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Palabras clave, tags: La Frecha, Lena, Apeaderu, RENFE, aniversario

"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en el mar"

(Antonio Machado)


(texto un poco ampliado, legible)

Una larga historia de trabajo comunal:
un apeadero de RENFE construido por iniciativa de los vecinos.
II, Segunda parte.

(Continuación de la carta I, Primera parte)

por Xulio Concepción Suárez
extracto de informaciones recibidas de
vecinos y vecinas que recuerdan el Apeaderu,
de los archivos correspondientes en diversos medios,
de otras publicaciones y web personal del autor
.

0) Un apeaderu en esquisa para engancharse al tren del futuro, ya mediu siglu atrás

L’Apeaderu La Frecha (el de La Figarina, que se decía antes) fue una revolución en su tiempu: todo un símbolo del trabayu comunal de los pueblos, en unos tiempos en que las buenas costumbres empezaban a dudarse a veces, cuando los nuevos trabayos en las minas o la emigración ofrecían bastantes más comodidades que la dura vida tras el ganao y las tierras de semar.

Por esto, L’Apeaderu en aquellos años 60 suponía la ilusión para estos pueblos del valle del Payares, a medias entre los montes y las villas más fonderas: desde los pueblos había que desplazarse de media un par de km al tren a Campomanes (el Correo, el Rápido...), tantas veces por barrizales entre las xebes; o a coger las famosas camionetas de Estrada.

En definitiva, la iniciativa de los ferroviarios constituidos en Junta Vecinal, con su presidente, secretario..., fueron todo un ejemplo para el conceyu de aquellos años 60, para toda la región asturiana, y para todos los pueblos de montaña que, a veces, no se deciden a salir de sus hábitos gastados para arriesgarse en cualquier tren del futuro.

Una esquisa y estaferia ejemplar apoyada por la mayoría de los vecinos y vecinas, sin más “peros” que los acostumbrados en estos casos: seguro que algunos y algunas disidentes hoy no pensarían lo mismo... A modo de resumen de los hechos:

A) 1963. Las Juntas parroquiales por pueblos implicados

Con fecha 25 de mayo de 1963, ya encontramos un documento dirigido al Sr. Director de la 7ª Zona de RENFE de León, en el que consta escrita a máquina, de forma muy ordenada, en 3 puntos, la solicitud de un Apeadero entre las estaciones de Fierros y Campomanes (referencia a un escrito previo, S. C-S. A. 4/63).

El escrito va firmado por el presidente de la Junta Vecinal, formada para el proyecto, en el que se especifican los pueblos colaboradores: Herías, La Frecha, Heros, Malvedo, Casorvida y Congostinas (así se registran los nombres por escrito para la comunicación con las entidades oficiales en adelante).

En este escrito, los firmantes, previas reuniones por pueblos, se comprometen a realizar las obras a mano, bajo la dirección y asesoramiento de RENFE.

B) 1964. Las esquisas previas en La Frecha.

Por estas fechas, RENFE concede a la Junta Vecinal de estos pueblos el Apeaderu a condición de que las obras sean realizadas en trabajo comunitario, bajo la dirección de la Compañía, que, para ello, hace un presupuesto aproximado de unas 125.000 pts. RENFE; sólo les asegura gratuito el transporte y el material de relleno para el andén.

Los vecinos pertenecientes a la Junta, reunidos en La Frecha, aceptan las condiciones y se hacen cargo de las obras, contando sólo con sus propios recursos y con las posibles aportaciones de otros vecinos del concejo, de algunas empresas, instituciones, el Ayuntamiento...

Las obras incluían, además, el arreglo del puente de madera del Molín, el camino hasta la carretera del Payares, y los puntos de luz para el nuevo acceso al Apeadero (hay en una carpeta varios AVISOS distribuidos por los pueblos que lo atestiguan).

