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“Los topónimos son testimonio, a través del tiempo, de una forma determinada de relación entre el hombre y el lugar. Por otro lado, el nombre de lugar es un signo lingüístico y, como tal, interesa a la semiología. Asimismo, es la expresión de la percepción de un comportamiento, por lo que implica a la psicología, sobre todo a la psicología social.
Finalmente, el análisis morfológico o semántico del nombre, tanto en su origen como en su evolución posterior son objeto de estudio de la lingüística y de la psicolingüística”
(Fernando Arroyo Ilera, “La toponima...”, 2018: 38)El lenguaje toponímico:
la otra lectura del suelo,
del territorio habitado,
en el origen de cualquier poblamientoResumen de algunos conceptos
de lenguaje toponímico,
y unos ejemplos
de homonimia y polisemia toponímica,
explicados en el Diccionario etimológico de toponimia...
y tratados y publicados
en diversos trabajos, charlas, cursos, conferencias...
del autor: Xulio Concepción Suárez
https://www.xuliocs.comAnotación previa
Un problema nos va surgiendo a veces, ciertamente, cuando nos encontramos por cuaquier senda con nombres que, o nos parecen muy raros, o todo lo contrario: nos parecen tan comunes, tan fáciles, que no sabemos si interpretarlos sin más con las palabras que usamos a diario.
Nombres tan sugestivos como Pena Caballo, Pena Cebello, La Paré'l Probe, La Probe, El Cotséu los Pioyos, Güey Muertu, La Fuente la Reina, Las Rabias, La Cuesta la Güesera, La Gusana, La Fuente la Plata, Los Olios, El Río Lamadriz, El Preu la Barcelona, Los Abanicos, Cebolleda, Cebolledo, Ayones, La Vega d'Aba, Siegalabá, El Puertu Cuba, La Veiga'l Brasil, La Vega la Valencia....
Porque la imaginación, con los siglos, fue pintando con sensaciones y sentimientos buena parte del paisaje: El Picu l'Home, El Picu'l Paisano, La Fuente'l Beso, La Fuente'l Vaso, La Fuente los Enamoraos, Cabeza Llorosos, La Fuente la Vergüenza, El Pozu las Muyeres Muertas, El Vatse la Muyerona, La Fuente la Madre, La Fuente la Madrona, La Cruz del Ciegu, Brañadiós, El Campu'l Dios, La Cueva'l Purgaturiu, El Mayéu l'Infierno, Tresmialma, Confesendi, El Preu'l Cielo...
La retoponización deformada, incluso en el lenguaje oficial...
Y tantos otros casos de interpretación cultista que fueron transformando el nombre inicial hasta la difusión, y aceptación más generalziada -hasta oficial-, de un topónimo absolutamente desconectado de la raíz inicial en cualquier toponimia regional: Santiago de Compostela (en el origen, lat. compostella, 'ciudad bien compuesta', como queda en Compostilla leonés); o la misma Covadonga (en el origen, lat. cova de onga, prerromano *onk-, *ong-, àgua, montaña'), como Triongo, Isongo.... Por citar sólo casos más notorios.
Este tipo de reinterpretaciones late debajo del lenguaje cartográfico en cualquier mapa, guía de montaña, rutas guiadas...: El río Santagustia, Sanllagu, Santagerida, Sanijiestu, Tarañosdiós, La Fuente Santa, La Fuente la Culiebra...... O La Fuente la Plata, La Fuente'l Cobre, Es decir, la santificación de los lugares seguros frente a los peligros circundantes; el culto a las aguas más salubres o medicinales; la devoción por los caminos empedrados, señalados; la puesta en valor de los rebaños trashumantes en su tiempo...
Por supuesto que muchos topónimos que oímos o leemos hoy no son lo que parecen sin más: hay que descubrir lo que fueron antes... Alguna razón, asociación, parecido, interpretación..., tuvieron los lugareños con los siglos para transformarlos así. Pero en el origen querían decir otra cosa.
Algunos estudios de diversos lingüistas más divulgativos y prácticos en este campo nos ayudan en el proceso
Muchos nombres, por tanto, de parajes parecidos animan el paisaje con sensaciones tan diversas (todos ellos más o menos explicados en el Diccionario etimológico de toponimia asturiana, 2017). Y toda una bibliografía muy amplia en la toponimia de diversas regiones, países y lenguas respectivas (bibliografía toponímica citada en el Diccionario y en la páxina Web personal).
Pero, para empezar, hay que observar el terreno primero, claro... Y ver posibilidades, incluso en comentario comuñeru tras el bocata: cuatro güeyos siempre verán más que dos... -bien dice aquel refrán-
Pues, todo depende, claro: a veces hay que echar mano de un diccionario on-line sobre la marcha para salir del paso: basta un diccionario del léxico común, pues ya nos puede dar algún homónimo que nos aclare el dilema.
Otras veces, habrá que consultar un diccionario toponímico y etimológico, pues la homonimia, la paronimia, la polisemia..., son conceptos que ni en la misma lengua más normalizada se aclaran fácilmemnte.
