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"El léxico de la toponimia no es una "terminología"... Por el contrario..., es puro y simple "lenguaje común". Como pocas parcelas del vocabulario de una lengua, el de la toponimia es un léxico patromonial en los dos sentidos en que debe entenderse este término: en el sincrónico y en el diacrónico.

En el sincrónico, porque es de uso común y pertenece por igual a todos los hablantes de una localidad, de una comarca... Y en el sentido diacrónico, porque... es léxico heredado, constituido a lo largo de la historia de ese territorio concreto, y testimonio de los diversos estratos culturales que allí se han sucedido en el tiempo"
(Maximiano Trapero, Para una teoría..., 1995: 173).

El lenguaje toponímico minero-industrial, entre los cambios oficiales con los tiempos

Ciclo de Conferencias
sobre paisaje y toponimia:
Real Instituto de Estudios Asturianos

marzo, 2021

MARTES 2 DE MARZO DE 2021

Conferencia impartida por:
Luis Aurelio González Prieto
(ver web personal)
y Xulio Concepción Suárez
(ver web personal)

Una reflexión sobre el lenguaje toponímico asturiano de las minas, que completa la toponimia tradicional con las nuevas aportaciones mineras en cada tiempo. Y, sobre todo, convierte aquella toponimia, más bien estática en la perspectiva sincrónica de los nativos, en una toponimia inevitablemente dinámica en el contexto empresarial, sicológico, social, siempre más o menos tecnificada de siglo en siglo.

En fin, un diccionario toponímcio minero con esa perspectiva etnolingüística y etnopaisajística, para el estudio sincrónico y diacrónico conjuntos; pero con esa óptica multidisciplinar, ya irreversible en adelante. El lenguaje universal del suelo, con los nombres de las minas en buena parte también.

A) Resumen de una charla y de un proyecto: el diccionariu toponímicu mineru asturianu

De paso por cualquier paraje, rural, urbano, litoral costero, podemos ir leyendo carteles de carretera o mapas de la ruta; o podemos escuchar la voz de los lugareños, a poco que nos detengamos en preguntarles sobre las palabras con las que ellos bien conocen toda la redonda, donde tenemos la suerte de topar y conversar con ellos.

Ya no es tan fácil en estos tiempos tan líquidos entre móviles y prisas para llegar, tantas veces, a ningún destino urgente. El caso es que, en los tiempos que corren, leer un paisaje al completo, con la memoria milenaria de unos nativos, resulta lección impagable.


Foto las minas de Texeo (Riosa), Edad del Cobre

Es el caso del lenguaje toponímico de las minas asturianas, con distintos minerales desde tiempos remotos prerromanos

En muchas ocasiones, los propios nativos de los pueblos, mayores ya en su conjunto, nos pueden enumerar, señalar sin problemas, cada punto de su paisaje habitado que tuvo alguna mina: pozos, bocaminas, escombreras, calicatas...

Serán esos nombres tradicionales que usaron ellos siempre, sobre los que luego se abrieron las minas, las concesiones mineras; pero que se siguieron llamando con el topónimo local: La Vayuga, La Mina Castro, Pilutuertu, El Pozu Polio, Barredo, La Magrera, La Viña, Linares, Texeo, Ventana...

En otros casos, en cambio, sólo los que fueron mineros podrían identificar ya el lugar exacto (de geolocalización GPS) donde existió una bocamina, un pozu, un trabe, una calicata, un resto arqueológico... Pero, incluyendo, por supuesto, todas las explotaciones con tradición minera en sus diversos minerales (oro, cobre, fierro, magro, blenda, flúor...)

Sólo esos mineros mayores podrán recordar ya nombres y espacios concretos sobre el terreno; o nombres de concesiones mineras que ya no se llamaron como decían los lugareños a su terruño concreto, sino que adoptaron otros, impuestos desde fuera por razones muy diversas, como veremos: Amalita, Esperanza, María Luisa...; o Ambición, Bienvenida, Inagotable, Inesperada, Malaespera, Porsivale, Yasalió...


Foto de los preciosos minerales de las minas de cobre de Texeo

Todo un diccionario en la memoria toponímica asturiana

Por ello, en el conjunto paisajístico minero-industrial de una sincronía concreta, todo un espeso diccionario alfabetizado, de la A a la Z, se va tejiendo con relativa facilidad: todo un mosaico superpuesto con cientos y cientos de nombres de concesiones mineras, que, en su inmensa mayoría, ya no quedan sobre el paisaje.

Pues se fueron entre las zarzas con la última línea de mampostas para cerrar la bocamina a la entrada posible de animales o personas; o se irán con la memoria de aquellos mineros –y unas cuantas mineras también-, que tantas veces las patearon a pie, o en vagones y en motores. Incluso, caminando desde sus propias casas a varios kilómetros y horas del tayu: hasta de madreñas y escarpinos, tantas veces pente’l barro o la nieve.


Foto de los famosos baldes para transportar el carbón de valle en valle, o de monte en monte

B) Un diccionariu mineru en la memoria de lugareños y allegados de paso: dos campos toponímicos paralelos sobre un mismo paisaje perforado

Vamos deduciendo, así, la lectura minera de los topónimos siempre en boca de los nativos, en consonancia con los usos rurales, agrícolas, ganaderos...; lugares, a su modo, productivos, económicos, sociales, comuñeros..., del territorio habitado en cada conceyu, según sus condiciones geográficas, geológicas, climáticas...

