Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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"En la etimología se manifiesta la profunda y sorprendente belleza con que, desde la raíz de su presencia, cada palabra ofrece un mundo de significación, de apertura, de creatividad, de misterio.

En la etimología se sintetiza de manera intuitiva y clara lo que el conocimiento científico aporta a la explicación y comprensión de la realidad referida y conocida en cada caso...; nos acercamos al arte, a la creatividad, a la reflexión, al misterio de lo que indican todas y cada una de las palabras, en relación con la presencia y realización humanas"
(José Ángel López Herrerías)


Foto del río y del boscaje en el otoño (la seronda más sonora): vista de valles y cumbres, murmullo de aguas plateadas, el viento entre las ramas, el aroma de las retamas...; en fin, el sabor anaranjado de las mostayas, entre unas hojas que van girando al ritmo que marca el sol con el paso de las horas, entre el alba y el crepúsculo, otra vez...

La otra lectura de un paisaje milenario:
un proyecto interactivo sobre las palabras habitadas en la montaña

Resumen contenidos:
para una ruta cualquiera,
leyendo el suelo y el cielo,
con todos los sentidos;
por Xulio Concepción Suárez

A) Palabras previas a una andadura sin prisas entre montañas: porque o se anda, o se habla...; pero meyor, falar nesta ocasión...

Al iniciar una ruta -incluso por el campo o la ciudad-, lo mismo da, nos vamos a encontrar, según los casos, con paisajes muy diferentes a veces; pero siempre vamos a ir empleando unos recursos en la andadura, para leer a nuestro modo ese gran libro abierto de sensaciones al alcance de cualquiera. En este caso, nos fijaremos un poco más en las montañas.

Sólo hace falta caer en esos detalles con las observaciones compartidas de quienes vamos de paso: cuatro güeyos siempre ven más que dos... En resumen, durante una andadura cualquiera:

  • vemos: la posición de las casas en el pueblo al que llegamos, las formas del terreno, las alturas circundantes, los valles que vamos pateando, las angosturas del río, la luz o las nieblas de la mañana, la tonalidad de los cielos, los colores del arbolado o de los frutos y las flores, según la estación del año... O la posición tan distinta de unas vacas buscando el sol temprano una mañana inverniza, o el frescor del sesteo al mediodía en pleno estío. Escudriñamos las huellas de animales posibles sobre un senderu, sobre el barro: perros, vacas, caballos, xabalinos, páxaros mayores o menores, zorros, liebres, corzos, robezos, llobos, osos, melandros...; aquellos que nos precedieron en la noche, o madrugaron más que nosostros; las huellas humanas incluidas, por supuesto. Y, ya de vuelta al mismo pueblo al atardecer, otras sombras al revés, otros tonos del arbolado, otras luces en el horizonte de las montañas, otros sonidos del ganado por las caleyas...

  • escuchamos: el murmullo del río o de la fuente, el ladrido de algún perro con avisos y advertencias previas; o con saludos muy cordiales tantas veces; los sonidos del ganado; las conversaciones vecinales, los ruidos de los motores...; o el murmullo suave de las cascadas, los cantos de los páxaros, los truenos..., si acaso que rompen la armonía hasta que se van también del paraje. Como respetaremos el zumbido creciente de una avispa o una abeya, directas a sus flores o colmenas, que ni se nos ocurra interrumpir; pues pudiéramos salir muy malparados en la disputa por un mismo espacio por fuerza a compartir...

  • saboreamos: las moras por cualquier seto o xebe, si llegamos a tiempo, los arándanos, las mostayas, los biruéganos, las peruyas, los piruxechos...; tanteamos con cuidado otros frutos como las gabuxas, el blime, los gabilanceros (el escaramujo castellano), los ajos y cebollinas silvestres, las plantas medicinales... O, si llegamos a la sazón, saboreamos las castañas, las nueces, los ablanos y las ablanas otoñales, el fayucu..., sobre la hojarasca crujiente de los caminos que sentimos al pisar...