En todo caso, si observamos bien el paraje que pisamos, si consultamos a un lugareño de paso -y con suerte-, hasta la duda se nos puede ir aclarando: pues la toponimia -ese lenguaje del suelo- siempre tuvo que ser antes habitada. Un diccionario asturiano completo, con variedad de léxico local, de cualquier variedad regional, resulta imprescindible en este caso.
A) El lenguaje habitado en cada tiempo
Más que de toponimia -de topónimos y topónimos, sólo en apariencia más o menos dispersos o aislados-, habría que hablar de lenguaje toponímico: todo un gran texto tejido con raíces y palabras, en su mayoría, relacionadas entre sí; relaciones etimológicas, morfológicas, sintácticas...; pero sobre todo de contenido, de referencias geográficas, geológicas, botánicas, zoológicas, históricas, agrícolas, ganaderas...; etnográficas, etnolingüísticas, en definitiva.
Como lenguaje toponímico habitado, por tanto, al caminar sobre un paisaje cualquiera, descubrimos toda una forma de describir cada rincón que fue usado por un poblamiento humano: los espacios que no se usaron no llevan nombre, no fueron señalados con el paso de los siglos; o se perdieron en la memoria de los nativos, si es que no pasaron antes a los registros escritos, a los mapas...
Este aspecto más pragmático del lenguaje se fue volviendo con el tiempo, con el paso de tantas culturas por un mismo territorio habitado, poco menos que universal.
El hecho es que desde remotos tiempos preindoeuropeos, las raíces fueron cruzando montañas, costas del mar..., sin más barreras ni fronteras que las puramente fónicas o gráficas: una misma raíz, con miles y miles de años detrás -*k-r-, *k-n-, *m-r-, *n-w- se fue diversificando de geografía en geografía, a uno y a otro lado de los mares, siempre para unas mismas referencias: 'roca, altura, agua, valle...', y semejantes.
B) El problema de las homonimias, las paronimias, las designaciones metafóricas...
Ciertamente, una duda nos asalta a veces ante topónimos idénticos (homófonos, homógrafos): ¿tienen la misma raíz?, o más bin ¿coinciden sólo en la forma del nombre? Es decir, ¿se refieren a un mismo referente primero, con una acepción derivada, metafórica?; o más bien, ¿nada tienen que ver en el sentido?
Es el problema de la homonimia, con límites tan imprecisos con la polisemia. Se dice que son homónimos seguros cabo / cabo; vaca / baca; vino / vino; tuvo / tubo; bota / vota, lava / lava..., y similares. Pero en otros casos, tal vez no se trate de homónimos, sino de polisémicos, pues pueden tener algo que ver en la motivación inicial: gato / gato; banco de dinero / banco de peces / banco se sentarse...; todos tienen en común la 'capacidad para contener varias unidades'... Por tanto, ¿homonimia o polisemia?
En el lenguaje toponímico podemos tener dudas parecidas en alguna ocasión. Para la mayoría de los casos, conviene el derivado polisémico: una misma raíz, con un mismo referente, late en cantidad de aplicaciones al terreno: Cabeza, Cabezos, Cabezón, Cabo, Cabel, Caboalles, Pena Caballo, Pena Cabello, Tsao Cabeiro, Silla Cabestredo... Todos están en lugar más o menos alto: salientes, relevantes, como la cabeza (lat. caput, capitem).
Para algunos muy concretos, nos surge la duda: El Puertu Cuba, La Yana Cubietsas, El Españal, El Río España, La Mortera, L'Escobal, L'Alto'l Palo, Uviéu, Xixón, El Preu la Barcelona, El Río l'Aragona, El Pozu las Muyeres Muertas, El Picu l'Home, El Pixcu'l Paisano...
Pues, ciertamente, pudiera tratarse de una referencia a una cuba (lat. cuppam), o a una cueva (lat. cava); o a la misma ciudad cubana, con las voces araucana coa bana (lugar grande), sin nada que ver con las anteriores, a pesar de la identidad fónica y gráfica.
Y tantos otros casos como La Cuesta'l Caballo, Fusdecaballo, Caboalles...: puede que nada tengan que ver con caballo ni cabello alguno, sino con el lat. caput vallis, es decir 'la cabeza, lo más alto del valle', interpretado y transformado por los nativos como caballo; hasta por allí subirían los caballos, pero el nombre estaba puesto por otras razones anteriores.
C) Un ejemplo concreto - al completo-, más allá de mares y montañas: Copacabana, en la toponimia boliviana
La homonimia toponímica no tiene fronteras: una inmensa mayoría de topónimos, menores sobre todo, son lo que parecen; o casi lo que parecen indicar, a poco que desmontemos un poco la versión local preguntando a los nativos; los únicos que nos pueden dar la pista definitiva hacia la referencia primera, la etimología del topónimos en su designación remota. Las interpretaciones vendrían después, documentos escritos incluidos, con algunas pistas a veces para sumar a las orales.
Pero, lo cierto es que, en ocasiones tenemos que escuchar otras opiniones, antes de decidirnos sin más por asociar una forma a una etimología, por mucho que se parezca en su versión oficial. Pudo ser interpretada en una lengua muy distinta a la de los nativos, y coincidir con otra llegada de fuera, sin nada que ver; el resultado puede ser idéntico, pero el sentido del todo diferente. Pura homonimia que sería un error difundir.
