Palabras clave, tags: Asociación Cultural Camín de Mieres, Mar Montero, Xosé Antón Ambás, Víctor Delgado, David Ordóñez
Xuntanza toponímica
Asociación Cultural Camín de Mieres,
xunio 2023.
Organiza: Mar Montero Prieto
www.xuliocs.com
xuliocs@gmail.compor Xulio Concepción Suárez
0. Palabras previas. Toponimia y lenguaje, en la voz inmemorial de los pueblos: por las sendas de las palabras asturianas en estos tiempos dixitales.
La toponimia suele entenderse como ese campo del lenguaje que estudia la relación del nombre del paraje con el lugar concreto, tal como lo decidieron nombrar los nativos de un territorio, desde tiempo más o menos inmemorial; o aquellas otras gentes de paso que fueron llegando con los siglos en circunstancias diversas. En todo caso, la palabra toponimia está clara: griego topos (lugar), más -nimia (nombre); es decir, el nombre del lugar, el terreno pateado.
Otra cosa será ya intentar acercarse a la historia concreta de esa palabra sin documentación escrita tantas veces, o sólo documentada desde pocos siglos atrás. Muchas preguntas, por tanto, sobre una palabra toponímica cualquiera, tan breve a veces, o con muy pocos componentes: fecha de asentamiento sobre el lugar concreto; componentes del término toponímico; fonética inicial (prerromana, romana, germánica…); posibles interpretaciones con el tiempo (populares, notariales, documentales, eclesiásticas, traducciones…).
Por esto siempre conviene escuchar con respeto esa realización fónica del mismo topónimo tradicional entre los propios nativos; la que nos llegó hoy; pero, a veces, con tantas manipulaciones detrás, imposiciones, divulgación virtual deformada, cartografías sin contrastar, información turística a millas de distancia, errores gráficos…; todo ello, elaborado en ocasiones desde mesas de despacho que desconocen el asturiano de la zona en boca de sus únicos autores: los que viven, o vivieron, en los pueblos.
1. Porque quedan investigaores orales de a pie, montañeros y montañeras respetuosos, por las mismas sendas toponímicas que usaron antes vaqueros, pastores, lugareños…
Resulta ocasión muy grata la de participar en xuntanzas como ésta que organiza Mar Montero, al lado de tantas otras que lleva organizando cada año: encuentros de blogueros, xornadas de montaña, mesas redondas..., con temas tan variados. Siempre tan solidaria con la cultura de estas cuencas asturianas.
Porque Mar Montero significa el ejemplo de colaboración solidaria en una verdadera estaferia comuñera con la presencia de collacios que llevan tiempu investigando entre paisanos y paisanas nativas de los pueblos. Algunos, varios lustros, décadas de cocina en cocina, de risco en risco, o de braña en braña. Mar coordina y difunde al mismu tiempu: tou un exemplu en estos tiempos.
2. la idea muy oportuna de Mar Montero: la toponimia en estos tiempos de cambios, costumbres, redes virtuales, foros dixitales:
En tiempos tan líquidos -que dirían Zygmunt Bauman y compañía- para la toponimia también, resultan hoy imprescindibles muchas personas, al modo de las esquisas, esfueyas y estaferias de antaño; virtuales o presenciales, pero aficionados imprescindibles en tiempos de tantos cambios hasta para los matorrales, brañas y cumbres de las mismas montañas.
La idea de Mar Montero -entusiasta montañera solidaria- de improvisar una xuntanza toponímica en un conceyu como Mieres, con tanta tradición cultural de la montaña, no puede ser más oportuna. Tendremos la oportunidad de compartir el hecho de que el lenguaje toponímico sobrevive en las montañas, aunque sometido a esos tiempos tan líquidos de Bauman.
Por razones muy diversas, hay topónimos que aparecen deformados respecto a la tradición lugareña; desplazados de su recinto original; sustituidos por otros que están a km del que sitúa el mapa actual o el GPS, incluso; topónimos reinterpretados desde un despacho o desde una oficina cartográfica que o desconoce el asturiano; o lo asturianiza al margen del uso local de los nativos del conceyu.
En todo caso, esa investigación montañera que practican personas y colectivos respetuosos con la toponimia asturiana tradicional, está resultando la clave para recuperar los nombres que usaron y-en parte siguen usando- los pobladores de un territorio, en unos tiempos de retroceso generacional en pueblos, cabañas y brañas de los puertos por el verano arriba
3. Y a modo de exemplu, esta ya inolvidable xuntanza en la mesa, que asyaga agraezco por muchas razones a...:
a) Xosé Antón Ambás.
