Costumbres, tradiciĂłn, gastronomĂ­a, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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Extracto del artículo publicado sobre este tema:
"Toponimia y salud ",
en Etnografía y folclore asturiano:
conferencias 2005-2006 y 2006-2007
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Xulio Concepción Suárez.
RIDEA. Oviedo. 2009
Real Instituto de Estudios Asturianos

Ver Bibliografía.

Toponimia y salud.

Objetivo del trabajo.

Nota previa . Intencionadamente, vamos a comenzar estas palabras por esa toponimia que más bien habla de aquellos nombres preventivos en relación con la salud. Parece la nota más relevante en la relación del paisaje con este importante aspecto del paisanaje, de los pobladores de cada espacio concreto que fueron colonizando. Podríamos comenzar sin más por las plantas medicinales, por los remedios para curar que nos llegaron en los nombres de los lugares correpondientes. Pero la abundancia de topónimos para prevenir la enfermedad, procurando antes una vida sana, parece prioritaria: de ahí la frase, “curarse en salud”. Sería algo así como una medicina preventiva, los riesgos laborales de aquellos entornos, antes y a su modo. Por esto dejaremos lo demás para el final, por ser más conocido también .

•  Algunos términos y conceptos previos .

El término salud no debía consistir tiempo atrás, como tampoco debiera ser ahora, sólo en la búsqueda apresurada de recursos externos para personas y animales, tantas veces ya fuera de tiempo. No cabe duda que serían importantes las aportaciones de las plantas, los curanderos, las aguas... Pero eso resultaría poco eficiente para la mayoría de los casos, en unos tiempos tan lejos aún de las farmacias y de las nuevas tecnologías, al modo de los servicios y centros sanitarios actuales.

A juzgar por muchas conversaciones con lugareños y lugareñas por pueblos, brañas y mayadas, o con quienes fueron arrieros transhumantes, maderistas, canteros, carreteros..., con tantas peripecias por caminos de montaña en sus años más mozos, para llevar una vida más o menos sana (para sobrevivir), había que curarse mucho (cuidarse) antes de caer enfermo. Con los remedios de entonces, en demasiadas ocasiones sería demasiado tarde. Sabia práctica inteligente, sin duda, que diría José Antonio Marina ahora.

A juzgar por el léxico y la toponimia, da la impresión de que la vida sana debía planificarse desde cada mañana y en cada estación del año con bastante antelación: una medicina preventiva física y síquica, individual y social, pensada con la misma preocupación para personas y animales. Unos cuantos topónimos atestiguan creencias muy arraigadas desde tiempos prerromanos, que indican la iniciativa de los nativos por buscar soluciones a problemas físicos y síquicos más allá de los elementos naturales: La Fuente la Saluz, El Cristo la Saluz, Cosagra, La Virgen del Cébranu, El Güerto'l Diablo, Brañadiós, Piedra Xueves....

Salud física y social..., en personas y animales: vivir a salvo....

Ya en principio, la misma voz latina salus, salutis , significa ‘buen estado físico', pero también ‘salvación, seguridad personal, vida, salud moral, buena moral'... De modo que la salud va más allá de lo puramente físico. El latín salus viene del sánscrito sárvah (antiguo indoeuropeo) que significó ‘sano y salvo, en buen estado, simplemente, vivo'. Y la misma voz tiene derivados léxicos como saludable, saludo, sólido, solidario, curarse en salud... , en evidente relación a la salud física, pero también a la relación social, al estado personal, a la actitud mental con uno mismo y con los vecinos de la comunidad.

Y ello porque se convivía con los animales domésticos, incluso. Sabido es que los animales compartían con las personas el mismo techo, y no sólo en las pallozas de Ancares, o en los teitos somedanos: las vacas y los xatos solían estar bajo la casa o al lado, puerta con puerta (la calefacción más natural y biológica posible); o bajo la cabaña, como hoy conservan los pastores cabraliegos de Picos de Europa, Cuera...; los xatos , en la soterraña (que dicen en algunos pueblos), el pequeño espacio justo bajo la cabana; las oveyas y las cabras, en la cuerria (pegada a la cabana ).

Todavía más, los gochos pequeños, los de camá , incluso se mimaban en la cocina, amamantados por biberón para criarlos a mano los más pobres, a los que se les regalaba el gochín más ruin de la camá; las pitas se cobijaban bajo la escalera de casa, junto a la cocina, baxo'l correor .... Es decir, diariamente, noche y día, convivían familias y animales en los mismos espacios, de forma que la salud era cuestión verdaderamente comunitaria, social, humana y animal a la vez.

