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"Aquel tajo cerril de la montaña,
el campesino y yo
tenemos por reloj:
la una es el barranco,
otro las dos;
las tres, las cuatro, otros;
la aguja es la gran sombra
de un peñasco que brota con pasión;
la esfera, todo el monte;
el tic-tac, la canción
de las cigarras bárbaras,
y la cuerda la luz... ¡Espléndido reloj!
¡Pero sólo señala puntualmente
las horas, en los días que hace sol!"
(Miguel Hernández)
Diccionario etimológico de toponimia asturiana (2007).
KRK Ediciones . Oviedo.
Julio Concepción Suárez.
Palabras de presentación:
Club de Prensa de la Nueva España.
Día: 11 de diciembre
Hora: 8 de la tarde.
Por Xulio Concepción Suárez“¿Conoció Ud. algún sabio?
Sí, mi abuelo materno,
que no sabía leer ni escribir”
(José Saramago)Mucho agradezco las amabilísimas palabras de Juan Luis Rodríguez Vigil, Juaquín Fernández, Marta Toral y César Inclán, en representación de la editorial KRK. Como agradezco la presencia de todos y todas en este acto. Muchas gracias.
El largo proceso de un libro con cuaderno de campo.
En realidad, en un largo trabajo de campo como éste, poco podría añadir yo que no fueran los agradecimientos: casi un millar de informantes en los pueblos aparecen citados en la docena de páginas introductorias. Sin ellos y sin ellas, estos miles de topónimos (unos 35.000) escuchados de pueblo en pueblo, de braña en braña, o de mayada en mayada, año tras año, no hubieran pasado a un diccionario. Ellos y ellas son en parte coautores también.
Por esto, como el atrevimiento fue mío y las atenciones ajenas, también he de agradecerlas aquí públicamente: si las informaciones fueron orales, en su mayoría, mis agradecimientos han de ser públicos también. Como además, el proceso de un libro es largo (muy largo, tantas veces) hasta que está sobre una mesa, o entre las manos de un lector, mi gratitud tendría que extenderse a todas esas personas que lo hicieron posible.
Podría, pues, comenzar mis gratitudes por cualquier parte.
Podría remontarme al inicio del proceso: los lugareños de los diversos conceyos asturianos. De los 78 que hay, no sé si habrá alguno que no aparezca en el libro. Y si es así, habría sido un olvido: más o menos, de todos sale algún topónimo, en proporción directa muchas veces a la extensión de cada uno. Es evidente también, que en los puertos de verano los nombres de lugar corren más prisa, porque están a punto de quedarse enterrados para siempre entre las murias de las cabanas, o en el silencio bucólico de las mayadas. Una pérdida personalmente dolorosa, por cierto.
Una vez publicado el libro, todos y todas los que colaboraron en él tienen aquí sus granitos, ahora en forma de palabras. Todos son en parte coautores, aunque a unos yo les haya dado más la lata que a otros. Pero eso fue sólo cuestión de tiempos dedicados, pues las atenciones recibidas fueron siempre de buen grado en todos los casos.
Podría comenzar por la misma impresión del trabajo: Benito y su conjunto editorial, aquí representado por César Inclán. O por los componentes de la mesa, que fueron los primeros lectores, y a quienes mucho agradezco la paciencia de leerlo y valorarlo. O por esta primera exposición facilitada amablemente por el Club de Prensa Asturiana de la Nueva España.
O podría adoptar un orden simplemente geográfico: podría comenzar también por los informantes de Ibias, Allande, Vegadeo, Somiedo, Ponga, Amieva, Cabrales, Peñamellera, Ribadedeva… Y así hasta los 78 conceyos asturianos, que pienso están todos más o menos pateados y, por lo menos con algún manojo de topónimos en el diccionario.
En el orden natural, tendría que comenzar a agradecer por los más próximos: los vecinos y vecinas de Lena .
Partiendo de lo más próximo, tendría que comenzar por los informantes de los pueblos de Lena, que más me aguantaron: van citados en el prólogo del libro unos cuantos y unas cuantas. Imposible incluirlos a todos, pues el conceyu tiene casi 14.000 vecinos, y no sé cuántos miles me habrían informado desde hace ya unos cuantos años.
En los pueblos y tsugares más pequeños no recibí más que atenciones y detalles. Mucho aprendí tras ellos por por los senderos y cabanas de los puertos: Arturo el de Tiós, Ramón el de Parana, Luisín el de Güetses, Mejido el de La Rasa, Pedro, Marta, Celina, Irene, Rosina, Vidal…, en Xomezana, Raúl, Guillermo, Palmira en Espineo.
Mención especial debo hacer también de los collacios de mi generación (más o menos), hoy cada uno en su aventura profesional dentro o fuera del conceyu y de Asturias, pero que en todo momento sofitan este proyecto indefinido de estudiar el entorno rural y asoleyalu con los diversos medios a nuestro alcance. Gracias a estos amigos de siempre, seguimos entre todos descubriendo costumbres, detalles y nombres. Imprescindibles fueron siempre, Luisín, Juan Manuel, Modesto, Pedrín, Berto, Ángel..., Valerio el de Herías, Alberto el de Tiós… (muchos citados en el prólogo del libro también).
Y no sólo por los informantes lenenses, sino por los lenenses que se van de informantes a parajes bastante más inaccesibles.
Muchos datos contrastados con los amigos y muy experimentados montañeros de La Pola en torno al grupo Fariñentu, que también me aportan datos de interés, cada vez que vuelven de sus arriesgadas expediciones por Los Andes, por el Everest o por el Pamir: las costumbres de los nativos tienen mucho en común por las montañas de cualquier parte.
El aprovechamiento ecológico del medio natural, el pastoreo, la supervivencia sin otros recursos que la tierra y el ingenio, ofrece un comportamiento muy parecido en cualquier parte. En este punto la naturaleza nos iguala a todos y a todas: sólo las habilidades de cada uno y cada una, las iniciativas personales y de grupo, es lo único que nos diferencia.
Bien conocen estas circunstancias tantos decididos montañeros por otros continentes, de los que también aprendemos unas cuantas cosas, sobre todo cuando los examinamos bien tras el penúltimo viaje. Como no podemos compararnos a Rafa Polonio, Silvino, Luis Castañón y compañía, basta que ellos se xueguen la pereya , y que nos cuenten semejanzas y diferencias de otras culturas de montaña sobre una mesa a la hora de un café con calefacción y todo. Alguno estuvo a punto de no contarlo más allá por los neveros del Pamir arriba….
