Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

La Vía Romana de La Carisa:
el camín real viiyu,
el camín real nuivu,
la vía pecuaria...,
en el lenguaje inmemorial
de los nativos lenenses y leoneses
a uno y a otro lado del cordal.

Descripción completa en el libro de rutas,
Por las montañas de Lena
(ruta 38, pp. 332-344: 1ª parte)
(ruta 21, pp. 203-210: 2ª parte)

Descripción de los pueblos a la falda del trayecto:
"De las corras a las polas,
poblamientos y poblados a la falda de La Carisa
":
Xulio Concepción Suárez
(publicado en el RIDEA)

Javier, en La Cotsá Propinde

1. La estrategia inmemorial de un camino por un alto: ver y no ser vistos

En resumen, la vía romana (la ruta de La Carisa) entraba por Pendilla: en la etimología, la tierra pindia, pendiente; o tal vez de piedra, *penedilla, antes *peredilla, como tantos otros lugares peninsulares. Más probable en este caso, una relación al comienzo de la pendiente hacia Propinde (en contraste con las llanuras leonesas que dejaba atrás), pues no son significativos los penedos (los peñascos), en las proximidades de Pendilla, ni hacia El Ceyón.

La vía romana llegaba desde León o desde Astorga, en sus diversas ramas y direcciones. Hoy la vamos pisando en parte, según los tramos: a veces, sepultada bajo la pista-todoterreno actual, abierta en los años setenta para las minas de carbón de estos altos; otras veces, semioculta entre las zarzas crecientes, unos cuantos metros por encima de esta pista; pero bien visible la caja de la calzada milenaria, antes vía pecuaria.

Una calzada romana, sepultada en parte bajo una pista todoterreno trazada a discreción...

La vía romana -camín real, para los nativos- se conserva en parte, con restos de pradera, con varios m en anchura, uniforme en subidas y descensos, con sus vueltas y revueltas para salvar los fuertes desniveles... Son hoy esos tramos olvidados, que no aparecen en las guías turísticas al uso, pero más dignos de respeto, de estudio y de andadura, precisamente por ello. Un impagable documento inestimable en estos tiempos.

Desde Pendilla -Pindietsa, para los vaqueros lenenses- la calzada ascendía programada y uniforme por la ladera de Furniechos (margen derecha del río, izquierda subiendo nosotros), como se aprecia todavía entre los matorrales a pocos metros sobre la pista actual. Poco más arriba queda el valle espacioso de Bustamores: una amplia, larga y conservada pradería comunal del pueblo, que se prolonga hacia el noreste, sobre el río que fluye de las cumbres de Tresconceyos y L'Estorbín.

Un nombre tan grato a la vista y al oído, como tan poco estudiado hasta la fecha

El nombre de Bustamores resulta igualmente documental en estos tiempos: un antiguo busto (latín, bustum 'quemado'), aplicado a los matorrales que se cortaban, se rozaban, se amontonaban como malezas, y se quemaban como abonos para producir pastizales, tierras de semar... El segundo componente es más difuso; existe, pero no es frecuente, el nombre personal Amores, como se podría suponer de forma facilona: el busto, la posesión de Amores; habría que documentarlo.

En cambio, por esa circunstancia de valle extenso de uso comunitario de los vecinos de Pendilla, más bien habría que pensar en una referencia a la voz mores (latín mos, moris, 'uso, costumbre, derecho de uso), luego interpretado popularmente como lugar bueno, placentero, por sus cualidades ganaderas y su posición estratégica: soleado, con agua abundante, muy productivo para ganados y nativos. El busto del derecho de costumbre, consuetudinario, que llegó a nuestros días.

Con las vueltas y revueltas del camino, los corros y los castros que duermen bajo los nombres

Ya por la ladera arriba, siempre sobre el valle de Bustamores que va quedando a la derecha de la subida, la calzada romana llegaba a La Cotsá Propinde y serpenteaba, a la derecha también, por Las Retuertas: las curvas retorcidas que lleva el nombre y se perciben en la calzada al paso con las chirucas.

