Luis el de Máisimo:
entre el saber de los truébanos,
y el sabor de la miel
(I)
Luis el de Máisimo (Luis el de Arnón) es uno de esos imprescindibles lugareños de los pueblos de montaña, a la hora de realizar un trabajo de investigación rural pateada por las caleyas: es la memoria viva de las últimas décadas, entre Arnón, Francia, Xixón, Xomezana... Pero siempre con la referencia de su pueblo natal, ese paisaje interior que cada uno llevamos del pueblo en que nacimos por dondequiera que pasemos.
Habría que sumar la buena memoria de Luis, que se alarga con las reflexiones escuchadas a su padre Máisimo, que vivió más de noventa años en su pueblo de nacimiento también. Y seguro que otras cuantas reflexiones y sentencias recordadas por Luis de sus güelos y sus güelas.
Todo un microchip de ordenador podríamos llenar con muchas conversaciones acerca de la vida diaria en un chugar de cuatro casas tiempu atrás. Todo un libro para escribir con muchas tardes de entrevistas sosegadas al mor de sol invernal de la media tarde; o de la sombra baxo una castañar en pleno estío, y con una buena xarra de agua al lado.
La historia de paisanos como Luis representa del ingenio creativo en el sentido más ecológico y sencillo de la voz: el estudio del entorno (próximo o lejano, asturiano y europeo) para sobrevivir del trabajo personal y familiar. Para vivir d el sudor de la frente: y no del sudor del de enfrente -que recuerda la frasecita tan ingeniosa en lo verbal. Del sudor de la frente...
Hoy, Luis y Azucena conservan, perfeccionan y aprecian un trabajo rural (muy dulce, por cierto) bien aprendido en el pueblo cuando eran guajes: el arte de la miel y las abeyas. El Saber de los truébanos y colmenas. La Apicultura que asoleya el tecnicismo ahora: la cría, la cultura de las abejas.
Es un placer escuchar los conocimientos apícolas de Azucena y Luis hasta en el último detalle: los alimentos de las abeyas, la organización de los enxambres, las estrategias de la reina, el trabayu de los zánganos (que no son tan zánganos -nos adverte Luis, por si acaso..., y a pesar de la palabra).
O las chabores de las abeyas obreras, la ingeniería hexagonal de los panales, el diseño geométrico y sin ordenata, de las celdas para el polen; la miel, las larvas, luego las crías... Cada una en su posición calculada dentro de cada panal. Y cada panal ordenado, estructurado, desde el primeru (el cabeceru) hasta el que remata el entramado según las dimensiones de la colmena y del enjambre. Ni un cabo suelto en la organización no-verbal de las abeyas en cualquier truébanu o casiechu, de casa o montés. Ni una celda desaprovechada o abandonada al azar.
Luis Gutiérez Pulgar
Premio Abeja de Plata, 2005
Resulta ingeniosa (más que ingeniosa) la estrategia de haber ideado las celdas precisamente hexagonales, y no circulares, ni cuadradas, ni rectangulares... Como no pudo ser fruto del azar, cabilamos un buen rato con Luis y Azucena sobre los planes de las abeyas, pero decidimos consultar a los expertos en Geometría y ciencias próximas. Enseguida nos lo aclaran María José Álvarez (compañera de Biología), Ángel Suárez (Historia), y Ángel Aguirre (Matemáticas).
La razón -nos explican- ha de ser una hábil combinación de Economía, Biología y Geometría: pura inteligencia práctica de las abeyas. La forma circular sería la que más miel pudiera contener, pero menor número de celdas, porque se perderían muchos espacios entre unas y otras. En el otro extremo, la forma cuadrada o rectangular llevaría más celdas, se perderían aún menos espacios, pero almacenarían menos miel dentro que las hexagonales; y las abejas trabajarían peor por el carácter anguloso más cerrado de las esquinas. Tampoco serviría a las abeyas, más que economistas.
La solución ingeniosa de obreras tan inteligentes como económicas y prácticas se tomó un camino del medio, y eligió la forma geométrica que mejor les permitiera trabajar dentro; que más cantidad de alimentos pudiera contener; y que, a la vez, les permitiera construir mayor número de cajoncillos en cada panal del colmenar. Inteligencia práctica al completo, tal vez -precisa Á. Aguirre- fruto del aprendizaje por ensayo / error al principio; y de la mutación genética después.
Placer dulce también el de saborear los productos del saber apícola de Luis y Azucena: el miel -que así lleva el género masculino en los pueblos lenenses de montaña; el vino de miel, fermentado durante muchos meses, hasta que decante al completo toda impureza posible. La misma cera viscosa y crujiente a un tiempo, impregnada todavía como está con la esencia melífera de los truébanos. Cada mañana saboreamos el tarrín de miel libado por aquellas abeyas trabayaoras en los montes de Arnón, Artos, Piñera, La Cortina, Vegasna, Prao Grande...
