Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

Pepe y Manolo:
Los Tilos (III)

Pero el arte en las manos y en la retina de Pepe y Manolo (más tarde, de Vitorino y Lenita) no terminaba, ni con mucho, en el corte, la maquinaria y la venta. Nos precisa Vitorino que la preocupación de la casa siempre fue la prueba: el diseño, el aplomo, la prueba exacta del traje, mucho antes de intentar coser siquiera. La medida de cada uno o cada una. El diseño exacto de la tela para el cuerpo que lo había de lucir. Era el verdadero sello (el logotipo y el anagrama) de la casa..

Por ejemplo, había que practicar bien el embebido: recoger, estirar, colocar, asentar..., la tela, la costura, el pliegeu, en su sitio exacto, mediante el recorte, o el planchado, según lo pidiera el cuerpo: el hombro, la espalda, la pernera, la manga, la hombrera, las solapas, la doblez, los bolsos, los bolsillos...

Había que dar forma al traje para que el cliente lo llevara agusto, con la sonrisa de las dos partes: del que cobraba y del que pagaba. Más allá del corte estaba la confección y el resultado final: el traje sobre el paisano.

Técnica de venta, por cierto considerada por algunos y algunas como muy revolucionaria, del márketing, de la sicología del vendedor, de las técnicas de venta y de posventa... Nada más lejos de la realidad: ya funcionaba en Los Tilos medio siglo atrás.

En fin, que la sonrisa era gratis: pero el traje había que facelu bien; que el paisano pudiera sonreir tambien a la hora de pagar y de llevar el traje por las calles o por las caleyas con los vecinos y las vecinas fisgando. Por si acaso saltaba la competencia (eso sí, como ahora también).

Finalmente, el nombre de "Los Tilos" tiene su historia. Tal vez nos inclinaríamos a pensar que tiene algo que ver con las tilares y los tilos de las infusiones, tan apreciados tiempo atrás. Que hubiera por allí ejemplares a la vista... Pero no es así directamente en este caso. Nos lo explica Vitorino: resulta que el güelu se llamaba Atilano, xastre ya en Piedrecea. Y a los hijos empezaron a llamarles los de Atilano, Los Tilanos...

De modo que la chispa la puso Primitivo el de La Nozala (padre de Ángel y Canor): "..., pues por qué no acortáis el nombre y ponéis Los Tilos, que queda mejor y lleva menos tiempu en pronuncialo...? -les dijo un día Primitivo. Y no se habló más del caso en todo lo que quedó de siglo. Quedaron Los Tilos para todos y todas en La Pola y en los Pueblos, siempre un poco intrigados con el nombre.

Muchas anécdotas recordarán todavía los paisanos y paisanas de La Pola y de los pueblos sobre Los Tilos: a parte de campechanos, sonrientes, amables, confiaos, comprensivos..., sabían hablar y sabían escuchar en su momento. Seguro que pensaban en el refrán también:

"Más importante que saber hablar es saber callar"

Y es que Manolo y Pepe escuchaban con paciencia a todo el que pasara por la tienda, viniera a comprar o sólo a platicar por platicar, y a bilurdiar en filangiru. Hasta tenían que escuchar la versión detallada de las dos partes en caso del conflicto por alguna xebe o la partición de una herencia. Con venta o sin venta, Pepe y Manolo, además de cortar, afilvanar, probar y coser, sabían también escuchar.

(... continuará la otra parte de Los Tilos: la tienda de Elenita...)

Volver a Los Tilos I

Volver
a personajes lenenses

Índice alfabético de contenidos