  • olemos: el aroma intenso de l'abeyera (la melisa para otros), el oriégano en su época, el rosal silvestre...; o percibimos hedores de algún basurero pirata que rompe la armonía de la mañana, podredumbres abandonadas a su desgracia sobre las aguas y los peces -sobre las pocas truchas que van quedando-... Como nos cuidamos bien del olor a culibrizu, en expresión de los nativos: a podre, que bien nos advertían los güelos y las güelas; el olor de las culiebras, que bien nos pudieran estar avisando de que no nos acequemos por si acaso...; pues hasta los olores más repugnantes pueden tener su función comunicativa en un paisaje...

  • sentimos el viento en la piel a medida que caminamos o cambiamos de ladera; el frío, el frescor, el calor intenso, según las horas del día o la estación del año; tanteamos con los pies las breñas entre las peñas, el suelo frágil o quebradizo de unos pedreros, los humedales que se hunden a nuestro paso, los tremedales más lamizos, la flacidez de la llamarga..., por si hundimos las chirucas hasta los tobillos. En fin, y por si acaso, tanteamos con cuidado sobre las zonas más firmes de las lamas -los tapinos más tersos y de fiar-, hasta que vamos pasando sin más problemas...; sentimos el paisaje bajo las suelas de las chirucas...

  • valoramos los sentimientos proyectados por los nativos sobre su paisaje milenario: sentimientos sociales, comunitarios, estéticos, religiosos, familiares, afectivos, positivos, valorativos, negativos, preventivos... Pues, así, los nativos fueron interpretando el terreno con sus perspectivas y cualidades en su opinión: La Fuente l'Aveséu, El Visiegu -el adverso, sombrío, a espaldas del sol-, La Fuente'l Verso, La Fuente'l Beso, La Fuente'l Vaso, La Fuente los Enamoraos...

    Y otros, con su interpretación -su traducción- lugareña adaptada..., como Cabeza Jana, El Pozu las Muyeres Muertas, La Cuandia la Mucher, El Picu'l Paisano, L'Homón de Faro, Los Güeyos del Jungumia, El Joyu la Madre, El Diente Urriellu, La Garganta del Cares, Pieferriru, Piedeloro, Las Moñetas, El Picón de las Doce, La Cuesta'l Mediudía... Vamos leyendo los sentimientos de la montaña..

La Malvea: un pueblu bien orientáu al sol desde el saliente hasta el poniente; todas las casas en semicírculo calculado, mirando siempre al este y al sur..., al oeste, de forma que la casa anterior nunca quite el sol a la siguiente.

Y, a la vez, que cada una reciba sol a lo largo del día, por la fachada principal, de lau, de ala que se dice..., hasta que se oculta del todo tras el monte. Ello, durante el invierno incluso, que es cuando más hacía falta el sol. No hay que olvidar que otros pueblos, casas, caseríos, no tenían el mismo privilegio, pues hasta febrero no disfrutaban ni un rayo de sol invernal, como recuerda el refrán: "En febrero, entra el sol en el reguero". Hasta entonces, no...

En definitiva, la relativa estrategia soleyera de La Malvea se traduce en ese tacto mismo del paisaje: el saber geográfico, posicional, de los pobladores primeros. Y con un detalle más: la primera casa, la fundacional, la más antigua, en lo posible, elegía solar el cinco de enero; pues donde da el sol a comienzos de enero, da todo el año; la luz, la calefacción natural asegurada para esos siglos, milenios atrás...


B) Reflexiones para esa lectura de un paisaje con las palabras de los propios nativos: uso común y topónimos en cada zona

  • Comenzando por las palabras, una vez más... por su sentido remoto, por la etimología de las palabras léxicas y toponímicas en un paisaje cualquiera: una reflexión inicial breve sobre la forma como los nativos, desde remotos tiempos prerromanos, fueron precisando, con topónimos y palabras comunes, cada rincón de un paisaje utilizado por ellos.