Ya en latín, curare significaba ‘cuidar, tener precaución, preocupación por la salud'

Otras etimologías del mismo campo atestiguan ese concepto de salud. Es el caso de voces como curar , curiosu , curanderu ...; o sanar, sanadores ..., ya estudiados por Juaquín Fernández en su tesis doctoral y otros trabayos . En principio, el latín cura, curare , sólo significaba ‘cuidado, atención, preocupación, tener precaución...'; de ahí luego, lo de ‘atender, hospedar', y sentidos parecidos. El mismo término sanus, sanare, era entre los romanos ‘la cualidad de estar en buen estado físico y síquico, prudente, juicioso'... Y de ahí aquella advertencia conocida de “ mens sana in corpore sano' .

Que si me da por los cerdos, me amuela...

Es decir, que la salud en personas y animales, la salvación, estar a salvo cada mañana y a lo largo del día o del año, parece preocupación preferente tiempo atrás, y tal vez, incluso, pensando antes en los animales que en los propios humanos, como recuerdan las palabras de Pérez de Ayala. Efectivamente, en una Antología, de Manuel Avello publicada por ALSA en 1980 (noticia de Nicasio en Boal), hay una escena literaria, por lo menos simbólica. El protagonista se dirige al casero que cría cerdos, y le pregunta por sus cuatro hijos que no ve en la nueva visita, pues se habían muerto los cuatro con la última peste. La respuesta del casero es tan dura como significativa:

“- Un mal del diaño, señor: si me da por los cerdos, me amuela” .

Es decir, en la mentalidad del porquero la peste en los cerdos le hubiera arruinado. ‘... del mal..., vino por los fíos... ' –siente decir-. Ciertamente, sólo es una dura escena literaria, pero no sabemos hasta dónde representa el sentir de muchas familias menos pudientes para las que la pérdida de un animal ( una vaca, una cabra, un gochu ...) suponía una verdadera tragedia familiar para el resto del año: poco que comer, poco que vestir, pocas fiestas, imposibilidad de pagar impuestos, rentas, limosnas, ofrendas a la iglesia.... Y muchas bocas que alimentar: 10-12- 16... fíos, más el padre, la madre, los güelos, bisagüelos ...

Salud y salvación incluso, en los animales también.

El concepto de salud aparece claro en el caso tevergano de La Virxen de Trobanietso, identificada con la salvación de los animales en este caso. Copla escuchada a Segundo el de Gradura:

“Virxen de Trobanietso,
por Dios, sálvame esti braco,
que la metá quiero vendetso,
e la otra metá, capatso”
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El cerdo también había que salvarlo para la buena economía de toda la familia ( que la metá quiero vendetso ); y para alimentación durante el año ( e la otra metá, capatso ). Así se salvaba la familia entera de paso: tendría salud durante el año.

Hasta l'últimu garitu de pan nel suilu .

La vida sana, libre de riesgos, estaba en la preocupación de cada acto del día. Numerosos detalles recuerdan en las costumbres de los mayores que ningún acto irresponsable se escapaba a los güelos , quienes además se encargaban de que los nietos lo aprendieran bien desde pequeños: sabia didáctica en cadena, verdaderamente ecológica en el sentido más etimológico (educación en aquel medio natural y social).

Hasta un garitu (un mendrugo) de pan duro, ocasionalmente caído al suelo por descuido, no se despreciaba: se tomaba con cariño, se soplaba un poco a todo más, se besaba, se hacía una cruz, y se llevaba de nuevo a la boca (impensable para muchos hoy). Es decir, se creía bastante más en la santificación del mendrugo de pan con xixos (impurezas del suelo), que en los mismos bichitos que pudiera coger en la caída: el rito, la creencia, lo protegería todo. Y no se llegaría a la enfermedad, por unos simples xixos del pan caído sobre la tierra o la tabla del suelu .

Por ello también se rezaba hasta para meter el pan a cocer nel forno (oración escuchada a Lola en Xomezana, mientras amasaba y metía el pan en forno):

"A San Xusto,
que lo poco, lo faga muncho.
A Santa Catalina,
que lo saque de farina.
A San Vicente,
que lo creciente.
A San Froilán,
que floreza l'alma en cielo,
y nel forno'l pan;
y que lo saque
la mano de prestar
en sin novedá”.

