" Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico..."
(Juan Ramón Jiménez)
(hoy todos estos vestigios,
adecuadamente informados,
están sepultados bajo cubas de cemento)
HERÍAS
ERÍAS, IRÍAS
(II)
La moda fácil del cemento: acicalar paisajes, revocar praderas..., al par de vestigios medievales documentados
Recientemente, con motivo de la pretendida reforma de La Ruta l'Alba a base de cemento a discreción sobre la senda (Parque Natural de Redes, Caso), hasta algunos políticos y movimientos culturales (BA, IU, Verdes) se declaran abiertamente en contra: se puede y de debe reformar una senda con pedreras con otras técnicas que no sean bascular cubas de cemento sin tasa sobre un paraje, con todas las consecuencias inmediatas: basuras directas al río, inundaciones, peligros del hielo en las pendientes, destrucción de fauna y flora autóctona... Hasta piensan llevar el caso a la UNESCO, si el proyecto fuera adelante.
de procesión,
como diban tiempu atrás:
el sentu, las muyeres,
los mozacos y mozacas
con la güela..., delante;
el cura, en medio,
el gaitiru y tamboretiru,
los homes..., detrás...El dato pudiera hacer reflexionar a muchos y a muchas: hay que transformar los pueblos, pero no destruirlos en su entorno original, por pocos lugareños que vayan quedando con los años. Diversos pueblos de montaña fueron terminando así con aquel entorno cultural y cultual construido con los siglos por sus nativos o allegados.
Y en los pueblos de montaña cabemos muchos y muchas: pero hace falta que siga siendo un pueblo en su montaña, claro. Para algo está la Etnografía, la Etnohistoria, la Etnobotánica, la Etnogeografía, la Etnolingüística... Entre la globalización y la glocalización hay espacio para todos, si se sabe compartir. La técnica del cemento a discreción es tan facilona a corto plazo como destructora y contaminante de inmediato también, si no se hace con las condicines adecuadas a cada terreno. Pero vende votos, por supuesto.
Pues con las zonas verdes revocadas, ya no se filtran las aguas, ni oxigena el casco urbano entre las casas
Con un dato que distorsiona, en muchos casos, el casco habitado de un pueblo en la montaña: revocadas todas las praderas de uso comunal, tapadas con cemento las zonas verdes que eran de todos, el casco habitado se convierte en sistema ecológico inerte, muerto; las aguas que bajan del monte no se filtran, no riegan, no las absorbe el subsuelo del pueblo.
Esas aguas canalizadas por caminos de cemento (sin alcantarillas, sin sumideros, sin rejillas...) bajarán desde los montes aturulladas en las torrenteras, y pasarán de largo hacia los castañeros o hacia los portales de las casas que topen de paso con las prisas; convertirán los caminos en regueros por unas horas; siempre serían necesarias las flores gayasperas al pie de presas y pareones; los árboles y arbustos por las xebes divisorias..., para absorber poco a poco el agua de las lluvias, evitando inundaciones innecesarias. Abonados sólo con cemento, pocos y pocas especies vivas lograrán tsevantar cabeza... Ya ni espacios de resguardo queda para los sapos: a penas se les oye ya cantar en primavera, anunciando el cambiu del tiempu...