  • Pues los nativos describían, precisaban cada palmo de terreno con palabras toponímicas siguiendo los criterios que les ofrecían los sentido: lo que se ve (formas, colores, distancias...); lo que se escucha, lo que toca, lo que siente, lo que se interpreta...; o con los criterios morfológicos de las palabras (el llamado género dimensional): lo femenino casi siempre mayor que el masculino correspondiente; la Tierra Madre, que diría Seattle.

  • Todo ese lenguaje habitado desde los preindoeuropeos al milenium, traducido a los topónimos que contemplamos hoy: unos, respetados con la escucha a los nativos, los pobladores, los ususarios de sus propios parajes; otros, en cambio, contaminados, manipulados, tergiversados..., sin respeto alguno al lenguaje en la memoria de sus usuarios en cada poblamiento más o menos remoto..

  • Preguntas y respuestas sobre la marcha interactiva. Y si algún topónimo no se puede contestar sobre la andadura -o se duda, si tiene varias interpretaciones posibles...- , se anota y se hace por correo, o por la Web del autor (www.xuliocs.com).

  • Una charla, una ruta, en estaferia, a modo de conceyu vecinal: con mucho más de coloquio que de exposición teórica sin tiempo para dialogar y resolver preguntas preferidas (los rollos y monólogos ya no están de moda...; Wikipedia sabe mucho más..., y al alcance de cualquiera).

La voz imprescindible del paisaje habitado: los vaqueros, los pastores, los nativos, los lugareños..., en cada braña, mayada; muy triste una braña sin sus paisanos o paisanas de antaño, con las puertas cerradas, cercadas de yerbatos o malezas; selladas ya para siempre por el silencio y las telarañas...

C) Un ejemplo, sobre la marcha: el nombre de l'abeyera que eligieron los nativos (la planta preferida por las abeyas)

Un ejemplo de tantos sirve de paso por cualquier senda -rural o urbana, incluso-, a la hora de apreciar la importancia que los nativos dan a las palabras cuando las usan en su contexto adecuado: esas palabras habitadas que tanto definen a los lugareños en su precisión con el uso coloquial o toponímico, lo mismo da.

Sirva la distinción de la planta: abeyera (uso común asturiano), frente a melisa (uso castellano culto, griego melissa, 'toronjil'):

  • L'abeyera (Melissa offcinalis) es esa planta que huele a miel, ciertamente; pero los nativos, al ponerle nombre, se diría que no pensaron en que olía a miel, que serviría para fabricar miel; sino que se preocuparon más por la referencia a las abeyas; se fijaron en que podría atraer abeyas en cualquier momento; o tenerlas ya revoloteando y sacando néctar y polen para su colmena. Le dieron un nombre en relación con las abeyas: palabra exacta, previsora, habitada....

  • La melisa (o toronjil) es la misma planta, pero dulcificada con el nombre del producto, la miel; no se fijarían tanto los hablantes en el poder de su olor a miel para atraer a las abeyas, en las consecuencias de estos insectos melíferos, si alguien las molesta, las revoluciona, cuando están posadas o alrededor de la planta haciendo su trabajo. Sólo se fijarían los hablantes en las cualidades de la planta para la producción de miel: su palabra habitada aquí.

  • Pues la distinción planta de la miel / planta abeyera, hasta puede resultar decisiva para una persona alérgica a la picadura de las abeyas: si percibimos un más o menos fuerte olor a miel; si observamos la planta abeyera al lado del camino; si, incluso, tomamos unas hojas, las frotamos sobre la piel un día de calor para refrescarnos...; si hacemos algo parecido, pensaremos antes que la planta se llama abeyera: que puede tener abeyas merodeando, que las puede atraer, que nos pueden picar si las molestamos; es su planta, y no convendría hacerlo. Se diría que los lugareños nos lo advierten con el nombre, con su palabra habitada; pues, de hecho, en asturiano le llamaron la planta de la abeyera: no la planta de la melisa. Se diría que pensaron antes en las abeyas que en el tarru de la miel.