.C) Colaboradores diversos: Ayuntamiento, RENFE, personalidades en diversos campos

Diversos documentos a máquina, con firma, lugar, fecha y sello a veces, atestiguan la colaboración de varias personas que ofrecieron su ayuda a la Junta, lo mismo en las gestiones con las diversas instituciones y papeleos, que con aportaciones materiales, económicas, muy agradecidas en las Juntas según consta en las respectivas cartas de respuesta.

Es el caso de Antonio Díez Alonso (que mucho apoyó las obras y las gestiones). Constan apoyos también de Ignacio Fuejo, Silvestre el de Zurea, Alfredo Álvarez, Fernando Aza, el Cura de la parroquia, don José... En otros escritos aparece la mediación del Alcalde de Lena, José Hevia Aza, que mucho debió facilitar también la obra de los vecinos. Hay también varias firmas de varios directivos de RENFE, 7ª Zona en León, sobre todo Luis de Cos.

D) Aportaciones económicas del vecindario: 85 particulares, entre 25 pts. y 1500 (todo un sueldo del mes para muchos)

En otros folios están registrados a máquina los nombres y apellidos de los vecinos y vecinas que pusieron sus pesetas de entonces para el Apeaderu, sin duda en algunos casos con muchos sacrificios por su parte, hasta el punto de que algunos lo habrían de restar de otras necesidades primarias, de pura necesidad.

Se citan unos 85 particulares, que donan entre 25 pts y 1.500. Consta que algunos no aportaron nada, lo que pudo ser por varias razones: porque no pudieran aportar nada; o porque decían que el Apeadero no serviría para nada, que ya iban al tren a Campomanes. No se especifican en los registros encontrados las causas concretas en cada caso: sólo aparecen en blanco.

Pero destaca la mayoría solidaria. Incluso pequeñas aportaciones de algunos vecinos de Bendueños, aunque éstos ya iban a coger el tren a Campomanes por Chamas, Nocea..., y no tendrían que ir a cogerlo a La Frecha: pero dan su pequeña cantidad económica.

Un estudio más detallado con los mayores de hoy, sacaría conclusiones de verdadero interés por el valor de la colaboración vecinal y de las obras de futuro en aquellos pueblos rurales de más de medio siglo atrás. Tal vez, en algunos casos la negativa a colaborar fueran otras también. Se recuerda que precisamente los que al principio no veían la utilidad del Apeaderu fueron bien pronto los primeros que lo utilizaron luego para ir al trabajo cada mañana. Hasta habrían aprendido la lección.

E) Los gastos resgistrados: el balance de las aportaciones

Un apartado interesante de los registros escritos es el de los gastos al final de las obras, siempre detallados y desglosados por personas, entidades, desplazamientos, materiales empleados, instituciones oficiales... Al final, se recaudaron 80.833 pts y los gastos fueron de 66.761 pts. Sobraron, por tanto, en el balance 14.340 pts. que pasaron a un fondo para esos billetes con un gasto mínimo de 20.000 pts, exigidas previamente, para que el Apeaderu fuera rentable.

La RENFE se lo había exigido y ellos lo cumplían comprando los billetes por adelantado en un principio. La colaboración vecinal llegó a estos niveles de ejemplaridad en el cumplimiento de esa palabra en boca de aquellos paisanos de antes.

F) Dificultades para llegar a la concesión del proyecto por parte de RENFE: el cupo inalcanzable de los billetes

No todo fue un camino de flores, por supuesto. Algunos textos escritos indican las no pocas dificultades y estrecheces que hubieron de pasar los responsables de la Junta antes de poner de acuerdo a los vecinos y a empresa RENFE: había que cumplir un cupu mínimu de billetes. Hay un texto con fecha 25 de mayo de 1963, dirigido por el presidente de la Junta al Director de la 7ª Zona de León que dice así (copia literal):

"Sentimos no poder aceptar la adquisición del cupo de billetes que tiene por norma la Red establecer en estos casos; nuestro deseo seria poder cumplimentar este punto, pero nos resulta completamente imposible aunque en contra de nuestra voluntad, motivado a que como en mi escrito anterior le referia, se trata de pueblos pobres, los cuales se encuentran poblados por humildes obreros, que tienen que desplazarse a otros diversos puntos y localidades, para adquirir un salario bajo, que les permite vivir estrechamente, resultandoles imposible desprenderse de cantidad alguna para sufragar el importe del cupo de billetes que anteriormente mencionamos.