madre y fíu: to un exemplu de atención,
y ante la puerta la ilesia'l pueblu;;
espacio de las sepulturas,
hoy bajo el cemento
Como también se apuntó más arriba, hasta sendas boscosas sobre el río en parajes protegidos intentan algunos y algunas sepultar bajo el cemento
El sistema natural de un espacio está integrado en cada contorno concreto: como en una red, como entre las piezas de un reló, cuando se rompe un elemento o varios, algo habrá que no funciona. O se rompe el sistema entero. En otro caso, al ritmo estacional del año, se van tejiendo esos mosaicos primaverales que sobreviven en algunos pueblos de montaña, con sus flores y sus tonos tan variados, cuando pueden acumular agua y vida sus raíces a lo largo del otoño y del invierno. Ya lo decían los indios cris de Canadá:
"Cuando hayáis talado
el último árbol,
cuando hayáis matado
el último animal,
cuando hayáis contaminado
el último río,
os daréis cuenta de que
el dinero no se come"
Vivir del medio, sin m ás recursos que el ingenio de sus mentes y sus manosPues tampoco podrá levantar cabeza ya mucho más, a la luz de la luna o las estrellas, todo ese mundillo de bichitos que anima la noche en busca de otros bichitos y desperdicios; y al tiempo que sanean las caleyas y oxigenan la tierra como hicieron miles de años; o animan el pueblu bajo la luz de la luna y las estrellas con sus murmullos y sus cantos. Ni tendrá un centímetro cuadrado de tierra la luciérnaga (la tsuciérnaga de siempre) para iluminar el silencio de una noche a nuestros pasos. Se van haciendo realidad también en algunos pueblos de montaña aquellas palabras de Seattle, siglo y medio después:
"... ni hay sitio donde escuchar
cómo se abren las hojas
de los árboles en primavera
o cómo aletean los insectos...
Y, después de todo
¿para qué sirve la vida
si el hombre no puede escuchar
el grito solitario del chotacabras
ni las discusiones nocturnas
de las ranas al borde de un estanque?"
Año de 1175, bien a la vista en la pared exterior del pórtico de la iglesia
Una vez más, predar (usar lo justo) no es depredar (abusar, arrasar)...
En fin, se pueden (se deben) transformar los pueblos, pero también se pueden (se deben) hacer las obras según el contexto natural y social que lo define: de forma adecuada, sostenible, respetuosa con los vecinos, glocal (lo global ya va incluido en lo glocal, lo dice la palabra).
Hay pueblos de montaña mejorados con desagües, alcantarillas, enrejados para las torrenteras, cunetas..., pedreras, asfalto en algunos puntos, cemento donde es imprescindible, rampas que salvan los patinazos del barro..., praderas, espacios verdes para las margaritas de abril... Eso es transformar, predar; lo demás es depredar. Así lo entienden algunos y así lo procuran practicar; menos mal. Habría que dejar algo libre, comunal, para los que vengan detrás: a nadie le faltará un metro cuadrado para enterrar sus güesos; o un simple y precioso canturrial cimeru (un simple penescu), donde esparcer sus cenizas....
la antigua estructura del conjunto
de casas agrupadas en torno
a la iglesia medieval del pueblo (1175);
posibles viviendas monacales primitivas;
pocos metros más abajo
quedan los restos difusos en el terreno,
vestigios diversos y dispersos,
y algunos documentos escritos
del Monasterio de Santolaya
(Departamento de Historia Medieval,
Universidad de Oviedo).
Ni mejor, ni peor, pero vivir en un pueblo no es vivir en la ciudad (lo dice el diccionario más elemental)
En otro caso, de forma tan contaminante, arribaron en el pueblo las prisas por llegar al coche en día de lluvia, las hierbas que salpican de rocío los zapatitos brillantes, el barro que hace patinar el vehículo y mancha la carrocería recién abrillantada, el traslado (la traducción) del uso urbano (urbanita) al pueblo de montaña...
Y así, las prisas, las ideas trastocadas (tracamundiás, vamos) van terminando con todo un rico patrimonio popular, incluido el entorno de unas iglesias parroquiales, tan respetadas tiempo atrás por mayores, medianos y menores, creyeran, o no, en ellas. Fueran, o no, a misa: el entorno social de la iglesia'l pueblu es mucho más que dir a misa... Eso sólo es una parte de la película. La otra parte, la educación más enraizada, siempre estaba viva.
El caso es que para vivir como en la ciudad ya está la ciudad: de cajón, vamos... (a este paso pronto se venderán helaos calientes, helaos a la parrilla, al microondas...). El mundo al revés. Y cada casita se verá adornada con su piscinita particular, alimentada con el agua de todos y todas (no todo es cuestión de poder pagarla...).
