Pepe y Manolo:
Los Tilos (I)
José
y Jesús Manuel Fernández Espina.
Hoy, Vitorino Fernández (Sastrería)
Elenita Fernández (Moda).
Los Tilos, los artesanos de aquella sastrería (la xastrería) tan arraigada en la memoria de los pueblos lenenses, fueron y siguen siendo parte de la vida popular y conercial de Lena: de La Pola y de todos los chugares del conceyu del primero al último rincón. La historia artesanal comenzaba allá por el año 1930, cuando abrían su primer taller en La Calle Robleo (margen izquierda del Río Piquinu), entre lo que luego fue Muebles Requejo y Tienda Celestina.
En 1935 pasaron el local a la que era entonces Calle Vicente Regueral, frente a Les Escueles, hoy Corporaciones de Lena. Primero al nº 20, y poco después al nº 18 -nos cuenta Vitorino, revolviendo en la memoria con detalle. Ya sobre 1965 pasó a la Calle San Feliz, donde continúa en la actualidad.
En la xastrería se hacía de todo. Los más solicitados eran los trajes de vestir completos, el terno (chaqueta, chaleco y pantalón), de pura lana, de los que se hacían hasta 25-30 por semana, allá por los años 50. Y 1000 pts. de las de entonces, que Pepe y Manolo fiaban a plazos, sin más problemas (100 pts de ca vez).
Se pedía también bastante ropa de trabajo: el famoso traje azul mahón, de fuerte, sufrida y fresca lana de algodón, tan apreciada entonces por obreros, ganaderos, trabajadores en general. También sobre los 25-30 semanales, más los pantalones sueltos, chaqueta suelta... Más baratos, claro. Y lo mismo ocurría con los trajes y pantalones de pana: toda una gama completa en los tiempos que corrían. Tampoco se podían comprar más que para ocasiones cuntadas, por supuesto: fiestas, bodas, celebraciones especiales. Tenían que durar muchos años.
El taller de Los Tilos llegó a tener toda una plantilla para entonces: hasta 11 pantaloneras, 3 costureras para las chaquetas... Y tres para cortar a destajo: Pepe, Manolo y Vitorino, después. Allá por los años cincuenta y pico trabajaban para Los Tilos, dentro y fuera de casa, unas 30 personas. Ello implicaba una creciente mecanización, que hoy se conserva como joya industrial de todas estas décadas.
Por La Pola y por los pueblos recuerdan muchos lenenses la atención de Pepe y Manolo, siempre atentos y sonrientes, a todo tipo de clientes que se acercaban rituales (comprar un traje era casi un rito) a encargar según necesidades, posibilidades y gustos: bajaban los ganadreos de los pueblos, venían los mineros, los estudiantes, los funcionarios, los artesanos de los oficios, los comerciantes... También hacían ropa para las señoras, aunque en esas décadas del medio siglo, bastantes menos en cantidad. Sería más tarde ya con Elenita, cuando aumentó la demanda especialmente.
(... continúa la historia de Los Tilos...II)
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