Y escuchamos de estos apicultores la curación de enfermedades con la miel, que nos explica Azucena con detalle (la Etnoterapia, ahora): cicatrizar las quemaduras y heridas con asombrosa rapidez, mediante las cataplasmas correspondientes; eliminar el dolor de garganta, los catarros, los chirridos de los bronquios...; depurar la sangre, la piel, los riñones...; reconfortar tras la enfermedad, reponer fuerzas perdidas.
En fin, todo un dulce diccionario apícola fuimos alfabetizando en el ordenata con el léxico específico de Luis y Azucena: abeyera (planta para cazar los truébanos); apecorear, barroa, castia, castiar, ensame, obreras, peones, propolios, reina, truébanu, vuelo nupcial, zánganos (que nun son tan zánganos..., como nos dixo Luis). Seguiremos indexando el palabreru en el lenguaje de estos pueblos.
Arnón, cincuenta años atrás,
colos sos habitantes,
las sos costumbres,
y la so forma de vivir.
Y por aquello de ver las diferencias de tiempo en tiempo, nadie mejor que Luis, nos resumió en pocas palabras la historia de un pueblo como Arnón, no por pequeño, menos larga esa vida en trabayos, frustraciones y gabelas. Pero también en satisfacciones y frutos serondos recoyíos ahora. Sus palabras tienen valor doblado hoy, una vez que Azucena y Luis ven estos pueblos desde la distancia que supone su vida bastante más sosegada ahora, de vuelta al pueblo, tras unos cuantos años de trabajo en la vecina región francesa.
Toda una vida de creatividad, ingenio, aprecio por el lugar de origen, y aprecio por la situación de destino. Caún siempre fay lo que pue: o lo que y-dexan facer, pa ser más esactos... Que nun ye poco.
Los bizcochos exquisitos de Azucena,
pa seguir trabayando desde bien temprano
Pregunta: Luis, háblamos un poco de cómo se vivía n'Arnón cuando tú yeras un mocecu entonces, ya fay unas cuantas seruendas.
Respuesta: De lo que yo me acuerdo tengo que decir que Arnón yera un pueblín habitéu per cuatro familias, de las de antes, claro, en número de bocas a mantener. Yeran tiempos bastante más duros: tul mundo tenía que trabayar pa poder almorzar, ya desde bien l'amanecerín. Y pa poder cenar, a la cayía la nuiche.
Pregunta: Y, ¿de qué vivíais, qué comíais más a diario..?
Respuesta: En realidá, vivíamos de lo que producia'l campo: otros trabayos nun había entonces. Semábamos patatas, escanda, maíz, algunas berzas, fabas prietas, arveyos... Y, eso sí, recoyíamos munchas castañas, pal nuestru consumu, y tamién pa engordar a los gochos, que más terdi yeran al samartín ya pel invierno arriba. Y, sobre too, siempre andábamos tras la miel: mio padre yera un artista entre las abeyas y los truébanos.
Pregunta: ¿Qué más facíais en tul día?
Respuesta: Sobre too, andar alreor del ganao: criábamos animales, principalmente vacas, oveyas, caballos, gochos y gachinas. Pa echo tábamos obligaos a chimpiar y cuidar muncho'l terrenu, los praos, las carbas, los puertos, los caminos, las pedreras... Porque yera terreno más bien estéril, pendiente, boscoso, y si nun lu cuidábamos nun producía ná.
Pregunta: Entonces ¿por lo menos trabayu, había bastante, no? ... ya lo de las perras sería otra cosa...
Respuesta: Trabayu, sí, pero sólo trabayar tul día y tul año. Pasábase mal en las familias. Con too lo que coyíamos nun yera bastante pa mantener tantas bocas pel año arriba; por eso había que catalo per otra parte; o colar pa onde se pudiera. Así díamos al troque a la provincia de León, a los pueblos chindantes con Asturias: al cambio de productos nos mercaos, en vez de pagar con perras.
Pregunta: ¿Qué chevábais y traíais pe los caminos?
Respuesta: Chevábamos d'equí cosas qu'ellos nun tenían, y que las apreciaban: madreñas, garabatos, mangos, estiles pa las gaañas, guiás, ablanas, castañas y algunas cosas más. Too esto cambiábase por aceite, legumbres, champletos, farina, y n'algunas ocasiones (las menos), carne. Tamién se trayían más cosas, pero de menor importancia. Lo malo de too esto yera l'atravesar el puertu, tanto na seruenda como en primavera, pol peligru de la nieve y los chobos, sobre too. Pel'invierno, nin pensalo, claro.