Y los amigos incondicionales de tantos fines de semana.
O podría comenzar por los incondicionales de andadura muchos fines de semana: Carlos, Charo, Loly, Juanco, Magda, Jose, Pano, Adela, Marisa … Y con el aliciente de la nueva savia entre tanto cincuentón: Alberto, Javier, Mirian, Martín, Manel, Olaya, Lucía, Moisés, Julio Faes… Algunos matices debo especialmente a Carlos, que en sus andaduras por cualquier braña o mayada no deja de contrastar el palabreru del diccionario con los pastores, en parte por si hay algo que añadir a una página; y en parte (cavilo yo también y lo agradezco), por si hay algo que corregir al autor, avisarlo, y ponerlo en el senderu para la próxima (por algo se dedica a la física y ciencias más exactas, claro). Doblemente agradecidos estos matices, aunque las ciencias no puedan ser todas igualmente experimentables y medibles.
O tendría que comenzar agradeciendo a la familia que nun me da la lata demasiao cuando la jornada se dobla en la cabana por cualquier circunstancia (más o menos involuntaria…, vamos a decir). Quien más me comprende ye la fía más pequena , claro, Olaya. Bueno, o la mayor, Lucía. Y hasta la muyer , Marisa, aunque dacuando refeletie un poco…
En la compañía diaria de unos cuantos collacios y collacias de la enseñanza por los distintos institutos asturianos, o esparcidos más allá de estas montañas.
O podría comenzar por aquellos compañeros y compañeras de Instituto (el de la Pola y otros muchos por la geografía asturiana), que de vez en cuando me aguantaban (y me siguen aguantando) las preguntas sobre alguna planta concreta, una etimología latina, un tipo de roca, que me aclarara el origen del nombre: José Ramón Estrada, Xerardo, Ángel Luis, Jesús Lana, Paco Noval, Yolanda, Monse, Charo, Ángel Suárez, María José, Ana Solís, Ana Fernández, Ángel Mato, Cristian.... Hay muchas formas de colaborar en un proyecto, comenzando por el sencillo sofitu (el apoyo) a lo que intentan hacer otros.
Especialmente gratas me resultaron (y me siguen resultando) las charlas en los recreos, y las andaduras por el monte, con los más que expertos montañeros de los distintos Ciclos Formativos de Actividades Físico-Deportivas de Lena en el Medio Natural: Alejandro, Pepe, Alberto, Miguel, Quique, Carlos Javier, Raúl…, con quienes uno va asociando nombres de su extensa experiencia colgados de lugares inaccesibles en estas y otras montañas europeas más allá de estos cordales. Dicen en los pueblos que “cuatro güeyos siempre ven más que dos” –por supuesto.
El grupo de trabayu nel Noroccidente asturianu: Tsuarca, Navia, Villayón, Bual....
Mucho descubrí de la toponimia más occidental asturiana en fala, con el entrañable grupo de trabayu (CPR de Luarca-Navia) con el que hace ya varios años compartimos un trabajo en equipo (a punto de publicarse) sobre el Noroccidente asturiano. Algunas andaduras, muchas observaciones sobre el terreno, y muchos nombres articulados con la fonética más melguera de Luarca a Vegadeo, altos de Villayón, Bual… Y muchas explicaciones recibidas de Benjamín Méndez, Nicasio, Rosa, Ana, Ruth, Toño, Juanjo, Antonio, César…
"A la montaña no se va a competir,
sino a aprender;
hay que leer mucho"
(Juan Luis Arsuaga).
Otros investigadores y eruditos de la montaña.
Tengo que agradecer también a otros cuantos amigos e investigadores su interés por estos temas, sus matices a ciertos nombres, sus aportaciones personales… Serían razones suficientes para seguir investigando, corrigiendo, añadiendo, matizando. Algunas precisiones y referencias se deben a Jesús, Servando…, por las brañas somedanas. Como a tantos otros eruditos de estos temas o parecidos: Adolfo García Martínez, Juaquín Fernández, Marta Pérez Toral, Carmen O. Menéndez, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Matías Mayor… Algunos, además de investigadores, expertos montañeros y montañeras envidiables: Elisa Villa, Guillermo Mañana, Celso Peyroux, Francisco Ballesteros…
Todos y todas, un poco coautores en un libro de campo, con tantas andaduras antes de llegar a una mesa
En fin, yo creo que casi todos los informantes a quienes más di la vara van en el prólogo del libro: sin duda me quedaría alguno, o alguna (y a lo peor, quien más me haya informado). Yo todavía no aprendí a evitar los errores. Van citados novecientos y muchos, pero alguno faltará que debería estar (inevitables los errores). Y en la páxina web van resumidos también.
En todo caso, quedan unos cientos en estas páginas como homenaje a todos esos lugareños que, a pesar de tantas dificultades y trabas para casi todo, siguen creyendo en los pueblos. Y siguen aguantando moyaúras, injusticias, menosprecios y peripecias, verano tras verano, con sus ganados por brañas, palazanas, cabanas, maedas y mayadas. Hasta los que me hacen preguntas por la páxina web y en el correo electrónico, son también parte activa en los matices y matices de estas páginas.
Los pastores y pastoras de las mayadas: Picos, Cuera….
Como decía al principio, los agentes primeros de estas páginas son, sin duda, los lugareños. Y en especial, los que mejor conocen el paisaje de la montaña: los pastores y vaqueros que siguen colaborando y sosteniendo con sus trabajos y sus penas, el sistema ecológico asturiano, a pesar de las escasas (muy escasas y tardías) ayudas cuando más lo necesitan o merecen.
Verdaderos ecologistas son los pastores y vaqueros en el sentido etimológico de la palabra: los que mejor estudian el medio desde el alba hasta el crepúsculo, y desde la primavera al invierno otra vez. Y así, toda una vida al completo: tantas noches en vela por el parto de una vaca; o con la oreja atenta noche y día al aullido del llobu tras la reciella. Verdaderos ecologistas naturales, lejos tantos despachos y etiquetas virtuales en estos temas.
Muchas andaduras compartí con ellos durante tantos veranos y fines de semana por pueblos y puertos entre las costas asturianas de Tinamayor y las del río Eo al otro lado; o entre Sotres, Ibias y Abres.