A modo de ejemplo al azar, sirva el caso de Copacabana, allá entre las playas y ciudades bolivianas: nada que ver ni con copa alguna, ni con cabana asturiana al uso de las de nuestras brañas y mayadas pastoriles tan divulgadas. El proceso de transformación, reinterpretación, traducción intencionada, parece muy concreto y localizado en su tiempo cultural: siglos modernos de colonización, cristianización, hispana (ss. XV, XVI, XVII...).
Pues de Kopakawana, a Copacabana, sólo un paso, por supuesto
A poco que rastreamos en el léxico indígena americano -quechua, aymara...- (diccionarios, webs, blogs...), vamos leyendo que la voz kupa, qhupa, significa 'azul', aplicada luego al agua, a un lago en las montañas. Y que el componente kawana significa en estas lenguas amerindias 'observar, mirar desde lo alto'. Es decir, sería algo así como 'mirando, observando el agua, el lago, desde lo alto' La vista del lago.
Y rastreando la rica cultura de estas zonas andinas, vamos leyendo también que estos indígenas ya tenían una divinidad precolombina con este nombre: la diosa Kupa Kawana -Kopakawana-, de la fertilidad; el culto a la divinidad del agua, con tantas variantes y equivalencias en cualquier cultura, la asturiana misma incluida (Webgrafía, http://blogs.lanacion.com.ar/rio-de-janeiro/tag/copacabana-significado).
Homografía, homofonía toponímicas, según los casos
Con esta estructura fónica, toponímica, de un nombre precedente muy extendido, la traducción -deformación, manipulación- del topónimo, una vez colonizada la cultura indígena por los hispanos europeos y los cristianos, el proceso homonímico ya vendría solo.
Así, sobre el s. XVII la iglesia de Bolivia crea en La Paz la imagen de La Virgen de Copacabana, Nuestra Señora de Copacabana, antes, Nuestra Nuestra Señora de La Candelaria. En definitiva, una traducción, cristianización, directa de la divinidad indígena, Kupa Kawana. Se dice que la imagen fue tallada por un indio llamado Tito Yupanqui, una de las representaciones más antiguas de la Virgen María en América.
En fin, una vez más, la necesidad de escuchar a los nativos en cualquier lengua, antes, al lado, o al tiempo, que los documentos escritos. Del cotejo de las formas fónicas, gráficas incluso, podemos asegurarnos un poco más sobre la etimología, la referencia real -la etnotoponimia-, de un nombre, a veces hasta idéntico a otro: homofonía y homografía toponímicas al completo.
D) El dilema por resolver en ocasiones: ¿Oviedo, Uviéu...? sin ir más lejos...
¿La solución ante la duda? Pues no resultará fácil a veces, ni sobre el terreno siquiera. Es el caso de Oviedo mismo, sin una etimología aceptada como segura hoy, ni mucho menos (hay unas cuantas, y con supuestos muy variados).
Por eso habrá que recurrir al factor común de todos los lugares que llevan nombre parecido: si existe Oviedo, Campalaovia, L'Uviu, El Reguiru l'Uviu, El Puertu Ovios, Ovies, La Vega Ovios...; y da la casualidad que todos tienen 'agua', más o menos abundante y fija todo el año, lo más probable es que se refieran a la raíz preindoeuropea, *alb-, *aub- (agua, lugar de agua); disipando tantas elucubraciones hasta la fecha.
De modo que cuando hay muchos ejemplos para relacionar, se puede decidir uno por la polisemia o por la homonimia, por supuesto siempre sobre el terreno pateado o consultado a los nativos, sobre todo.
El problema se multiplica cuando sólo aparecen un par de ejemplos, o uno sólo, que puede tener dos etimologías, sin nada que ver entre sí. Entonces, lo más prudente será dejar las dos posibilidades etimológicas, a riesgo de que alguien buen conocedor del paraje nos dé las pistas suficientes para decidirse por una, por otra, o por una tercera que ni habíamos sospechado.
En fin, una vez más, la toponimia como una aplicación más del lenguaje usual en cualquier lengua, en este caso para la comunicación de los nativos con sus palabras del terreno.
E) La versión de los documentos y la versión de los lugareños
En la pesquisa de documentos escritos que atestigüen, o den pistas, sobre una determinada etimología, se encuentran a veces pocas soluciones prácticas.
De un lado, las palabras toponímicas están castellanizadas, con grafías cultistas, que poco o nada tienen que ver con el lenguaje toponímico del asturiano de la zona, por lo menos en su realización fonética tradicional lugareña. Así se leen Sierros, donde son Fierros; Vegilada, donde es Reguilá; Velas, donde son Abidules; Navariego, donde es Navariigu...
En otras ocasiones, el notario, el copista, el clérigo, amanuense, el señor terrateniente, el obispo..., no tiene conocimiento del asturiano que firma o intenta recoger: no entiende al lugareño, no valora sus dicción local, su articulación fonética de las propias fincas....