Ya en La Cotsá los Corriones la caja de la calzada seguía elevándose ligeramente hasta casi la misma falda del Picu Tresconceyos. Luego ya se mantiene sobre El Mayéu Fierros, La Cruz de Fuentes, Currietsos, Castro La Carisa, La Boya, La Fuente'l Surbu, Busián...

Desciende luego por La Cava y sigue por L'Acíu, donde cambia a la ladera allerana camino de Carraceo, Serralba, Carabanés...

La Vía Romana pasa junto al Dolmen de Carabanés, desciende por Espines y ya continúa por la vertiente allerana hasta los altos de Carabanzo. Allí se conservan los megalitos del Padrún. Finalmente la vía romana baja a Uxo (Ujo) y sigue hacia Mieres del Camino...

Valerio y Anselmo

2. Por unos mismos caminos con usos sucesivos en el tiempo

La ruta de La Carisa se conserva en algunos tramos, con dos trazados: el más alto, el originario, el llamado Camín Viiyu por los vaqueros; y otro más fondero, tal vez alternativo para ciertas épocas de nieve y más reciente, el Camín Nuivu, que dicen los lugareños.

En todos estos tramos, el camino fluye siempre al filo del cordal cimero con la estrategia natural más antigua: ver y no ser vistos. Controlar el valle y no ser controlados, a ser posible. Dicen los pastores leoneses que era el camino viejo, la antigua vía pecuaria, usada por los mismos rebaños trashumentes que venían de las mesetas interiores a estas montañas cantábricas; los romanos usarían las mismas vías para transformarlas con sus recursos de entonces..

El topónimo es dudoso. Cabría el preindoeuropeo *kar- ('roca'); o el celta latinizado, Carisa, Carisius: el general romano Carisius que, según parece, vino a conquistar estas montañas pudo dar el nombre a la vía, en parte trazada reutilizando una antigua vía pecuaria: la de los ganados transhumantes, siempre de vuelta entre la Meseta Castellana y los pastos de invierno al abrigo del mar.

3. Las resonancias comerciales de Ampueiros:
(publicado en el Diccionario etimológico de Toponimia asturiana, KRK, 2007, pp.72 s).

Muchos datos arqueológicos siguen protegidos sólo por las zarzas y el respeto inmemorial de los lugareños. Sirva uno al azar: el nombre y las murias, casi enterradas ya del todo, en El Mayéu Ampueiros. El lugar estratégico, no por casualidad, justo bajo la vía romana, connota toda una actividad comercial que podría documentarse desde el nombre mismo: exactamente, ‘lugar comercial’, en griego -que dice la palabra: empórios (mercado).

Todo hace pensar en uno de tantos puntos estratégicos (retirado, apacible, soleado, con agua...) bajo la vía romana, para el intercambio de minerales con los nativos, verdaderos conocedores y expertos guías de la zona. A juzgar por la caja de la calzada que desciende al Mayéu Ampueiros, y vuelve a remontar a la vía cimera por Tsixincos, no habría que descartar una cierta organización de hospedaje, lo mismo para arrieros que para las caballerías y carruajes por aquellos altos: más abajo quedan las fértiles praderas del Xafre, Tuñón, Brañaloso... (zonas mineras hasta el milenium). O Viacachos, sobre Casorvía: la vía de los caballos.

El nombre de Ampueiros no está solo en Lena. Hay Ampueiros también en El Posaúriu: finca bajo el camino antiguo de Payares a su paso entre La Capilla las Nieves y El Curutsu, camino de La Romía Riba. Tal vez, en este caso, otra venta, mesón caminero, carretero..., al par del camino principal a media ladera: una de tantas posadas en los difíciles caminos de montaña. Hay Ampuero, en Cantabria; El Ampurdán, en Cataluña; Empury, en Francia; Emporium, en Roma y Grecia, en definitiva.

