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VACAS Y PERSONAS,
ARANDO POR EL RIEGO

Por Jesús Lana Feito

Mi origen vaqueiro y mi infancia entre las vacas me permitió observarlas con una atención especial. Tal vez por ello, pienso que sus conductas y las humanas tienen similitudes. Conductas que son variadas y ricas en matices. Hay gestos de nobleza, de picardía, de intención de apropiarse de lo ajeno, de rebeldía.

Las vacas compartían la vida con las personas de la casa en muchas tareas, y, a pesar de ello, tardamos años en llegar a la conclusión de que es más importante el trabajo, con el carro o el arado, que su producción de crías o leche. Nunca lo pensaríamos de niños.

Sí sabíamos muy bien que para esos trabajos se necesita una vaca veterana, formal, tranquila, para domar a una compañera becerra, novilla. Observábamos de niños que la veterana permanecía impasible ante los reveses, saltos y protestas de la becerra. Años más tarde, como adultos, también percibimos que algunas personas necesitan a otra formal, tranquila y sensata.

Todo parece indicar que asumen ese papel para llevar la vida de la mejor manera. Lo importante es que el carro llegue a su destino o que vayamos arando por el riego.

La vaca veterana y sensata asume con naturalidad incluso amamantar a otra cría que no es la suya. Nuestras madres también amamantaron a otras criaturas. Tengo el testimonio directo de cómo mi madre amamantaba a su hija Modesta y también a su sobrina Narcisa, que era gemela de otra niña y no había leche para las dos.

En otros casos las vacas eran más “señoras” que las personas. En La Tsamera, hoy pueblo abandonado y cuesto, no había carros ni tierras que se pudieran arar. Todo el trabajo era para las personas: cargar todo al hombro, incluida la hierba, y trabajar la tierra manualmente.

Cuando se hablaba de “la pareja, era sin duda la pareja de las vacas. Hoy hablamos de pareja para referirnos a la nuestra, no a las dos vacas xunidas al carro o al arado. Trabajo que era imprescindible para que hubiera trigo (pan) y patatas para todo el año. El carro se adaptaba para todo: cargar cucho, patatas, trigo, hierba o leña, cambiando unos pocos elementos.

En fin, mucho trabajo y muchos temperamentos compartidos, incluso soportados, en las parejas nuestras y de las vacas. Es positivo sentarse a reflexionar sobre la vida, dejar a un lado tanto mensaje de agresividad, de mentiras, de deseo de anular al otro o de generar el odio permanentemente.

Concluyo con una reflexión tal vez muy conocida, pero muy necesaria. En cada casa siempre hay alguna persona que minimiza los enfrentamientos, que se expresa habitualmente con un “déjalo estar”, que no halla motivo para confrontar, que sigue arando por el riego y enseñando a las novillas otras conductas que faciliten la vida.