Todo un honor, coincidir en andecha con Xosé Antón Ambás, la voz más sonora de la investigación oral literaria y musical asturiana: coplas, canciones populares, sones, nombres…; la memoria de tantas paisanas y paisanos – más, paisanas, ciertamente-, recitando estrofas y estrofas, con tantos contendidos etnográficos, lingüísticos, léxicos, toponímicos, que ya nunca se irán de estas montañas.
Pues gracias a Antón, la vida rural en los pueblos va quedando grabada para siempre en la retina y en esta literatura oral pateada pueblu a pueblu, nombre a nombre, por toda la región asturiana; y de donde algunos vamos sacando también rincones que, de otra forma, tal vez, nunca llegaríamos a conocer: topónimos, antropónimos, léxico asturiano específico de cada zona regional, articulado por cada paisano o paisana entrevistada.
Cientos y cientos de entrevistas orales en la memoria y en la fonoteca de Ambás: la creación literaria y musical, etnográfica, etnolingüística..., de los pueblos asturianos. Un buen resumen en el Blog de Antón: https://vidarteraicesycultura.wordpress.com/2011/03/14/xose-ambas/
b) Víctor M. Delgado.
Poco más se podría decir de Víctor que no esté documentado en el impresionante trabayu cartográficu y toponímicu de su blog, poco menos que universal ya: https://pindio-pindio.blogspot.com/. Otro documento asturiano, virtual, sobre todo, al alcance de cualquiera bastante más allá de estas montañas, que Víctor analiza paso a paso, y monte a monte, en tantas rutas acompañado por otro imprescindible investigador toponímico: Alejandro Zuazua.
El blog de Víctor lo dice casi todo, pero abre muchas otras ventanas todavía detrás: cientos y cientos de rutas visualizadas, mapas de precisión toponímica cartografiada, tracks en Wikiloc al detalle, cientos y cientos de fotos por las brañas de verano, detalles de fauna y flora…, por toda la cordillera asturiana de oriente y occidente; una labor toponímica que se extiende por sus limítrofes regionales, lo mismo por la vertiente leonesa que por la otra cántabra del Macizo Oriental de Picos.
Por esto, la documentación toponímica de Víctor, como la otra que recoge Alejandro en sus programas específicos cartográficos, supone una ayuda impagable para los que intentamos contrastar palabras toponímicas y referentes geográficos, a la hora de intentar aproximarse a la etimología remota de un nombre del terreno. Sólo con la palabra, a veces, no basta.
Porque, sin el dato comprobado a pie sobre cada punto concreto del topónimo (el waypoint y el track, que dice Alejandro), la etimología nunca podría asegurarse del todo. Incluso, con la vista y las chirucas sobre el senderu, quedan las dudas tantas veces (y por experiencia, claro…). Sólo con la fonética, con la lingüística, las conjeturas se quedarían muy cortas para una etimología realista. Imprescindibles los trabayos de Víctor y Alejandro.
c) David Ordóñez.
Y, como el lenguaje toponímico resulta multidisciplinar, multióptico, interactivo entre muchos campos, entrevistadores y entrevistados, el arquitecto David aporta a la investigación asturiana otra mirada al paisaje, poco investigada hasta la fecha: la toponimia lobera, ese paisaje léxico y toponímico -zootoponímico- que atestiguan los pozos lobales; y de otros animales del monte, construidos por los nativos a la hora de controlar la fauna salvaje en relación con sus ganados domésticos.
El trabayu de David, más allá de la arquitectura y los monumentos que resuenan en la palabra tradicional, puso de relieve todo un documento léxico y toponímico que se nos escapa a veces, distraídos por los senderos.
Sirvan unos cuantos ejemplos: Armá, El Puzu los L.lobos, El Monte’l Caliyu, Puzo Viiyo, El Chorco Corona, El Chuerco los Llobos, El Couso de Campa, L’Escuchaíru, Las Estacas, El Foyu’l Raposu, La Pena’l Guetu, La Manga’l Puzu, La Trapa, El Trapón del Oso, Pozobal…
Topónimos loberos hasta casi en la misma ciudá d’Uviéu, como Pozobal (el pozo lobal, es evidente), en las faldas más fonderas del Naranco. Todo un lenguaje toponímico asturiano para seguir investigando la etnografía regional; y de cualquier otra región en geografías y costumbres ganaderas similares.
La otra investigación muy oportuna de un arquitecto-doctor- multidisciplinar en este caso, como ya lleva desarrollando en estos años, aquí y en otras Universidades: el Santuario de Bendueños, que consiguió declarar BIC, con la Asociación Vindonnus. O el Munistiriu de Yanos, que presentó como trabayu de Máster en la Universidá de Valladolid (publicado en una revista catalana)..
El blog de la asociación que preside David lo dice casi todo también: https://asociacionvindonnus.com/
3. Al ritmo que se cierran puertas de cabañas, pero se abren hasta ordenadores en las mismas mayadas: Víctor, Alejandro Zuazua...