Sobre el particular, para nosotros no existe posible solución, nada más que la de eximir a este Ayuntamiento de la adquisición del cupo anual de billetes, siendo facilitados en ruta por los Interventores".

El caso es que, en principio, llegaron a arreglarse ambas partes, y luego RENFE ya les cambió las condiciones también. En todo caso, la Junta Vecinal siempre estuvo muy agradecida al director de la 7ª Zona de la RENFE, en León, a la que pertenecía Lena.

Firma algunos escritos Don Luis de Cos, como Ingeniero Jefe. Y recuerdan los ferroviarios al Sr. Arín, como respetuosamente lo nombraban, pues parece ser que los recibía directamente y en varias ocasiones.

G) La mano de obra, el trabayu de muchos de homes y muyeres: con el almuirzu en camín -que llevaba Caridá al primer relevu la mañana

Muchos datos recuerda Isaz, hoy 93 años, con una memoria muy clara de las obras. Los primeros trabajos los comenzaron Paciente y Rogelio el Pescaor y Feliciano, a los que se iban sumando cada día los ferroviarios a su vuelta de la Estación de destino turnos: cada uno a la hora que podía. Antonio el de Tita llevaba un plano del Apeaderu y asignaba a cada uno su tarea. Por ejemplo, recuerda Isaz que a él le puso de encofraor: a echar el hormigón por los muros y andenes sobre el terraplén de La Figarina.

El trabayu de los ferroviarios se doblaba entonces: si trabayaban al turnu de mañana o tarde, resultaba más llevadero, pues siempre dormían de noche; pero cuando tocaba el turnu de noche, solían enlazar con la obra, desde el tren en que llegaran a primera hora por la mañana. Así recuerda Isaz que le recibía Caridá: con l'almuirzu en camín; es decir, con la cestina y un par de tortillas dientro; una para él y la otra a repartir con los que ya estaban allí, y no tuvieran almuirzu todavía.

Lo mismo hacían otras muyeres cuando sus maridos venían en los trenes según sus turnos. El trabayu dobláu para todos y todas los que colaboraron en el proyecto. Como resultarían más que sabosas las tortillas y los pinchos de otras muyeres de La Frecha tan generosas siempre con los obreros a turnos por las obras: Josefina, Tita, Carmina, Conchita, Maruja, Rosario.... Teniendo en cuenta, sobre todo, que una buena parte de los trabajos se realizó en otoño, invierno y parte de la primavera, con las lluvias y el frío pertinentes en cada caso.

Finalmente se hizo la caseta para el resguardo de los viajeros, a cargo de Vitor Vallejo, Ceferino, Enrique (de Casorvía), y Felipe, un enganchador de Soto Rey que se ofreció también. Segundo el d'Heros fizo el bencu de maera y fierro pa sentase dientro.

Una estaferia a lo largo de todo el año y por turnos: no podían coincidir todos a la vez

Otra novedad idearon por fuerza los vecinos colaboradores de las obras: como no podían facer la estaferia al uso de la zona (todos el mismu día y a la misma hora), acordaron que cada uno fuera al turnu que podía; si andaban en la RENFE (o en otros oficios) al turnu de noche, iban a trabayar por el día; si andaban de mañana, iban de tarde; si andaban de tarde, iban de mañana...

Había unos más fijos que estaban casi siempre, pues se dedicaban al ganado, no tenían trabajo fijo en esa época, o se les pagaban algunos jornales puntualmente para labores específicas. Las muyeres colaboraban todos los días a su modo, y, sobre todo, a la hora de los pinchos a media mañana o media tarde.