Pregunta: ¿Tábais igual en toos los pueblos del conceyu?
Respuesta: Paicíos. Con toas estas gabelas y peripecias, la vida n'Arnón yera bastante dura, como en casi toos los chugares pequenos de los montes. Los dos pueblos más cercanos yeran La Cortina y Piñera, y taban a media hora de camín, y los caminos yeran muy malos. Na época de la escuela baxábamos a Los Pontones, y a mediudía las madres trayíanmos la comida a mediu camin. Nun había tiimpu nin pa reposar lo poco que las madres mos podían dar: y apenas comíamos golvíamos, ascuela otra vez.
Pregunta: Y nos fines de semana, nas fiestas... ¿cómo lo pasábais?
Respuesta: Ya los domingos podíamos alendar un poco. Baxábamos a misa a Los Pontones, y dempués de la misa aprovechábamos pa bilurdiar un poco colos conocíos de la parroquia, y tamién pa echar una partida a las cartas o a los bolos. Algunos domingos pela tarde, o pela nueche, organizábanse bailes que, por cierto, acoyíamoslos mui bien.
Pregunta: Después de toos estos años ¿cómo fue evolucionando el pueblu?
Respuesta: Home, las cosas fueron cambiando muncho, y Arnón, dende fai venti años, ye un pueblu deshabitéu, pues la xente foi catando trabayu per onde pudo. Nosotros colamos pa Francia unos cuantos años. Hoy tán recuperándose dechas viviendas pa fines de semana, las vacaciones... Antes l'accesu al pueblu yera per caminos vecinales, que diban a La Cortina y a Piñera. Apenas había caleyas: nun había más que una que se chamaba El Portichín.
Ya desde el 98 hay una carreterina, a iniciativa de Sindo, entonces alcalde de Piñera, que foi posible con el trabayu, las gabelas, las ilusiones de la mio familia, y d'algunos vecinos y vecinas de Piñera. Aende ta la carreterina bien a la vista: y "lo bien fecho, bien paez" -que diz el refrán.
Pregunta: ¿Cómo taba distribuyíu el chugar, en cuanto a edificios, aparatos del campo...?
Respuesta: Había lo imprescindible pa arreglase. Esistía un horro repartíu ente seis propietarios, y que casi la metá correspondía a familias de los pueblos vecinos. N'Arnón tamién funcionaba un rabil pa la escanda, y como nun había electricidá nin agua corriente, yera aicionéu a mano, con manivela. La fuente taba a cinco minutos de las viviendas, y chamábase La Fuente'l Puzu Arnón, que ya desapaizú tamién. L'agua tresportábase en calderos hasta las viviendas.
Pregunta: Y, así de comodidades un poco mayores ¿qué había?
Respuesta: Muy escasas. Al ser pocos vecinos nunca hubo chigre, nin se ficieron esquisas. Los temas de comunidá tratábanse ente las personas afectadas, y lo mesmo se facía colas estaferias. N'Arnón nunca se ficieron fiestas nin romerías, aunque disfrutábamos de las que se facían nos pueblos grandes d'alreor, sobre too'l Carme en Los Pontones y la Fiestona en Riospaso. Y lo mesmo San Xuan y el Rosario en Piñera. Na Fiestona de Riospaso chevábamos la cesta de la comida, y dempués de la Misa díbamos a comer pelos praos. Una parte d'esta comida cambiábase con otras familias o amigos que coincidían cerca.
Pregunta: Bueno, pero la xente de los pueblos, aunque sin munchu leyer nin escribir demasiao, sobrevivíais, apañábaisvos pa tirar palante... Dicen que yerais listos, intelixentes...
Respuesta: Nun había más remediu, y desde bien pequenos aprendíanmos los güelos y los padres a trabayar, facer cosas, conocer bien el monte... Claro que había que espabilar y aprender, cavilar, buscase la vida... Pero nun había otra cultura fuera dequí. Por ser Arnón un pueblu piquinu, nun había posibilidá de que naide destacare (en cuanto a lo cultural).
Pero sí nos chabores más prácticos, onde sobresalían dos personas sobre too: una yera Flora Martínez, muy bona partera, y muy solicitá en tolos pueblos d'alredor. Eso yera muy importante naquechos tiempos, en sin médicos siquiera cerca. La otra yera Maisimino Gutiérrez, muy buen madreñeru. Las sos madreñas yeran muy solicitás pola buena forma que tenían pal pie. Caún aprendía lo que meyor se y-diera, pues había que comer, y a naide y-daban na fecho. Había que facelo.
Placa de reconocimiento a Luis,
por los vecinos de Piñera,
como agradecimiento a sus
iniciativas y trabayos
por la carretera a Arnón.
Porque ciertamente,
"Los hombres pasan,
las obras quedan"
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