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Del Monte Vindio a Bendueños

Publicado en
"La toponimia sagrada de Los Picos:
del Monte Vindio a Covadonga...(2015)...".
Covadonga: Historia y Arte, Naturaleza y Tradición (pp. 153-202).
Edita Real Instituto de Estudios Asturianos. RIDEA.
Principado de Asturias. Oviedo.
por Julio Concepción Suárez.
Web: http://www.xuliocs.com

Vindio, Mons Vindius

"Se dice que es el nombre antiguo de Picos de Europa, pero falta por saber su localización originaria: tal vez pudo extenderse a toda la Cordillera Cantábrica, cántabro-astur, como ya venía a suponer el geógrafo Ptolomeo (s. II); o, al menos, a una mayor extensión que estos macizos actuales más conocidos y escarpados del Cornión. Será con Floro y Orosio cuando surge el Vindio como monte individualizado, pero que tampoco se puede reducir a una cima concreta, como advierte E. Martino (1987: 59).

El caso es que, una vez más, la superposición (implantación, sustitución...) de culturas eliminó un nombre precristiano que pudiera competir con Covadonga. Peña Santa vendría a ser pura transcripción semántica de Monte Vindio, el dios blanco (el Sol) que cura las enfermedades. Como supone Eutimio Martino (1987: 53 ss.) el topónimo Vindio (del adjetivo celta, vindos) se interpretó como ‘blanco’, por lo que también se le ha identificado con Sierras Albas, Sierra de Alba, en las montañas cántabras (adjetivo latino, alba). De ahí, la sucesión Monte Vindio, Monte Blanco..., y Picos de Europa, finalmente.

El Mons Vindius sería el lugar sagrado, el refugio de los astures ante la conquista romana. Varios historiadores de los primeros siglos registran ya el topónimo: Vindium montem (Floro, s. II); Mons Vindius (Tito Livio); Mons Vindius (Ptolomeo), Vinnium, Vinnio (Orosio, s. IV).

“De aquí huyeron inmediatamente al Monte Vindio, muy alto, adonde pensaban que habían de subir las olas del mar antes que las armas de Roma” (Floro)

“Vencidos, huyeron al Monte Vinnio, muy seguro por naturaleza, en donde perecieron casi todos por el hambre del asedio” (Orosio).

Era el monte más alto donde no podrían subir las armas de Roma, donde morían de hambre antes de entregarse a los romanos. El adjetivo indoeuropeo celta, vindos (blanco), se aplicaría por las nieves perpetuas, o por las calizas relucientes y blanquecinas... En él se habrían dado las batallas del emperador Augusto contra los cántabros.

Pero el topónimo se fue diversificando. Como luego se verá, se fue dispersando por la geografía de Los Picos en una serie de nombres que parecen la traducción semántica del original Monte Vindio: así surgiría Peña Blanca, La Cabra Blanca, Torre Blanca (en torno a Peña Santa), Los Albos... Para J. R. Lueje (1996: 35), aquel Monte Vindio pronto pasó a ser Monte Blanco, como primera denominación de Los Picos de Europa. Y más allá de Los Picos, queda Bendueños: aunque no aparece en las cuentas de E. Martino.

Otras interpretaciones posibles de localización del Vindio: Bendueños

Ciertamente, E. Martino sostiene la identificación amplia del Monte Vindio reducida a Los Picos de Europa, aunque no sea en una de sus cumbres exactamente: en varios picos, pero sólo de esta montaña a medias entre cántabros y astures. Rechaza, por tanto otras posibles como la del Bierzo (supuesta Vellica, Bérgida); o como la de Peña Ubiña, por traducción a albina, Peña Obina (1987, pp. 62 ss).

El problema de esta teoría es que E. Martino o no conoce, o silencia oportunamente el topónimo Bendueños, aunque ya aparece registrado por Madoz. Tal vez, el hecho de reconocer la existencia de Bendueños, en el mismo valle de Peña Ubiña, le hubiera exigido modificar la extensión desde Picos de Europa bastante más al occidente. Y, si no conocía el topónimo, su teoría queda incompleta en este punto. Martín Sevilla en su tesis doctoral (1980) y otros trabajos, propone la filiación etimológica indouropea, de origen teonímico, hoy más aceptada.

