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El brañeru en madreñas: la memoria de la braña
(foto enviada por Luis)

Camín de L'Ablanea,
por Luis González, de Piñera Baxo
(I)

No sé cuántos años tendría yo, cuando comenzaron a subirme al puerto, aunque supongo que seis o siete, pues creo que a veces me ataban al caballo para que no me cayera si se espantaba. La subida al puerto desde Piñera, la hacíamos por dos sitios: una, que decían por arriba, consistía en subir por El Sierru Fuentes al Candaneo, donde algunas veces se paraban a coger manzanilla; después al Alto las Estacas; luego, por El Monte Buscón hasta llegar a un pequeño desfiladero que llamaban los Boquerones, y bajar a La Vegaviesca; y luego ya a La Brañuela y a L'Ablanea, camino de las cabañas.

Otras veces íbamos por abajo, por los castañeros, hasta la central de Bedón, que llamaban la de Cuxu, y por el camino a la Cortina, para subir también hasta La Vegaviesca; por aquí íbamos pocas veces, ya que los caballos de mi padre debían de ser alérgicos a los coches, y se espantaban; aunque el único coche que yo vi alguna vez fue la camioneta de Estrada...

Xugando baxo una espinera con las fueyas de los carrascos

Normalmente, se solía subir al puerto en grupo con otros vaqueros que iban hacia los Corralones, El Pedroso, Los Cuadros, por si pasaba algo por el camino. Cuando yo empecé a subir al puerto, estaban en L'Ablanea mi padre, Bautista, el tíu Pedrín, los de San Miguel y los de Celestino, que unas veces estaban allí, y otras subían a Las Rubias. No obstante, por lo oído a mis hermanas, antiguamente había muchos más que ya habían dejado de subir.

De mozacos pequeños sólo estaba yo, el resto era gente mayor, así que mis juegos infantiles consistían en estar debajo de una espinera grandísima, que había enfrente de la cabaña, entreteniéndome en cortar hojas de carrasco, colocarlas en la pradera sobre los pinchos a modo de patas, e imaginarme que eran vacas o caballos, y hacer mi propia ganadería. Ésos y pocos más eran todos mis juegos en la braña. Otras veces me dedicaba a hacer cayados, ya que en el suelo me habían hecho una plantilla, y me mandaban cortar palos de un árbol que llamaban "zangoñera", muy abundante por la zona del Cabril, y que, calentándolo un poco, doblaba muy bien. Nosotros compartíamos la cabaña con el tíu Pedrín, que, como mi padre, era "madriñiru".


sacando la dibura pa mazar,
y facer la mantega

Echar los xatos a mamar, emponer las vacas", siempre con la oreya puesta en los chobos"

Por la mañana, cuando iba a empezar a amanecer, se levantaban los vaqueros, antes de que las vacas pudiesen comenzar a irse, para ordeñarlas o echar los xatos a mamar, que estaban encerrados en otro lugar que llamaban el "beyar". Luego, cuando ya era de día, si no se habían ido solas, me mandaban a "emponerlas". Unas veces me mandaban pasarlas el reguero del Barraal que bordeaba por detrás de la cabaña hacia el monte que ellos llamaban El Filichusu: un montículo grande que hay a la derecha de la salida del túnel de Negrón, viniendo desde la zona de la vertiente leonesa.

Otras veces me mandaban llevar las vacas por debajo del mayéu, pasando el rio hacia una zona que ellos llamaban "Los Bayos"; yo no sé si era una braña o no, porque, cruzando el río, había unos helechos tan grandes que pasaban por encima de mí, y, como tenía miedo de que saliera un lobo o algo de allí, les daba unos palos a las vacas para que siguieran, y yo me volvía a toda velocidad a las cabanas, por si acaso" Siempre me acordaré de los chobos imaginados en el felechal de Los Bayos.


amoldiando madreñas

Y facía de vigilante, mientras los madreñeros estazaban y amoldiaban madreñas

Algunos días, mientras yo iba a echar las vacas, mi padre y el tíu Pedrín, que yeran madreñeros, provechaban para ir a cortar algún árbol para hacer las madreñas, ya que a esa hora era más difícil que viniera el guardamontes, o algún desconocido. Luego, el tronco lo "estazaban", que consistía en quitarle lo mayor y darle una forma tosca de madreñas; y lo partían en trozos para poder traerlos al hombro en varias veces, hasta el escondite donde trabajaban. Este escondite estaba detrás de la cabaña, y al que era muy difícil de entrar, pues había que pasar por medio de unos carrascos y peornos que lo ocultaban totalmente.

Como yo estaba jugando por allí, los madreñeros me tenían de vigilante, por si venía algún desconocido, o el guardamontes de Pajares que rara vez aparecía. En caso de que viniese alguien, mi función era la de dar una voz acordada previamente, y ellos salían por la parte de atrás hacia el reguero, o por el Cabril, como si viniesen de ver las vacas. Aunque yo creo que no engañaban del todo al guardamontes: él también pensaría que bastante miseria tenían los vaqueros ya como para encima echarles una multa.


güilu y nietos al par del fuibu,
una terdi de nublina ciega y orbayá

Romances de los vaqueros al par del fuiu

El desayuno de los vaqueros, cuando se levantaban, era un trago de aguardiente si lo había. Después, a media mañana, mi padre venía y hacía las "farinas" en el pote, y ya era el almuerzo. La comida podía ser unas patatas con sopas o arroz, o solas. La cena casi siempre era una taza de leche con pan. Algunas veces también ponía de comer castañas "mayucas", que cocía con faízas de faya o con peornos en el char del suilu, sobre las trébedes o colgás de las plegancias.


Pepe el de La Cortina,
na misma cuaña de Los Bucarones,
camín del puerto

Ya por la noche, delante del fueu , o echados en la camera, el tíu Pedrín, que hablaba más, me contaba historias de una guerra al otro lado de los mares (no sé si estuvo allí o no, aunque por la edad sí era posible); y me cantaba canciones, como aquélla escuchada a unas mujeres de Llanos de Somerón, en el programa de Camín de Cantares (de Ambas), y que encontré en internet. Otra decía algo así :

"Esta noche por la luna,
estando yo en el arsenal ,
vi venir a una morena ,
cansadina de llorar.

-Por quién suspiras mi amante,
por quién suspiras mi amor,
-Yo suspiro por amores
que yo tuve y él me dejó.

-¿No tienes ningún hermano
que te calme ese dolor?
-De tres hermanos que tuve
los tres murieron mi amor.
Uno se murió en la guerra,
otro murió en la senal,
y otro murió defendiendo
la nación de Paraguay.
Paraguay con tres naciones
a mi patria derrotó
en los campos de batalla

donde mi amor se murió".

romance recogido por Luis González, de Piñera Baxo.