Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular
 

Palabras clave, tags: Nuestra Señora La Brañuela, Aller, Vegarada, libro, vaqueros

"… y la campana tan de necesidad, que haviendola particularmente en tiempo de nieves, y vorrascas, que la vista no alcanza la recta dirección, concurrirían á su voz muchos transeuntes se introducirian en la casa, y no perecerian…” (año 1829, ADPTSS, Archivo de la Dirección Provincial de Trabajo).

La Ermita de Nuestra Señora de la Brañuela
Viajeros, peregrinos y vaqueros
de las brañas alleranas
en el camino antiguo por el Puerto Vegarada

por Juaquín Fernández García
y Julio Concepción Suárez

Edita Lolo Caleyín, AGRO Caleyín
Imprenta Gófer.

2013. Cabañaquinta.

 
 

Presentación del libro:
La Brañuela, agosto, 20013,
por Julio Concepción Suárez

Muchos podrían ser los senderos de estas primeras palabras al presentar un libro rural ante una ermita y unas cabanas tan cerca del cielo en la montaña

En un escenario natural como éste, tan lejos de formalismos, sillones y protocolos, las palabras que siguen resultan doblemente sabrosas: día soleado, murmullo del arroyo, cencerros de ganado al sesteo del estío, vestimentas y coloridos veraniegos, niños saltando por la campera, aromas de yerba seca, de la malva y del orégano que florecen vistosos en los praos y a la falda de las peñas. Simplemente, un libro en una braña.

Por esto, con razón sobrada podríamos comenzar la presentación de estas páginas por muchos apartados: todos tendrían su justificación en un único resultado, este pequeño (pero entrañable) librín que ahora ojeamos (y hojeamos) entre los dedos. Pues el libro es fruto de muchas circunstancias favorables al tiempo.

Por ejemplo, podríamos comenzar agradeciendo vuestra presencia aquí: la asistencia, un verano más, a esta fiesta brañera, a medias entre romeros y vaqueros, en torno a una capilla y un mayéu, que tantas historias, peripecias, gabelas o alegrías ha de guardar en su bucólica memoria, con tantos vaqueros, peregrinos y pasajeros de siglo en siglo, por este camino allerano antiguo entre Ruayer y el alto del puerto, camino de Cerulleda, Lugueros, ya en el cauce del río Curueño..

Con vuestra grata asistencia a este acto ahora presidido por un libro, rendimos todos un merecido culto, no sólo a una Virgen de las Nieves (como bien nos explica el cura, Pipo), sino a los verdaderos protagonistas de un puerto de verano varias décadas atrás: los vaqueros y vaqueras de los pueblos alleranos, que por tantos siglos dieron de comer a sus familias, con tantos sacrificios y penurias, siempre de camino entre la casa y las cabañas.

Verdaderos milagros debían facer aquellas madres y güelas para mantener tantas bocas familiares (más que numerosas entonces) con los cuatro productos que baxaba del puerto el padre o el güilu cada fin de semana (las mantegas, leche diburao..., poco más). Verdaderos milagros para sobrevivir tantos años antes de las novedades tecnológicas recientes, y los congeladores atiborrados ahora todo el año, y sin tantas moyaúras ni gabelas..

Gracias por vuestra presencia en este acto

Por esto, muchas gracias por vuestra asistencia, y que sigáis con la misma ilusión no sólo conservando, sino valorando de verdad y transformando toda esta forma de vida y de trabajo con tantos milenios detrás. Pastores, vaqueros, ganaderos, fueron siempre los verdaderos labradores del paisaje: sin ellos, los praos limpios, las praderas impecables, los bosques..., no podrán conservarse mucho tiempo.

Los jóvenes de ahora, con muchos más medios que aquellos, disponéis del mismo paisaje, si bien en otros tiempos; un milenium presente, con otras perspectivas bien distintas, pero con el mismo objetivo: seguir utilizando, transformando, aprovechando el suelo para seguir sobreviviendo en el tiempo. Sólo fay falta querer y que vos dexen facelo, claro, pues a veces sobran las trabas para quienes tienen tantas ilusiones y saberes invertidos (miles de euros y de horas invertidas); y, en cambio, nun hay xebes nin travesones pa los que sólo manexan pallabrinas melgueras, dietas y corbatas... Y, por supuestu, farturas (eso sí, "comidas de trabajo", que naide se confunda...).