D) Con otras imprescindibles explicaciones de un biólogu, y naturalista, en cualquier andadura boscosa

Con las explicaciones del biólogu y naturalista, César, para entender al detalles los precesos de las fueyas en el invierno; sus estrategias para sobrevivir al frío hasta los nuevos brotes en primavera

Y así nos explicaba, más tarde, César nuestra pregunta de pueblu: por qué, en apariencia, las fueyas de las mostayales, parece que van girando con el sol a lo largo del día; de forma que el envés de las hojas se diría que busca la luz, el calor del sol, a modo de un más crecido girasol en la montaña. Pregunta de aficionáu de pueblu, claro...

Y nos contestaba amablemente César con las sabias palabras de su maestro, el botánico Tomás Díaz, para quien el fenómeno es más bien subjetivo, por la impresión que nos produce:

"Las hojas del Sorbus aria (mostajo) dan la impresión que se mueven con el sol, como los girasoles. En algunas especies de árboles los peciolos de las hojas, bajo determinadas condiciones, pueden orientar el limbo en la dirección al sol, pero no es un fenómeno general de los árboles y sólo lo hacen las hojas que están más a la sombra.

Una posible explicación de por qué la gente del campo considera que las hojas del mostajo giran hacia el sol, sería la siguiente: el mostajo crece en roquedos y laderas soleadas, y con el viento las hojas oscilan.

El resultado es que, como su cara inferior, el envés, está recubierto de una densa pelambrera blanca, al brillar con el sol, dan la sensación de que todas están mirando al sol, pues son muy llamativas".

Ciertamente, la páxina de botánica en el gran libru abiertu del fayiru de Valgrande, nesti casu, nos quedó muy clara para la próxima andadura. Ya se sabe que pregunta más un niño que puede contestar un sabio -según reza en aquel dicho-, pero nos quedamos con la respuesta de los botánicos ahora: esa imprescindible interacción del saber popular y del saber científico combinados sobre un paisaje cualquiera.

La comunicación exemplar: ellos o ellas sabrán lo que se tán diciendo, pero, desde luego, discutiendo nun andan...; la armonía al completo de una mayadan; y hasta nos saludan de pasu...


El tacto del paisaje: ese tacto de terciopelo compartido a la espera del azúcar, el sal, un poco de pan, las mondas de la naranxa o la manzana...; el sabor agradecido de estas yeguas en la soledad cimera de unas brañas...; el paisaje al completo resumido para los que vamos de paso...; pero sin molestar en lo posible, por supuesto...

E) Cronología de algunos topónimos, a modo de ejemplo:

  • palabras prerromanas: preindoeuropeas (Narcea, Naranco, Aller, L'Aragona, Quirós, el ríu Cares...); indoeuropeas (Alba, Güerna, Aramo, Navia, Sama, Trubia...); ligures (Grandas, Tsamas...); preceltas: Bárzana, El Preu la Barcelona, Sariero, Siero...; protoceltas: Los Bayos, el ríu Bedón, Amieva...; celtas (Tarna, Comeya, Cangas, Dobra...); vascas (A Veiga, Altaiz); germánicas (El Franco, La Franca...)

  • palabras onomatopéyicas: La Farrapona, La Fuente la Gorgotsosa, La Bisbitera, El Bisbitón, Gargalóis...

  • palabras de la romanización: La Cobertoria, El Monsacro, La Morgal, Piedraxueves, Santa Bárbara...

  • palabras latinizadas: Urriellu, El Picu l'Hurru, Currietsos, Coprevidi...

  • palabras árabes: L'Atalaya, La Magrera, L'Albirte, El Moclín...

  • palabras medievales: La Pola, La Puela, Llaviana, Tiñana...

  • palabras más recientes: El Basureru, L'Astación, L'Apeaderu, El Campu Fúbol, La Rotonda, L'Aparcamientu...

