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(foto prestada por la familia) .

Don Antonio Hevia Cifuentes

Extracto del texto
para el libro
Por los pueblos de Lena,
por Xulio Concepción Suárez
(reedición).

Compañero inseparable de César el Médico, por amistad y por trabayu, Don Antonio representa el valor de un praticante en un conceyu de montaña por las caleyas de medio siglo atrás: un praticante de guardia día y noche, los siete días de la semana, los 365 días del año, salvadas unas breves vacaciones en las que, tal vez por exigencias del entorno y del guión, Antonio seguiría siendo praticante también.

Sólo aquellos apoyos tan valorados en los pueblos aliviarían en parte los trabajos curativos a cualquier hora: las comadronas, los curanderos, los curiosos y curiosas, que, a su modo y con sus recursos caseros, harían la vida de los lenenses un poco menos dolorosa, tan lejos de los hospitales, las urgencias y los cuidados intensivos de hoy.

Antonio había nacido en La Caleya allá por el final de los años veinte, en unos tiempos en que ni había estudios medios en La Pola (tan lejos del Instituto y de los colegios de hoy), por lo que se trasladó al Colegio de Corias (en Cangas del Narcea), en sus tiempos un prestigioso centro religioso para toda la región asturiana. Muchos otros lenenses estdiaron allí también hasta los años 70, la mayoría con estudios superiores ahora en los distintos campos profesionales. Por algo la Biblioteca de Corias fue referente nacional entre los estudiosos, hasta que pasó a otras dependencias de la compañía religiosa fuera de la región.

Años después continuó Antonio los estudios de bachillerato en la conocida Academia de Don Ricardo en La Pola, de donde pasó a los estudios de Praticante en Salamanca. Entusiasta y paciente estudiante en tiempos donde tan pocos tenían el privilegio de estudiar, hizo luego Graduado Social, y, más tarde, Derecho en la Universidad de Oviedo. Toda una escalada de formación personal, sólo fruto del esfuerzo y las capacidades personales, con el apoyo inestimable de una familia detrás. El imprescindible valor del apoyo familiar para estudiar.

En la actividad profesional Antonio demostró, de forma paralela a sus estudios, su capacidad creativa laboral. Pronto fue elegido Presidente del Colegio de ATS de Asturias. Y hasta tuvo tiempo para colaborar en aquellas primeras actividades municipales lenenses, allá por los años setenta y pico, como concejal por la UCD en las elecciones locales lenenses. Y como Compromisario en el 1º Congreso Nacional del partido. Toda una vida de participación ciudadana paralela a sus obligaciones profesionales.

El Praticante de Fierros

Pero la verdadera afición ilusionada y comprometida de Don Antonio fue la de Praticante: trabajador de la Sanidad que se dice ahora, pero con las incomodidades de entonces. En Fierros, primero, y en La Pola, después, marcó toda una historia al lado de Don César, tal como queda recogido en las páginas dedicadas más arriba al médico: como eran inseparables, quedan también descritas para los dos sus andanzas paralelas (aventuras y desventuras), veraniegas o en pleno invierno, al mediudía, o en la soledad más silenciosa de una noche con una gran nevá camino de alguna ventana angustiada, tras la luz de algún candil; o, a todo más, con aquellas famosas bombillas 25, que iban cambiando de estancia, pues no había más que una en toda la casa.

Ya en La Pola, cambiarían algo las condiciones de trabajo, de modo que Antonio y César hasta celebrarían la mejora de las caleyas a las calles empedradas. Estas mejoras laborales les permitieron, por ejemplo, hacerse cargo de la Medicina Forense, no sólo en Lena, sino en el vecino concejo de Quirós. O colaborar también en el Instituto Nacional de Previsión. Fue la época en la que tenían que enfrentarse a las autopsias incluso en el mismo cementerio, o en una esporádica sala de disecciones, tal lejos de los instrumentos hoy al servicio de especialistas en hospitales con todos los medios a su alcance. Valor doblado (multiplicado) el de los practicantes y médicos de varios lustros atrás.

Y abogado en La Pola

Finalmente, desde los años 80 Antonio ejerció su carrera de abogado con el despacho que abrió en la villa. Pero sobre todas estas actividades, la que más le satisfacía, en cierto modo, sin duda era la de ser depositario de las obligaciones contraídas por sus antepasados. Era el caso de la permanencia en la Junta de la Residencia Canuto Hevia, por representación de la familia del fundador.

O la presidencia de la Cofradía Nuestra Señora de la Flor, cuyo primer Presidente había sido su padre D. Vital Hevia González de Lena. Como se dijo para Don César, sirvan estas páginas de merecido homenaje de los pueblos lenenses a un paisano que tantos servicios gratuitos distribuyó entre sus vecinos y vecinas, cuando más lo necesitaban, y en los lugares más apartados de estas montañas.


Don César y Don Antonio
(foto prestada por la familia)