Así nombres como morteras, centenales, invernales, brañas, rozadas, cortinales, pumaradas, abedulares..., estaban en consonancia con los usos de las sociedades predominantemente agrícolas y ganaderos.

Foto del geólogo estudiando los minerales de la mina, para sus clases prácticas

De los nombres tradicionales, a las concesiones mineras, a los archivos mineros, archivos históricos...

Cuando llegó la explotación minera, fueron surgiendo nombres en relación de contigüidad verbal con el terruño: La Mina’l Centenal, La Mina l’Invernal, La Marniega, Enverniego, La Mina Brañanoveles, Cortina, Pumarabule, La Mina Bildeo, La Mina la Cerezal, El Noceo, Ventana, L’Artusu, Texeo, La Soterraña... Y un tupido repertorio fácil de descifrar, incluso ya sin la interpretación del lugareño informante.

Como vamos escuchando otra buena parte todo un diccionario oral de minas que nos va recitando el mineru, aunque en buena parte ya serán sólo virtuales: los nombres de las concesiones mineras, en buena mayoría, ya no quedaron sobre los parajes explotados, pues sólo se trataba de cambios sobre la marcha –diacronía toponímica-, con nombres del todo ajenos a la morfología del territorio industrializado.

Ahí es donde tenemos que recurrir a los archivos mineros, archivos históricos, documentación escrita de las concesiones...; aunque tantas veces sin la precisión toponímica necesaria sobre el terreno, a la hora de geoposicionar la bocamina, el pozu, el travesal..., una vez perdido el nombre y envuelto el paraje entre las zarzas; o del todo transformado en pradera artificial, con propiedad privada incluida.


Foto de mineru en los años 50

Comenzando por la palabra mina, por supuesto: minas para la extracción del oro, la plata, el mercurio, el arsénico, el hierro, el manganeso, el cinabrio, el flúor, la blenda..

Es la otra cara del lenguaje toponímico en la historia de las minas asturianas: de los minerales, para ser exactos, extraídos en estas cuencas y montañas desde mucho antes de los romanos.

Por tanto, un diccionariu minero quiere decir de todos los minerales extraídos en la región asturiana, el carbón, incluido, por supuesto, y tal vez el más importante; porque los nombres de minas incluyen todos los tipos de minerales y estructuras para la extracción del oro, la plata, el mercurio, el arsénico, el hierro, el manganeso, el cinabrio, el flúor, la blenda...; o las mismas canteras con sus diversos materiales rocosos.

Foto de los recuerdos de la mina en el Museo de la Pobreza de Quilo el Chintu (Naves)

C) Los nombres externos de las concesiones mineras: la toponimia empresarial superpuesta

Otra buena parte del lenguaje toponímico usado para dar nombre a las explotaciones mineras, no procede del uso tradicional de la zona, sino de una toponimia bastante más arbitraria, del todo ajena al uso de los nativos.

Así se fueron sucediendo, a lo largo de los últimos siglos, sobre todo, una serie de nombres impuestos por los empresarios, administradores, legislaciones oficiales..., que responden a criterios de muy diversos tipos, entre referencias familiares, sociales, sicológicas, mitológicas, amistades personales, feminismos, devociones religiosas... Unos cuantos ejemplos.

Destacan en número nombres femeninos para nombrar la mina, como: Aurora (Picos); Carmina (Santivanes, Aller); Catalina (Tudela Veguín); María Luisa (Ciaño, Langreo); y tantas otras como la mina Celia, Josefa, Josefina, Julita, Micaela, Manolita, Rafaela, Ramoncita, Ricarda, Rosario...; frente a otros nombres masculinos, más escasos en número: la mina Candín (La Felguera); El Severín (Picos); Pepito (Arlós, Llanera); Solís (Parana, Lena)...

Son abundantes también las relaciones de tipo familiar, afectivo, de parentesco, de amistades personales: Tresamigos (Lena), Las Hermanas (Santivanes de Aller)... O Amalita, Jaimita, Loly, Las Pepas, Nuria y Morena, Ricarda, La Rosario... Como responden otras a criterios más bien de tipo sicológico o social: Buenasuerte (Santullano, Oviedo); La Vitoria (Campomanes, Lena); Granporvenir (Carabanzo, Lena); Yasalió (Picos, Fuente Dé)...

Algunas, de tonos más positivos: La Inagotable (Picos); Las Esperanzas (Cangas del Narcea); Bienvenida (Ventana, Teverga); Hallada, Bishallada (Llanera); Porsivale (Llanera). Otras, en cambio, de tinte más negativo: La Fatiga (Navidietso, Lena); Fugitiva (Tene, Quirós), Malaespera (Llanera); Retrasada (Llanera)...

Las minas de mercurio de La Soterraña (Muñón, Lena)

A modo de conclusión

Sirvan estas palabras previas como introducción a tantos otros nombres del paisaje minero que llevarían muchas páginas aquí: lugares de vestigios históricos de la zona, la vivienda, las costumbres tradicionales, los límites territoriales, los caminos, las brañas y los puertos de verano, las rozas y cavadas comunales, las parcelas comuñeras, las referencias mitológicas, cultuales, religiosas (cristianas y precristianas).

Todo un patrimonio verbal minero en contigüidad con el patrimonio etnográfico de cada zona asturiana entre las costas del mar y las cumbres de las montañas. Sería muy larga la lista ahora.