Y hasta alguno o alguna levantará una torrecita de muchos pisitos que sobresalga por encima del campanario de la iglesia, pues hay que hacerse notar bien en toa la rondiá... En fin, que vivir en un pueblo no es vivir en la ciudad: de cajón, vamos. ¡Qué lejos quedan ya aquellas preciosas palabras del poeta Pedro Salinas!:
"Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!"
(dibujo de Pily, 1990)
Una iglesia de un poblado es algo más (mucho más) que un edificio pa rezar o dir a misa...
En el caso de Herías, las pruebas están (estaban) a la vista, si se escucha a los lugareños mayores: o si se lee la fecha de 1175, justo a la entrada del pórtico. Lo mismo que en el entorno de la Iglesia de Bendueños, la de Campomanes y otras, esta costumbre de los enterramientos era generalizada: las tumbas estaban en el exterior inmediato de la iglesia parroquial (se aprecia hoy en la vecina región gallega perfectamente). Las plazas de las iglesias son la memoria de los vecinos y vecinas del poblamiento.
Los vestigios eran visibles en la Iglesia de Herías: en la parte izquierda de la entrada principal, por el camino que sale hacia Traselgortón, hay varias piedras plantadas en sentido longitudinal (bien visibles, pero muy a ras de tierra ya) que los lugareños siempre consideraron sepulturas antiguas, por lo que nunca nadie se atrevió a cavar allí, remover tierra, hacer obras etc.
A pesar de las advertencias de algún paisano mayor del pueblu, las tumbas están hoy igualadas con cubas y cubas de cemento. Lo lamantaban también otros paisanos octogenarios nativos de la parroquia, que no daban crédito a la noticia.
gaitiru y tamboretiru (Cundo y Canor):
dos artistas leneses muy populares
con el arte de sus tonos y sus deos,
tantos años animando la fiesta'l pueblu.
La importancia de la memoria lugareña
En fin, todo un patrimonio más en peligro de extinción (serio peligro de destrucción, depredación), ante la indiferencia de estos vestigios entre los infectados/as por la fiebre del asfalto, la plaqueta, de la baldosa reluciente y del cemento al estilo urbanita. Se destruye la memoria de un pueblo tapeciendo los caminos milenarios de tierra, con sus pedrreas y sus pequeñas praderas en las caleyas asturianas de siempre.
Sólo por no manchar los zapatitos en un tramo de cien metros con el rocío de la pradera. En todo caso, imprescindible siempre un pequeño estudio sobre el impacto medioambiental a la hora de cualquier obra en cualquier entorno cultural, no sólo con vestigios históricos, sino con fechas bien talladas y visibles en piedra a la puerta principal de una iglesia. Con números a la vista sin lugar a errores.
Entelailesia:
lo que fue un bucólico y precioso espacio verde, siempre tan topaeru alreor de las corras pa vecinos y forasteros; siempre tan entrañable entre camino y camino, o entre pedrera y pedrera; con su par de acacias centenarias presidiendo el escenario; con sus manojos de flores a rebosar en tantas épocas del año; con el verdor intenso de la pradera en contraste con el ocre terroso de los caminos; lugar comunitario de tantas esquisas vecinales... Ahora, bajo palmos y palmos y palmos de cemento...
También podría ocurrir que a mayor información, menor destrucción
La historia menor de un pueblo está, en parte, en algunos libros también (las lecturas, los documentos, los archivos...), pero eso ya es pedir demasiado en estos tiempos, claro. Incluso hay algunos datos hasta en interné. Pero, sobre todo, ¿para qué estarán los lugareños que aún sobreviven en los pueblos, esa voz no-libresca transmitida de tiempo en tiempo, de milenio en milenio?
Que, por cierto y así aproximadamente, el saber popular (de unos u otros temas) se viene transmitiendo a viva voz desde hace entre 20.000 y 30.000 años, dicen algunos antropólogos, etnolingüistas, estudiosos de esa silenciosa evolución cultural humana, traducida al lenguaje hasta estos mismos días, ahora digitalizados del dosmil.