La etimología, en definitiva, como explica Joan Tort (2004: 146), hablando de los topónimos catalanes relacionados, parece clara, aunque con aplicaciones diversas según la geografía del paraje y circunstancias históricas en su tiempo, al lado aquí de una calzada romana:

"Empúries, Empordà..., constituye un topónimo de significado transparente: la palabra griega empórion significaba "mercado", "lugar de comercio" (Coromines, OnoCat, N, 53-55). Y ésta ha sido, de hecho, la función principal del lugar desde tiempos inmemoriales hasta hoy mismo: cruce de caminos, lugar de encuentro y de intercambio en un punto muy específico de la geografía peninsular...” (Joan Tort, 2004: 146).

4. Publicidad y realidad en los trabajos de La Carisa

Las investigaciones de nuestros entorno asturiano siempre son bien recibidas. El problema surge cuando sólo se traducen en poco más que letra impresa; o en simple papel de prensa que desaparece con el día, dormida ya para sienmpre en la hemeroteca virtual. Si, además, lo que queda sobre el terreno (en vivo y en directo, lo verdaderamente útil), es erróneo, impreciso, claramente equivocado, su función educativa no sólo se reduce a cero, sino que hace mucho mal a los usuarios de paso. Es contaminante, ridícula, vergonzante. La corrupción tiene muchos rostros más allá los euros y los privilegios consabidos.

Sirva el ejemplo (el mal ejemplo) de los cartelinos bajo las excavaciones. .Resulta humillante a la vista o a las chirucas del caminante (lo mismo da) la lectura de unos paneles desplegados a todo viento bajo los castros de La Carisa. En ellos que se dice textualmente: “la agricultura era cerealista (maíz, trigo)”. Así como se lee y suena: que en los castros se alimentaban de maíz…

El panel, de más de dos metros de altura, con amplios textos y gráficos castreños, está bien visible para información de unas obras subvencionadas con dinero público. Y con todos los permisos y vistos buenos administrativos. En el pie del cartelón (mucho tamaño para que la aberración se lea mejor) se asoleyan varios escudos y símbolos de los patrocinadores bien instruidos en esta ocasión: ayuntamientos, instituciones, entidades... Para muestra...

5. Cartelinos muy desinformativos para el que va de paso

En fin, su dinero habría costado el cartelín (la rigurosa investigación asoleyá); pero la barbaridad, nada educativa por ello, en absoluto contribuye al prestigio de los descubrimientos de un recinto castreño (que los hay, sin duda). Más bien invita a tomarse en broma tantos miles de euros empleados. Si todos los descubrimientos de la Vía Romana son de este rigor, el caminante más bien tomará el bocadillo y cambiará de ruta a escuchar a los páxaros cantar por los peornales.

El dato es del dominio común: el turista, el extranjero de paso, el estudiante, el universitario, el profesor, el simple ciudadano medio sabe que el maíz llegó a Asturias van cuatro siglos, no miles de años… Por supuesto, después del s. XV, entre tantos otros productos amrericanos tras el descubrimiento. Van cuatro días, vamos.

Las estadísticas…, no van desencaminadas tampoco para el ranking europeo: al lado de los últimos puestos en lectura y matemáticas, habrá que meter el nivel cultural de algunas investigaciones arqueológicas también. Y buena falta que hacen las investigaciones en cualquier campo asturiano: siempre son agradecidas (cuando son investigaciones de fiar, claro).

6. Algunos datos recientes del campamento romano (2016, Joaquín Fernández García & Julio Concepción Suárez -coordinadores, AA.VV- Asturias, concejo a concejo: Aller, RIDEA, p. 48 ss). Resumen de algunos informes.

Vestigios "Las obras de fortificación son todavía muy ostensibles y se concentran en la parte alta de la meseta, sobre todo encarando la ladera occidental, por la que bastante más abajo discurre la vía. Todas ellas están constituidas por los clásicos fosos en V -fossae- y terraplenes levantados con las tierras extraídas de ellos -agger-, conforme a las características comunes a los campamentos romanos, siendo casi todas las fosas dobles -la fossa duplex muy empleada por Julio César en sus campañas militares- a fin de fortalecer la eficacia defensiva.