Parece ya de dominio común la idea de que los mayores suben cada año menos a los puertos, como es natural; y los jóvenes no precisan de los topónimos como lo hacían sus padres, güelos y güelas, pues no van a pie o a caballo siempre como iban ellos, a buscar el ganado; más bien usan motores, GPS para llegar a los sitios de pastos.
De este modo, el mosaico toponímico del pueblo, del puerto, de las carbas, mengua a medida que van creciendo las nuevas tecnologías entre los mismos lugareños, vaqueros o pastores.
Pero sigue creciendo, a la par, una idea entre estos colectivos de montañeros y montañeras: que es preciso continuar recogiendo y trasmitiendo ese mosaico de palabras léxicas y toponímicas que oyeron desde hace más o menos años, cuando había más puertas de cabañas abiertas y ocupadas; y que es preciso seguir escuchando a los nativos herederos de esos mismos pueblos o cabañas, pues quedan también unos cuantos con la memoria de sus mayores.
Algo es algo. Incluso estos montañeros que investigan van hoy a las brañas con su ordenata en la mochila, al par del bocata: la precisión, por lo menos cartográfica, queda garantizada. Como van Víctor, Alejandro…, y lo ponen al servicio de cualquiera en sus blogs, redes…, de donde podemos sacar datos para seguir investigando después sobre el terreno, cartografía digital…
La lista de montañeros, senderistas, aficionados, investigadores a su modo de la toponimia tradicional, y respetuosos con las palabras lugareñas, sería muy amplia, como vienen demostrando en sus publicaciones, charlas, blogs, webs...: Cristian Longo, Luis Aurelio González Prieto, Jesús Lana, Antonio Álvarez, Santos Nicolás, Iñaki Diez Maneiro... Un honor trabayar con ellos también.
4. Sin más barreras geográficas ni regionales por el medio: blogueros, que abren sus topónimos al alcance de cualquiera. Como el cántabro Víctor Puente Cantero
Una investigación sin barreras geográficas en toponimia. Resulta ejemplar también el trabajo del montañero Víctor Puente Cantero, por el Macizo Oriental de Picos y vertiente cántabra de La Hermida, tan compartida con el paisaje cabraliego. La preocupación de Víctor por la escucha más activa de los nativos se va traduciendo en el amplio repertorio de topónimos que procura contrastar con los lugareños.
Y con el valor doblado de este tipo hacer montaña: de tantos vericuetos, pericuetos, sendas inverosímiles, mudas, traviesas…, por las que trepa firme Víctor Puente, recoge nombres menores que se perderían para siempre si él, o montañeros con actitud semejante, no pasaran por allí, con el detalle tan ecológico de anotar los más recónditos en la retina o en GPS. Una labor solidaria como asoleya en su blog: PUCAVI El Macizo Oriental de los Picos de Europa y el Desfiladero de La Hermida (pucaviaia.blogspot.com). Otra labor solidaria impagable.
En fin, si, como dice J. Antonio Marina, "para educar a un niño hace falta la tribu entera", tal vez tendríamos que traducir nosotros que, a veces, para sacar el sentido remoto de algún topónimo, igual hace falta también la montaña completa, con todos sus habitantes y montañeros o montañeras que la cruzaron algún día. Alguno daría en la clave etimológica, aún sin saberlo, por supuesto.
5. O algunos muy gratos programas de RADIO, TV, TPA, RTPA..., que colaboran en esta divulgación etnográfica al alcance de cualquiera
Un largo etcétera, por tanto, de divulgadores por las ondas, las pantallas o las redes, abiertos al público, con participación más o menos directa de alguna manera: preguntas, respuestas, entrevistas..., en las que salen topónimos a relucir. Contertulios como Pachi Poncela, Sonia Avellaneda, Pablo Vázquez, Camilo Sousas, Marcelino, Anabel Santiago, Pau Santiso...
Muy bien se reciben en los pueblos rurales, sobre todo, esos programas semanales como La Radio es mía, Un buen día para viajar, Axuntábense, Mochileros, Pueblos, El camino, Estación Asturias, Asturias repor..., y similares.
Buena lista, no cabe duda. Y muy gratos los comentarios de los oyentes -desconocidos, tantas veces- que les presta escucharlos en temas diversos, comenzando por las palabras asturianas, los nombres de los pueblos, las costumbres milenarias... (ver algunos programas en directo, con unos y unas cuantos jóvenes entusiastas en el empeño).
6. Todos a estaferia en la cosecha de las palabras del terreno: un paisaje que siempre me intrigó, ya desde bien guaje; aquellos topónimos escuchaos camín del monte, a la yerba pe los praos, en tren pa Uviéu, pa Xixón...