Y el resultado bien a la vista está en buena parte: cuando se abren las xebes de los praos y se cierran los aguañales, el paisaje, los caminos, los senderos se llenan de maleza intransitable. Y cuando hay un incendio ya sólo quedan los lamentos: pero con lamentarse nada se soluciona. Lo mejor será seguir conservando y transformando productivamente nuestros paisajes de siempre. Es lo que hacen ganaderos que siguen en estos puertos año tras año. Y es lo que tendréis que hacer los jóvenes de ahora, tal vez explotando lo que antes tanto se detestaba: las mismas malezas, hoy tan rebuscadas para los productos-bio y compañía. Lo que son las paradojas.

También podríamos comenzar con el recuerdo y el entusiasmo de Juaquín por sus puertos y cabanas de la infancia

Juaquín fue, ciertamente, el alma de la capilla y de la braña cada año. Muchos estudios y publicaciones, muchas horas dedicó a estos puertos, en los que él se crió desde bien pequeño y llevó siempre consigo mucho más allá de estas reducidas montañas. Él fue el impulsor de este pequeño proyecto que con tanta ilusión había diseñado, y que sólo pudo comenzar.

Como tendríamos que citar a Tere y a sus hijos, que siguieron impulsado estas páginas y facilitando los datos que les fui solicitando. Sin ellos no hubiera sido posible este acto aquí y ahora, en esta bucólica braña, fundida para siempre con la memoria de Juaquín. Y sin ellos tampoco hubiéramos llevado a términos la publicación de estas páginas.

O deberíamos comenzar por los vaqueros actuales: Fito y compañía

También podríamos comenzar la presentación del libro por los informantes, los que fueron (o siguen siendo) vaqueros y vaqueras en sus tiempos más mozos, por estas camperas y cabanas de estos puertos altos de verano. Por ejemplo, Fito: muchas conversaciones están presentes en estas páginas sobre los nombres del puerto, los senderos, las plantas, las costumbres con el ganado, los trabajos por las mayadas, las caminatas camín de casa, las inclemencias del tiempo, las penurias, las peripecias en los días de nublina tras el ganado... Sin las informaciones de Fito y compañía, el libro no habría sido posible como salió ahora.

Pero sin jóvenes, menos jóvenes y rapaces más nuevos (los retoños de la braña) tampoco estarían tan animadas estas camperas de la Ermita, aunque sólo sea por unos días de verano. El caso es que con vuestro apoyo a la vida de la braña, y a la lectura de este libro, fuimos capaces de reconstruir en unas páginas y unas cuantas fotos la vida diaria de uunos puertos (Funfría, La Vega Baxo, Les Vegues de la Reina, Canietsa...), para que tampoco ella nunca se vaya de la memoria rural de los asturianos venideros. Como dicen los bretones franceses:

"Le passé doit être
une source d'inspiration,
et non d'imitation;
de renouvellement,
et non de répetition"

("El pasado debe ser
una fuente de inspiración,
y no de imitación;
de renovación,
y no de repetición")

Como también algunas imágenes y páginas del libro pasarán en breve a la vida virtual (globalizada, que se dice ahora) de interné (www.xuliocs.com), es evidente que los aires vaqueros de estos puertos alleranos inundarán para siempre las pantallas de ordenadores y tabletas mucho más allá de estas reducidas montañas. Quedará constancia de las iniciativas, trabajos, peripecias..., con las que los alleranos fueron construyendo estos paisajes que les dieron caminos, alimento y cobijo desde hace ya varios milenios hasta estos mismos días, bastante más digitales.