Especial dedicatoria a los pastores de Los Picos, Cuera, Portudera, Peñamellera... Muchas tardes, veladas vespertinas, lecciones de senda en senda, de sedu en sedu, de jitu en jitu…, debo a Juan el de Carreña, Gustavo, Pedrín, Toño, Berto, Modesto…, nel puertu altu y baju , en radiantes días soleados iluminando las calizas; o entre la nublina más ciega sobre las garmas y maedas de las peñas, con la seguridad cierta de quien camina sin riesgo de extravío alguno. Impagable el privilegio de caminar con un pastor de Picos o Cuera.
Los vaqueros y vaqueras de las brañas: El Tarambicu, La Pornacal, Sousas… .
En el otro extremo regional, muchas lecciones tomadas también a ritmo de libretina de bolsillo, boli y cámara de fotos ( más lixera la dixital ahora ) en las camperas vaqueiras de Somiedo, Teverga, Cangas... Parecidos privilegios siente uno al caminar con Jesús Lana y Paloma, Manuel Nieto, Conrado, Celso Peyroux, Xerardo…, por las espaciosas y esponjosas praderas de Camayor, El Tarambicu, La Mesa, Sousas, La Tsamera, Las Navariegas, Maravio…, levantando topónimos a diestro y a siniestro del senderu.
A todos ellos y a ellas debo no sólo incontables informaciones y amabilidades, sino el platu de arroz con arveyos en la cabana pa comer; pan del tsar al mor de las faízas nel suilu; el güevu fritu con chorizu y patatas fritas pa cenar; sabrosos quesos atsugaos con las yerbas de las penascas...
O el café de pote o de tizón tras las moyaúras y las nublinas más engurrionás; sabrosos tragos de agua en las otseras al crepúsculo, en tantos días agostiegos del verano tras la andadura larga. Y, las inolvidables sobremesas sentados sobre las peñas de las mayadas, al ritmo tan sonoro, no sólo de ganados y cencerros, sino también de palabras asturianas.
El nuevo diccionario del paisaje: la toponimia oral asturiana .
El presente trabajo, Diccionario etimológico de toponimia asturiana , pretende una vez más ofrecer otra herramienta para esa “lectura” sosegada de cada paraje asturiano a partir de los nombres del terreno: descubrir caminos, interpretar lo desconocido a partir de lo que ya sabemos; aprender de los lugareños aquello que desconocemos acerca de las plantas, de los frutos silvestres, de los ríos, de las brañas y mayadas, de los productos rurales, de las costumbres animales, de los cultos, los mitos, las creencias..., de la vida que late en los poblados.
Se pretende una "lectura", por tanto, a través del origen de la palabra toponímica: la etimología, el sentido original que el nativo, el poblador, el lugareño, dio a ese trozo de paisaje por la función que para él tenía siglos o milenios atrás. El significado de las palabras del suelo, asignado por cada cultura de paso por estas montañas, milenio tras milenio.
Se trata en definitiva de reflexionar sobre esa mezcla de pasado, presente y perspectiva, en este devenir del lenguaje que tampoco se detiene en brañas, pueblos, villas, ciudades, desde las cumbres cimeras hasta las mismas olas del mar. En fin, aprender a “leer” un poco mejor el paisaje asturiano.
"A la montaña se va con mapa;
no por miedo a perderse,
sino para saber los nombres de los picos"
(Juan Luis Arsuaga).
Estructura del trabajo: páginas, entradas, conceyos… .
El nuevo diccionario añade unos cuantos datos más a los trabajos precedentes:
• Son ahora 1.310 páginas, precedidas de una amplia lista de informantes (casi un millar).
• Se incluyen en esta edición unos 35.000 topónimos, distribuidos en unas 6.500 entradas de diccionario: nombres de pueblos (poblados o despoblados), caseríos, puertos, mayadas, brañas, hayedos, parajes protegidos, vestigios históricos, calzadas romanas, camín francés, ríos, regueros, playas, acantilados...
• Asimismo, se analizan (se intentan analizar) las etimologías de todos los pueblos mayores y menores de la región asturiana: villas, ciudades, barrios, algunas calles en relación con el entorno natural o social.
• Por esto, se recogen etimologías anteriores más o menos aceptadas hasta la fecha, al tiempo que, en su caso, se proponen otras para Oviedo (Ovieo, Uviéu), Xixón, Avilés, Nava, Vegadeo, las Polas asturianas....
• Se discuten también las etimologías de los nombres de los 78 conceyos asturianos: Cabrales, Quirós, Aller, Ozcos (Oscos), Pezós (Pesoz), Taramundi, Ibias...
• Habida cuenta del interés creciente por la montaña, el mediambiente, el turismo rural, etc., se analizan las etimologías de parajes tan sugestivos como L'Angliru, Ubiña, La Pornacal, El río Espasa, Tinamayor, Brañagallones.. ., y toda una serie de topónimos descriptivos de la ecología asturiana siglos, o milenios atrás.
• Cada entrada del diccionario se estructura en cuatro apartados para su mejor comprensión didáctica: la palabra, el entorno, el campo etimológico y la etimología , siguiendo al estructura del diccionario anterior.
• Se incluye una bibliografía final con todas aquellas referencias de lingüistas que documentan en sus diversas lenguas, las etimologías aquí propuestas (unas 400 obras manejadas para las etimologías). Fueron el imprescindible complemento documental escrito a las investigaciones orales escuchadas a tantos lugareños y lugareñas en pueblos, brañas y mayadas. Algunas seguirán siendo discutibles, por supuesto.
Unas cuantas conclusiones me llamaron más la atención.
Desde tiempo inmemorial existe todo un lenguaje toponímico y universal para comunicarse con los nombres del suelo: Urriellu, Lena, La Vega la Valencia, El Preu la Barcelona.
Dice el francés Éric Vial que entre -20.000 y -30.000 antes de C., los nativos ya señalaban algunos espacios con un nombre. Sea o no ésa la fecha de los primeros topónimos, las raíces toponímicas peninsulares se remontan progresivamente a culturas preindoeuropeas, indoeuropeas, preceltas, celtas… Y con ellas los romanos fueron latinizando el vocabulario encontrado en sus invasiones para transformarlo, aumentarlo, articularlo con los morfemas y flexiones verbales que encontramos en el léxico común: Urriellu, Nareo, La Penalba, Ubiña… .