De esta forma, el topónimo del escrito resultante será hasta imposible de identificar sobre el terreno; o se hará por deducción, por exclusión..., pero sin seguridad alguna. O con error absoluto en la etimología: Sierros, nada tiene que ver con Fierros, por supuesto.
F) Otro ejemplo muy significativo: el que aportan los ilustrados, los viajeros de paso...
El mismo Jovellanos, por citar un ejemplo, al entrevistar más a los clérigos, a los nobles, a los señores..., que a los campesinos, recoge topónimos que no pronuncian los nativos: Ballota, Buelles, Cameso, Coaña, la Collada, Flordacebo, Fresnedo, Fresneda, Jomezana, Lago, la Malveda, Nocedo, Pajares, Pancuyaredo, Posadorio, Riondo, Telledo, Vallado, Vega del Ciego, Veguellina, Zureda...
En estos casos, el problema no es mayor, pues se identifican todavía: La Vatsota, Güetses, El Camisu (Fondiru y Cimiru), La Cotsá, Cuaña, Floracebos, Fresneo, Xomezana (de Riba y de Baxo), El Chegu, La Malvea, El Nocíu, Payares, Pancuyareo, El Posaúriu, Senrilla, Teyeo, Vachao, La Vega’l Ciigu, La Viguitsina, Zurea... En otros, resultaría imposible tantas veces.
G) Y muchos otros ejemplos para descifrar con el cuidado de los parecidos, las interpretaciones con el tiempo
El peligro de las homonimias léxicas y toponímicas resulta a la vez sugestivo y peligroso. Por ejemplo, en La Paré'l Probe de Bulnes más bien parece una pared blanca, caliza (lat. per albam, 'alrededor de la peña blanca, muy blanca'), pues está muy cerca La Probe, en la misma zona.
De modo que no parece nada en relación con pobre alguno, que interpreta la voz popular. La prueba está en que en Somiedo hay El Cutsao la Probe (noticia de Antonio Álvarez), que deshace por completo la posible confusión.
De paso por cualquier región, podemos encontrar las mismas interpretaciones tan sugestivas, pero tan capciosas: la famosa olla podrida burgalesa nada tiene que ver con olla podre ni podrida alguna: simplemente procede de olla poderida, latín, poderita; es decir, 'poderosa', de los terratenientes, de los ricos, de los poderosos.
Tal vez, con mucha ironía, los pobres (que trabajaban para los mismos poderosos) dieron por reducir poderita > poderida > podrida..., en evolución fonética normal romance, y así le llamaron olla podrida; hoy, paradógicamente plato estrella regional; el plato antes de los que estaban 'podridos' de poder...; verdadera figura retórica ingeniosa, desde la simple transformación fónica. La simple interpretación popular, una vez más.
H) Otras opiniones, frases..., interesantes sobre el lenguaje toponímico
“Anulación, borrado intencionado de topónimos... Con la emigración rural, la concentración parcelaria..., gran parte del patrimonio construido ha desaparecido: fuentes, puentecillos, caminos, palomares, molinos, batanes, cercados..., huertas, chozas, chiviteros..., casetas, majadas; y con su desaparición, se ha consumado también la extinción de los nombres de lugar que los identificaban...; la concentración parcelaria ha sido la gran goma de borrar topónimos" (Pascual Riesco Chueca).
"cambios de nombres deliberados... Valoración señorial o enaltecimiento de un predio (énfasis en la propiedad, tono afectado, ligado a modas toponímicas cultas)...; nombres de lugar impuestos tras la adquisición de predios por familias aristocráticas o ennoblecidas... Bellavista, Vistahermosa, Miraflores, Vistalegre..." (Pascual Riesco Chueca).
“carteles, pancartas, publicidad comercial... La prepotencia rotuladora de la cultura actual es omnipresente; silencia las sutilezas del medio y los desteñidos ecos de la historia. Pancartas comerciales o publicidad institucional, señales varias, paneles para el turismo; el resultado es el mismo: se tapan los panoramas; los lugares son interpretados, se predicen las admiraciones, se presuponen sus pasos por el campo" (Pascual Riesco Chueca).
“desaparición de topónimos... La estabilidad del sistema toponímico en una comunidad rural es sensible a los cambios en el uso del territorio. Si el cultivo en una zona se abandona, disminuirá la frecuencia de las visitas a esas tierras, y podrá caer en el olvido una capa de nombres de lugar. La concentración parcelaria da lugar a una simplificación del paisaje: las parcelas se extienden, los caminos tradicionales desaparecen, y con ellos muchas referencias seculares al paisaje (mojones, hitos arbóreos, linderos, ribazos, puentes)... Muchos topónimos dejan de ser útiles, pues los predios designaos quedan englobados en una nueva unidad, que a menudo queda apresada tras una alambrada común" (Pascual Riesco Chueca).