En homenaje también a un conceyu, a un río..., que fluye milenario desde mucho más allá de estas montañas

Los tiempos son ahora otros, ciertamente, pero, en realidad los grandes cambios acelerados son desde van cuatro días, que diríamos ahora (cincuenta, cien años a trás, lo mismo da). Pero en este mismo valle, en estos altos, hubo habitantes desde van cuatro mil, seis mil años atrás. Así lo documenta el mismo nombre del río Aller (Ayer, en realidad): indoeuropro, *al-l-, *all-i-, 'agua'), como el río francés Allier, o el río alemán Aller (escrito exactamente igual, la pronunciación será otra cosa).

Como podemos leer en Wikipedia, Aller es el río alemán, con 211 km de recorrido por la Sajonia, afluente por la derecha del río Wesser (bien lo asoleya Wikipedia, en nuestro honor, y para claridad de todos). O sea que la antigüedad de la palabra Aller viene de lejos en el espacio y en el tiempo: el mundo ye muy grande, como se decía antes en los pueblos. Ye muy grande, pero tamién ye un pañuelu, que dicen los mismos o los otros: también el río Lena está en Rusia, o el valle de Lena en Irlanda...

Por esto, el río Aller simboliza la importancia del agua lo mismo antes que ahora, y aún lo será más en el futuro (ya lo estamos comprobando con tantas sequías sucesivas en verano, sobre todo): el agua es vida, y del agua, se bebe, pero se come, sobre todo; el agua es divina, por eso los ríos estaban divinizados (se les adoraba) como el río Deva de Covadonga y el río Deva de Panes.

Los ríos (como los lagos) aseguraban la alimentación en invierno y en verano: peces, caza de animales que se concentran a beber, pastos, productos, sembrados en las riberas... Se daba culto al agua: por algo la remota raíz de la palabra Aller (la asturiana, la francesa, la alemana) sólo significa 'agua', la imprescindible agua de la vida. Uno de esos cuatro elementos que nunca faltan donde hay vida: tierra, aire, luz y agua.

Como también podríamos comenzar estas palabras por la misma naturaleza de los libros, el resultado de tantas investigaciones en los pueblos rurales

Porque también los paisajes de montaña, los ganaderos, los agricultores de antes, están presentes en miles y miles de libros (tesis doctorales, novelas poesías...), hoy testigos silenciosos en esas preciosas (sublimes, misteriosas, mágicas) estanterías de tantas bibliotecas tesoros de papel, que esperemos nunca se llenen de polvo completamente, soslayadas por los imperiosos formatos digitales (iPad, tables, y compañía).

Los informantes de los pueblos y las brañas, tantos homes y las muyeres que se fueron para siempre de estas montañas, fueron en vida las bases documentales (las bases de datos, ahora) de todas esas tesis doctorales y otras investigaciones, que sirvieron de nota para un currículum, una cátedra o un puesto mejor en su día. Sin los informantes de los pueblos, no hubieran sido posibles estos trabajos. O, por lo menos, no hubieran sido posibles como se lograron en su tiempo oportuno, con las personas que antes se encontraban por caleyas, cabanas y mayadas.


El axenxo, la flor amarrilla de los mayaos

Pero sobre todo y sobre todos, la presentación de este acto tendría que comenzar por el verdaero padrino del libro: Lolo Caleyín

En fin, como decíamos al principio, el orden en la presentación de este libro podría tener muchos comienzos. Pero, sobre todo, está el más inmediato: sin el patrocinio de Lolo Caleyín, la edición, la impresión en el papel y en el color de estas páginas, no hubiera sido posible ahora. La edición de un libro (y con la calidad que lo hizo Gófer) siempre fue costosa, pero más en estos tiempos de crisis, de escatimas y de cambios, donde los cuartos van a los caxones y faltriqueras de tantos bárcenas y comparsas que pululan invisibles a sus anchas y a su aire.

El caso es que (lo que son las paradojas) nun hay ni céntimu ni migayas para publicar algo sobre unas simples brañas, que tantos xatos, corderos y cabritos dieron pa fartase precisamente a los que nunca se plantearon algo muy elemental, de sentido común, de perogrullo, vamos: que los cabritos y los xatos, antes de tar nel pletu adornaos de salsas y colorinos (con una buena botella de vino añejo al lado), taban nas carbas, pe los praos, o amarraos a la retriga nel esteblu. Pero alguien los tendría que atender y mantener antes con muchos sudores, penurias y lágrimas en tantos casos. Eso nunca aparece sobre el mantel, ni en el pletu ni en la pota, por supuesto.