Este lenguaje toponímico, en buena parte, no conoce barreras para ciertos nombres. Abundan igualmente los ejemplos: Lena (en Rusia, en Irlanda, y en Coruña); Valencia ( La Vega la Valencia sobre Felechosa, Valencia de Don Juan…); Barcelona (El Preu la Barcelona, en Fierros, camino del Payares); La Cuesta Cantabria (altos alleranos de Casomera); Burdeos (en Tapia de Casariego); Cuba (El Puertu Cuba, en Picos); Lamadrid, El Río Aragón, L'Aragona, La Veiga'l Brasil …, en parte de la toponimia asturiana. Mismas raíces culturales para geografías muy distantes entre sí.
Un lenguaje sin privilegios: con varios niveles de lectura, pero sin privilegios.
La interpretación toponímica no es tampoco un privilegio de nadie: si los nombres fueron puestos por los hablantes de los pueblos, los hablantes de los pueblos tendrán derecho, por lo menos, a descifrar los más comunes; o, en último caso, a equivocarse interpretando. También llevan siglos los etimologistas más librescos sosteniendo o aventurando etimologías hoy consideradas erróneas.
Como venimos observando, una buena mayoría de topónimos están en el uso diario de las caleyas, o en cualquier diccionario del asturiano en uso (o del castellano, incluso): La Fresneda, El Fontán, Buenavista, Felechosa, Cabrales, Payares, La Florida, La Fuente los Pastores, La Calle los Felechos, Llanera, Riosa, El Puertu Acebos… Otra cosa será el matiz exacto de cada paraje en el contexto de esos siglos o milenios atrás: pocas variaciones, en todo caso.
Otra serie de topónimos resultarán, ciertamente, engañosos, pero la homonimia se deshace a poco que comprobemos el terreno: Las Rubias pueden ser simples ‘rocas' (lat. rupeas ); La Roble, La Robla , sólo suelos rojizos (lat roburem ); Panes una raíz prerromana sin nada que ver con el pan. Incluso habrá casos en los que nunca se deshará la posible duda de la homonimia, pero como en la lengua usual.
Finalmente, unos cuantos topónimos serán cosa de especialistas, los menos: aquellos que se fueron asentando con los primitivos pobladores de muchos milenios atrás (preindoeuropeos, indoeuropeos…). Pero tampoco ellos tendrán la última palabra, pues faltan documentos de esas épocas para todos.
Pero un lenguaje que bien intuían los señores, los más terratenientes, los que especulaban con el suelo: sólo tenían que escuchar el nombre..
"Los paisanos de antes - contaba Pepe'l de Gapita (el d'Heros), de ochenta y pico años- , cuando a fuerza de fame y de mozacos, diban a empeñar un preu con el más ricu del tsugar, tenían que dir nombrándo-y-los caún pel so nombre, hasta que algún d´etsos y-gustara al señoritu: isti nun quería un Quentu, non; nin tampoco un Cascayal, un Bescón, La Borroná, una Felguera, un Carrascal, La Cascachona, El Escachonal, El Tacón, El Rincón... ¡Qué va!... ¡Bién sabía él escoyer!
Quedábase -continuaba contanto Pepe- con La Veiga, La Senra, La Tsinariega, Valbono, Las Fazonas, Las Regás, Candiales, El Corraón, Las Vatsinas, La Terrona, Las Tsindias..., y tantos otros nombres que nun yeran ningún tambascal: (con algo se tuvo que facer la hacienda de aquetsos señores y señoritos!".
La estrategia era evidente: sólo con oír el nombre de la finca, el señor sabía su calidad, su producción, la naturaleza del suelo, si era regable o no, lo que se podía sembrar en ella, si era grande o pequeña. No hacía falta que el pobre llevador que venía a embargarla por unos riales, se esforzara en explicarle ni alabarle las condiciones de la finca. Perdía el tiempo. El prestador sólo escuchaba el topónimo: ya lo decía todo.
La toponimia es un lenguaje puramente ecológico en el sentido de las palabras: el estudio del medio .
Le lectura del paisaje escuchando a los lugareños evitaría una parte importante (y creciente) de la contaminación verbal visual, acústica … Resulta lamentable, triste (muy antiecológica) llegar chorreando al Picu la Tesa un precioso día veraniego (o con la brisa invernal, lo mismo da), y encontrarse de sopetón con un letreu que dice: *El Picu la Texa.
Nunca un lugareño nativo del Güerna dijo en serio *La Texa, sino La Tesa: un teso grande, como tantos otros en asturiano o en castellano (La Tese, El Tesu, El Tesoreru, El Tesón, Tesadietsa…). Un verdadero desprecio al habla asturiana de los nativos. Es lo mismo que ocurre con El Tesu la Oración (sobre Bezanes y Sobrecastiellu), contaminado hoy en un foriatu irreconocible *El Texu la Oración. Y tantos otros…
Los agentes naturales traducidos a nombres del suelo: el agua, el viento, la nieve, el frío, el hielo, el fuego, el sol, los rayos, las plantas, los animales, el hombre, los dioses y las diosas, el culto, el mito, la leyenda.
Las palabras del paisaje fueron recogiendo en el tiempo los efectos naturales que los sucesivos agentes fueron tallando con el tiempo: La Peña'l Vientu, El Puertu Ventana, Pasafrío… (viento, frío…). Güeria, La Madre l'Agua, Rioseco… (el agua). Riafrecha, La Frecha, Los Argaos, Los Argaxos … (los desprendimientos del terreno). Penevera, El Pozu la Nieve, La Cotsá'l Trabe…
O La Quemaona, L'Esqueimadietso, Busquemao… (el fuego, por unas u otras causas). La Paré'l Rayu, El Roble la Centella, La Piedra'l Rayu… (la caída de rayos). La Solana, El Picu'l Sol, A Solá… Tárano, Xuviles, Piedra Xueves… El Vatse la Muyerona, El Pozu las Muyeres Muertas, Valdecuélebre…
En cada página de este gran libro abierto del paisaje fueron tallando con los siglos sus efectos todos aquellos agentes, naturales o sociales, que pasaron o pisaron el paraje. Su lectura en cada tiempo nos va dando idea de la historia de ese lugar, y de la perspectiva que le espera a este ritmo de transformación o destrucción, según los casos.