Más aún, en opinión de Arsuaga y sus investigadores de Atapuerca, desde que se descubrió el fuego y se llevó al hogar (al tsar del suelu), se pusieron las primeras piedras para la construcción oral de la creatividad por la palabra: la leyenda, el mito, el rito, el culto... Sólo van sobre el millón doscientos mil años... (pues sí, 1.200.000 años de información oral).
La cultura no comenzó ayer, como parecen ignorar quienes tanto desprecian el valor de la palabra oral, más allá del culto a la letra impresa (con poco más de cuatro días, vamos...), manipulada, tergiversada, tantas veces, con apariencia de verdad (hasta en tiempo real, que se dice ahora). En el principio fue el Verbo..., que dicen los escritos antiguos. La palabra sagrada de un paisano o una paisana de antes, claro.
Porque, efectivamente, cuando las cosas no están (ni podían estar) en los libros, o al alcance de todos y todas..., habrá que buscarlas en algún sitio... A mayor información, podría haber más conservación, menor depredación... Más educación verbal, sin ir más lejos.
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El amarillo intenso de la primavera:
el diente de león
El Camín de Peregrinos a Campomanes: ahora, camín francés (hoy, en parte, bajo el cemento también..., nun faltaba más...)
Como se apuntó más arriba (y mientras no se siga tapando con cemento, como el resto del pueblo), por Herías pasa el amplio camín de peregrinos que venía de San Miguel d'Eros; entraba por Pumaralgo, se desviaba ligeramente por La Fuente Trescasa, y en el cruce de Traslagüertancima se bifurcaba: una rama continuaba hacia el Santuario de Bendueños
Y la otra descendía bajo El Montán por un camino muy amplio, que hoy se conserva bien porque permanece poco usado y casi entre las barcias colaterales de los gruesos pareones (unos cien metros ejemplares, que no fueron destruidos de momento). Una vez más (menos mal), las malezas son la única protección de nuestro patrimonio asturiano.
Poco más abajo, en cambio, junto al Horro de La Casona del Cochéu, el camín de los peregrinos quedó completamente irreconocible bajo el cemento desde La Casona y El Pedreo hasta Las Cuestas: un tramo del patrimonio asturiano que se fue también. Esta Casona conserva el dato inconfundible al par de un camín de peregrinos: El Portalón, especie de portal cerrado en redondo, con entrada y salida colaterales, que se dice servía de cobijo a los peregrinos fuera del edificio mayor.
Algo parecido existe, por ejemplo, en la vecina región cántabra, con el llamado Cuartu del Peregrino: especie de habitación, adosada a la casa (caserón, palacio...), pero fuera de la puerta principal; estaba abierto, aunque dentro del portal; en él se cobijaban los peregrinos de paso, de forma gratuita, hospitalaria, por parte de la familia pudiente, acogedora; muchas casonas conservan hoy -exhiben muy cuidado- este cuarto al peregrino, adosado al edificio.
Hoy pasan con frecuencia peregrinos del Camino de Santiago que, como en tantos otros tramos, ya no contemplan pedreras, ni fuentes, ni sólidos muros con sillares tallados a mano por tantos anónimos canteros. Sólo algunos otros signos (la concha típica, la vieira) les pueden indicar que eso era (había sido) una vez el camino de Santiago...
Para terminar
En fin, la historia de un pueblo, por pequeño que sea (y bien que les pese a algunos/as) no comenzó ayer: nunca partimos de cero. Eso no es progreso, sino regreso. Algunos y algunas disfrutarían con que sus pueblecitos de recreo (su segunda residencia fin de semana, y, a ser posible, por la semana también...) no tuvieran historia: que fueran ellos los primeros posesores. Los primeros depredadores en su caso.
Pero nunca fue así: cada paisaje habitado tiene su más o menos larga historia, por rústica que sea. Fueron muchos y muchas (miles, sin duda) los que durante siglos fueron construyendo el pueblo, sus caleyas, sus tierras de semar, con las que vivieron (o malvivieron), pero que, en todo caso, nos las dejaron para seguir disfrutando como espacio rural en la sonora soledad de las montañas.
