Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular
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"Y es precisamente ese factor el que hace que los aprendizajes que la comunidad intenta mantener por el bien de su supervivencia se fijen en la memoria de sus miembros. De esta manera, la capacidad de crear, en este caso relatos vibrantes, tiene un valor capital"
(Jesús Alcoba).

Leyendas de la Ermita
de Nuestra Sra. de La Flor.
Piedracea, Pola de Lena

Fuente de localización de estas dos versiones:
https://www.facebook.com/profile.php?id
=100009147692644
(El Tribunal)

Anotación previa

Una serie de leyendas sobre el origen de la Capilla La Flor se fueron transmitiendo de güelos y güelas a nietos y nietas en los pueblos en torno a La Pola, y en el valle del río Naredo, con arraigo especial.

En realidad, se trata de unas estructuras literarias comunes a esa didáctica, puramente oral, con la que los mayores siempre procuraban explicar las cosas a su modo, de forma que los más jóvenes valoraran lo que tenían al lado. Con éstas o con estructuras parecidas, se tejieron otras muchas por los pueblos asturianos, de montaña, sobre todo.

En este caso, se trataba de enraizar, justificar, explicar el origen de sus propios lugares de culto, de sus fiestas en cada fecha, de las romerías, de la historia del lugar, que, por supuesto, nunca habría surgido por casualidad, por muchas transformaciones que se hayan sucedido con los siglos.

Porque detrás, antes y después del contenido de una fiesta, en apariencia sólo religioso, late una larga historia popular de relaciones humanas, colectivas, solidarias, culturales, afectivas, comuñeras..., con tanta importancia en la precaria vida diaria de los pueblos por el año arriba. Algunos ejemplos.

A) La leyenda de la madera y las vigas que volaban de noche hacia El Prau la Flor

Versión más popular entre los mayores, sobre todo en Piedracea:

“Los moradores del valle de Piedracea -reza así la voz oral en Piedracea-, buscando un lugar apropiado para edificar una ermita, encontraron el sitio que parecía ideal, en la zona hoy conocida como El Molín de la Sala, muy próximo a Pola de Lena.

Ilusionados en su idea y devoción, de inmediato se pusieron manos a la obra, comenzando a trasladar allí la madera necesaria para la construcción.

Pero aconteció entonces un inexplicable prodigio: todas las vigas que los hombres apilaban durante el día en El Molín de la Sala desaparecían misteriosamente durante la noche, para reaparecer a la mañana siguiente colocadas de igual forma en El Prau la Flor.

Intrigados y asustados los constructores voluntarios del pueblo, probaron a dejar unos cuantos hombres de guardia durante toda la noche. Pero éstos, casualmente, se dormían, y la madera desaparecía de igual forma, volviendo a reaparecer en el mismu Prau la Flor a la mañana siguiente, y con todas sus vigías incluidos.

Alarmados ya los hombres y el pueblo de Piedracea por lo que interpretaron como milagro y designio divino, se reunieron de nuevo, y decidieron obrar en consecuencia, por lo que construyeron la capilla, finalmente, en el lugar en el que hoy la vemos: en El Prau la Flor”

B) La leyenda de la joven bella Flor, el caballo de la huída y el infame raptor

Una segunda leyenda tiene como protagonista el pueblo de Palaciós, el que está antes de Piedracea y del Prau la Flor.

“En el pueblo de Palaciós -reza esta otra versión de los hechos- vivía una viuda que tenía una hija muy bella, llamada Flor, pretendida por los mozos de los contornos: tal era su hermosura y tanta su simpatía. Pero ella, sin embargo, rechazaba el acoso de todos sus pretendientes del contorno

Resultó, entonces, que un buen día llegó al pueblo el hombre que, en la niñez, había partido a lejanas tierras en busca de fortuna; y, como no podía ser menos, también se enamoró de Flor, recibiendo asimismo el acostumbrado rechazo de la joven ante su propuesta.

Pero el joven pretendiente, que no aceptó de buen grado la negativa, raptó a la muchacha y huyó con ella del pueblo de Palaciós. En ese momento, se desencadenaron una serie de prodigios en forma de intensos fenómenos naturales: rayos, relámpagos, truenos, lluvias, se desataron durante toda la noche sobre el valle del río Naredo.

Alarmados en el pueblo por la desaparición de la joven, a la mañana siguiente, después de horas de búsqueda en la que participaron todos los vecinos, encontraron a Flor muerta, pero virgen. Y, unos pasos más allá, yacían el infame raptor y su caballo carbonizados por un rayo.

Emocionados por el trájico suceso, que interpretaron milagroso, todo el pueblo decidió levantar allí la ermita que hoy contemplamos: La Capilla del Prau la Flor”.

Conclusiones

  • Las dos leyendas del Prau La Flor resultan completas en su estructura literaria oral: atestiguan aquella costumbre de la buena vecindad -con mejor o con pero ceño-, en unos tiempos en que no había otro remedio: en las caleyas, a la hora de sembrar o de recolectar, en las cabañas lejos de casa..., no había más remedio que una relativa unión para sobrevivir. No había 112, móvil, maquinaria para trabayar de forma individual.

  • Resulta muy significativa una coincidencia evidente: los vecinos de Piedracea y Palaciós defienden la ubicación de la Capilla en un mismu prau sin más litigios; unos desde el pueblu más cercanu; otros, desde el más fonderu; pero el lugar para la nueva iglesia no ofrece dudas: era el paraje más topaeru (productivo, soleyeru, con agua, con pastos y cultivos alrededor, al lado de caminos principales, con tradición de vestigios y cultos prerromanos...; el más adecuado para uso humano y animal). Las dos leyendas terminan acordes sin discusión.

  • Pero hay otras versiones, como suele ocurrir en la mayoría de los casos: el dato de la primera versión (la de Piedracea) ya recoge que el primer proyecto era la construcción de la capilla en El Molín de la Sala; ello indicaría ya que los pueblos más fonderos del valle, los de La Pola y alrededores, quería la capilla más abajo; más cerca y al servicio de la villa, de la zona más urbana y más poblada. No triunfó en este caso, pero la relativa rivalidad existía: pueblos rurales (los de arriba), pueblos más urbanizados (los de abajo). Y así hay una leyenda que lo atestigua, según la cual, la iglesia de La Pola se habría levantado también por iniciativa de un milagro semejante (ver leyenda resumida).

  • En fin, El Prau la Flor, en el lenguaje de las leyendas, viene a representar el triunfo solidario de la vida comunitaria en los pueblos rurales, frente a las mayores comodidades de la vida urbana en las villas: una capilla para la devoción diaria, una festividad anual entre fincas, riberas del río y castañeros; la reunión de mozos y mozas, pequeños y mayores de todos los pueblos altos del río Naredo; la comida campestre compartida sobre una manta tendida por encima de la yerba de intenso verde a rebosar allá por la primavera florida... Todo un símbolo comuñeru, para estos mismos días de un milenium con tanto que aprender todavía...

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