La toponimia supone un ininterrumpido plan de lectura, escritura, investigación (PLEI, PLEIE), tan asoleyáu ahora: escuchar a los lugareños, leer, interpretar, escribir sobre temas de interés para nosotros, informatizar...
Ciertamente, hoy más que ayer, viajamos, hacemos rutas por las montañas o por las carreteras, manejamos mapas, libros de guías, o simplemente nos aburrimos, y vemos pasar veloces letreros y letreros al otro lado del cristal de la ventanilla.
Una buena ocasión para leer más allá de los libros de literatos y de textos: incluso observamos que hay muchos nombres iguales ( Piñera, Fresnedo, Brañes …); o muy parecidos en otros países y continentes ( El Puertu Cuba, La Veiga'l Brasil, La Vega la Valencia, El río Lena ruso, La Fuente la Madriz ).
Es decir, todos leemos, incluso sin darnos cuenta o a la fuerza: los mapas de google, el SIGPAC …, para localizar una finca propia o ajena, para hacer un viaje turístico, o para una expropiación cualquiera, nos obligan a leer. Y todos escribimos más o menos, por voluntad o a la fuerza: tenemos que hacer instancias, delimitación de fincas… O tenemos que presentar una narración para clase, un trabajo monográfico, un informe. Nos hacen falta los nombres del suelo.
El lenguaje de los mapas: un ejemplo multidisciplinar evidente (mapas escolares, mapas montañeros, cartografía más técnica…).
Los mapas suponen una aplicación práctica inmediata donde se juntan varias técnicas y niveles de lectura (el famoso PLEI): la escucha activa (¿cómo pronuncian los lugareños, los asturianos, los nombres que conocen desde pequeños?); la lectura crítica (¿están bien puestos y articulados los nombres de un mapa); la capacidad constructiva (¿cómo puedo colaborar para mejorar el lenguaje de los mapas?).
O la interpretación (¿cuántos nombres puedo asociar con algún significado?); la investigación del entorno (¿cuántos nombres puedo aportar a los que hay en un mapa?); la escritura (¿cómo puedo disfrutar con una redacción, descripción, narración…, sobre los paisajes que bien conozco, con pelos y señales?).
El lenguaje de las carreteras: los letreros, los rótulos, las indicaciones de pueblos, parajes, parques…
Recurso diario para la lectura, la interpretación del paisaje, es el lenguaje de las carreteras: cada pocos metros encontramos letreros que describen cada pueblo, cada monte, cada punto vistoso desde un mirador cualquiera. Podríamos multiplicar el placer de la andadura (y evitar el aburrimiento tantas veces) simplemente como intentar descubrir el sentido de cada nombre a veces muy fácil: Colmenar, Morales del Vino, Pajares de los Oteros, Majadahonda…
Los topónimos tienen raíces muy ramificadas: no se pueden interpretar aislados (Xixón, Uviéu, Madrid, Barcelona…).
Si el lenguaje toponímico es más o menos universal, no se pueden interpretar los nombres por separado: para entender la referencia del más cercano, tengo que observar lo que tiene de común con otro parecido, más alejado en el espacio, o en el tiempo.
Sirva un ejemplo cualquiera. Si tengo Xixón al lado, pero paso un día por Gijona en Alicante, se me ocurrirá pensar si tendrán algo en común. Y a lo mejor lo tienen: la piedra (lat. xaxum ), el acantilado, mucho mayor el de Alicante (género dimensional femenino). Luego compruebo la misma circunstancia en el ríu Xixún (Llanes), Xixún (en Siero)… Siempre queda el peligro de las homonimias: pero como excepción.
Lo mismo podríamos decir de Oviedo : si subimos al Angliru, encontramos Campa la Obia . Y tantos otros parajes asturianos parecidos: El Puertu Obia , El Llagu Obia (Casu, Piloña), Obios (altos de Turón), L'Ubiu (San Martín del Rey Aurelio)… En todos hay agua: por algo será: posible raíz indoeuropea * ap-, *ab- (‘agua, río'), tan frecuente en la mayoría de las lengua, lo mismo en el uso común que en el toponímico.
Y lo mismo ocurre con topónimos que parecen únicos, pero que están muy repetidos en cualquier toponimia regional: Madrid, Lamadrid, El Madrusu, El Madronal, La Fuente la Madre, El Joyu la Madre… El nacimiento de agua. O Barcelona, El Preu la Barcelona, La Barciniella, Bárcena de Quirós, La Bárzana… O Valencia, La Vega la Valencia… Una tierra fértil. O Aragón, El Preu Aragón, El Río l'Aragona … O Sansebastián de Morcín, La Reguera Vigo (en Lena) , Burdeos (en Tapia), Coruño (en Llanera), Allier (en Francia), Lena (en Rusia y en Irlanda), Campomanes (en Alicante).
Abundan las palabras con morfemas femeninos en el paisaje: Las Morteras, Las Cortinas, La Bizarrera, Las Robequeras….
Tal vez en contigüidad con el lenguaje de la “ tierra madre ” –que diría el indio Seatle- la lectura de un paisaje ofrece un rostro femenino en buena parte: brañas, tierras de sembrar, lugares de animales, suelos de minerales, lugares con agua, lugares propicios a las plantas…, llevan nombres con morfemas femeninos. El culto a la tierra que produce: la Pachabamba de los amerindios.
Sirvan unos cuantos ejemplos: La Pornacal, Sousas, La Peral… Erías, Morteras, Cortinas… Panizaliegas, Ordaliegas, Escanlares… Viñas, Viñuelas, As Viñías, L'Ablanosa… Cabrales, La Faisanera, La Bizarrera, Les Robequeres… La Magrera, Ferreirúa, La Jerrera, Buferrera… Navia, Narcea, Deva, Sella… Ciertamente, hay muchos masculinos, pero en menor cuantía: las zonas más productivas, espaciosas, topaeras…, para lugareños y ganados, llevan nombres femeninos.
Es el llamado género dimensional: lo femenino, siempre mayor, en la perspectiva de los pobladores que fueron dando nombre a las cosas desde épocas prerromanas. Sobreabundan los ejemplos en el mismo uso común: la güerta , mayor que el güerto ; la ventana , que el ventanu ; la ría , que el río …
Hasta la luna lleva el género femenino, pues la vieron los primeros hablantes más productiva que el sol : influye en el crecimiento de las plantas, en las mareas, en el parto de los animales… Varios estudios ya sobre estos temas. El lenguaje toponímico es muy claro en este caso: los mismos libros de montaña pateados por diversos montañeros lo atestiguan.