Por eso, la aportación de Lolo Caleyín a la publicación de este libro fue decisiva: sin su financiación del libro por adelantado, no lo estaríamos leyendo ahora. Justo es reconocer el patrocinio de Lolo. Las cosas nunca se fayen solas: hay que facelas, y, si es entre todos, mejor. Como fue siempre en aquellas sanas costumbres asturianas de la sestaferia, la esfueya, la andecha, la vecera, la comuña, la estaferia, el conceyu... El trabajo comunal, donde cada uno aporta lo que sabe y puede. Es de agradecer también.


la xanzaina, la xunciana...: (Gentiana lutea):
el remedio para casi todo en las mayadas
(nun había otra farmacia...)

Gracias asgaya, por todo

Gracias, por tanto a todos y a todas los que hicieron posible que tengamos ahora entre las manos y al goce de la vista este pequeño libro (sólo unas cuantas páginas y fotos), pero tan largo en historia, saberes populares, peripecias por los caminos de entonces, penurias y trabajos por mayadas y cabanas, creencias milenarias en cultos religiosos tan arraigados hasta estos mismos tiempos.

ca_ley_in@hotmail.com
985495124
Levinco. Cabañaquinta

Anexos más literarios sobre la vida milenaria del campo: pasado, presente y perspectiva:

Terminemos este acto con algunas de tantas palabras dedicadas al valor de la tierra, como espacio de vida, de investigación y de trabajo hasta la fecha (por lo menos hasta la fecha...). Sirvan las palabras del grupo Cuelmu Ecoloxista Pésicu, en el libro Fuchasqueiru (Cangas de Narcea).

"El labrador hace ciencia cuando observa la realidad, y aprovecha las utilidades que ve, y comprueba con el paso de los años; muchos usos y características tienen su origen en los siglos anteriores. Esta ciencia es tan válida como cualquier otra y merece nuestro respeto. Por ello queremos dedicar este libro a todas aquellas personas que al transmitirnos estos datos (y otros muchos) nos demostraban siempre lo mucho que ignoramos lus que tamus estudiáus"

O con aquellos otros versos orales de la tribu india azteca de los Ute, llenos de tradición pasada, pero al tiempo de ilusión en el renacimiento diario cada primavera que entra, a pesar de las nieves y los efectos de cada invierno que termina:

"Tierra, enséñame el coraje del árbol que se yergue solo"
Tierra, enséñame la libertad del águila que grita en el cielo.
Tierra, enséñame la aceptación de las hojas que mueren cada año.
Tierra, enséñame a olvidarme de mí mismo, como la nieve derretida olvida su vida.
Tierra, enséñame a renacer, como la semilla que se eleva en primavera"

Y finalmente, soñemos con los versos ilusionados del poeta León Felipe, sobre el valor universal de un simple huerto, o de un pequeño pueblo:

"Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo...
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.
Sensibles
a todo viento
y bajo
todos los cielos.
Poetas,
nunca cantemos
la vida
de un mismo pueblo,
ni la flor
de un solo huerto...
Que sean todos
los pueblos
y todos
los huertos nuestros".

 
 

Prólogo del libro
por Juaquín Fernández

Justificación. Agradecimientos

Este pequeño libro está más que justificado. En efecto, nace con doble intención: por un lado, explicar por qué en este lugar de La Brañuela hubo en el pasado una capilla, que recientemente ha sido reconstruida; y, por otro, señalar la importancia que tuvo el Valle de Funfría como puerto de altura al que se subían los ganados por los veranos.

El título del libro, “viajeros, peregrinos y vaqueros”, hace referencia a la totalidad de los temas tratados en este mismo orden. En efecto, cuando hablamos de “viajeros”, nos referimos a las personas que, a través del Puerto de Vegarada, pasaban a Asturias; o, viceversa, caminaban hacia León. Las inclemencias del tiempo (nieblas, lluvia, nieve) se acusaban mucho en aquellas elevadas cotas; y, de no tener ayuda algunos viajeros, podían morirse. De ahí que existiesen alberguerías para acoger a los viajeros en días malos, ofreciéndoles calor, agua, sal y alojamiento, si era preciso.