El resultado quedó a la vista: la obra se fue realizando sin más excusas que aquellas de los que no quisieron ir ni a una ni a otra hora; ni con unos trabajos ni con otros. A lo largo de todo un año, las estructuras del Apeaderu, el camín de acceso, el puente, la garita..., se fueron terminando y el tren llegó a parar y a seguir viaje hasta la fecha.

Y, si no se puede hacer personalmente, habrá que pagar algo para que otro lo haga: lo comunal lo usamos todos y todas

Una estaferia muy adecuada para estos mismos tiempos del milenium, con tantas disculpas para no acudir a una estaferia comunal: si no se puede coincidir todos a la misma hora y al mismu día, no hay más que seguir aquel ejemplo de medio siglo atrás; se acuerdan los trabajos, se dividen por tramos, se establecen prioridades en esquisa...

Cada uno las va realizando el día y a la hora que puede. Incluso, si de ninguna manera pudiera hacerlo personalmente, tampoco hay disculpa: tendría que pagar el trabajo para que lo haga otro, es evidente. Pero la estaferia comunal quedará terminada como aquella del Apeaderu. No hay disculpa posible. La prueba es evidente, y, sobre todo, con las ferramientas y maquinaria actual.

H) A modo de homenaje en la histórica estaferia comunal de aquellos años sesenta (transcripción de las listas)

Destacan en los escritos encontrados ( a máquina, a mano...) la claridad de las cuentas: listas ordenadas con sus aportaciones al pormenor, resúmenes en cuadros para los informes al público, que se dieron el día de la inauguración del Apeaderu, como consta en fecha 28 de junio de 1964, con el sello correspondiente que tenía la Comisión Apeadero La Frecha (un sello con forma circular, y en tinta azul).

Como aclaran los responsables en otro documento, con el dinero sobrante pudieron comprar los primeros billetes por adelantadao, tal como habían acordado con RENFE (20.000 pts al año, para que fuera rentable). Estos primeros billetes se vendían en el Bar de Josefina y Ramón, y en el bar de Casorvía, por Laudelina y Lolo. Pronto habría muchos viajeros a diario, por lo que RENFE terminó con la condición del cupo, y los billetes los daba el revisor del tren en ruta.

Mucho sacrificio para algunos, en unos tiempos tan precarios y tan lejos de aquel suisidiu al alcance de la mayoría.

En esos detalles concretos de las aportaciones económicas, como se dijo, destacan las cantidades entre 1.000, 1.500 pts. O las 25.000 pts del Ayuntamiento. Pero destaca en especial alguna aportación concreta de 25 pts con nombres y apellidos. Y, sin duda, con gran sacrificio para el donante: cuántas veces me viene a la memoria infantil el recuerdo de aquella expresión "probes de solenidá", que tanto me intrigaba cuando yera guaje.

Mucho cavilé yo luego sobre las dos palabras, que fui entendiendo mejor con el tiempo, al comprobar que andaban sueltas por otros muchos conceyos: viudas con fíos sin criar que no cobraban ni un mínimu suisidiu (como se decía entonces); o emigrantes que habían vuelto de las Américas a los que "habían cayío las maletas al mar" -decían de forma tan eufemística las güelas. O vecinos que habían venido de otras regiones peninsulares con motivo de alguna obra, aunque fuera muy ocasional. Y tampoco tenían un xornal todos los días.

Recuerdo que algunas familias, el cura..., las atendían a su modo, sobre todo cuando enfermaban, o por las navidaes, por antroxo... Todavía me acuerdo de aquellas xarrinas blancas de porcelana que de vez en cuando, siendo guajes, les llevábamos mediás de leche caliente, recién buscao, con la espuma blanquecina en los rebordes, sin saber nosotros en aquellos años muy bien por qué. Y, si nos daban un caramelo, volvíamos con la xarrina vacía saltando de contentos. Luego, algunos fuimos entendiendo mucho mejor la razón de aquellos probes de solenidá (ellos y ellas, que de todo había en los pueblos).