Las defensas se completaban con numerosos elementos de madera, consistentes en bandas de estacas aguzadas -cippi, acutissimi valli- o ramificadas -cervi- que, tal como han revelado las excavaciones, se encajaban en las cabeceras de los contrafosos y en los taludes de los terraplenes para impedir la aproximación del enemigo. Sobre cada terraplén se colocaba, además, una empalizada que protegía a lo defensores, los cuales se movía por un ancho paseo de ronda, a veces empedrado. Estas obras defensivas ofrecen a lo largo del enclave un desarrollo y distribución desiguales.

Las barreras. El esfuerzo defensivo privilegió la cota más elevada, representada por la loma de Curriel.los, que fue rodeada con tres líneas defensivas concéntricas. La más interna es indicada por un talud que podría estar coronado por un caballete elevado en el que se insertaba una empalizada. Por delante corre otra barrera formada por una infrecuente fosa cuádruple, si bien dos de las fosas fueron añadidas en un momento posterior, y todavía más al exterior se trazó otra línea provista de una gran fosa doble. En la sección occidental este imponente dispositivo defensivo alcanza medio centenar de metros de anchura. Por delante en la zona SO se trazaron otras dos barreras formadas por unas perfectas fosas dobles que descienden por la ladera unos 200 m para cerrar un espacio triangular en cuyo extremo inferior se englobó un manantial. Además, toda esta ladera occidental es barrida por una defensa rectilínea, formada por un foso y talud no muy marcados, que llega hasta la vía y prosigue aún más abajo. La función de esta barrera era impedir posibles incursiones desde el N que aprovechasen la cercanía del camino para ascender en desenfilada por la vaguada.

El circuito defensivo. Por su parte, el cerro meridional, excepto la cara E que coincide sobre un cortado, fue rodeado por otra foso doble que apenas es ya reconocible en el terreno. En cuanto a las terrazas orientales, algunas fueron protegidas con pequeñas defensas y parece que la línea perimetral más externa fue asimismo reforzada. En total, el circuito defensivo activo del conjunto de instalaciones podía alcanzar cerca de dos kilómetros, lo que da idea del contingente humano que era necesario para su salvaguarda.

Los recintos. Todo el sistema de defensas da lugar a varios recintos de forma y tamaño muy distintos, y cuyo grado de ocupación resulta difícil conocer. Aunque el campamento supera las 10 hectáreas, hay que tener en cuenta que las defensas ocupan una buena parte de esa superficie y algunos espacios reunían escasas condiciones de habitabilidad. Con todo, los cálculos realizados permiten suponer que el campamento podía alojar prácticamente los efectivos de una legión en caso de una ocupación completa. Las tropas debían repartirse por los recintos en función de las diversas unidades militares, siendo su alojamiento en tiendas de campaña como demuestran las numerosas clavijas de hierro para fijación de los vientos que fueron encontradas.

Los barracones. Así y todo, en el último episodio de uso del campamento en uno de los recintos superiores se construyeron barracones de planta cuadrangular realizados con un zócalo de cimentación de piedra sobre los que se levantaban paredes de madera y manteado de barro. Al encontrarse a poca profundidad sus evidencias han desaparecido en su mayor parte, aunque el incendio de uno de ellos facilitó la conservación de grandes vigas de sección rectangular, algunas con clavos de hierro. No hay que descartar que en ocasiones se vivaquease directamente sobre el terreno aprovechando la bonanza térmica estival.

La estancia, la vigilancia... El recinto más alto, coincidente con la cumbre que fue totalmente explanada, y de poco más de un millar de metros cuadrados, debió servir de centro de guardia, pues desde él se domina todo el enclave y se accede a las posiciones defensivas. Algunos indicios apuntan a que pudo contar con torres elevadas y en su centro se realizaron hogueras para caldear e iluminar la vigilancia nocturna. Aparte de las calles para las rondas y circulación de las tropas, el campamento dispuso de una vía principal que desde la puerta de ingreso, situada hacia el lado meridional, recorría la zona de la dorsal hasta llegar a los barracones. Era una calle totalmente empedrada de más de 2 m de anchura. Conviene agregar que en el extremo inferior de las terrazas orientales se acondicionó una gran charca natural que pudo abastecer al ganado caballar.