Y, si hablamos de peregrinos, es por una razón muy sencilla: al hablar de alberguerías para viajeros, solía haber una capilla, con un patrono o patrona, cuya festividad se celebraba una vez al año, atrayendo peregrinos. Tal festividad solía ser en verano, acudiendo a la misa vaqueros y gentes de lugares vecinos. A ellos podrían sumarse peregrinos que viajaban hacia Oviedo en ruta jacobea secundaria, buscando el camino primitivo de Oviedo a Santiago.

Finalmente, el tercer grupo de personas ligadas a esta ermita dedicada a María eran “los vaqueros”, tanto del entorno estrictamente local, como del más lejano. Estos vaqueros eran alleranos que procedían de los valles más distantes, para asegurarles a sus ganados pastos tiernos y abundantes durante el verano.

“Viajeros, peregrinos y vaqueros” estuvieron ligados a la capilla de La Brañuela. Y este sencillo libro nos ayudará a recordarlos, sin lugar a dudas. Una evocación del pasado más reciente nos permitirá reconocer a los vaqueros que poblaron las majadas próximas a la ermita durante la segunda mitad del s. XX y a los que aún las pueblan hasta la fecha.

Juaquín Fernández

 
 

Extracto del libro completo (125 páginas, 89 fotografías de la braña y el puerto de Vegarada)

Puertos, mayaos y caserías en torno a La Brañuela

Como reza en el título del libro, las páginas que siguen pretenden resumir la vida vaquera de todo este conjunto de brañas que se formaron con los siglos sobre el valle que asciende a Les Vegues de la Reina y altos del Puerto Vegarada, al otro lado de La Raya. Se hace hincapié especial en las costumbres que mantuvieron los vaqueros de los pueblos más fonderos (de Collanzo hacia abajo), pues eran los que vivían más alejados de sus casas.

Los de los pueblos más altos (de Collanzo hacia arriba, y del Pino y Casomera, en especial) tenían otro tipo de vida en el puerto, porque podían subir y bajar a casa a diario, si lo preferían. La vida de unos y otros no podía ser la misma toda la semana a la hora de conservar la leche, facer las mantegas, subir la carraca…

Por ejemplo, Rubayer (Ruayer, para algunos todavía) es el pueblo cimero, el más próximo a las brañas (como una hora andando). Debe el nombre a que por él pasa uno de los afluentes más largos del río Aller (antes, Ayer por tanto); raíz indoeuropea, *al-i- (‘blanco’, luego ‘agua’), que dio otros ríos con nombre casi igual: el río Aller (en Alemania), el río Allier (en Francia). Es decir, unas coincidencias que atestiguan una cultura común europea mucho antes de los romanos.

El conjunto de estas brañas ahora referidas se abre por encima de Carbayalín, donde se biforcan los caminos –en expresión de los vaqueros: por la izquierda, a L’Acebal, La Camperina, La Vega’l Puzu, Caniel.la…; por la derecha, hacia El Yenu los Ablanos, La Xuncareta… Y ya por el centro del valle principal arriba, a Funfría, La Vega Baxo, La Brañuela, Morteres… Y Les Vegues de la Reina.

Una ermita al lado de un camín de peregrinos

Todos estos mayaos, cabanas, caserías completas a veces, durante muchos siglos estuvieron presididos por la figura, casi ya en el alto, de La Fundación de Nuestra Señora de La Brañuela, como consta en los documentos aportados por Alberto Montero Prieto, en su libro imprescindible para el conocimiento de los caminos de peregrinos por los puertos asturianos de montaña: La ruta jacobea en Asturias.- Mieres del Camino, 1993. Allí habla con detalle de la institución: albergue, hospital, capilla, función de la campana para los caminantes extraviados…

Estas circunstancias son las que dan origen al título del presente trabajo: una pequeña historia de lo que pudo ser la vida en estas brañas desde cuatro o cinco siglos atrás, cuando también cruzaban estos altos los peregrinos a Santiago por Oviedo y otros viajeros de paso por El Puerto Vegarada hacia León (arrieros, comerciantes, mercaderes…). Los nombres del suelo, los topónimos, aportan sus datos también.