Bien está recordar a unos y a otros: a los probes de solenidá y a los que sólo diban los primeros al vaso vino y a los pinchos -como bien yos-cantó Paciente

En fin, habría donaciones de 25, de 50, de 100 pts. que podrían haber sido de 1.000, y no lo fueron porque no veían el Apeaderu; o porque yeran simplemente tacaños con las obras solidarias. (De algo les habría servido la lección de Paciente). Pero, sin duda las había que tenían tanto valor o más valor que las de 1.500: cada uno y cada una en estos casos, siempre es responsable de su aportación a la obra comunal.

Alguno y alguna sólo daba lo que tenía; pues los probes de solenidá no tenían nada, o casi nada: una casa muy precaria, un güerto si acaso, una cabra para la leche diaria...; eso sí, manos y ganas de colaborar en las casas ajenas, por la comida y poco más. Bien está recordar a unos y a otros: para algo están las palabras populares, las expresiones asturianas.

Basta tener en cuenta un dato de referencia: en el año 64 un ferroviario ganaba al mes sobre las 1.000 pts, de modo que el que daba mil pesetas daba el sueldu enteru (unos cuantos lo hicieron); y el que sólo daba 500 ya daba la mitá'l sueldu (no era poco). Todo un gran sacrificio en los dos casos, pues había munchos fíos que mantener y que estudiar.

I) 1964, 12 de junio: Circular de RENFE autorizando la Inauguración y apertura del Apeaderu el día 28 de este mismo mes


(Antigua caseta de los camineros en La Figarina)

Apeadero de La Frecha Km 99/978

APERTURA AL SERVICIO
(texto oficial de la Circular de RENFE)

1º.- A partir del día 28 del actual mes de junio quedará abierto al servicio el apeadero de referencia, situado entre las estaciones de PUENTE DE LOS FIERROS Y CAMPOMANES, el cual prestará servicio de viajeros sin equipajes facturados ni perros, y únicamente para los trenes 581, 582, 2501, 2502, 2503, 2504, 2511,2512, 2513, 2514, 2515, 2516 y 1518.

2º. - El apeadero citado no intervendrá en la circulación de trenes y por tanto las estaciones colaterales seguirán entendiéndose directamente entre sí para todo lo relacionado con aquella, como si el apeadero no existiese.

3º. - La nueva dependencia se atendrá a lo dispuesto ,en los Reglamentos, Ordenes y demás disposiciones cuyo cumplimiento le incumba desde el punto de vista del servicio en general.

4º. -Este apeadero será dado a conocer, por el Departamento Comercial, en el Anexo que publique a la Relación Alfabética de estaciones, apeaderos, apartaderos, cargaderos, etc., de 1. ° de septiembre de 1947 y por Adición al Cuadro de Distancias Kilométricas de 1945.

Lo que se pone en conocimiento del personal interesado a los efectos reglamentarios consiguientes".

León 12 de junio de 1964.

J) Y, por fin, el día que se inauguró L'Apeaderu en el prau del Llerón de Antonio

Organizar la fiesta su tiempo habría de llevar también, pues había que agradecer a todas las personas que habían participado, lo mismo autoridades que vecinos de los pueblos. Y debió ser un éxito, pues nadie se la quiso perder: hasta algunos que ni habían dado ni un rial, ni habían cogido una pala, se presentaron los primeros a comer.

Queda el recuerdo gracioso de Paciente cantándoles las cuarenta a un par de autoinvitados por la cara, una vez que el bueno de Paciente había tomado ya un par de campanos para empezar bien el día; pues además se da la circunstancia de que él mismo era el encargado de distribuir gratis una pipa de vino que Estrada había donado generosamente en honor de la fiesta. Paciente puso bien a ambos atrevidos, pero que, si se pusieron rojos, más bien sería sólo por el vino. Inolvidable Paciente, siempre a pie de obra para lo uno y para lo otro.