“doble denominación toponímica... ; coexistencia de dos o más denominaciones rivales para una misma entidad...; un mismo paraje puede recibir denominaciones concurrentes, fruto de la coexistencia temporal de dos topónimos de implantación sucesiva... Quienes habían heredado tierras en el paraje cuya posesión o vínculo con la familia venía de antiguo tenían tendencia a perpetuar el topónimo más arcaico. Sin embargo, otros propietarios recientes o advenedizos podían innovar o aplicar impropiamente un topónimo aledaño. La doble denominación suele tener implicaciones sociolingüísticas, y es compatible con connotaciones valorativas o de menosprecio, según la forma toponímica elegida" (Pascual Riesco Chueca).
“errores, interpretación caprichosa de topónimos... Los informantes actuales, más desligados de la toponimia tradicional, con menor conciencia dialectal, se combinan con un registro de campo en el que parecen deslizarse innumerables errores, falsas correcciones cultistas, segmentaciones arbitrarias, reinterpretaciones caprichosas, confusiones en la transcripción fonética: todo ello hace sumamente insegura la utilidad de las hojas [la cartografía de despacho] como fuente para el conocimiento de la toponimia" (Pascual Riesco Chueca).
“etnohistoria, etnopaisaje, etnotoponimia... La toponimia facilita un camino para acceder a datos endógenos sobre el paisaje, esto es, generados por los habitantes presentes y pasados; en muchos nombres de lugar palpita una intuición sobre el carácter del lugar tal como lo han percibido muchas generaciones. En todo caso, a través de los topónimos obtenemos un censo de percepciones sobre el territorio, referentes a la botánica, los cultivos, los accidentes geográficos, los asentamientos y otras variables descriptivas" (Pascual Riesco Chueca).
“exhibicionismo publicitario contaminante... El etiquetado torpe de elementos patrimoniales introduce disonancias ingratas en el paisaje...; se sobracargan hitos patrimoniales con letreros desaforados y explícitos que roban el aura del sitio. Chapas estentóreas proclaman excelencias turísticas y reclaman la foto y la mirada. Una pequeña fuente de pueblo sobrecogida bajo un pancartón de autopista...; son excesos en en los que la exhibición enfática del nombre lesiona la potencia simbólica del lugar" (Pascual Riesco Chueca).
“habla local, cartografía y toponimia... Un mapa toponímico no se puede hacer con criterios meramente topográficos: es imprescindible un buen conocimiento del habla local en sus caracteres fonológicos para no incurrir en errores como los que afligen muchas hojas... Por ejemplo..., donde perviven en la toponimia abundantes huellas de hablas astur-leonesas, no es razonable que el levantamiento toponímico sea hecho por un encuestador yeísta, sordo a la distinción ll / y" (Pascual Riesco Chueca).
“homonimia toponímica... En comarcas densamente pobladas, de pueblos próximos entre sí, la toponimia menor es muy densa, pero, para cada informante local, el círculo donde la memoria de nombres y lugares es muy precisa sólo alcanza a su término municipal y algunas tierras colindantes en los términos vecinos. Esto a su vez explica por qué pueden, sin crear confusión, aparecer repetidos los topónimos: solo hace falta que las reiteraciones se produzcan a una distancia funcional suficiente. La homonimia es un fenómeno tan omnipresente en la toponimia menor que casi todos los nombres de lugar tienen dobletes en cada comarca, con las variantes esperables dentro de dispersión evolutiva de la lengua. Gracias a esta repetición de los tipos toponímicos se tienen elementos de juicio para su correcta interpretacioón" (Pascual Riesco Chueca).
“manipulación toponímica, modas, publicidad oficial... Numerosos nombres de lugar impuestos por los dueños o administradores del suelo a raíz de la urbanización difusa y la construcción de paisajes comerciales... en las últimas décadas: fincas y chalés, piscinas y restaurantes, casas rurales, incluso caminos y rutas turísticas. Suele tratarse de nombres dictados por las modas y los medios, de fuerte impregnación televisiva o publicitaria" (Pascual Riesco Chueca).
“paisaje lingüístico actual, publicista... El llamado 'paisaje lingüístico' está compuesto por paneles de señalización en la vía pública, indicadores de nombres de calles y lugares, equipamientos publicitarios, referencia a obras públicas, carteles informativos en espacios protegidos y otros elementos que introducen textos, en presencia real, dentro del paisaje... Es preciso dar contención al sobreamueblamiento informativo asociado al paisaje lingüístico. Son notorios los excesos contemporáneos en esta materia: empaquetado del producto paisajístico, previsión de itinerarios..., sobre énfasis en los hitos" (Pascual Riesco Chueca).
“puesta en valor de la toponimia tradicional... La rebusca cuidadosa del patrimonio onomástico local permitiría mantener un vínculo con la cultura propia del enclave y poner a salvo nombres antiguos que pueden seguir vivos, ahora con otra función...; dar prolongación a los nombres originales es una decisión que consolida la memoria y afirma el lazo entre lo construido y la cultura inmaterial del territorio" (Pascual Riesco Chueca).
"retoponimización, cambios de nombre... [más bien en la toponimia mayor], imposición regia o señorial, motivos estéticos, tradicción, prestigio literario, valoración popular, imposición política, ajuste geográfico. Estos agentes apenas actúan sobre la toponimia menor...; la conversión deliberada y programada del nombre, aunque el topónimo antiguo siga usándoese para chascarrillos y dicterios" (Pascual Riesco Chueca).