La experiencia personal me resultó, sin duda alguna, el móvil remoto sobre las palabras que definían el paisaje de mi pueblu: la mayoría de esos topónimos siguen hoy mismo en boca de los nativos; pero otros muchos se fueron con los mayores para siempre. Algunos, como los vivimos, las pisamos, los contemplamos, los seguimos conservando en su lugar concreto, aunque rodeados, a veces, ya de malezas, y hasta sepultadas en algún caso. Pero los seguimos disfrutando.
Por ejemplo, siempre eran para mí un misterio los nombres más a la vista: Herías, La Frecha, Fierros, Casorvía, Malveo, Congostinas, Linares, Renueva, El Quentu... Y praos, montes como Piedracea, Tsinarinos, Yendefayeo, L'Hortal, Castro, Xuviles, Bendueños, La Vega'l Puzu, El Mayor Infierno...
A veces, hasta nos atrevíamos a discutir a la salía de la escuela, en las excursiones por el monte, si no significarían algo, pero no pasábamos de ahí: aquello era un misterio, ni el maestro, ni en casa...; la verdad es que nadie nos animaba a seguir las sospechas.
Pero, a mí me seguían intrigando, y nunca desaproveché la ocasión para identificar alguna parte del nombre luego en los estudios por los colegios, en la Universidá... Y así ya fui sacando alguna parte de la palabra: las eras, el fierro, la malva, el lino, una casa nueva, la piedra del terreno, un castro desaparecido, un puzu, un infierno..., al que llamarían así por algo...
7. Con tantos etimologistas después, con los que sigo ahora respondiendo aquellas preguntas de la infancia: y, así, los nombres de mi retina ya van casi todos contestados...
Los estudios etimológicos me dieron ya la seguridad, casi del todo, en las sospechas etimológicas: la ocasión que nunca había tenido en la infancia, ni siquiera en los estudios medios. Ya en las materias universitarias vi el cielu abiertu: Alarcos, Neira, Galmés... Inolvidables: hasta me recompensaron bien con los trabayinos que me permitían facer. Y hasta con las notas. Nunca los olvidaré.
Ya puestu a la tesina y a la tesis, allá por los años ochenta, otros maestros no olvidaré nunca tampoco: J. M. Gonzáez, M. Pidal, Albert Dauzal, Charles, Rostaigne, Corominas, García de Diego, Zamora Vicente, Dámaso Alonso, Rivas Quintas, Josep Mª Albaigès, Lourdes Albertos, Antoni Griera, Nieto Ballester, J. Luis Pensado, Javier García Martínez, Julia Miranda, Martín Sevilla, Quintana Cabanas, Segura Munguía, Agustín Blánquez. Edward A. Roberts, Bárbara Pastor...
Como sigo disfutando y agradeciendo las investigaciones de tantos y tantas otras, por diversas regiones y lenguas, en estos mismos tiempos, ya con opiniones muy diversas, incluso contradictorias: de todas se saca algo para construir las teorías propias, ya sobre cada terreno concreto.
Pues una cosa es la teoría fonética, filológica, pero otra comprobar si cuadra con el terreno. Ahí ya tiene que decidir cada uno, incluso, con riesgo de seguir equivocándose. A veces, nunca aparece una última palabra, ni siquiera pisando y contemplando en terreno a la vista.
El caso es que la lista de etimologistas se alarga para poder seguir leyendo este paisaje toponímico que siempre va en mi retina, también por cualquier otro que pase, bastante más allá de estas montañas, por supuesto: qué podrá significar cada nombre que escuchamos, por raro que parezca. Como la lista de estudiosos se extiende a otros muchos países y lenguas, van saliendo muchas etimologías.
Gracias a autores tan accesibles como Fernando Cabeza Quiles, Xesús Ferro Ruibal, Xosé María Lema, Xulia Marqués, Rodríguez José Ramón Morala, Álvarez Mourín, Francisco Villar, Roberto Faure, P. Celdrán, García Arias, Juaquín Caridad, F. Álvarez-Balbuena, Xulio Viejo, Ramón d'Andrés, Cristian Longo, Ignacio Prieto Sarro, José Rodríguez, José Luis Fuentes, Adriana García, Nuria Ménguez...
La lista es larga por las distintas -o parecidas- regiones toponímicas: Ana Isabel Boullón, García Trabazo, Gonzalo Hermo, Maximiano Trapero, Xaverio Balleter, Pascual Riesco Chueca, Paulo Martínez Lema, Pedro Gómez Turiel, Francisco Molina..., por citar a los más accesibles y divulgativos a mi alcance. Necesarios, todos ellos y ellas.
8. La imprescindible necesidad de escuchar a los lugareños, incluso entre varias fuentes y versiones diversas
Sirvan, para empezar, algunos ejemplos, que habría que escuchar antes a los lugareños en sus diversas articulaciones: pastores en sus mayadas, en las brañas, en sus pueblos de origen.... Y, a menos lugareños, escuchar más a montañeros que tuvieron -o siguen teniendo- la ocasión de escucharlos en alguna ocasión privilegiada.