El lenguaje toponímico es el lenguaje del paisaje: por tanto, es el lenguaje de los cinco sentidos (El Xiblu, La Peña'l Vientu, La Voz de los Cabreros, La Funfría, Les Caldes….).
Los lexemas y morfemas de los nombres del suelo se suman a los aromas, a los sonidos, al sabor de las voces lugareñas, transmitidas por la memoria milenaria de pastores y pastoras. Porque las etimologías (las raíces de las palabras) tienen sabor lingüístico completo: llevan en el sentido colores del terreno, formas de las peñas, el frescor o el temple de las aguas, sonidos de manantiales y bisbiteras, suelos resbalosos, frutos sabrosos, aromas, peñas encrespadas… El paisaje traducido a topónimos con los cinco sentidos.
Es decir, la lectura del mosaico toponímico que late en el paisaje más allá de las palabras: La Peña'l Vientu, El Xiblu, La Voz de los Cabreros; Peña Blanca, Las Rubias, El Siirru los Coloraos, La Colorada, Las Bermechas; La Floría, Rosaliego, Los Rosales; La Fonfría, Les Caldes, Fuentes Calientes, Peña Crespa, Las Tremas, Las Tremonas; Peña Salera, El Monte'l Blime, L'Arandanal, L'Achiteiru, Los Gabuxeos… Escuchar, contemplar, saborear, oler, palpar la piel del paisaje.
La toponimia es parte del patrimonio regional : El Questru, El Castro, Castrillón, El Castión….
Cualquier paraje por pequeño que sea, si fue usado por alguien, tiene la historia escrita en el topónimo: desde el primer habitante (o fundador) hasta estos mismos días, todos los que habitaron un pueblo fueron asentando un nombre para cada función del suelo. Las edificaciones masivas actuales, el cambio de nombres en los pueblos, la nominación de calles con nombres de políticos…, está destruyendo la historia da cada cultura de paso por el paraje.
Un lugareño que nos lleva de paseo por su pueblo o ciudad es el mejor guía descriptivo del lugar: El Questru (el asentamiento de nativos en los altos); La Caleya (el núcleo urbano primitivo); La Fonda (una antigua posada); La Peralera, La Fuente l'Ablenu, El Quentu les Viñes, La Iría … (los antiguos sembrados, los frutales…); El Molín de l Sala, El Mercao, La Teyera … Las pequeñas industrias rurales….
El lenguaje toponímico es el documento oral de cada paraje: La Capilla'l Michadorio….
Cualquier espacio poblado o montaraz dispone de un documento vivo, aunque su pequeña historia nunca haya pasado a las crónicas escritas, ni a los documentos catedralicios, ni a los archivos monacales. La voz oral de los lugareños transmite los datos del paraje, mientras existan pobladores que los transmitan, claro. Sirva el caso de lugares como El Michadorio, La Capilla'l Michadorio (Teverga), La Capilla l'Humilladeru (Cudillero), El Miadoiru …
Son un documento asturiano de los abundantes ‘humilladeros' conservados hoy especialmente en la vecina región galega: los lugares con una función medio religiosa, medio social, medio política, donde se castigaba a ciertos vecinos por sus costumbres licenciosas; o por no pagar impuestos, o por sus ideas religiosas… Donde se les humillaba expuestos al lado de los caminos, o en lugares bien salientes, para que los transeúntes los tomaran como ejemplo a evitar.
El lenguaje toponímico es un documento botánico: Los Carapanales, El Saño, El Carrascal….
Lugares como Los Carapanales (en Caravia), El Sañeo (Lena, Picos de Europa)…, son un ejemplo de plantas desaparecidas del uso de los lugareños. Los carápanos son un híbrido de peruya insertada en espinera, aún conservado en algunos conceyos (Aller, Lena, Cangas d'Onís…), que duraba hasta el invierno arriba, incluso en los árboles monteses. Y el saño , citado por J. M. González como planta de San Juan, ya no lo conoce nadie en Asturias, que se sepa. Por lo menos, la palabra está perdida.
El lenguaje toponímico es un documento geológico, hidrográfico: Sobrolagua, Barcelona…
Sirva el ejemplo del hundimiento de vías, carreteras, túneles, socavones…, en Barcelona. La palabra lo lleva en los monemas. Barcelona significa ‘agua': viene de la raíz prerromana *bar- (‘agua, vega, orilla'), origen de tantas Bárcena, La Barciniella, La Barca…, por diversas geografías regionales.
Y esas aguas de las Bárcenas proceden del subsuelo profundo, tipo lamas (llamargas, tsamas) , de modo que no hay forma de secarlas: seguirán fluyendo con las consecuencias sufridas por los usuarios, y despreciadas por los constructores, ajenos a toda precisión verbal de los lugareños.
La misma circunstancia se repite con el otro AVE paraleo a su paso por Lena: el pueblo de Traslacruz se hunde bajo los socavones de los túneles de la variante. Despreciada también la toponimia por los técnicos, los lugareños ven indefensos cómo se secó la fuente del pueblo que fluye de los puertos de La Vachota. Y cómo se siguen secando las de alrededor. La razón está a la vista: justo toda la ladera que asciende hacia La Tesa sobre las mismas casas se llama Sobrolagua (‘sobre el agua'). No ha de ser casualidad.
Era evidente que cualquier túnel bajo un lugar tan abundante en agua se iba a hundir sin remedio, cambiar de dirección los manantiales, producir socavones difíciles de contener… Los topónimos lugareños se equivocan muy mal.
El paisaje con nombres es una fuente de aprendizaje multidisciplinar : La Fuente la Plata (la balata), La Malatería….
Ese mosaico de palabras sobre cualquier paisaje no es un conjunto enigmático en privilegio de unos pocos etimologistas. Ni mucho menos: las palabras del paisaje, en principio, están al alcance de todos los hablantes de un territorio en su lengua regional: los pobladores fueron dando nombre al suelo como a las personas, a sus animales o a los instrumentos de trabajo.
