Informantes de los pueblos
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Extracto de la nota de agradecimientos
en el prólogo del
Diccionario etimológico de Toponimia asturiana
(páginas 17-27)
Ediciones KRK, Oviedo, 2007.
Xulio Concepción Suárez.
Imprescindibles los amigos en el entorno
"Grata compañía también la de los amigos por los caminos de los nombres, por las terminologías geográficas y botánicas, o por las sendas más difusas entre las peñas: Valerio García Álvarez, José Manuel González, Juanjo Cortina, Benxamín Méndez, Nicasio Rodríguez, Fernando Recio, Geli, Ángel Mato, Manuel González, Ángel Suárez y María José; Raúl, Francisco, Felipe, Nedi, Pano, Adela, Jose, Magda, Manel, Martín, Loly, Juanco, Alberto, Carlos, Charo, Concha, Luiggi, Belén, Ángel, Mª José, J. Ramón Estrada, Xerardo…
Unas cuantas precisiones debo a algunos compañeros y compañeras de la enseñanza, a los que de cuando en cuando doy la vara en la pesquisa de alguna que otra referencia o terminología libresca concreta. Y especialmente a los que compartimos la imaginación colgada de los picachos cimeros de Urriellu o Pena Orniz a la hora del café (la mejor dosis matutina antiestrés): Kike, Alejandro, Miguel, Pepe, Carlos Javier..., expertos conocedores de las técnicas montañeras que, en ocasiones, uno tiene la suerte de atisbar siquiera tras sus pasos en algunas andaduras los fines de semana.
Muy grata y experta compañía con José Riera y Celso Peyroux por aquellos altos teverganos que conocen palmo a palmo. No corre el tiempo en las charlas amenas con Juaquín Fernández sobre los nombres alleranos de Felechosa parriba, que tan bien conoce desde la infancia; y que tan bien aprendió de so güilu y de so padre pe las cabanas del puerto. Como fluyen las horas del día escuchando el saber de Nicasio y de María por los pueblos, brañas y altos de Bual, Villayón, Eilao...
Con otras sendas abiertas en el paisaje verbal de la montaña
Imprescindibles las explicaciones de Elisa Villa para intentar ‘leer’ un poco mejor la piel y las entrañas de los argaxos, los neveros o las peñas, origen de tantos nombres de lugar: las vetas estiradas de las calizas, las cuarcitas que subyacen a las oxas, los pliegues en apariencia caprichosos de ciertas rocas, las marcas milenarias de los glaciares en los tonos de una llambria, el morro ya más sereno de una morrena.
O los recuencos que dejan los cobijos de un paréu, tantas veces observados por los pastores de una mayada, para sellarlos con el nombre adecuado a la función que ofrecen (simple cobijo para ellos y sus ganados, tantas veces). Son las referencias de otros tantos topónimos fruto de esa lectura geológica que también nos ofrece el suelo.
Y trabajo toponímico preciso el de Guillermo Mañana, incansable peregrino de cabañas y senderos, siempre rastreando los vestigios pastoriles colgados de las peñas (Ponga, Amieva, Picos…); entusiasta investigador de los legajos, siempre apurando el último trazo en el archivo más silenciado de cualquier rincón catedralicio. Mucho deben a Guillermo tantos miles de topónimos salvados del olvido entre las zarzas, o de la soledad polvorienta de tantas grafías centenarias.
Novedosas en el campo de la morfología las aportaciones de Marta Pérez Toral al campo de la toponimia: muy raras páginas se encuentran en libros o en revistas especializadas que se detengan a precisar en los nombres de lugar los matices que los morfemas señalan en el léxico común, en las terminologías científicas, o en cualquier campo léxico de nuestra comunicación diaria.
Por esto resultan precisas observaciones de Marta, por ejemplo en la distinción masculino / femenino en toponimia (el género dimensional), que abren un amplio ventanal morfológico a los estudios toponímicos asturianos.
Como por las gratas sendas de la etnografía, la etnobotánica, la etnotoponimia, la etnolingüística...
Tan sosegadas como didácticas aquellas charlas tan animadas por los senderos de las brañas, hayedos y mayadas, garabateando notas etnográficas y etnobotánicas tras los pasos de Adolfo García y Matías Mayor. Como luego aclarando las notas tomadas con los vecinos del pueblu, o en alguna cabana: la etnobotánica, la etnografía..., en su contexto.
La teoría y la práctica. Un privilegio cada ocasión lograda: imposible coincidencia, la mayoría de las veces, claro... Por eso, tomamos buenas notas para estudiar despacio.
Muchas precisiones etnográficas y antropológicas recibidas de Adolfo García Martínez respecto a la difícil clasificación de las brañas asturianas, sean de alzada, de invierno o simplemente de verano. Imprescindible el saber vaquero de Adolfo en nuestras caminatas veraniegas y otoñales de braña en braña, no sólo para la antropología, sino para la toponimia asturiana.
En el trabayu multidisciplinar diariu (en estaferia, vamos...), a la antigua usanza de los pueblos
Como tengo que agradecerle las numerosas referencias etnolingüísticas para los topónimos, que se fueron atsugando entre los cafés de la mediatarde invernal al mor del fuibu, como si de nuevas brañas invernales ahora se tratara. Hablar de las brañas, ya es hablar de Adolfo.