Muchas informaciones laten en la memoria de cualquier poblamiento rural, recogidas tantas veces sólo en la voz oral (antes no había ordenatas, ni siquiera papel y pluma al alcance de todos). Muchas coplas y versiones orales hablan de unos tiempos en que todos y todas habrían de convivir en los pueblos, y entre unos pueblos y sus vecinos, porque había que vivir del medio. Aunque nunca faltaron (ni faltan) las trampas, los engaños, la falsedad mutuamente consentida en connivencia disimulada, como bien recuerda Lazarillo de Tormes:
"-Lázaro: engañado me has. Juraré yo a Dios que has comido tú las uvas de a tres.
-No comí -dije yo-; mas, ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
-¿Sabes en qué veo que las comiste de a tres? En que comía yo dos a dos y callabas"
Dibujo de José Luis Benito
Y porque nunca tendríamos que partir de cero...
Eran los tiempos de compartir lo que había: para la mayoría, poco; pero era lo que podían compartir. Eran los tiempos de los encuentros por los caminos, por las cuadras, o por las cabanas, en las idas y venidas a las brañas; era la vida diaria acordada en las esquisas, en la colaboración por las estaferias, en las andechas, en los trabajos comunales..., con mejor o peor ceño.
Era la ilusión porque llegara la fiesta anual del pueblu, para estrenar unos zapatos, adornar las caleyas con flores y espadanas, comer postre en la comida, chocolate pa merendar... Era la ilusión por lo que había alrededor: no había más. Incluso, emigrando a otros países, se seguía pensando en el paisaje del pueblu.
Pero, sobre todo, eran los tiempos de la comunicación sin más: lo que son las paradojas... (a mayores medios, hoy, mayor incomunicación). Y así fueron nuestros antepasados progresando, para que nosotros disfrutemos (a veces tan irresponsablemente) lo que tantos sudores y lágrimas les costó a ellos conseguir (cabañas en piedra, praderas impecables, mayadas, pareones alineados, caminos empedrados, pomaradas centenarias, cerezales insertás, tierras de semar, castañeros limpios de maleza, casas rurales en madera y piedra, brañas...).
Dibujo de José Luis Benito
El uso privado de los bienes públicos: pueblos rurales externalizados también
Y se llegó a esta situación en los pueblos, de montaña sobre todo, por una razón evidente: la imparable privatización (externalización, que se dice ahora con el eufemismo). En muchos pueblos rurales ya no queda la figura coordinante del alcalde de pueblu (alcalde pedáneo, ruxior, rixior...).
Los mayores ya se fueron, y los que quedan no se sienten capacitados por sus achaques o por sus años. El pueblo ya no tiene una autoridad pública que reúna a los vecinos para los trabajos comunales, para la vida espontánea de las caleyas y portales, sin manipuladores/as detrás.
La ocasión la aplauden los urbanitas que se frotan las manos pensando que es la suya, que es la hora de externalizar ellos y ellas también: bajo la trampa de la asociación privada, procuran por todos medios que nadie se presente a ruxior, pues así alguno/a se convierte en presidente/a jurando y perjurando que se trata de coordinar de nuevo a los vecinos (de fuera la mayoría), para las mismas funciones de la esquisa antes.
Desaparece la sana costumbre de la vida comunitaria, sustituida por el monopolio de la red privada, como en tantos otros aspectos de la politización capitalista actual (manos visibles, manos invisibles, colas invisibles..., que dice José Luis Sampedro). Lejos resuenan también los versos de Vadana Shiva:
"Madre Tierra debe ser tratada con cariño
Ella nos da la vida, no la riegues con veneno
porque, si ella muere, muero, aquí moriremos todos.
Aún no se dieron cuenta, somos lo que comemos.
Vaya panda de alelados, que bajo su sombrero
son tan pobres que sólo tienen dinero".