Tras la misa en La Capilla'l Cristo, siguieron los actos, con la presencia de muchas autoridades y las ausencias justificadas de otras que no pudieron venir, pero que felicitaban a vecinos y Junta por el trabajo. Se recuerda, por ejemplo, a Misael el Jefe Estación de Campomanes.

Y así, sobre las 14:00 horas del día 28 de junio -recuerdan algunos- paró el primer tren en La Figarina, conducido por el maquinista José Luis, al que se entregó un ramu de flores para el recuerdo.

K) Con tantos usuarios después al tren cada mañana en La Figarina, que apaicía cuando quería, claro...

Abiertu L'Apeaderu, ya desde el primer tren de la mañana, había viajeros esperando. Unos cuantos jóvenes empezaban así a trabayar en las fábricas, como Mantova, o iban a los colegios de La Pola, Ujo, Mieres, Uviéu...: Conchita, Merce, Pilarina, Tita, Pily, Josefina, Fefi, Finita, Javier, Meterio... Y varias generaciones más, cada mañana camín del Apeaderu: Marinieves, Fany.....

Y se animaba el andén con los que bajaban de Casorvía: José Manuel, los Valdés, los Gafo, Manolín, Ferino, José Ramón, Chuso, José Luis, Miguel, Gloria... Cuentan ahora éstos, también con mejor humor, que para llegar justos al tren y no tener que esperar en L'Apeaderu los retrasos, salían de casa sólo cuando el tren cruzara el pueblu a la altura del Pasu Nivel; entonces salían caleyón abaxo a buena marcha camín de Las Faces, pa llegar justos cuando el maquinista; el problema taba cuando había barro o llovía, que los zapatos pagaban la culpa de las carreras ente los praos abaxo.

Pero el tren raramente llegaba a la hora, casi siempre había retraso, pues el Correo, el Rápido..., venían de León. Y eso en invierno, nevando, xelando o lloviendo, y antes de amanecer, se notaba. El tren apaicía cuando quería -recuerda Merce ahora con más gracia que antes esmorecía de frío esperando el tren en La Figarina. Nunca olvidarán el humor de Segundo el d'Heros, que en invierno les prendía una pequeña foguerina al par del casitu, pa calecer siquiera las manos y espantar los sabañones.

En conclusión.

Las obras se hicieron por la buena voluntad y muchos sacrificios de una mayoría, sobre todo ferroviarios: aparecen los nombres de casi todos esos renferos que se recuerdan por esas fechas en los pueblos. Y fueron posibles también por la colaboración de sus muyeres en casa, a las vacas, sobre todo, mientras los maridos iban a trabayar en la Estación y en las obras. Trabayu dobláu para todos.

Por todo ello, el día 28 de junio del 64 se organizó una comida comunitaria en uno de aquellos llerones bajo El Apeaderu, con la presencia de diversas autoridades que habían hecho posible el proyecto. Hasta el mismo Mateu de Ros, Gobernador Civil, entonces en Oviedo, con fecha 25 de junio, envía una carta al Presidente de la Junta Vecinal, para pedirle disculpas porque no puede asistir por razón de agenda y fechas.

La comida en el prau, con misa, corderos, gaitiru, farias, puros, volaores, orquesta..., fue el ramu campestre de un cierre de obra en el que los promotores de la iniciativa vecinal manifestaron su agradecimiento a vecinos y autoridades colaboradores. Así quedaba inaugurada aquella imprescindible obra del Apeaderu en La Frecha, casi cien años después, de la inauguración del tramo Pola de Lena-Puente de los Fierros, en el año 1881. Por fin, estos pueblos tenían también su pequeña Estación: L'Apeaderu La Figarina.