F) Con los 5 sentidos por el paisaje toponímico que vamos pisando:

  • con la vista: Peñaubiña, Las Bermechas, Valverde, Las Rubias, Las Agüeras, Güeria...; La Magrera, Ferreirúa, Tenebréu, Tebrandi...; Brañarredonda, La Verdilluenga, El Diagüés...; L'Angliru, La Vatsota, Jultayu, Jousintierre...

  • con el oído: El Retriñón, Grillero, El Xiblu, La Bisbitera, La Peña'l Vientu, Ventana, Ventaniella...

  • con el tacto: El Frieru, Pasafrío, Valfrío, Las Tremas, Las Tremonas, El Resbalón, Les Reblagues, El Pozu las Muyeres Muertas...

  • con el gusto: La Fuente la Saluz, El Monte'l Blime, Fombona, La Pornacal, La Fuente'l Fierro...

  • con el olfato: Peñamiel, Trobanietso, L'Oriégano, Xistreo, Naldietso...

"El sonido del paisaxe: raitanes y raitanas, malvises, xilguerinos, gorriones..., animando el día, cuando tenemos ocasión de escucharlos...; cada primavera y seruenda, con algún menos por xebes y ramaxes..., bien ye verdá... Y entavía alguien diz que nun hay contaminación, ni cosa que se paezca... Nun tan toos nin toas dientro...

...pero, con cuidao: afalagar siempre pe la cabeza -bien nos advertían de guajes las güelas y los güelos-: nunca per detrás de los animales, que puen asustase y...


G) Y con muchos sentimientos también sobre las palabras del suelo que vamos leyendo, escuchando a los nativos...

  • religiosos: El Monte Vindio, Tárano, Taranín, El Sueve, La Pena Sobia, El ríu Deva, Peña Santa, Peña Sagra, Bendejo, Bendueños, Covadonga, El Prau'l Cielo, El Purgaturiu, La Mayada'l Rosariu, Tresmioalma, Confesendi...

  • comunales, comuñeros, solidarios: La India d'Aquende, La India d'Allende, El Jitu, Piedrafita, Tsindes, La Cruz de Ariu, La Raya, Les Comuñes, La Plaza l'Asquisa, La Plaza'l Conceyu, La Plaza la Vecera...

  • valorativos, apreciativos, preventivos: Colláu Jermosu, La Sierra la Culiebra, La Fuente'l Sepu, Culubréu, El Rebotsu la Centella, La Paré'l Rayu...

  • familiares, afectivos: La Mesa, La Masera, La Fuente los Enamoraos, La Buente'l Beso, La Taya la Cocina...

  • morfológicos: La Fuente la Madre, La Braña la Raíz, Ñajuentes, Juan Robre, Juan Brao...

  • metafóricos: Cabeza Jana, Las Moñetas, El Diente Urriellu, Los Güeyos del Jungumia, La Rena, La Llomba, Cabeza Llorosos, El Cantu l'Home, El Picu'l Paisano...

    La memoria milenaria de una braña: muchas libretas a boli tras los pasos de un vaqueru; o a ordenata, con las tecnoloxías dixitales del milenium, el GPS y similares... Las páxinas y páxinas abiertas en esa gran enciclopedia oral de las montañas, con tantas lecturas diferentes según la estación del año.

H) El trabayu imprescindible de los montañeros y montañeras para el estudio de los topónimos en estos tiempos dixitales

Resulta evidente un hecho: la actividad montañera de muchos aficionados a las palabras asturianas desde hace décadas, supone un aspecto más del patrimonio lingüístico regional, en unos tiempos en los que cada años se ecuentra algún vaquero menos en la mayada; y alguna cabaña más, cerrada, por lo menos, para una larga temporada... Otras, para siempre, si es que nos e vuelven a levantar ya.