(Vandana Shiva).
Dibujo de José Luis Benito
Simplemente, porque el paisaje no es de nadie, nadie tiene el derecho a apropiárselo como si fuera a vivir en él eternamente
A ver cómo dejamos nosotros todo este paisaje trabajado a los que vengan detrás... Por ello (y para ello) habría que ser más respetuosos con el entorno de los pueblos y avanzar sin destruir alegremente lo que nada nos costó a nosotros (y a nosotras) conseguir: nos lo dejaron gratis.
Tal vez por eso, porque a algunos (y a algunas) nada les costó conseguirlo, en nada lo valoran, nada les importa su función etnográfica en el tiempo; y hasta lo recubren con cemento, colorinos y plásticos relucientes: nunca podrán entender el valor de los trabajos milenarios de un poblado rural, cuando se vivía del medio (como llevamos camino de volver a vivir otra vez si queremos seguir en este planeta...).
Por esto también hoy, en cualquier cumbre internacional, congreso..., con la mirada tendida al futuro más o menos inmediato, son muchos y muchas ya (menos mal) los que defienden un desarrollo sostenible (los euros, los ordenatas, las bombas..., no se comen...): no se lleva ya (salvo excepcioens, claro) un desarrollismo invasivo, agresivo, insostenible, insolidario, discriminatorio en beneficio sólo de unos cuantos aprovechados insolidarios (y aprovechadas...), con esquemas de ciudad. Hasta hay quienes hablan con esperanza del decrecimiento.
Porque hay más, muchos más, muchas más..., bárcenas, barcinietsas y barciales que uno, aunque sean bastante menos sonados (y sonadas...).
Los resultados en algunos pueblos rurales, a la vista están; y las reacciones de los indignados/as, también. Por lo menos el paisaje no será propiedad privada tampoco: bueno, lo que va quedando del paisaje, pues hasta los caminos y las caleyas, las plazas públicas, las fuentes del común, las calzás de las irías, los mayaos comunales del monte, las carbas comuñeras..., se van añadiendo disimuladamente al jardinito privado, a la finquita reciente adquirida, al recinto de la casería en el monte...; simplemente, con la disculpa de que aquello ya sólo yera un barcial, o de que nadie pasa ya por allí (¡quién se va a dar cuenta del pillaje!). Hay muchas barcias y barciales; hay muchas bárcenas por doquier. Demasiadas formas de usurpar el bien común: a la vista están....
O porque nadie recuerda ya ni respeta un espacio público de usos comunales centenarios... La depredación de un pueblo rural no tiene límites en la retina del colonialista más intruso (no todo el mundo es igual, por supuesto). Pero ya hay pueblos rurales en los que alguien se compra su finquita en una preciosa iría comunal de sembrados, con derecho a paso por calzadas tradicionales entre unas parcelas y otras, y rompe con los acuerdos de la esquisa y el conceyu, con las ordenanzas municipales.... La cultura rural, sin más.
Tampoco en los pueblos se puede generalizar, por supuesto
Pero en algunas zonas rurales ya se están produciendo situaciones contaminantes con el desprecio a los nativos (se lee en la prensa a menudo): hasta llega un nuevo intruso que se intenta adueñar hasta de la calzada milenaria por las fincas sembradas; cierra a cal y canto (hasta con candao) el portón automático, y fortifica con alambradas y setos bien tupidos su feudo imaginado. Las portillas de las fincas comuñeras nunca tuvieron candaos: sólo cibietsas, tarabicas y similares.
El invasor de turno ni habla con los vecinos ni le importan en absoluto: cree que lo tiene todo; el nuevo fenómeno turístico ya está en boca y pluma de sociólogos, sicólogos, siquiatras..., casi a diario, en la prensa digital y en la de papel. Que nadie se atreva con su intimidad urbanita, del todo fuera de un contexto rural que todavía no llegó a entender... Menos mal que también hay vecinos nuevos ejemplares: respetuosos con el pueblo, comunicativos, que se apuntan a las Asociaciones de Vecinos, conviven en las fiestas, en las estaferias de los caminos... Un bien aportado a la comunidad que mucho agradecen en pueblos que se iban despoblando sin remedio..
