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"Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.-«Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?»Contesté yo a sus preguntas:
-«Me voy para Sotos Albos»
Dijo: -«¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos»"
(Juan Ruiz, Arcipreste de Hita).
El género femenino en toponimia
Extracto
del artículo publicado sobre este tema:
"El género femenino en la toponimia de montaña asturiana",
en Etnografía y folclore asturiano: conferencias 1998-2001 (pp.
53-75).
Julio Concepción Suárez.
RIDEA. Oviedo. 2002.
Real Instituto de Estudios Asturianos.
Ver Bibliografía.
La toponimia femenina: el otro homenaje silencioso de la montaña
La misma vida rural estaba animada desde el alba con imaginadas formas femeninas: La Fuente las Xanas, El Alto las Xanas, La Peña les Xanes, El Picu Xana, El Desfiladeru las Xanas,..., en Santadrianu, Piloña, Lena, Mieres... Muchos topónimos asturianos para justificarlo.
Y muchos oficios artesanos están representados en la toponimia de montaña con nombres femeninos: Las Filaoras, Las Molineras, Las Texeoras, La Llavandera, Las Carboneras, La Teyera, La Ferrería, Ferreras, La Calera, La Tsabanera, La Tintera...
Unas veces, por referencia directa a las muyeres que ejercían un trabajo; otras, en alusión a la tierra que producía aquellas rebuscadas materias primas; otras, a una actividad, incluso, desarrollada por hombres. En todo caso, otra vez, lo productivo con morfemas femeninos.
El tema ha sido estudiado como "género dimensional" en la morfología románica por autores como Meyer Lubke, Von Warrtburg, Albert Dauzat, V. Kopyl... (ver bibliografía). DAUZAT, Albert. (1952). "Le genre indice de grandeur". F. M., t. XX (p. 248). Von WARTBURG (1921). "Substantifs feminins avec valeur augmentative". BDC, t. IX (p. 54).
Se diría que los nombres femeninos de los parajes quedaron profusamente tallados en el suelo como homenaje al trabajo silenciado de tantas vaqueras y pastoras, que nunca pasaron a las crónicas, ni a los registros, ni a los libros parroquiales...
Como homenaje merecido al trabajo olvidado de tantas coyeoras, recoyeoras, molineras, castañeras, llavanderas, sirvientas de señoritos y señores; o mozas preñadas, retazadas y solteras... O comadronas, nodrizas, amas de cría, amas de casa: amas de casa, no; más bien criadas, replican las muyeres en mi pueblu.
"¡Ay de mí! Perdí el camino
en esta triste montaña.
Déxame mete'l rebañu,
pastora, en la tu cabaña.
Entre la espesa neblina,
¡ay de mí!, perdí el camino;
déxame pasar la noche
en la cabaña contigo"
(copla popular)
El llamado género dimensional
Por todo lo visto, habría que deducir que, en esta relativa abundancia de topónimos femeninos, se trata de un caso más del género dimensional asturiano: güerta / güertu; ventana / ventanu; cesta / cestu; cuerna / cuernu...; aplicado en este caso al lenguaje del suelo.
Porque en la perspectiva de nativos, la montaña, la tierra, las camperas, las vegas de los puertos, las brañas y las breñas, las palazanas, las veredas, las sombras y las lomas soleyeras, las cuevas, las madrigueras, las mismas entrañas de la tierra..., fueron desde tiempo inmemorial palabras que llevan vida creativa hasta en los lexemas y morfemas.
La observación de los nativos, miles y miles de años atrás: ya en tiempos del Neolítico
Y la observación ya debe ser antigua, pues en estudios sucesivos sobre el origen de esa dimensión genérica, se llegó a la conclusión de que ya en tiempos neolíticos, los primeros agricultores y ganaderos en domesticar animales, se dieron cuenta de algo decisivo para la economía doméstica más rentable:
"que ocho ovejas y dos carneros
producen mucho más
que dos ovejas y ocho carneros".Y no les faltaría razón: a ocho ovejas, les bastarían dos carneros, o incluso uno solo, para quedar preñadas y parir ocho corderos al año; mientras que, si sólo son dos ovejas, por muchos carneros que tengan con ellas, sólo van a producir dos corderos; de los ocho carneros, les sobran siete, que no van a producir nada; uno las puede preñar a todas. La observación de hace ya más de ocho, diez mil años..., no tiene desperdicio: la inteligencia natural, imprescindible, de los nativos, miles y miles de años atrás.