A modo de ejemplo: la vida precaria y la muerte en los pueblos de montaña

Varias décadas atrás, pero no tantas, la salud debió ser preocupación constante en la vida de las familias, tal como llegó a nosotros en la voz oral de los mayores. Hay numerosas expresiones coloquiales y refranes que lo confirman. Resulta de gran interés el dato etnográfico que Joaquín M Barrero (escritor nacido en Cangas del Narcea) incluye en su novela La niebla herida. Dice allí el autor, y así verificó el dato como real en una presentación de otra novela en Pola de Lena (Detrás de la lluvia), que en los pueblos de Cangas, cuando un anciano estaba próximo a la muerte, las familias más pobres los depositaban en una piedra solitaria en lo alto de un monte, y allí lo dejaban morir. Dice así el texto:

"Un día le pregunté qué significaba esa reiterada pregunta cuando estaba claro que tanto le quería y que regresaría para llevarle a casa. Él me hizo sentar a su lado y me pidió parte de un tiempo que pocas veces le dedicaba. Me dijo: «Te contaré algo terrible. ¿Recuerdas cuando con tu madre volví a casa, a Allande, a mis paisajes de Asturias? Seguían las montañas y los robles, aunque habían plantado muchos eucaliptos, árboles ajenos ala tierra. ... El pueblo agonizaba. Pero ¿sabes?, la piedra seguía allí, en lo más alto y solitario del monte.» «¿Qué piedra, padre?» «La de la soledad y la muerte.» Algo sobrecogido insistí: «¿Qué pasa con esa piedra, padre?» «Éramos todos tan probes en el pueblo, tantos los guajes y tanta la miseria que cuando un mayor se hacía muy viejo y no podía ayudar a las tareas ni valerse, se le llevaba a esa piedra y se le dejaba morir. Una boca y una responsabilidad menos.» Le miré asombrado. «No me lo creo, padre.» «Puedes creerlo; es la verdad. Era costumbre que venía de generaciones, en todas las familias de esos pueblos. Por eso, a veces, coincidían varios ancianos en el abandono. Pero la piedra era grande y había sitio de sobra. Mi padre, tu abuelo, lo hizo con mi abuelo. Cuando lo llevó, la nieve cubría el verdor y el viento arremolinaba los copos. Al dejarle sobre la piedra, mi abuelo habló a su hijo: "Aquí mismo, hace años, yo dejé a mi padre como él dejó al suyo y como tú estás haciendo ahora conmigo. No te entristezcas, es la ley de estas tierras míseras. Y a ti te traerá en su día uno de tus hijos." Eso me lo confesó mi padre, tu abuelo, tiempo antes de que viniéramos a Venezuela. Contemplé entonces a mi abuelo de manera diferente y me pareció más extraño que de costumbre. Era un hombre duro, siempre trabajando, de pocas palabras y ninguna risa; frugal, ahorrativo. Siempre con las mismas ropas y la boina cosida a la cabeza. No lo podía imaginar dejando a su padre que muriera de frío en el monte o comido por los lobos. Pero entonces entendí su gesto ha bitual entre estoico y fatalista: estaría convencido de que él iría también a la piedra de la soledad y de la muerte porque él había cumplido con ese rito. Me estremecí. No me imaginaba a mi padre y a mis tíos haciendo eso con él. En un aparte dije a mi padre, tu abuelo, que esa tradición tan bárbara debía ser interrumpida. Y él me prometió que mi abuelo moriría en la cama. Y eso es como sucedió según me contaron mis tíos en aquella visita que hice con tu madre.» " (p. 455 s).

(Siguen 37 páginas en el trabajo completo publicado: dioses, diosas, santos, santas..., que eran invocados con ritos y plegarias diversas con el objetivo lo mismo de prevenir enfermedades en personas y animales, que a la hora de intentar curarlas).

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Xulio Concepción Suárez.


Foto. Porque nun hay meyor test (electroencéfalocardiograma..., y similres...) que una xubía hasta onde aguante el fuelle: con las gotas de la frente sobre las piedras del senderu; pero a la medía de caún y de caúna, por supuestu: cuando el fuelle, lo diga, se para; cuando lo mande, se güelve al aparcamientu o a la cabana... Pero el placer del paisaxe más pindiu, nun mos lu quita naide: como si sólo ye pa mira pa él...

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Xulio Concepción Suárez