Muchos ejemplos para aclarar, pero hay uno que sigue en parte misterioso porque nadie se atreve a una etimología convincente: Lechugales, La Morra Lechugales, La Canal de Lechugales... Ni entre los nativos de Sotres y Tielve, ni entre los lebaniegos ya cántabros, tuve manera de comprobar si serían posibles allí algún tipo de plantas, parecidas o equivalentes a las lechugas, que pudieran haber dejado el nombre en aquellos altos; aunque fuera. de forma más o menos directa o figurada, metafórica, con equivalencia alimentaria en estos altos pastoriles por el verano.
Parece evidente que el terreno no ha de permitir allí las lechugas sobre aquellos roquedales. Pero sí alguna planta aprovechada para las cabañas a modo de ensalada ocasional y a falta de otras más sabrosas, como se aprovecharon siempre: el diente de león, la acedera, los berros, la chicoria...
Por algo los gallegos llaman "a leituca dos porcos, a leituga do porco" al "diente de león" (Taraxacum officinale, Hypochaeris Radicata...), de hojas comestibles. Entre muchos y muchas, alguien lo podría comprobar rebuscando estas plantas en aquellos rincones: alguna aparecería para atestiguar la etimología de una vez... A falta de pastores, montañeros y montañeras de paso..., en estaferia toponímica, ya siempre en línea dixital en estos tiempos.
Y así resultaría muy oportuna esta estaferia comuñera, a medias entre montañeros y nativos, en un momento de tantos cambios en el paisaje rural asturiano. Pues pudiera ocurrir que, en un tiempo próximos, ya sólo queden los nombres para contarlo, sin las referencias lugareñas que nos los aclaren.
Pues ¿quién reconocería la planta del lino en un Linares, La Tsinariega...? o ¿la planta de la xistra, en El Jou la Cistra de bajo El Jultayu? O ¿encinas alrededor d'El Llagu Ercina y L'Arcenoriu? O ¿simples leñas y leñeros en La Plaza la Leña, a su paso por aquellas sosegadas callejuelas tan entrañables y rústicas de varias ciudades peninsulares? Sólo con las palabras del terreno: y a veces, ni eso.
9. Los ejemplos transformados, deformados, malinterpretados..., podrían multiplicarse
Como El Colláu Lincós: será más bien L'Incós (en vaguada, ampozáu, lat. cursum, cauce, canal); en otro caso, en zona oriental, sería *Llincós, que no se oye a los pastores de la zona. La L- inicial es, por tanto, del artículo, no de la palabra toponímica.
O como La Cotsá l'Ingleo, en los altos quirosanos de Güeria: nunca *La Col.lá *L.lingleo, que se atreven a contaminar en algún mapa desde algún sofá urbanita (en zapatillas y sobre moqueta); como L'Angliru (menos mal que lo respetaron): del lat. anguletum (anguloso, con muchos recovecos, ángulos en el terreno); es decir, la L- inicial es del artículo también, no de la raíz de la palabra.
El otro día me preguntaban por la radio el origen de La Tormentosa: en Castropol, Tapia, Lugo... (lugares, por cierto, muy apacibles, sin apariencia de tormenta alguna ni tormento por el medio. Resulta que alguien había escuchado la variante Tomentosa (sin r- añadida), y ésa resultaría ser la clave de la etimología: lat. tōmĕntum: ‘borra, paja, tipo de planta’..
En romance, tomento fue ‘la estopa del lino o del cáñamo’; y tomentosa, ‘abundante en tomento’. Tal vez, tierra sembrada con estos productos tan necesarios tiempo atrás en los pueblos. La proximidad a la voz tormenta, habría modificado el topónimo también, una vez que se perdió el uso local del producto. En fin, cualquier variante escuchada por cualquiera nos puede dar la clave, si las contrastamos todas sobre el terreno, por supuesto.
10. Destaca aquella camperina verde -como de *verduenza-, que igual se convirtió en una Fuente la Vergüenza (como nos llegó a nosotros)
De interés resulta la posible transformación para llegar a La Fuente la Vergüenza (sobre Los Lagos de Covadonga y La Vega d'Enol); con camperina verde, alrededor; tal vez, una interpretación popular más, a partir de *Verduenza: la cualidad verde del paraje.
Y así pudiera ser pues existe El Seu la Vergonza, El Picu la Vergonza (subiendo a Urdiales desde Vegarredonda); otras camperinas verdes entre aquellas calizas. En un contexto pastorial de veranao en las cabañas, cuando la fuente era el único lugar higiénico para todo, cuando no había agua en las cabañas, el aseo personal de homes y muyeres había que hacerlo en público, en la fuente próxima.
