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"Siempre entre esquilas, aires, caracolas,
que haya más dulce música no creo,
mi retiro es la paz, y mi deseo,
sotos de grama, valles de amapolas"

(Miguel Hernández)

El filandón

Aurelio Lana Feito
(L'Auteiro, Valle del Lago)

El filandón consistía en reuniones después de cenar, en la cocina de algún vecino, todos juntos, nenos mozalbetes y gente mayor. Normalmente empezaba en noviembre y terminaba a finales de marzo. En esos meses las noches son largas y hay buenas nevadas, que nos servían para hacer pozos en la nieve. Lo que mejor se nos daba era hacer diabluras. Las trampas en la nieve consistían en hacer pozos, taparlos por arriba con nieve disimulando. Nosotros estábamos cerca observando al primero que caía en la trampa, que siempre acababa diciendo: ¡tais ahí demonios!, a lo que salíamos corriendo.

En los filandones los mayores jugaban a las cartas, que de tan gastadas como estaban se conocían igual al derechas que al revés. El resto jugábamos a las prendas. Sentados en círculo íbamos echando en una boina una prenda (objeto) cada uno, luego se recitaba: " uni doli, teli quilate, estaba la reina en su gabilale, vino Gil, apagó el candil, candil candilón, justicia y ladrón".

A la vez que se recitaba se iba señalando a uno por cada palabra; en el que acabara el recitado, se ponía en el medio del corro, sacaba una prenda de la boina y tenía que adivinar de quién era. Si acertaba, el dueño de la prenda tenía que hacer algo que le mandasen. Si no acertaba lo hacía el que estaba en medio.

Uno de los "castigos" que más risa daba era cuando el que perdía tenía que recitar con una perrona colocada de canto entre los dientes, el siguiente dicho: " a las pregancias arriba va mi buela florida, florida va, florida vien, floridas son las hijas que tien".

Siempre se acababa formando una algarabía tremenda, entonces venía " el calentón", que era lo que más risa causaba. Entre cuatro o cinco mujeres cogían al mozo más alborotador y, sujetándolo por los brazos y piernas, lo pasaban varias veces por encima del tchar; la chaqueta (descosida y llena de remiendos) casi siempre acababa ardiendo.

Cuántos recuerdos quedan atrás en el tiempo. Volviendo a las reuniones en alguna cocina (filandones), cuántas veces perdías en "las prendas", y te mandaban chorar, y había que faelo, era preferible a comer un trocín de jabón.

Al descansar de los juegos, lo más serio era cuando los mayores empezaban a hablar de los tchobos. A los nenos se nos ponían los pelos de punta. Mi bisabuelo contaba que venía de regar, y en el " regueiro Fuxaos " le salieron los tchobos; díu un siblíu ya pronto tchegóu la perruca, que al ve los tchobus se tche metíu entre las patas; milagro, cuchieron la perra, él vieno pa casa, al ver la luz del candil d'esquisto o la del tchar, desmayóuse, pero decía muy ufano: ¡tuviéronme miedo!

Andábase muito de nueite, sobremanera con la competencia que había para regar los praus. Uno que salía después de cenar, cuchíu la fesoria, lióu un pito y al camín, ya taba un tchobu durmiendo encima d'un montón de cuitu de las uveichas, que da muita calor. Dizle el paisano al tchobu: comu tes ahí cuando vuelva, you te lo diréi. Ya atchí taba, del primer fesoriazu dexóulu patitiesu.

También se salía de caleichu después de cebar las vacas y antes de cenar. Siempre encontrabas alguno para dar la parola.

Iba el tío Facio a regar, nunca tche dexaba agua al sobrín, ya éste dicía: ¡dexa al miou tío, you tche lo diréi!. Tapóuse con una sábana ya metiuse nel cementerio. Cuando pasaba el tío Facio pol camín arimáu al cementerio, el sobrín decía: ¡espéreme tío Facio, que soy you!, ¡espéreme tío Facio que soy you!. Diz Facio: ¡coñu, cualquiera ía Dios que te espera!.

Cuando más miedo pasábamos era al salir del Filandón, víanse tchobus por todas partes. Entonces cochíamosnos al pantalón de pana de un paisano, que al andar sonaba riu-rau, riu-rau. Si había hielo, las madreñas sonaban ronco, si había chafardina, sonaban chafle-chafle; y, si os acordáis, cuando la nieve estaba falisga y xelaba, las madreñas en la guelga iban carpiendo.

Siempre recuerdo cuando "hablaban" los animales de casa, para eso eran domésticos. Estábamos en la matanza y decía el gatchón: ¡que nueites tchargas!, ¡cuándo amanecerá!; el gato le decía: ¡durmitchis, durmitchis!. Era agosto y el gato preguntaba: ¿a ónde tará el amo? el gatchón, que andaba por las eras, contestaba: ¡ta pa la segada!, ¡qué priesa tienes!.

Entre aquellas anécdotas, que en muchas ocasiones pasaban, y ahora que si los somedanos somos "Reserva de la Biosfera", que si la UNESCO..., toi aturdíu

Ver también
Ganadería en Somiedo,
por Aurelio Lana Feito

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ver trabayos de Xulio Concepción Suárez