"sensibilidad toponímica... La sensibilidad para el matiz de quienes han pasado su vida luchando con los terrones, empujando la reja del arado durante interminables jornadas de invierno o segando a pleno sol, palmo a palmo; esta sensibilidad no puede sino ser más aguzada y penetrante: en cualquier caso, radicalmente distinta de la que nos interpela como paseantes, más o menos desinformados, que cruzamos sumariamente por el paisaje" (Pascual Riesco Chueca).
“señalización perturbadora... En la señalización de pueblos, objetos de interés paisajístico, árboles singulares, caminos, esta perturbadora superposición entre nombre y cosa es un hecho cotidiano. La constante presión señalizadora, que coloca rótulos, logotipos, banderas y marcadores por doquier, nos acostumbra a situarnos simultáneamente bajo la influencia del objeto y la de su heraldo, la señal" (Pascual Riesco Chueca).
“señalización tradicional y señalización actual... La señalización tradicional hablaba en voz baja; la actual, diseñada para interpelarnos en el embotamiento de la velocidad o el hastío, es gárrula y omnisciente. Es preciso encontrar fórmulas de expresión y orientación para el viajero que, siendo claras, no sean descaradas; y que, en sus materiales y procedimientos, sepan ser también contenedores de lo local y acumuladores de historia" (Pascual Riesco Chueca).
“toponimia de despacho y de reclamo... La industria y el turismo buscan nombres que potencien la imagen o producto que se pretende difundir. La designación poco feliz de nuevas componentes del territorio (urbanizaciones, restaurantes, caminos...) resulta en un sinfín de reclamos explícitos, a veces impudorosos, que suplantan a la toponimia tradicional. El nombre del lugar heredado es recatado en la expresión emocional y y condensa un conjunto evolutivo socio-natural, mientras el topónimo comercial nace en un despacho o una cena de negocios" (Pascual Riesco Chueca).
“usos tradicionales borrados a capricho de un promotor... La nueva toponimización es galopante, puesto que, perdida la función instrumental del nombre para usos agrarios tradicionales, puede emerger una capa de nombres dictada por nuevas necesidades de localización y referencia...; desaparecido un prado comunal y asentada en su lugar una urbanización, se hace preciso designar las calles con nuevos nombres, a menudo inventados a capricho del promotor" (Pascual Riesco Chueca).
“valores compatibles del pasado y del persente... Alimentar el sentimiento de pertenencia -en los residentes-, y el sentimiento de ingreso en una intimidad cultural consistente -en los visitantes, inmigrantes y transeúntes-: ambos valores son suficientes para aconsejar la prevención de los nombres propios del paisaje" (Pascual Riesco Chueca).
I) Otras teorías toponímicas, hoy más en discusión: Alberto Porlan, Los nombres de Europa (1998). Ver valoración crítica personal.
J) Anexos: algunos textos explicativos más accesibles
1) Los cambios de los nombres en toponimia
(por Jairo García Sánchez“Son muchas las razones que puede haber detrás de un cambio de nombre y desde luego también convendría considerarlas desde una perspectiva histórica, puesto que las retoponimizaciones, que así solemos denominar a estos cambios, se han producido desde antiguo y a lo largo de los tiempos....
Los topónimos, pese a su aparente inmovilismo, están sujetos a modificaciones y alteraciones de manera continua. Muchos son sustituidos por otros y, en ocasiones, se reformulan o se renuevan. La sucesión de estratos y lenguas en un determinado territorio provoca alteraciones en su toponimia.
Los cambios pueden ir desde una adaptación o una mayor evolución fonética hasta la sustitución de un nombre antiguo por otro acorde con la nueva lengua vigente; el deseo de encontrarle sentido al topónimo puede llevar a sustituirlo o a recrearlo.
A veces se han recuperado nombres antiguos por la supuesta identificación de su ubicación. Así ha sucedido con Sagunto, que hasta el s. XIX se había denominado Murviedro (< lat. muru veteru ‘muro viejo’ –en referencia a los restos del antiguo núcleo fortificado–)...
Otras veces la sustitución estuvo motivada por intereses señoriales o concesiones reales a algún señor: Mombeltrán debe su nombre a un privilegio otorgado por Enrique IV a don Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.
Arabayona de Mógica en Salamanca era antes Hornillos, pero en 1655 Felipe IV le concedió su señorío a don Rodrigo de Mújica y este cambió el topónimo por el de Arabayona, en recuerdo de su lugar natal en Álava (Aramayona)"
(Jairo García Sánchez).
2) Léxico común y lenguaje toponímico
(por Maxiliano Trapero)"¿Cualquier palabra del lenguaje común puede convertirse en topónimo? Parece que sí, incluso las más alejadas a la geografía y a la naturaleza física, los referidos al campo de la inteligencia y del espíritu: siempre hay (o puede haber) un Puente de los Suspiros o un Monte de las Animas.
Siempre una fuente cualquiera puede convertirse en referencia geográfica y ser origen del nombre de un pueblo: Fuencaliente, o un llano cualquiera servir para calificar una amplia zona: Los Llanos de Aridane...