Una manipulación mal disimulada: el negocio del suelo y del lugar
Pero mientras el léxico rural y los topónimos con rostro femenino siguen ahí, todo un marquetizado lenguaje publicitario se empeña en buscar términos masculinos para el turismo programado desde un despacho cualquiera: turismo rural, parque rural, parque natural, coto rural, paisaje protegido, centro de recursos, mirador, corredor, parador, merenderu, telesillas, tren de corredera, remontes, funiculares...
Escuchamos con insistencia la voz parque por todas partes: Parque de Los Picos, Parque de Redes... Es decir, simple lugar acotado para el paseo, para el recreo (eso es un parque). Y estamos a un paso de escuchar Parking de Los Picos, Parking de Las Ubiñas, como ya se generalizó camping, en lugar de la acampada, en rigor.
Y es que las palabras traicionan, muchas veces. Porque tal vez, el objetivo del parque, el parking, sea, ciertamente, el de convertirse un lugar exclusivo para el aparcamiento, el proyecto y el negocio del suelo (masculinos todos estos términos, por cierto).
Basta asomarse a cualquier braña o mayada reconvertida de esta forma. Por lo menos, algunos se inventaron con más inteligencia una terra mítica: la valoración de la tierra, una vez más. Aquí nos quedamos con la leyenda de un legendarium.
Foto de Xesús F. Manteca
Hasta se eliminan los topónimos femeninos
Hasta cuando algunos se inventan nombres, lo hacen evitando los topónimos femeninos autóctonos: así inventan algunos mapas El Negrón, donde los lugareños dicen La Penal Barral; El Valle del Sol, donde siempre fue La Ventosa; El Vízcares, donde es Les Vízcares para los piloñeses; Los Traviesos, por La Torre l'Alba de los pastores cabraliegos; o Cerreos, donde dicen los vaqueros lenenses Pena Cabello.
Y tantas otras manipulaciones contaminantes como El Gorrión, El Tubu, El Frailón..., completamente desconocidos entre los lugareños correspondientes. La toponimia femenina se destruye en los mapas también: debe sonar menos el viento en El Valle del Sol que en La Ventosa. O se quiere maquillar también el paraje con la magia engañosa de un nombre tan contrario a la naturaleza del lugar.
O con muchas otras fantasías y folletos antiecológicos, se debe querer divertir también a los turistas mirando pal Picu'l Frailón, cómodamente recostados en el autobús por El Desfiladeru de Los Beyos.
También existe la contaminación verbal.
En fin, educación sobre el entorno, para empezar. Pues si hablamos de educación, igualdad, desarrollo sostenible..., habría que ser más perspicaces: por lo menos que no nos traicionen estadísticamente las palabras con el negocio insostenible de la tierra.
Hasta las sendas del Monte Redes quieren dejar al privilegio y a las chirucas de unos pocos. El resto a consumir coca-colas en el merenderu, y a jugar con los botes por la praera alreor del aparcamientu. Mejor sería educar para las sendas también, ya desde la escuela: pero esto es más difícil y resulta menos negocio rápido. En fin, ¡cuántos problemas con términos tipo machismo, feminismo...! Mejor educar en la diversidad, que ya lo dicen los morfemas de las palabras.
Terminemos con las sentidas palabras del indio Seatle, siglo y medio después en radiante actualidad: enseñemos a nuestros hijos que la tierra es nuestra madre:
"... todo lo que ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra"
(Carta de la Tierra)
"Entre los mitos más poderosos del viaje de exploración
se encuentra el de la fuente de los ríos.
Llegar desde el fin hasta el principio,
descubrir el lugar disperso, extraño, múltiple,
donde nace, en esa estructura narrativa
se fija gran parte de la literatura de viajes"
(Jordi Carrión)
Ver artículo completo sobre el género masculino / femenino en las palabras
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El género femenino en la toponimia del río Cares (sobre el Libro de Guillermo Mañana)
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