Las consecuencias resultan de interés: el Monte Vindio no estaba reducido a Los Picos de Europa (cántabros y astures), sino que se extendieron, por lo menos, hasta Peña Ubiña, en un paralelismo de topónimos simétricos, como también sostiene M. Rabanal (1953: 128 ss). Peña Sagra (Cantabria), Peña Santa (Picos), Peña Ubiña (Lena). En un cuadro se podrían resumir los paralelos y coincidencias.

El valor de la peña: alimento, compañía, cobijo en la soledad de las calizas

Los pastores siguen adorando a su modo las peñas, las calizas, las alturas blanquecinas, nevadas buena parte del año. Las peñas traen muchos peligros para hombres y ganados: muertes. “Los cainejos no mueren, se despeñan” –dice aquella sentida frase. Pero en aquellos contornos pastoriles y cazadores de siglos o milenios atrás, no quedaba otro medio, ni remedio de vida para unos y otros. Había que vivir del contorno, o no vivir: pastoreo y caza. Poco más.

Por ello, a pesar de los rigores de las peñas, los pastores saben que ellos y sus ganados dependen de las calizas. Sirva el ejemplo de las palabras de aquel pastor de Demués, que pasaba el verano en los altos de Ariu, Vegamaor, Ostón... Allá por el invierno arriba (por febrero), con el ganado en las cortes y las carbas, con muy escaso pasto todavía en los valles, me decía con los ojos brillantes clavados en las peñas cimeras, muy nevadas entonces, de Soñín y Ariu:

“¡Cuándu llegará el 25 de abril pa subir con el ganáu y la reciella a Ariu...”

La frase tan espontánea, surgida de las entrañas del alma del pastor, resumía toda la vida que supone para hombres y ganados la presencia de la peña, la mayor parte del año entre la primavera temprana y el invierno otra vez: alimentos frescos para el ganado, protección de los animales salvajes, sombra en los calores más intensos del estío; frescor en las corrientes del viento al filo de las cumbres. El pastor siente y vive de la peña y del ganado, en esa cultura de hace miles de años. Lo dice la copla:

"Soy pastor, nací nel monte,
entre la flor yal yerbáu;
calor nun tengu de naide,
más que la del mieu ganáu"

El culto pastoril a las calizas: las alturas que dan seguridad en circunstancias diversas (ver y no ser vistos)

O plantas medicinales para la cabaña; arbustos y raíces más duras para el fuego de la lumbre; calidad de yerbas y otros alimentos, agua asegurada en las oquedades y recovecos de las calizas en forma de abrevaderos, con el simple rocío nocturno de la noche. El carácter sagrado de las peñas calizas, sobre todo: los lugares de veneración y culto en consecuencia con ello. De ahí tantas capillas por las mayadas de los puertos.

Los mismos animales del monte (los robezos) confirman sus querencias por las calizas, con su lema conocido de “ver y no ser vistos”: para ello, se encaraman en las peñas para vigilar el peligro, se mimetizan por el día seguros, inmóviles, en las sombras de los riscos, al borde de la nieve, y en los ángulos muertos de los espacios más invisibles; huyen de sus enemigos trepando peña arriba, y se encaraman donde no llegan las garras del llobu ni del humanu. Las peñas, lugar venerado a su modo por los animales también: las altura siguen salvando y dando vida todo el año a unos y a otros, cada uno a su modo.

El imprescindible calor del sol en las montañas nevadas: el culto al dios Sol, para que desnevara pronto las calizas

La referencia al Sol parece deducirse de la etimología propuesta para Bendueños por el inolvidable Martín Sevilla en su tesis doctoral, allá por los años ochenta: Vindonnus, el Vindos dominus, como referencia indoeuropea al ‘dios blanco’, ‘el dios solar’ que cura las enfermedades, que devuelve al calor a las alturas, y permite que vuelvan a retoñar plantas y animales. Guillermo Mañana (1994: 46) cita también al dios Vintius de la Galia, considerado de origen ligur. El paisaje del Monte Vindio que, tal vez, se haya extendido, por lo menos, desde Peña Sagra y Vendejo hasta Bendueños, con Petra Sacra, Peña Santa, por el medio.