La fiesta de La Brañuela en nuestros días: allá por el verano arriba

El domingo primeru de agosto, como si de un ramu a la yerba se tratara, los alleranos celebran La Fiesta la Brañuela: se reúnen los vaqueros de Funfría, La Vega Baxo, Les Vegues de la Reina, Caniel.la…; acuden los familiares; se suman romeros y romeras por tradición; se invita a los amigos de estas brañas.

Así comienza una jornada festiva que recuerda la buena vecindad de los puertos en los tiempos obligados de las cabanas. La gaita y el tambor de Jose y Diego esparcen sus notas melódicas entre los altos de Faro y de Caniel.la, ya desde media mañana, si la nublina  no lo impide engurrion

Poco después, en la homilía de la misa, el cura Pipo, nos ilustra con su palabra hogareña, familiar, sobre el origen hospitalario y caminero de la capilla, antes albergue también: un larga tradición oral de ermita con ermitaño (o santiru) dedicado a cuidar de la Santa y a rezar por los peregrinos de paso –nos dice el cura-. Incluso había caballeros que, en sus idas y venidas hacia León por Redipuertas y Cerulleda, dejaban encargados rosarios al capellán: de modo que, a la vuelta, tantos rosarios, tantos denarios a pagar... De ahí lo de 'rezar por los caminantes de paso', que hacía el ermitaño. Sin duda, un pequeño negocio, ya en aquellos tiempos…

Con misa cantá, gaitiru, tamboretiru y procesión alreor de la Capilla

Tras la homilía de José Ramón, un verano tras otro, a las notas musicales de los dos jóvenes artistas con las manos y los deos sobre la gaita y el tambor, se suman los retoques gayasperos de la nueva campana repuesta en su sitio del campanario, en lugar de aquella otra, la antigua, que algunos desalmados habían fundido pa facer metralla na guerra, lamentan los mayores.

Comienza la procesión, y homes, muyeres, mozos y menos mozos, recorren la campa y alrededor de la Capilla con la santa sobre las andas, en sergo (casi en llano, en expresión allerana). Mozacos y mayores, ataviados con pañuelos azulados al cuello o a la espalda, siguen a la Santa silenciosos, con los sanos deseos de renovar las buenas costumbres que heredaron de güelos y güelas por aquellos altos.

Y a las notas musicales de la gaita y el tambor, con la campana repicando hasta los recovecos de los riscos entre las peñas, se suman ahora las palabras más sentidas por los devotos y devotas en el canto de sus coplas a la Virgen que vuelve sobre las andas hacia la ermita. Y así resuenan tan festivos, en las almas y en los riscos de las peñas, estos versos con notas musicales:

"Cuando de mi Patrona
voy a la ermita,
se me hace cuesta abajo
la cuesta arriba;
y cuando subo, y cuando bajo,
la cuesta arriba

se me hace cuesta abajo (bis).
No sé, no sé que tiene
mi Virgencita,
no sé no sé que tiene
cuando me mira;
que son sus ojos como luceros,
ay, quien pudiera siempre
mirarse en ellos (bis)"

En fin, como se decía al principio, la bucólica partitura vaquera inunda al completo los aires de la altura, en armonía con las otras notas musicales de aquella vaguada en pleno sosiego del estío: páxaros pe los matorrales al mor del mediodía, sonidos y cencerros de animales al sesteo, el murmullo de las frescas aguas de Funfría, los verdes pastos en praos y mayaos, la vida que bul.le y que gorgol.la al paso por los senderos y la pista a Vegará. Es la música de la braña, el paisaje veraniego con los cinco sentidos en su fiesta pastoril tan remozada.

(Continúan las 120 páginas
y fotos del libro)

por Juaquín Fernández y
Julio Concepción Suárez