El resultado con las interpretaciones de los tiempos, y una vez que fueran mejorando los lugares de aseo, la *verduenza, o similar, la habrían traducido en vergüenza (simple cambio fónico), como explicación a su modo entre güelos y nietos, origen de tantas interpretaciones populares. Como Los Verdugos, El Collaú los Verdugos, El Camín de los Verdugos: simples praderas verdes en el origen.
11. Simple toponimia social compartida: esa otra imprescindible obligación de responder, en consonancia, a las preguntas de los propios nativos sobre los nombres que patearon desde la infancia:
Nunca olvidaré la pregunta tan espontánea de Josefa la de Piñera -octogenaria con muy lúcida memoria-, en una de aquellas sesiones compartidas durante varias horas -3 horas por el crepúsculo arriba-, en charla inolvidable:
"Toa la vida llevo semando y arrandiando en la iría, y siempre me pregunté por qué se llamaría Los Gavilanes a un poco quentu que hay".
Y yo le contestaba: pues lo más seguro es que se trate de uno de aquellos lugares muy frecuentados por estas aves rapaces, para sus vigilancias y merodeos sobre los sembrados del pueblu y las aves de corral o de las caleyas: los gavilanes, los ferres, los azores, el ferruchu..., que tanto preocupaba a los nativos por los daños que les ocasionaba.
Allí, sobre el nombre adecuado, les pondrían los espantapáxaros famosos, que antes lucían en épocas de siembras y cosechas. Josefa bien los recordaba, y daba por terminado el misterio: muy grata colaboración con quienes tantos detalles comprobé sobre cada paraje concreto.
12. El lenguaje toponímico asturiano, sin ir más lejos: Lena, Nava, Navia, El Tiatordos, Maciédome...
En consecuencia, más que de toponimia a secas, convendría hablar de lenguaje toponímico: esa otra faceta del uso lingüístico asturiano, que fue designando con el tiempo cada palmo de terreno utilizado por los habitantes de cada territorio concreto; entre Ribadedeva y La Ría del Eo, en este caso. O entre El Cabu Peñes y Peña Ubiña.
Desde los mismos acantilados del mar hasta los riscos y breñas cimeras de las montañas, se fueron asentando nombres con motivos muy diversos: espacios de poblamientos remotos, parcelas cultivadas, aguas, plantas, animales, lugares de culto, propietarios, leyendas, mitos… En el comienzo de cada uno, la palabra lugareña.
Más difícil también sería ya precisar la fecha, casi siempre más o menos remota, en la que se fue tallando cada voz toponímica en su sitio: según el francés Éric Vial, puede ser ya desde hace diez, veinte, treinta mil años; el mismo hombre de Cro-Magnon ya habría podido “bautizar” alguno (que dice en su obra, Les noms de villes et de villages, 1983. Belin, p. 3).
El caso es que asís e iría formando todo ese lenguaje toponímico, en principio, con las mismas raíces verbales remotas que pasaron a las palabras romances de sus componentes: Navia, Lena, Urriellu, Braña, La Fresneda, Cabrales, Pandébano, La Terenosa, Viesques, La Texa, El Texu la Oración, La Tiese, Brañarredonda, Las Juentes, El Colláu la Cistra, La Peña la Regaliz, El Jultayu …
Y tantos otros, poco investigados: Tiatordos, Maciédome, Arcenoriu, Capietsa Martín, Sotres, Tielvi, Bulnes…, que entre muchos saldrían meyor tratados. Pues no por conocidos fueron más dignos de atención etimológica razonable y sobre el terreno.
13. Todo un léxico común se fue traduciendo con los siglos al paisaje que contemplamos hoy: una nave, unos fresnos, una planta aromática...
Porque en el mismo uso asturiano asoman las mismas raíces toponímicas en un amplio campo de palabras: la nave, lenidad, lenificar, los fresnos, las carbas y las cabras, los lugares tordos (oscuros, sombríos), los pandos, los ébanos (desprendimientos), los terenos, las espineras, los texos, los tensos, las brañas de verano, las juentes, la xistra, el regaliz montés, los jous o los tayos…, respectivamente. Del uso común iría pasando la raíz al uso toponímico, sin más diferencias que los prefijos o sufijos para matizar las referencias en cada caso.
Ciertamente, el lenguaje toponímico no resulta siempre tan transparente en el uso común de la lengua: Uviéu mismo, Xixón, Naranco, Aramo, Urriellu, El Monte Auseva, Áliva, Fuente la Plata…, pues sólo con ayuda de los etimologistas llegaríamos a una raíz posible, más o menos aceptada; o a varias incluso, como para Oviedo mismo, que se manejan hasta casi una docena de posibilidades.