Por esto, la memoria de estos grupos de montaña, con muchos lustros de andaduras entre las peñas orientales hasta las más occidentales, resulta en estos tiempos digitales, de imprescindible consulta para cualquier nombre perdido en un rincón de la braña o la mayada; antes, siempre ese nombre en boca de los pastores que encontraban allos de paso; y alos que escuchaban con frecuencia.

Pues, todavía estamos un poco a tiempo

Los recursos digitales facilitarían esta labor montañera, ahora tras un ordenata, y tal vez, en un sillón acomodados, lejos ya de las caminatas más juveniles. Las páxinas Web, Blogs, Redes, Bases de Datos..., facilitarían lo demás.

La recogida de datos, indexación, ordenamiento alfabético, geolocalización GPS, waypoints, posicionamiento en la cartografía correspondiente..., y similares, facilitarían esta labor topográfica. Un trabayu imprescindible como el de Víctor Delgado, Alejandro Zuazua, Santos Nicolás Aparicio, y algunos otros en estos tiempos digitales.

Pues, si los montañeros no continúan, recuerdan, revuelven entre sus rutas archivadas, apuntes, fotos, videos..., los nombres aprendidos de los pastores y vaqueros de los puertos, tal vez, ya nadie lo haría después. En fin, de momento, todavía estamos, en parte, un poco a tiempo.

Las xaroncas, las pequeñas ranas de las praderas más húmedas, de las lagunas, tsagos, tsaguetes, tsagonatsos, tsagunietsas...; imperceptibles, tan dismuladas, silenciosas, inmóviles al par de las chirucas..., si no nos fijamos un poco


(foto prestada por Carmen Arias)

I) Léxico común y toponimia: el origen remoto de las palabras más usuales en la vida cotidiana

Como venimos diciendo, una buena parte de los nombres del terreno procede del uso común de la lengua local: aquellas raíces más remotas, combinadas luego, aumentadas en sílabas y fonemas, que sirvieron a los nativos para describir cada palmo de suelo utilizado milenio, tras milenio, de siglo en siglo, cultura tras cultura de paso.

La precisión del lenguaje toponímico en boca de los nativos de un territorio habitado. Como dice el vasco Néstor de Goicoetxea (1984, p. 104) respecto a la toponimia regional que analiza:

"No sabe uno qué admirar más, si la belleza del nombre toponímico, o la sabiduría de nuestros antepasados, legada en la descripción de la toponimia de nuestra tierra"

Muy oportunas también las palabras de Rodríguez Adrados (2019, pp. 177 s), en esa tupida red de conexiones del léxico común con los nombres de su entorno inmediato, el que usan a diario:

"Un léxico indoeuropeo común [...]: los nombres de animales (oveja y carnero, vaca y toro, cabra y macho cabrío, cerdo, lobo, oso, ciervo..., avispa, abeja); los de ciertos vegetales y árboles y sus derivados, como el haya, el abedul, el sauce, la encina (y la bellota), la cebada (no el trigo), la manzana [...]; en religión el dios o cielo....

Y siguen los nombres de ciertos objetos como la rueda y el carro....; de entre los metales, el cobre o bronce, no tan seguramente el oro o la plata, no el hierro...

Todo este léxico tiene una característica común: que se refiere a las relaciones más elementales del hombre, a su entorno más usual, a sus acciones habituales, a su trabajo y actividades también habituales, a sus creencias y ritos...

Es un mundo concreto, tradicional y fijo: no varía gran cosa de unas culturas a otras en los estadios de tipo neolítico y posteriores centrados en la caza y la pesca, la agricultura y ganadería, unas pocas artesanías. Puede este léxico ampliarse con el uso de prefijos, sufijos y otras formas derivadas, pero en forma restringida.

En realidad, coincide todo esto con el concepto de léxico patrimonial en las lenguas indoeuropeas...., y en las medievales y otras, derivadas en definitiva de ellas. Es el que ha realizado la evolución fonética propia de cada lengua y ha mantenido, en general, su antigua semántica".