Así, montaña, risco, barranco, valle o río denotan accidentes tan señalados que siempre serán punto de referencia en la geografía y, por tanto, topónimos, mientras que charco, fuente, acequia, era o cuesta pueden referirse a realidades tan minúsculas que, de las muchas que haya, sólo unas pocas serán punto referencial en la geografía. ...
Por otra parte, la dirección en el proceso de las referencias en el léxico va por lo general del lenguaje común al toponímico: primero significa una realidad (una casa o una tierra) y después se singulariza en un accidente concreto (La Casa del Gallo o Montaña Las Tierras)".
3) Una didáctica toponímica para comenzar: una comprensión, aprendizaje..., por estratos, por niveles sucesivos... (Antonio Álvarez)
"Yo me atrevería a decir que la toponimia se podría clasificar como el nivel de estudios en un proceso de aprendizaje cualquiera:
Por niveles: hay toponimia de infantil (La Barrosa); de primaria (Carbayal); de secundaria (Güergola); de bachiller (Bustantigo); universitaria (Ferichosas, Xuan Estrellu, Combera, Cuadroveña, Camarmeña); y de tesis doctoral (Cádiz, Pamplona, Tresmialma)…
Por sustratos: Un primer sustrato, el más primitivo, remoto, con pocos nombres, quizás linderos, quizás pueblos, minas, zonas de caza, etc.. (nivel tesis doctoral, Cádiz, Pamplona, Valencia, Gijón…); un segundo sustrato más evolucionado, ya más ligado a la ocupación humana, asentada, sedentaria (universitario); un tercer sustrato ligado a la comarca más pequeña, organziada (bachiller); y así en sustratos sucesivos hasta llegar al nivel primaria, el más inmediato, donde ya el paisano, el nativo de un territorio, pone nombres basados en la simple evidencia de lo que ve, toca, patea todos los días etc. (Barrosa, Barrial, Cortinal, Llosa, Cavada, Solaviña, etc..).
Y así es como se podría uno ir acercando a las alturas de comprensión toponímica, a descifrar la complejidad milenaria de los topónimos creados, asentados de cada cultura a la siguiente. Puede ser cierto que esa toponimia de nivel superior, de tesis doctoral, sea la que tenga más antigüedad y unas relaciones espacio/tiempo más complicadas de acotar.
Puede ser que estemos ante varios sustratos y niveles toponimizadores del territorio. Pero, en su conjunto, se trataría de un lenguaje del suelo asequible por partes, como ocurre en todo proceso de aprendizaje".
J) Conclusiones personales
Un lenguaje habitado en cada espacio compartido. Por lo que venimos deduciendo de autores diversos en espacios y lenguas, el lenguaje toponímico supone la variedad lingüística que usaron los lugareños o pobladores de paso por un territorio utilizado; en consecuencia, el documento más fiable siempre será el que trasmitan los lugareños oralmente, en su conjunto comunitario. Otra cosa es retomar el hilo a la inversa, sobre el terreno, para descubrir las cadenas semánticas milenarias sobre las articulaciones puramente acústicas en cada entorno.
Un documento oral más fiable nos parece, por tanto, el que prevalezca en el asturiano local, después de muchas entrevistas en los diversos pueblos de la zona; siempre habrá esa especie de factor etimológico común (raíz de la palabra y referencia topográfica), que vaya aclarando el origen y el sentido del nombre del lugar: las otras versiones anteriores, hasta llegar a la original.
El documento escrito será, casi siempre, más o menos complementario, aunque en ocasiones hasta pueda ser determinante ante la duda final. Y la versión de los viajeros, regionales, los extranjeros..., puede resultar muy útil también para las etimologías, pues hasta nos aportan en ocasiones topónimos desaparecidos. El problema de las etimologías en definitiva, con el criterio del mismo tecnicismo: griego tópos (lugar, país), con todas sus consecuencias.
Un lenguaje toponímico para leer -y re-leer- en la cadena cultural de los tiempos. Como se dijo al principio, el lenguaje cartográfico que leemos o escuchamos hoy, dista en muchos casos de su articulación y sentido por el que pasó a designar terrenos habitados. Un lenguaje poco menos que universal, como apunta Alberto Porlan en su obra extensa (697 páginas). O por lo menos una estructura común a las lenguas indoeuropeas.
Una asignatura toponímica pendiente. Esa posible relación toponímica (fónica, gráfica, estructural...) entre las formas más distantes en el espacio es la asignatura por terminar; otro enigma etnolingüístico más, en parte sin estudiar lo suficiente: teorías migratorias, sistémicas, semantistas, estructuralistas, generativistas..., siempre más o menos significativas, tienen mucho que decir y, sin duda, corregir, de una versión oficial dada por definitiva hasta la fecha. Un camino muy sugestivo por delante, sin más penas que esa falta de informantes lugareños con su compleja memoria inmemorial.