Se diría que aquellas raíces más remotas, prerromanas casi todas, no pasaron al uso común de la lengua asturiana con claridad: *ob-, *iob-, *xax-, *nar-, *ar-, *ur-, *aus-, *al-li-, balat-; más o menos, ‘agua, divinidad, roca, valle, altura, losa...’, por ello, no hay acuerdo ni una última palabra. Habrá que seguir investigando y contrastando esas mismas raíces por otras regiones y lenguas.
14. Con la perspectiva también de otras gentes de paso: Urriellu, Naranjo, Naranco...
En otros casos, hasta pueden convivir topónimos en boca de nativos, o motivados por gentes de paso, pero que tampoco sabremos del todo el origen de ambos en el tiempo. Sirva el caso más sonado de Urriellu y Naranjo de Bulnes. Siempre escuchamos a los nativos de Bulnes Urriellu, El Picu Urriellu. Y La Vega Urriellu que entra en el mismo paquete.
Pero tal vez ya con sus cambios entre ellos mismos, pues cuando seguimos preguntando, terminan por decirnos: “Bueno, en realidá, para nosotros, siempre jue “El Picu”, a secas. Urriellu e La Vega, abaju”.
De modo que tampoco podríamos asegurar ya, sin más, que la raíz *ur-r-, sea ‘altura’, como suponemos; podría ser ‘agua’, como suponen otros, y referirse sólo a la vega, abajo, no a la cima rocosa; una vega con poca agua, *ur-r-ellum, manantial pequeño, como podría haber resultado milenios atrás. El Picu, a secas, sólo es la cumbre: sin el Urriellu, para algunos mismos de Bulnes.
15. Quedarán las palabras sobre el paraje, mientras alguien las recuerde, las explique y las comparta
Las Xornadas montañeras que dirige Mar Montero cada año en la Asociación Cultural Camín de Mieres suponen una buena ocasión para comprobarlo y aportar soluciones comuñeras. Pues, bajo demasiados topónimos ya no queda vestigio alguno, si alguien no lo recuerda, parajes vacíos de referencias.
Demasiados ejemplos: como El Castro (sin una sola piedra ni cerco para contarlo); Robleo (sin un solo roble en la redonda); La Fuente la Plata (sin fuente alguna a la vista); La Tsaguna (seca completamente); El Preu la Iglesia Vieya (sin iglesia, ni ermita alguna); Les Cabañes (todo pisos de viviendas hoy).
En otros casos, la riqueza etnográfica, etnobotánica, nos pasaría desaprecibida si perdemos la costumbre remota que late bajo el topónimo que encontramos de paso: los urogallos, que tanto cantarían en el boscaje de Brañagallones; las mayas de la escanda en La Mayacina de Mieres; las mantegas y el intercambio de productos en La Vega las Mantegas, El Colláu las Mantegas, de la braña de Belbín en Picos. El Ballicu Desnatar o La Juenti'l Peyu Treslajaya, La Juenti los Peyines (el trabajo pastoril diario con la leche en los puertos).
Quedan las palabras, una vez más: mientras alguien las recuerde o las comparta.
16. La dualidad toponímica (en ocasiones, contaminación a secas), en tantos casos: nunca La Cubilla en aquel alto (el mismo nombre ya lo impide...)
El caso es que los ejemplos de todo ese paisaje toponímico transformado se multiplican desde los pueblos más fonderos hasta las cumbres de las brañas. En estos últimos años está de moda el caso de Orlé: siempre, así, Orlé, en la memoria de los mayores que vivieron, o que siguieron viviendo en el pueblo.
El polémicu letreru *Orllé, impuesto desde hace años a la entrada del pueblu, llevó a los propios lugareños a una protesta por escrito ante las mismas oficinal del Principáu; y sigue el vecindario a la espera de que se escuche a los hablantes de la toponimia local: los que usan su nombre milenario.
No obstante, Xoxé Ambás, en sus muy documentadas entrevistas orales atestigua que algunos mayores casinos recuerdan haberlo escuchado a sus padres en la infancia: "los de Orllé". Una vez más, un topónimo para seguir investigando y acordar en conceyu.
La doble articulación se repite en otros conceyos: los del pueblu quieren una, tal vez más moderna, evolucionada; y los de fuera mantienen la antigua, la autóctona en asturiano para ellos. Tal vez, antes la más antigua para todos: los de dientro y los de fuera.
Es el caso de Yanos de Somerón, Llanos de Somerón (Lena), incluso: para los del pueblu, hoy; Chanos de Somerón, para el resto del conceyu. Congostinas: para los del pueblu; Concostinas, para los de fuera a veces. Uviéu, Ovieo, Oviéu: para los de los pueblos, de montaña, por lo menos; Oviedo, para muchos de la ciudad. La evolución del lenguaje toponímico también.