J) Materiales virtuales, Web personal; www.xuliocs.com

  1. Esquemas en PDF: la lectura de un paisaje cualquiera con los cinco sentidos, y un sentimiento....

  2. Toponimia femenina y masculina en la montaña: el llamado género dimensional (de los preindoeuropeos al milenium)

  3. Blog de Victor Manuel Delgado: pindio pindio...

  4. Blog de Santos Nicolás Aparicio: cartografía y toponimia...

  5. Localización, geolocalización de topónimos por Alejandro Zuazua

K) A modo de resumen

En fin, más que de toponimia, conviene hablar de lenguaje toponímico: el uso común de la lengua aplicado a cada rincón habitado de un paisaje; el asturiano en este caso. Son una inmensa mayoría, en la toponimia menor, sobre todo: los nombres más pequeños -la microtoponimia-, los de las brañas, los montes, los cordales, las tierras de semar, las caleyas...

No obstante, algunos nombres milenarios nos llevarán su tiempo, incluso cuando parezcan tan fáciles y trillados. Son nombres de pueblos mayores, más antiguos, de formas únicas, sin correlatos sufucientes ni variantes de un valle a otros, de una región a otra, de una lengua, idioma a su vecina. Una parte de la toponimia mayor. Y sin otros para confirmarlos, no se puede afirmar nada como definitivo.

No obstante, la investigación siempre en proceso, el descubrimiento de nuevos topónimos olvidados, marginados, pudiera darnos algunas claves. Sirvan para ello las palabras del toponomista Jairo García Sánchez:

"Los topónimos que hoy nos parecen indescifrables pueden dejar de serlo en el futuro. Así ha sucedido en el pasado con muchos de los que apenas se sabía nada y hoy, en cambio, tienen un étimo o un origen conocido, o, cuando menos, hipótesis explicativas bastante probables.

No obstante, sigue habiendo, claro está, topónimos indescifrados, algunos de ellos correspondientes a lugares o territorios importantes, y entre ellos ha de incluirse el de la misma España, para el que, hoy por hoy, más allá de la forma Hispania, todo es conjetura. (Jairo García Sánchez).

"El deleite del bosque sin senderos:
hay éxtasis en la costa solitaria,
hay compañía allí donde nadie se hace presente,
y al lado del mar profundo hay música en el rugido.
No amo menos al hombre, sino amo más
Naturaleza "
(Lord Byron)

Foto de vuelta al poblado: los tonos del boscaje, la luz del atardecer en la seronda, el resumen de la andadura con los demás sentidos, y sentimientos también, camín de casa...

Foto otoñal: la seronda en las retamas, en los abedulares, en los tupidos peornales, en las mostayales, sobre los brezales...; el murmullo ocre, amarillento..., del arroyo resonando en las mochilas y en los recovecos del alma, camino ya del crepúsculo y de casa.

En fin, nos vamos camín de casa, ciertamente, pero con la sonrisa otoñal sobre el intenso mosaico de colores y tonos del arbolado en el boscaje: "la lluvia de los abedules" -en frase tan poética de Carmen Arias-; ese espectáculo de hojas ocres y amarillas intensas revoloteando sobre el arroyo con su murmullo espumoso, un día de viento y lluvia; con la hojarasca multicolor sosegada, sele, en los remansos de las aguas; y con las nieves ya cubriendo los altos del monte y las montañas circundantes en toa la rondiá...

Todos los sentidos y sentimientos fundidos en cualquier tarde de la sonora seronda..., si llegamos a tiempo, y nos confundimos con el paisaje por unas horas; bien acomodados con la mochila ligera a la espalda; y ya sosegados sobre el bastón y las chirucas tras la andadura bucólica; pues, así, siempre llegaremos un poco a tiempo..., para la sinfonía del espectáculo.


La tarde va quedando atrás, pero llevamos el monte en la mochila y en la retina, para unas cuantas ocasiones por el año arriba...