Y muchas especies y subespecies de la terminología botánica fui escuchando a Matías Mayor: toda una memoria oral de plantas en la andadura. Con Matías por las camperas, pudimos desbrozar mejor esa preciosa maraña vegetal organizada, que de invierno a invierno da vida y color a nuestros paisajes, desde los altos de las montañas hasta las mismas rocas del mar.
Unas cuantas observaciones botánicas fui añadiendo a mis cuadernos de campo, contemplando a Matías entusiasmado de rodillas delante de cualquier gorbizu, de los que él es capaz a sacar decenas de matices. La etnobotánica de los vaqueros y pastores se fue justificando con las observaciones de Matías y de Adolfo por las sosegadas brañas, hayedos y mayadas.
Y con el placer doblado de aquel saber brañero de la infancia, muy estudiado después por los más entusiastas del pueblu
Muchos intercambios de topónimos (vespertinos o telefónicos) con Juaquín Fernández, que no sólo conoce los secretos de la Hematología, sino también los últimos rincones de las brañas de La Fonfría, altos de Vegará, y tantos otros puertos alleranos, tan pateados de mocecu, y nunca escaecíos de menos muzu y de mayor.
Juaquín es un humanista al completo: su memoria léxica del asturiano aprendido del güelu cuando era niño (mocecu, entonces), su relación profesional con los aspectos científicos que estudió y experimentó con los años, lo hacen imprescindible a la hora de explicar un topónimo, la utilidad de una planta, una costumbre comunal en una braña, o un simple rito con las vacas a la hora de dir pal puerto. Un allerán del pueblu y de la ciencia.
Como en aquellas inolvidables caminatas por los senderos de las brañas somedanas tras los pasos seguros de Jesús Lana (vaqueiru en sus años más mozos), anotando en la libreta hasta el último detalle de topónimos y plantas. Y entrañables los filandones en el poblado, con las riestras de expresiones, dichos, refranes, vaqueiradas..., escuchados a Servando y Aurelio, igualmente crecidos a las faldas de Camayor, Sobrepena, Sousas, El Tarambicu...
Hasta de las críticas, se aprende, por supuesto.
Son de agradecer también las críticas (fónicas, gráficas, etimológicas, referenciales...) realizadas por diversos medios y maneras respecto al Diccionario anterior. Un poco más amplia y muy detallada la de F. Álvarez-Balbuena. Todas ellas fueron tenidas en buena cuenta, y corregidos o matizados aquellos casos de error o confusión posible.
En otros, en cambio, tendremos que seguir cavilando a falta de datos más convincentes. Habrá ocasión también para matizar la distinción <l.l>/<ts>/<ch> de la fonética quirosana y algunos otros casos de cheísmo, pero que no eran objetivo prioritario ahora. Serían más pertinentes en un trabajo fonológico global sobre el conjunto asturiano.
Y muy animada compañía de jóvenes collacios que comienzan sus andadura investigadora con chirucas, libretina, mochila, dixital y cantimplora.
Finalmente, siempre resulta un placer compartir los senderos o contemplar los pueblos desde los altos, en compañía de jóvenes investigadores del entorno (muchos exalumnos), que comienzan por patear los datos para sus tesis y proyectos, mucho antes de elucubrar acomodados desde la mesa de un despacho cualquiera, con los pies jugando sobre la moqueta y el sofá.
Buen comienzo de prau, y grata compañía la de estos jóvenes de mochila, bolí y cámara dgital. Sirva el ejemplo de Cristian, no sólo collaciu paciente por tantas palazanas picu arriba más allá de las cabañas, sino atento investigador de estos paisajes de palabras, que también él recueye con lupa para sus trabajos etimológicos y toponímicos.
Y largas andaduras también con Moisés, Julio Faes, María, Miguel..., a través de las camperas de los puertos, de las murias y rincones de las brañas, o de los curuchos y curriechos, en conversación tan sosegada con todos los valles y cordales a nuestros pies; o en silencio y sin gorgutar palabra por la palazana arriba en plana calisma al mediodía, hasta columbrar el buzón del picacho, y alendar, por fin, bien oxigenados, pletóricos, desde la esperada atalaya cimera. Honor doblado por tratarse de exalumnos y exalumnas ya muy lejos de las aulas: hasta las moyaúras y días de nublina ciega aguantamos gayasperos.
En fin, todas las ilusiones y gratitudes ensambladas en cualquier paraje tupido de xinestas, gorbizas, érgumas, topónimos... Mucho agradezco las informaciones de Javi Fidalgo, que de cuando en cuando me envía de sus caminatas por los montes de Uxo y otros asturianos.
Gracias por todo
Imposible citar aquí a todos aquellos y aquellas con quienes fui ‘leyendo’ a mi modo las montañas, las cabañas, los caseríos, las caserías, los pueblos y las pueblas: sólo hacerles llegar mi gratitud, pues gracias a ellos y a ellas, somos muchos los que valoramos un poco más la dura vida de las mayadas, el uso inmemorial de las praderas, las ilusiones esfumadas entre el fumo de las cabanas, o por las sendas entre las peñas, las breñas y las brañas. Sentimos de otra manera, en los montes o en los papeles, las palabras.
Simplemente, gracias por todo. Sin olvidar a Olaya, Lucía y Marisa (nun faltaba más) pa que, sigan progresando adecuadamente en las esperas de los fines de semana: ya van viendo ellas que como los montes nun aumentan en altura que se note, dirán quedando menos topónimos que garigotiar..."
Xulio Concepción Suárez
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