Incluso el nombre de Peña Ubiña podría ser una simple latinización forzada del supuesto *La Vindia (E. Martino): la peña Vindia (dedicada al dios Vindius), a través de *Albindia (metátesis posible), *Aubinia (vocalización de lateral, - al- > -au-), *Obina, *Obiña. Hoy Ubina todavía para muchos mayores. Es decir, una traducción semántica directa desde Vindos (blanco) hasta album (blanco), para mayor claridad de los nativos, una vez romanizados.

Tal vez, convendrían aquí las palabras del Maha-Barata, que podrían resumir la importancia vital del Sol, y especialmente entre unas montañas nevadas la mayor parte del año. Sin la luz del Sol, sin el calor a la falda de las rocas, la vida sería imposible en aquellas alturas escarpadas: no habría pastos, caza, frutos silvestres, vida abundante en torno a los llagos y los ríos cimeros.

De ahí la divinización que supone la voz desde tiempos indoeuropeos:

Sol, si tu salida
no aporta luz al mundo,
sus ojos quedarán
condenados a la ceguera,
y los seres dotados de razón
no podrán caminar
por los senderos de lo justo,
de lo útil y del amor.

Entre Vendejo y Bendueños: una larga historia que atestigua el Monte Vindio, por lo menos, desde Cantabria hasta Lena

Como se decía más arriba, la historia de unas peñas (Peña Sagra, Peña Santa, El Cornión...) puede remontarse bastante más allá en el espacio y en el tiempo. Mucho antes de conquistadores y conquistados; de pastores, mayadas y ganados; de montañeros, peregrinos o turistas. A través de las palabras, toponímicas en este caso, podemos deshacer el camino, y rastrear de siglo en siglo, de cultura en cultura, el paisaje habitado de Los Picos.

Y vamos tejiendo de paso ese gran mosaico de raíces milenarias, que se extiende bastante más allá (a oriente y a occidente) de las limitaciones oficiales, lejos de los estrechos recintos en demasiadas ocasiones del todo artificiales. La referencia más evidente del Monte Vindio (fonética y semántica a la vez), se conserva en el caso citado de Bendueños (El Santuario de Bendueños) en Lena: con larga tradición de peregrinos y romeros al Camerín (pequeño recinto de la capilla originaria), catalogada en torno al s. XV.

Con la misma base, en la toponimia cántabra, en Liébana, está Vendejo, no por casualidad en las inmediaciones de Peña Sagra, del antiguo *Vindelio, del galo Vindo-ialo, que cita E. Martino (1987: 56 ss); algo así como el ‘lugar blanco, reluciente’. Lo mismo que Liébana, en interpretación del mismo autor en la cadena evolutiva de las palabras: la Crónica Albeldense (881), ya registra Líbana monte. Líbana (ss. IX al XI), *Lébana (doc. s. IX-XIII). Para todos ellos, supone, por tanto, este autor, la forma posible *La Vindia (*Illa Vindia), labyna (doc. 1250), *Lavinia, Labania (doc, s. XVIII), Lebania, Libania (doc., s. XVII), Liébana, Lebeña, finalmente. La región del Monte Vindio, en definitiva.

Más al oriente, el pueblo cántabro de Vendejo (sobre el río Pesaguero, a la falda de Piedrasluengas). Y más al occidente de Picos, el pueblo lenense de Bendueños, a la falda de Ubiña. En la toponimia francesa, Vendeuil, de Vindoilum, que cita Joaquín Caridad (1995: 109); o Venteuil, que añade Dauzat a la misma raíz (1963: 669)".


Una de las figuras de las pinturas negras en las paredes del Camerín de la iglesia, una vez restauradas

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