y su memoria envidiable. Por ejemplo, me hablaba de los guajes a castañas, con el cierre de la Escuela del pueblu, ya desde que caían las primeras cañuelas (castañas que se desprendían limpias de los arizos en el árbol), allá por últimos de setiembre y octubre arriba.
Así, desde el comienzo de la época de las castañas, los guajes y las guajas del pueblu no volvían a escuela hasta que se acababa la cosecha. Por ello, el maestro cerraba la escuela y sólo atendía a alguno que, por razones diversas, no tenía esa obligación -ni necesidad- de ir a castañas: algún ricu, algún estudiante pa dir a los frailes, al seminario... Lo atendía hasta fuera de la escuela, de paseo por los caminos, pues ya no habia un programa oficial que seguir.
El resto de los mozacos, ya desde antes de amanecer, con su cestín y murgazas, y con la fardelina al ombru, caminaban cada uno a su castañero de turno, más o menos cerca del pueblo, o a una distancia relativa: hasta un km en ocasiones.
Ya en los castañeros, sobrevivían de la mañana a la noche con un bocadillo, a todo más; pero, sobre todo, con las castañas que amagostaban sobre la marcha: cogían un manojo de felechos, los retorcían para compactar un poco, les prendían fuego, echaban unas fueyas encima y unas ramas secas, y esperaban a que se fueran consumiendo reducidas a unas brasas ya sin llamas. Todo un arte, en manos de pequeños con la cultura del fuego ya aprendida muy pronto de sus padres y güelos.
Sobre las brasas iban echando las castañas, revolviéndolas un poco para mezclarlas con la tierra, y procurar que no se quemaran demasiado pronto. Se iban cogiendo por las más turradas, se pelaban con facilidad, se soplaban ligeramente entre los dedos para enfriarlas mejor, y a la boca directamente sin más remilgos ni precauciones: un manjar irrepetible en estos tiempos.
Todo ello, sin dejar el trabayu entre manos: seguir pañando castañas todo el día, del suelu al cestu, y del cestu a la fardelina para ir haciendo la cosecha de llevar a casa, sobre sus propios ombros, como único trofeo y premio extraordinario, fin de xornada. Hasta alguno o alguna llevaría su reprimenda, si las fardelas no iban rellenas a rebosar.
B) O dumiendo las castañares, desde que yeran un poco más mocinos y podían con la pértiga y el raidiru
Después de la rebuscaúra de las castañas cañuelas -las que caían solas de los árboles-, iba llegando la dumiúra: la tarea de dumir -sacudir- las castañares con la pértiga o el raidiru -varas más o menos largas y delgadas-, encaramados en lo alto de las castañares.
Había que trepar por la cepa de la castañar, repelar por cada palo de castaño más o menos grueso, y comenzar a sacudir las ramas, comenzando por los picalinos: la zona más alta y delgada de los castaños. Con todo el peligro que ello suponía para los más jóvenes, los menos expertos, y más arriesgados, pues la caída al vacío podría ser irreparable.
Iban cayendo los erizos, uno tras otro, pues el arte consistía en no dejar ni un solo arizu con castaña en todas las ramas de la castañar. Castañas y arizos juntos se iban llevando ya a las corras de piedra, para que maduraran hasta enero arriba, cuando fuera la hora de esbitsar: sacar las castañas de los erizos, machándolos fuera de las corras en la explanada. Eran las castañas que había de conservar para el resto del año, hasta el verano, según los más previsores y organziados con las comidas.
C) Con tantas anécdotas en la retina de estos mayores hoy, como símbolo del ingenio, el aprendizaje, capacidades, habilidades, desarrolladas, por voluntad o por fuerza, para sobrevivir fuera de casa desde bien guajes
Muchas anécdotas podemos escuchar a nuestros mayores de hoy con la cultura de las castañas y las dumieras más arriesgadas. Sirva la de aquel joven que tuvo que hacer malabarismos para no caerse del alto la castañar al intentar pasar de un castaño a otro directamente, cogido de una rama a la otra vecina.
Se lo contaba a unos amigos más tarde como aventura peligrosa, y cómo se salvó en última instancia a duras penas. El amigo, lo escuchaba con atención y le animó diciendo:
- Bueno, hombre, ¡gracias a Dios que nun cayiste al suilu y te mateste!
A lo que el guaje, muy espabiláu y espontániu, le contestó muy seguru:
- Gracias a Dios, no: ¡Gracias a mí, que Él lo que quería yera echame abaxo!
En fin, la cultura de las castañas, el ingenio, los peligros del entorno, el saber del paisaje, ya desde bien pequeños en nuestros pueblos, estaba muy desarrollado tan sólo unos lustros atrás: todo un placer escuchar a quienes lo vivieron y nos lo cuentan hoy, sentados en el pueyu delante casa, o desde su estancia reposada en la residencia urbana. Gracias asgaya a todos ellos y ellas, comenzando por Luciano, de memoria tan conservada en el milenium.