La toponimia urbana, un ejemplo de toponimia habitada. El uso común en toponimia lo comprobamos hoy mismo en algunas ciudades que respetaron los nombres antiguos de los barrios. Oviedo mismo conserva algunos que podemos completar por callejeros antiguos: El Fontán, La Plaza la Leche, La Plaza'l Paraguas, la Calle los Güevos, La Calle las Mantegas, La Calle los Burros, La Calle los Felechos...
La lectura más didáctica -multidisciplinar- de un callejero antiguo. De paso por una ciudad cualquiera, podemos dar con un callejero conservado que supone todo un lenguaje de sus funciones rurales en el mismo casco urbano, por muy transformado que esté hoy. El caso de Salamanca, por ejemplo: La Plaza la Verdura, El Mercado del Grano, Los Portales del Pan, La Calle del Azafranal, La Calle de las Especias, La Calle de los Limoneros, La Calle del Clavel, La Calle de la Rosa, La Calle Cabrera, La Calle Bordadores, La Calle los Herreros, La Calle de los Canteros, La Calle de los Caldereros, La Calle de los Olleros, La Calle los Caleros, La Calle de los Yogueros, La Calle de las Mazas, La Calle de los Padilleros, La Calle del Prado, La Plazuela de la Yerba, La Calle del Peso, La Calle la Lonja, La Calle de los Novios, La Calle de Huvohambre, La Calle de Tenteneciao, La Calle Bientocados, La Calle la Alberca, La Calle de Cantarranas, La Calle Correhuela... Y tantas otras.
Texto de Jairo García Sánchez.
"Muchos términos genéricos se repiten en los topónimos, porque tienen su origen en nombres comunes o apelativos descriptivos frecuentes (monte, cerro, valle, villa, castillo, torre…). En esos casos la repetición no se debería a copias, sino a meras creaciones poligenéticas a partir de un genérico dado.
Lo mismo sucede en el caso de topónimos que hoy no se ven como genéricos, pero que lo pudieron ser en su origen, como los varios Alcalá, a partir del árabe al-qal’at ‘el castillo’ (Alcalá de Henares, Alcalá de Ebro, Alcalá de Guadaíra, Alcalá de Gurrea, Alcalá del Júcar, Alcalá del Río, Alcalá de los Gazules, Alcalá la Real, etc.). Los complementos toponímicos permiten distinguirlos"
(Jairo García Sánchez).Foto de España en Aller
España, en Aller
El pueblin allerán España, el otro lado del río Nigru, en Güeria, camín de Nembra. Tal vez, misma etimología que España peninsular, El río España en Villaviciosa), La Playa España y la Ensanada España... Tal vez, todos ellos, a partir de una etimología ya remota, indoeuropea, que citan Edwart Roberts-B. Pastor, *petd- (extender, desplegar), que dio el lat. pando, pandere (estar abierto); lat. expandere ('extender, dilatar, ensanchar').
García de Diego cita el lat. *expandiare (extenderse), *espandula, *espandia,. de donde la forma romance españar, a partir del supuesto espatulare, desde patulus (extendido, abierto, ancho, extenso), verbo pateo (estar abierto).
La prueba para el caso asturiano, España en Aller, queda en el léxico común españar (expandirse, extenderse, distenderse…); espanar, españar (hincharse, reventar); españir, despanar (limpiar, despejar, abrir los brazos, romper de golpe, explotar en ganas de hacer algo, expresar sentimientos efusivamente, hacer espavientos, explotar de risa, hacer ruidos estrepitosos); de donde españáu; españíu; españía.
Contemplando el paisaje del publín allerán, el nombre resulta muy adecuado: una verdadera expansión del poblamiento mayor de Güeria (tierra acuaria, sobre las aguas del río), una vez que ya no les quedaban otros espacios para cultivar; así los debieron ir adecuando ladera arriba de la pendiente, en lo mejor de lo menos malo...
Hoy mismo se observa que el pequeño poblado allerano de España conserva los espacios que fueron cultivados: pequeños güertos y güertas, praos entre los castañeros, caminos amplios… Y todos los frutales imprescindibles tiempo atrás: nisales, manzanales, ciruelares, pescales, cerezales, moras, piruxetsos…
Su posición estreatégica se calculó en la pendiente, a pocos metros de las aguas del río Nigru, sobre las fértiles vegas de las riberas, completamente llanas; un poblamiento, tal vez un poco posterior al de Güeria: pueblo estratégicamente situado justo en el límite de la pendiente, pero fuera del alcance de los desbordamientos del río.
La posición del pequeño pueblo España, a esos doscientos metros sobre las aguas del río, en lo relativamente mejor de la pendiente más pronunciada que culmina El Picu Moros, pudiera indicar que unos nativos tuvieron que ocupar los sitios que quedaban, una vez agotados los espacios libres del valle, bastante más apacibles y productivos: los que quedaban.
Una verdadera expansión, pequeña en este caso allerano, pero con la misma referencia etimológica a la gran expansión que habrían observado remotos colonizadores romanos, o prerromanos, a la hora de describir las inmensas llanuras mesetarias que encontraron al llegar a la Península Ibérica.
Frases específicas de toponimia: autores diversos.
Otros trabayos del autor:
Xulio Concepción SuárezVolver a
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