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LA SOLIDARIDAD REPOSA CON NUESTROS ABUELOS
(Historias de vaqueiros15)

Publicado en la Revista de la
Asociación La Ponte
(Valle de Lago)
por, Jesús Lana Feito.
L'Auteiro (Somiedo)

Mi reflexión sobre la solidaridad pretende traerla al nuevo escenario de los pueblos de hoy y recordar, una vez más, lo importante que es resolver los problemas de todos, más que el nuestro en particular, es decir, la solidaridad entendida como lo que se hace por los demás. Me refiero a la solidaridad perdida, pero no para llorar por ella, sino para echar una mirada al pasado que sea más analítica que nostálgica. Nuestros abuelos practicaban una solidaridad ejemplar como miembros de una sociedad rural cerrada, pero no debemos olvidar que no tenían otras fáciles soluciones, la influencia del exterior era mínina.

Todo tenía que ser resuelto en aquel núcleo cerrado y autárquico. La única vía de comunicación con la capital del municipio era, hasta el año 1975, un camino de carro o un sendero peatonal. La circulación de personas y mercancías era escasa y solo se compraban y transportaban algunos productos supervalorados y tasados como el azúcar, el aceite y poco más y, por supuesto, no llegaba ninguna ayuda, ni económica, ni psicológica.

En aquella comunidad vecinal se hacían obras de todo tipo, de mayor y menor envergadura, como canalizar agua hasta las fuentes públicas, empedrar caminos en sus zonas más pendientes o construir casas y cuadras para todos los vecinos. La necesidad era tan acuciante que las enemistades o los problemas de convivencia quedaban un poco apartados, aunque nunca olvidados.

En verano, no se trataba de que los caminos estuvieran más presentables sin árboles y sin piedras, era lisa y llanamente que no se podía perder un filo de hierba enganchada en las ramas, ni las vacas debían pisar piedras cuando tiraban del carro. En invierno, cuando caía una gran nevada, era necesario espalar juntos para abrir camino hasta la fuente y con urgencia empezar a sacar las vacas a beber por turnos. La torba o ventisca solía cerrar muy pronto el callejón abierto en la nieve y no había otra solución, otro día saldrían a beber Lasde otro vecino, si había suerte.

Era un trabajo imposible para una sola casa. Son muchas las obras comunitarias que se realizaban, pero una de ellas destaca por ser imprescindible para habitar estas tierras de alta montaña: la construcción de casa y cuadra. En estos trabajos participaban todos los vecinos porque todos necesitarían algún día de la ayuda de los demás. Esa unión solidaria, en nuestro pueblo, precisa algunos matices. No es igual ayudar a una causa concreta, como levantar la hierba de un prao, si amenaza lluvia, o cualquier obra menor; la ayuda necesaria para edificar era otro asunto.

Tanto es así que sin esa ayuda de todos no podrían establecerse como vecinos en el pueblo. Sin la casa y la cuadra lo demás tenía poca utilidad, las cuevas habían quedado atrás. Los otros trabajos familiares, como las cosechas o la ganadería, eran importantes, pero no suficientes para pasar el invierno en esas altitudes. Las alternativas no eran muchas, hoy por ti mañana por mí. La solidaridad para edificar pervivió durante años, desde los primeros años de vida en el pueblo hasta fechas recientes.

Construir entre todos los vecinos con los materiales que facílítaba la naturaleza (piedra, madera y escoba), sin un solo clavo, era práctica habitual. Actualmente no hay tal ayuda colectiva; las edificaciones se encargan a profesionales del sector y los trabajos que pudieran ser colectivos se reclaman a la administración local. En todo caso, esa solidaridad obligada o sentida quedó arraigada en esta pequeña comunidad que ciertamente no podía avanzar sin la suma de individualidades.

Actualmente los procesos socioeconómicos son otros, van arrinconando a la solidaridad y la influencia urbana e industrial llega a todos los lugares del planeta, incluso a Valle de Lago. La globalización ya está aquí y la abundancia y el individualismo campean a su aire. Una última reflexión a modo de despedida: considero que las organizaciones necesitan renovarse, tener nuevos responsables y, por estas razones, algunos necesitamos ver a la asociación desde la distancia y con el cariño de siempre.

Espero, como ya opiné alguna vez, que no se quede en una organización de eventos festivos, una opción poco ambiciosa, y que pueda recuperar sus objetivos culturales, reivindicativos, de participación y de colaboración. En todo caso, este será mi último boletín de La Ponte, recordando que ha nacido para construir puentes entre todos y también para ser un medio de participación. Un abrazo. Jesús Lana Feito

Ver Historias de vaqueiros 1

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Ver Entrevista a Manuel Álvarez Lana (Manolín)
y Víctor Lana Brañas
: por Jesús Lana Feito

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