Las palabras toponímicas forman parte del léxico de la lengua asturiana, pues se construyeron con los mismos mecanismos que el resto de palabras familiares de uso común. Otra cosa es que sean muy antiguas y algunas hayan quedado petrificadas en sus estadios iniciales. O que no hayan dejado derivados en las caleyas.
Pero en su mayoría los nombres del paisaje se fueron componiendo en el tiempo como el resto de las palabras que usamos a diario: una raíz (o varias)+ unos sufijos, con unos prefijos a veces. Hay topónimos muy claros: Lavapiés, Pasafrío, Quitameriendas … O con algunos matices: La Malatería (donde se curaba el mal); Solatorre (junto a la torre); Trespalacios (detrás del palacio); La Escandalera (el lugar donde se vendía la escanda).
El lenguaje toponímico siempre es interactivo entre los vecinos del pueblo, y entre una generación y la siguiente: la fuerza de la interpretación popular en El Pozu las Muyeres Muertas, La Fuente'l Verso, El Vaso, El Beso….
A lo largo del tiempo los lugareños se preguntaron siempre por el significado de los nombres de sus picos y sus pueblos. De ahí tantas deformaciones en la interpretación popular. Hoy mismo abundan foros digitales como foropicos.com, un ejemplo de cientos de amigos que buscan, rebuscan, intercambian, discuten, se emocionan a veces…, por encontrar el significado de nombres de picos, brañas, pueblos… Son la prueba del interés vivo del tema, como lo fue siempre hasta la fecha, aunque antes no pudiera pasar de la discusión en el chigre del pueblu, claro.
Sirva la transformación que sufrieron nombres como El Pozu las Muyeres Muertas, La Fuentes'l Verso, la Fuente'l Beso, La Fuente los Enamoraos, L'Homón de Faro, La Fuente la Reina, La Vega'l Rey, la Vega'l Ciegu, La Cruz del Ciegu, Naveo… Ni muyeres, ni versos, ni besos, ni enamoraos… en estos casos concretos: simples piedras mutsares , lugares aveseos (adversos, a espaldas del sol, sombríos…). La fuerza de la intriga por el origen del nombre entre los lugareños. De ahí lo de beso, verso …
Es un lenguaje didáctico: La Funfría, Los Güertos del Diablo….
Los lugareños de los pueblos siempre se preocuparon de enseñar los nombres del suelo a sus nietos: de transmitir el lenguaje del entorno como un elemento más de supervivencia a lo largo del año. Bien se preocupaban los mayores de que los más jóvenes supieran con precisión dónde había agua ( La Fontona, La Fonfría …), dónde había cerezas ( La Cerezal, Cirizaleo …), o por dónde había de pasar con buen cuidado ( Los Güertos del Diablo, El Canalón del Infierno …).
Hoy se nos exigen informes, redacciones…, en muchos estudios y trabajos: guías de Turismo, Ciclos Formativos, asignaturas diversas… Una forma muy fácil de ponerse a trabajar con lo que tenemos al alcance es contar, narrar, explicar, dar instrucciones…, siguiendo simplemente los nombres del paraje: siguiendo el mapa correspondiente, o preguntando a los lugareños, ya tenemos algo de donde partir, simplemente contando lo que vemos, señalando por dónde pasamos. Usando el lenguaje del suelo.
Una sucesión de culturas talladas en el paisaje: la cultura del roble, la cultura del pan, la cultura de la leche, la cultura de la manteiga, la cultura de los dioses y las diosas, la cultura de los caminos, la cultura del trabajo comunal, la cultura del tiempo y de las horas…
Muchas culturas fueron quedando detenidas con sus nombres sobre cualquier paisaje: Robleo, Pena Manteiga, Tseitariegos, La Cabaña los Madreñeros, La Penasca Valdediós, El Ríu Deva, Tarañosdiós, L'Horro los Probes, La Mantenencia, La Malatería, Las Comuñas, Les Mediescuadrielles, La Plaza l'Asquisa, El Concecho, El Picón de las Doce, La Cuesta'l Mediudía…
La historia de cada paraje es una especie de base de datos archivada en los distintos nombres del suelo, por mucho que la mayoría hayan desaparecido al ritmo que se fueron del paraje las memorias de sus habitantes. O al ritmo que las obras, las edificaciones, las concentraciones parcelarias, hayan ido eliminando nombres más pequeños para dejar sólo uno principal. ¿Cuántos topónimos menores habría en Montecerráu, La Fresneda, La Raya (en Sanisidro) varios siglos atrás?
Todos sabemos más o menos de un paraje: los nombres están a la vista o al oído, en el pueblo, en un mapa, página web, blog digital…
El caso es que del paisaje, por lo menos, siempre podemos saber todos algo. Más aún, incluso a veces, ciertos alumnos es de lo único que saben mucho: de los nombres de su pueblo, de su monte, de su braña, de sus aficiones a la caza, a sus rutas en quad los fines de semana… Algo es algo para empezar: y ya pueden hacer unos cuantos trabajos de clase, presentaciones en power-Point … Partimos de lo que tenemos. Y ya no vale decir que por dónde empezamos: simplemente, decimos dónde estamos, qué lugares vamos atravesando… Hablamos de lo que sabemos.
El ejemplo de las páginas web, los blogs digitales, webquest …, son un ejemplo: crecen cada día los escritores de textos digitales; los aficionados/as a la montaña, a la ecología, a las rutas…, que trasmiten sus aficiones al tiempo que ponen sus conocimientos al alcance de otros. Incluso en ocasiones hacen una importante labor de investigación: recogen, atestiguan, difunden topónimos que iban a extinguirse sin remedio, a no ser por alguien que los salve, una vez desaparecidos los pastores o vaqueros del lugar.
El lenguaje toponímico nunca se detiene en el espacio ni en el tiempo: El Basureru, L'Apeaderu… .