Hasta molesta a ciertos intrusos el gallo que canta al romper el alba, el campanillo de una vaca al amanecer... (en la misma prensa cada poco también)
Por supuesto que el invasor/a rellena puntualmente su piscinita incluida, aún en tiempos de sequía extrema, pues contesta a los vecinos que paga su agua con su bolsillo...; rompe -no le importa- toda comunicación con el vecindario, como dueño/a fantasmagórico/a de su islita sideral. Menos mal que el uso jurídico consuetudinario sigue vigente, aunque traducido a usos del milenium también, por supuesto, que llevaría sus trámites.... Algo es algo. Y hasta protesta airadamente el invasor porque canta el gallo al alba, le despiertan los ganaderos al amanecer, o suenan lejanas las cencerras de las vacas, al ritmo del rumio más sosegado de la noche
En fin, lo del adjetivo rural aplicado a un pueblo, demasiadas veces ya es sólo eso: un adjetivo virtual engullido por el / la urbanita autoproclamado/a de turno en su ínsula barataria del milenium. Simple cuestión de diccionario elemental. Y de educación general básica, claro. Porque luego estos y estas mismas desalmadas/os criticarán a los políticos, a los especuladores del suelo, a los estafadores, desfalcadores/as más sonados en los medios de comunicación... Y hasta se quedan convencidos, muy ufanos de su aportación rural...
"¡Cráneos privilegiados!" -que diría Valle Inclán...
Para más información, ver
Diccionario Geográfico de Asturias.
Ciudades, villas y pueblos.
Editorial Prensa Asturiana.
Colaboración de Julio Concepción Suárez.
Foto d'El Rubio, entrañable tantos años
de preu en preu, de casería en casaería
o camín de L'Esbitsón :
pero los años pasan tamién pa los caballos,
como recuerda la copla:"Una xebe, tres años;
tres xebes, un pirru;
tres perros, un caballo;
tres caballos, un paisano"
La casa'l monte:
L'Esbitsón,
L'Esbichón
(hoy para casi todos ya).
Algunas referencias bibliográficas:
ÁLVAREZ MAURÍN, Mª del P. (1994). Diplomática asturleonesa. Terminología toponímica .- Universidad de León
DÍAZ PALACIOS, E. (1991). "El concejo de Lena entre el 900 y el 1200. Las formas de adquisición de la propiedad". Asturiensia Medievalia, nº 6 (pp. 100-127). Universidad de Oviedo.
Díaz Palacios, Elena (1991). "El monasterio de Santa Eulalia de Herías", en Repoblación y Reconquista. Actas del III Curso de Cultura Medieval (pp. 243-247). Centro de Estudios del Románico. Aguilar de Campoo
Ferrer Valero, Sandra (2016): Mujeres silenciadas en la Edad Media. Punto de Vista Editores.
García de Cortázar, José Ángel y Ramón Teja (coordinadores), (2017): Mujeres en silencio: el monacato femenino en le España medieval. Edita Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. Aguilar de Campoo. Palencia.
García de Cortázar, José Ángel y Ramón Teja (coordinadores), (2018): El monasterio medieval como célula social y espacio de convivencia. Edita Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico. Aguilar de Campoo. Palencia
Morgan, Gwyneth (2015, 7ª reimp.): La vida en un pueblo medieval. Edita AKAL Historia del mundo
Torrente Fernández, Isabel (2006): "El monacato en el territorio de L.lena: sociedad y poder". En Territorio, Sociedad y Poder, Nº1, 2006 [pp. 221-238].
Ver Herías 1: del poblamiento medieval a la actualidad
- Ver Herías 6: Léxico y toponimia en torno al Monasterio de Santolaya.
Dibujo de José Luis Benito
O simplemente por aquello de que:
"Lo universal
es lo local sin paredes"
(Miguel Torga).