Contaminante resulta, ciertamente, como resuena cada año, al paso de la vuelta ciclista, el caso del mal-llamado Alto de La Cubilla: nunca La Cubilla entre los vaqueros de Lena, ni entre los pastores leoneses, ni entre los mismos vaqueros de Mieres que compraron el puerto hace más de un siglo. Nunca Alto: siempre El Puerto, El Mayéu la Cubietsa, a casi un km valle abajo por El Puerto Mieres, hacia la vertiente leonesa de Villafeliz y vertiente leonesa. El desplazamiento, la contaminación toponímica, se generaliza cada año con la Vuelta.
17. Con toda una tradición milenaria detrás, preindoeuropea ya, tal vez: L'Alto'l Palo, no por casualidá baxo Penatolóbriga (celta, en este caso, -*briga, 'fortaleza')
Porque el nombre originario, inamovible entre los vaqueros que iban a pie antes a estos puertos, sigue siendo L’Alto’l Palo; es decir, el punto cimero del paso entre rocas que da vista a los valles empozados de este puerto al par de La Vatsota; un alto sobre una zona ‘palustre’, con lagunas pequeñas, como resultan tras el invierno, con los neveros y deshielos; unas lagunas que servían de abrevadero al ganado en el verano.
De donde parece que vendría el nombre: de una raíz preindoeuropea, *pal- (‘agua’), como atestigua la voz paludismo (la enfermedad del insecto famoso por picadura); la enfermedad palustre. Para otros, vendría de la raíz, prerromana también, *pal- (roca), que correspondería al paraje entre peñas. Pero nunca *Alto *la Cubilla, en castellano allí, entre toda una toponimia asturiana sin titubeos.
En todo caso, La Cubietsa: como El Mayéu la Cubietsa originario, con sus cabañas y capilla conservadas hoy mismo al par del camín francés.
Los ejemplos contaminantes podrían multiplicarse: La Angosta, en el Macizo Oriental de Picos (nunca *La Langosta, que se lee en algunos mapas); lugar angosto, paso estrecho entre rocas. La Morgal, en Llanera (nunca *Llamorgal, que se leen en algunas publicaciones; antes, incluso El Morgal, que evita toda duda posible). La Cotsá L’Ingleo, en Quirós (nunca *La Col.lá L.lingleo, con que se atreven supuestos etimologistas de moqueta y de sillón). Indignan a los nativos estas lecturas cuando llegan a sus manos.
A modo de conclusión.
Como decía al principio, la investigación toponímica actual camina por sendas ya muy alejadas de la reducción tan simplista de un topónimo a la pura fonética, o a las conjeturas lingüísticas desde un despacho con pocos más datos que unos documentos escritos, tantas veces ya malinterpretados, tergiversados o tomados de voces que no eran precisamente escuchadas directamente a los nativos del territorio habitado; los usuarios que tallaron los nombres sobre el terreno; o lo trasmitieron según escucharon a sus güelos y tartaragüelos detrás.
Las nuevas estaferias y facenderas del lenguaje toponímico, en tiempos tan montañeros, tecnificados y virtuales, caminan por otras sendas bastante más placenteras y realistas: todo un lujo comprobar los resultados de las investigaciones orales llevadas a cabo desde todos estos campos etnográficos asturianos por personas que los comparten y dejan abiertos a la opinión, y aportación, de los demás. Cuatro güeyos siempre vieron más que dos -que asgaya recuerda la voz oral-.
Gracias asgaya, Mar, Ambás, Víctor, David, por la vuesa collaboración nesta esfueya toponímica l.lariega. O no tan l.lariega: quién sabe si de airinos universales de pasu, que diríamos meyor.
Porque, en palabras de Miguel Torga: "Lo universal no es más que lo local sin paredes". Y en el caso de la toponimia local, el culto a la palabra, a las palabras del terreno, a la precisión en el uso del lenguaje que siempre practicaron los nativos cuando no había otros medios que llamar a las cosas por sus nombres exactos.
O como recuerda García Márquez de la cultura indígena de los mayas, tal vez habría que inventar, dedicar un nuevo culto al respeto a la palabra:
"El dios de las palabras: Itzamná, el dios que los mayas tenían para ofrecerle cultos que les protegieran en el uso de la sabiduría las palabras, de la escritura".
Gracias por vuestra presencia aquí y por vuestro tiempo dedicado. En mi páxina web ya tenéis abiertas estos 12 folios dixitales, na más pinchar en el NOTICIERU (https://xuliocs.com/noticieru-web-xulio-concepcion-suarez.php).
Que vos presten.
Otros enlaces:
Artículo de Mara Llamedo: "«Xuntanza» para poner en valor la toponimia montañera", en www.elcomercio.es.
- Artículo de David Montañés: "Montañeros y lugareños, los grandes guardianes de la toponimia", en www.lne.es
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