Los objetos encontrados. Las pesquisas arqueológicas facilitaron el hallazgo de un variado repertorio de objetos de hierro muy representativo del equipamiento militar. Entre el armamento hay puntas, conteras y remaches de lanza y de jabalina -pilum-, proyectil de honda, dardos -pilum catapultarium- y diversas piezas de catapultas -entre ellas un gatillo del disparador-. Típicas herramientas son varios azadones utilizados en los movimientos de tierras -aparecieron bajo los terraplenes defensivos-, una hoja de hacha, un zapapico -dolabra-, una aguijada y un cincel. También se encontraron objetos diversos como las clavijas de tiendas de campaña, numerosas tachuelas de calzado, una cuchara, una argolla de pared, clavos y remaches variados.

Cerámicas, semillas... En uno de los barracones aparecieron varias vasijas de almacenaje de cerámica común -una de ellas para agua y otras para avellanas, trigo y otras semillas-, afiladeras y un percutor. Bajo los barracones hubo previamente un área metalúrgica tal como indican escorias y subproductos de fundición.

Las monedas. Entre los materiales más destacados se encuentran las monedas: un denario de Julio César -de 54-51 a. C. conmemorativo de su victoria sobre los germanos-, as de Augusto y Agripa -quizá acuñado en Orange en 30-29 a. C.-, as de Celsa -Velilla del Ebro, de 27 a. C.-, as de Cneo Pompeyo -acuñado entre 46-45 a. C. con anterioridad a la batalla de Munda-, as de Publio Carisio -datado en 23 a. C.-, un quinario de Carisio y una moneda partida anterior a 26 a. C....

El topónimo. Todo este monetario es muy coherente y ayuda a datar el campamento en la etapa de las guerras cántabras, que de manera genérica se datan entre los años 29-19 a. C. Pero es aquí donde el topónimo Carisa, con el que ya se conocía esta montaña en el siglo XI, suministra una valiosísima prueba por su procedencia etimológica del legado Publio Carisio.

Las estrategias. Y es que fue durante el mandato de este, entre los años 26-22 a. C., cuando se desarrollaron las operaciones bélicas contra los ástures, según los historiadores clásicos. Esta es la datación increíblemente precisa que debe asignarse al campamento, en el que, para mayor corroboración, se encontraron dos monedas emitidas por el propio legado de Augusto. Por lo demás, la condición bélica de las instalaciones ya se podía sospechar a partir de su fortalecimiento defensivo, su situación a una altitud extrema, la fortificación de las aguadas y su ocupación exclusivamente estacional.

Así es que tanto el campamento como la vía debieron constituir las infraestructuras principales para la ocupación militar de la Asturias transmontana, ofreciendo una información privilegiada de la estrategia seguida en la conquista".

7. Los caminos alternativos de la vía romana: el camín d'Escuenas a La Romía, Orria, Sanandrés, Parana, San Pelayo...

Pero, en fin, una vía milenaria tan siginificativa para el paso humano o ganadero entre dos regiones vecinas no habría de ser única, y por un sólo trazado, pues muchas serían las dificultades de paso según las estaciones del año, el clima, los destinos, los peligros, los atajos..., entre tanto boscaje espeso por la ladera asturiana en especial.

Por esto, de paso por el paisaje, observamos que la entrada caminera por Pendilla tenía sus caminos divergentes, alternativos: por los nombres y los informes de pastores y vaqueros, deducimos que un camino importante no iba sólo por la vertiente derecha del monte (ladera de Tresconceyos), sino que tenía su alternativa por la vertiente izquierda subiendo (ladera del Ceyón).

Así, ya en El Pontón de Furnietsos, tal vez no por casulaidad lugar de la piedra-estela grabada, estudiada por Manuel Mallo, la vía antigua se bifurca: a la izquierda, un camino serpentea ladera arriba hacia los altos de Escuenas: entrada amplia tallada entre las peñas divisorias de los pastos leoneses y de los mayaos del puerto asturiano; un paso en cueña, en cuandia (de donde Escuenas, entre cueñas, pasos en muezca).

Hasta el nombre de La Romía, que bien recuerda el camino romiu, chemin romiu, camin romiou, cami romiu, cami arromiu, de los romios..., que atestiguan J. Mª Lacarra y otros viajeros de paso siglos atrás.