Seguimos describiendo cada palmo de paisaje, incluso cambiando el nombre antiguo por otro más moderno. Cruzamos cualquier pueblo mayor o menor, y escuchamos a sus lugareños que ya dicen El Basureru, La Estación, L'Apeaderu, La Parada l'Autobús, L'Aeropuerto, La Gruta… Puede que antes tuviera otro nombre más genérico (El Castañeru, El Terraplén, Ranón…), pero ahora se acotó ese espacio más pequeño y concreto con un nombre que define su función actual: ‘el lugar de las basuras descontroladas', ‘la estación del tren', ‘la parada del bus'…
El lenguaje toponímico sigue vivo, aunque a un ritmo menor, pues la mayoría de los espacios ya tienen un nombre milenario, centenario…, por lo menos. Las sucesivas divisiones y subdivisiones del suelo, en esa lucha por aprovechar el terreno hasta el metro cuadrado, siguen creando nombres. Se suma la circunstancia de la nueva modalidad política de cambiar los nombres de las calles, de los barrios…, por circunstancias muy diversas (politizadas, sobre todo), con las consecuencias económicas, culturales…, que ello conlleva. Otra forma de contaminación medioambiental en uso.
Apertura de Centros a la Comunidad Educativa: el gran recurso oral de la tradición oral en los pueblos.
En la creación de hábitos lectores y escritores, tiene importancia decisiva la participación de toda la comunidad del entorno: padres, madres, güelos, güelas…, pueden ofrecer material abundante para el desarrollo de la capacidad de escucha, tradiciones, leyendas, gastronomía, nombres de lugares, nombres de plantas, geografía asturiana… Imprescindible para los trabajos de aula de los alumnos: narraciones, descripciones, presentaciones power-point…
Los mismos padres y madres ya lo están demostrando con sus asistencia a cursos por las tardes: ellos y ellas mismos están recuperando un poco el tiempo a veces perdido, y leen por internet, buscan informaciones, redactan recetas de comida, describen su pueblo, sus caleyas… O visitan museos virtuales, salas de arte, visitan islas en páginas turísticas… Lectura, investigación, redacción… para todos y todas.
La investigación toponímica de montañeros, montañeras…, más allá de los lugareños: un proyecto de futuro, un gran diccionario con las aportaciones (pateadas, comprobadas) de todos y de todas.
En ese PLEI ahora de moda, el plan de escritura y de investigación puede resultar novedoso, ciertamente. Se dijo más arriba que los montañeros y montañeras más respetuosos con el entorno lingüístico que patean pueden aportar mucho al patrimonio toponímico asturiano. Los pastores y vaqueros menguan cada año en las brañas, pero crecen los aficionados a la montaña, que los escucharon, o siguen escuchando.
Con el saber de todos los montañeros y montañeras se hacía un tupido diccionario de lugares: los nombres exactos que ellos y ellas oyeron desde sus años mozos. Hay muchos topónimos ya publicados (Guillermo Mañana, Alfredo González Guari, Francisco Ballesteros…), pero hay muchos más que no publicaron libros, y que tienen muchos nombres autóctonos en en la recámara de su memoria o en sus notas de libreta. Un patrimonio en silencio también..
Sería una pena que se esfumaran estos nombres, y desaparecieran de un paisaje, como ocurre cuando un pastor baja definitivamente de una última cabaña en su mayada. Queda la esperanza de la informática otra vez: frente a muchos topónimos contaminados, aumentan las páginas web respetuosas con la toponimia del lugar. Un buen documento a seguir aumentando. Aunque también hay webs y blogs que siguen contaminando el patrimonio de los nombres, ciertamente.
A modo de ejemplo práctico final: el grupo de trabayu del CPR de Luarca, en el Noroccidente asturiano. Paisaje y toponimia: un modelo interdisciplinar de colaboración de profesores y profesoras sobre el terreno y en las aulas (trabajo de inmediata aparición).
Con motivo de un curso del CPR en Navia y alrededores, se formó un entrañable grupo de colaboración didáctica que dio lugar a un libro bajo la dirección de Benxamín Méndez. En él colaboraron 17 profesores / profesoras, cada uno con sus aportaciones según sus preferencias, grupo de alumnos, etapas de aprendizaje, zona de trabajo, especialidad didáctica…
Durante estos tres años se fueron aplicando, experimentando, estudiando… en las aulas las diversas posibilidades de utilizar el paisaje como imprescindible herramienta de trabajo al servicio de todos y todas: del paisaje todos sabemos mucho, aunque no sepamos cómo utilizarlo al servicio de las asignaturas en cada currículo.
El resultado fue un libro en el que aparecen experiencias para casi todas las materia de aula: Lengua, Geografía, Inglés, Lengua Asturiana (fala), Dibujo, Ciencias Naturales, Cultura Clásica, Historia … Una muy grata experiencia sobre las páginas del paisaje, y sobre las páginas del libro. Al completo.
En fin, gracias a todos y a todas por escucharme. Y que sigáis construyendo con vuestras interpretaciones este libro. En palabras de Joseph Conrad: “El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector ”.
Xulio Concepción Suárez
NOTA de redacción. Puesto que se trata de una comunicación oral, aunque la mayoría del texto se estructura en castellano, conscientemente no se subrayan las palabras en asturiano, pensando en el estilo general del Diccionario, y en buena parte del público que gusta de escuchar las expresiones en sus giros más naturales: los que realizarían los lugareños en su contexto rural o urbano.
Dedicatoria final:
"Y especialmente dedicado
a Arximiro el de Xomezana,
Arximiro Octavio Álvarez López:
excelente alumno de 88 años.Autodidacta ejemplar:
ocho meses a escuela en toda su vida
(había que dir a las vacas, a las oveyas…).
Y escribe hoy sin una falta…Sobresaliente, un 10,
pero un 10 altu…
Alumno inteligente,
y por ello humilde (muy humilde),
culto, un sabio
de la memoria rural asturiana:
muchas reflexiones manuscritas
lleva Arximiro a boli negru
sobre los senderos de su vida
y de su pueblo lenense,
en libretas y libretas de rayas y rayas,
con márgenes azules
a la izquierda
(toda una joya para encuadernar
con letras de plata)…Y, con todo,
seguro que,
acurruquéu en aquella esquina
de un rústico caserón
al mor del fuibu
y de las faízas arroxando nel fogón,
en la soledad creadora
de las nuiches invernizas de Xomezana,
con el viento helado
xiblando en los cristales,
si no fuera por pura humildad
(por nun comparase con nadie, vamos),
Arximiro pensaría también
con el filósofo:
“Sólo sé que no sé nada”.
Arximiro, gracias asgaya".A modo de ejemplo, unos cuantos topónimos resumidos, en esquema:
Artículo de La Nueva España, por J. E. M.: "En el nombre de los pueblos está escrita la vida".
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Editorial KRK