Este camino por los altos d'Escuenas serpentea ahora ladera abajo para salvar el descenso mediante curvas y revueltas parecidas, que mejor pudieran soportar los ganados, tal vez los carros, por pequeños y rústicos que fueran siglos o milenios atrás; cruza aquellos mayaos, baja por La Cantera, Torones...; y se va abriendo en ramales hacia La Romía, Naveo, el monasterio de Orria, Parana..., y Fierros, finalmente, ya en el fondo del valle.

Todo hace pensar en un camino alternativo, tal vez posterior al cimero de la vía romana, pero que, con el tiempo, se fue abriendo para poblar, abastecer, traer y llevar productos entre la vertiente leonesa y la asturiana, por una zona más fondera y asequible buena parte del año, lejos de los rigores y las nieves de Tresconceyos y compañía. Tal vez ya en época del camín francés, de los romeros..., que sigue visible y transitable en parte también hoy.

El mismo nombre de La Romía, con evidente relación a la voz Roma, pudiera atestiguarlo. Hoy mismo el camín d'Escuenas se divisa bien en la andadura, a pesar de que ya sea intransitable en su mayoría; sólo algún tramo se pasa y con muchas raspaduras entre espesos peornales. Ya algo más abierto, el que viene de La Romía.

Otro camino amplio se conserva en algún tramo -simples restos- entre La Paradietsina y Parana: ascendía por la vertiente de Pindietsa, cruzaba el Castro Tsagüezos (sobre La Cotsá Propinde), y se desviaba a la izquierda por La Paradietsina, El Rancón, La Manga'l Puzu, Tronco, El Quentu Chandelafaya, Los Olinos de Parana...; y descendía por Arroyo a Las Puentes, en Fierros. Tal vez, una variante posterios de La Carisa, con bajada al valle a modo de atayu.

8. La Vieya, El Preu la Vieya, La Calzá Vieya, Vegavieyos...

El lenguaje toponímcio de los caminos -la odonimia, en este caso-, atestigua otros trazados por estos montes desde las cumbres de La Carisa hasta el mismo fondo de los valles; sin duda, en ese sucesivo proceso en el descenso de los caminos ladera abajo, a medida que los tiempos, las emboscadas, la abertura entre los boscajes..., lo iban permitiendo; caminos más antiguos, al filo cimero de los cordales; caminos, altomedievales, a media ladera; caminos medievales y más modernos, ya sobre las mismas riberas de los ríos, una vez transitables sin los peligros de desbordamientos imprevisibles, y con algunos puentes o pontones para salvarlos en su caso.

Así resultan sugestivos topónimos al paso de la vía romana de La Carisa, como La Vieya, El Preu la Vieya: fincas y pastizales en los altos divisorios de lenenes y alleranos, bajo Ranero, ya por la vertiente que da a Carabanzo y a Boo; en todo este tramo de varios km, se percibe con nitidez relativa, todavía, una desdibujada caja de camino más o menos amplio y uniforme, sin que haya sido invadido por retamas y malezas como en el entorno circundante; señal de una senda antigua (de donde el adjetivo Vieya), de algún modo excavada, empedrada en algnas zonas.

El documento oral toponímico, una vez más, aún floreciente entre las zarzas

Ya en el fondo del valle, sobre el río Fierros, está Vegavieyos: una vega uniforme entre Malabrigo y Las Puentes, que se diría debe el nombre a los caminos antiguos (vieyos, también) que todavía se divisan, y se transitan a veces, por ambas laderas más pendientes; por la vertiente de Güelles (margen derecha del río); y por la vertiente de Eros, Herías (margen izquierda del río).

En resumen, con la apertura del paso entre aquellas peñas, los caminos bajarían ya definitivamente a lo mejor de la andadura; más tarde, carretera a Castilla de Jovellanos; hoy, carretera Payares. Toda una lectura de los caminos por El Payares, tallada ya tantas veces, sobre todo, en los topónimos: las pistas todoterreno, las carreteras para los coches, las vías del tren..., o las zarzas y matorrales..., van enterrando las calzadas y las pedreras. Quedan los nombres para contarlo, por lo menos, de momento.

9. Poblamientos y poblados al paso por los cordales de La Carisa

Una nota verbal nos acompaña al ritmo de las chirucas, desde que entramos por Pendilla hacia los altos de Propinde, hasta que descendemos a Carabanzo al final de la andadura; la toponimia de los pastores y vaqueros -leoneses y lenenes, cada uno en su fastera- nos resulta imprescindible a la hora de entender un poco mejor la descripción de todo este prolongado paisaje que se extiende con las palabras bastante más allá de un conceyu, unas cabañas, unos ganados, unos montes, unos pueblos.

Pues, ciertamente, el lenguaje toponímico que vamos anotando se remonta en ocasiones mucho más allá de romanos y calzadas. Por ejemplo, ya sobre La Cotsá Propinde, en el cordal de Siirru Miriu y El Ceyón, contemplamos El Cantón de Tsagüezos: voz de raíz preindoeuropea (*kant-, 'roca, monte saliente'), donde se localizan una docena de corras, documentadas recientemente como castro de Llagüezos en las cartografías oficiales. Sin duda, un asentamiento primitivo de remotos pobladores de paso estos montes en su estancia de verano (unos 1600 m de altura).

Vestigios de corros y corras que no fueron cabañas

Otros nombres del terreno, con más o menos vestigios de corros y corras -que no fueron cabañas según los ganaderos-, vamos contemplamdo a uno y a otro lado de las sendas, desde la misma cumbre hasta casi el fondo de los valles, ladera abajo: una programada distribución de los poblamientos para las sucesivas estaciones y climas del año; en verano y primavera, hacia los pastos altos; desde el otoño al invierno, hacia el refugio invernal más fondero, al cobijo de los boscajes.

Así vamos encontrando, por ejemplo, La Cotsá los Corriones: sobre el cantizal que desciende a Chastras, antes del Mayéu Cuaña; El Picu Currietsos: sobre La Boya: lugar de algunas excavaciones recientes; El Picu Corros, sobre Malveo y Casorvía; Les Corres: ya en Carabanzo. La Corrona, junto a San Feliz.

En referencia a castros y castiellos, contemplamos Los Castietsos de Naveo: allá al fondo de los mayaos de Busián, Brañacabachos...; El Castiitsu Naveo: sobre Naveo y La Romía. El Castiitsu Polación: sobre Valgrande. El Questru del Serrallu: bajo Parana; El Picu'l Castiitsu, sobre Malveo; El Castión: sobre Campomanes. Castro: a la falda de Corros, junto a Corneyana. Castiellu: en La Vega'l Rey; El Castro y El Questru: en Villayana; El Castiellu: junto a La Corrona.

Villas y villares: los sistemas de explotación señorial, la casería al completo en su tiempo

Ya de época más tardía, resuenan en torno a los pueblos actuales, bajo el cordal de La Carisa, nombres como Solavitsa, Cimevitsa, Sovilla, Fuentesdevicha, Fondosdevitsa..., que nos recuerdan antiguas villas (latín, villa, 'granja rústica') en su sentido remoto: simples caserías completas organizadas, en referencia a un fundador, posesor, señor de la explotación con siervos, vasallos, rentas en especie, y condicio0nes similares.

Vitsar de Payares: bajo el pueblu, sobre Samiguel del Río; Solavitsa: bajo Parana. Vitsar de Parana: bajo el pueblu. Fontesdevitsa: sobre Cassorvía; Vitsar de Corneyana: sobre el pueblu; Sovilla: ya bajo Carabanzo, sobre Uxo. Todo un lenguaje toponímico que atestigua los poblamientos ya más estudiados, doumentados, de las villas del conceyu Lena: Mamorana, Xomezana, Corneyana, Tiós, Parana, Villayana, Carabanzo...; es decir, las villas de los posesores romanos Mamorius, Diomedes, Cornelius, Teodosius, Parus, Carabantius..., documentados todos ellos en la antroponimia latina.

10. Referencias bibliográficas prácticas