Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

Tomás Fernández García
(en principio, fisioterapeuta...)

Tomás (el gran Tomás) lenense de pura cepa (y ahora del Sosetsar), fue alumno del Instituto Benedicto Nieto allá por los años 90 (o más...). Brillante, muy brillante alumno, pero que no es del caso ahora indagar más en este punto: mejor dejarlo así para empezar, y no sacar más conclusiones del contexto....

Hoy Tomás regenta una clínica de Fisioterapia en La Pola, que le sirve sobre todo para hacer proyectos humanitarios a través del ancho mundo: su verdadera afición altruista, comunicativa, solidaria... Pero la historia viene de largo... Que ya se veía venir a Tomás....

Es el caso que el gran Tomás, gracias a la paciencia de sus sufridos padres, estudió en varias universidades españolas (Burgos, Madrid, Oviedo...), donde terminó Fisioterapeuta de forma brillante (tampoco más detalles ahora).

Terminada la carrera, le faltó tiempo para apuntarse en la primera expedición humanitaria que oyó en la radio, y que le dio la oportunidad de liberarse del pueblu (de la familia, padres...), y dedicarse a lo que realmente siempre quiso hacer: "salvar vidas ajenas, poniendo en peligro la suya", como siempre define convencido y con gracia.

Con presupuesto CERO (con lo puesto, y con las perras de sus más que sufridos padres), el gran Tomás vuela de La Pola a Calcuta y se presenta de voluntario en la organización Sisters of Charity (Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta..., nada menos).

Salvando vidas ajenas y jugándose la propia, allí pasa varios meses, hasta que regresa a La Pola, obligado por una malaria tan fuerte que lo deja al borde del finiquito -como él mismo matiza. Otra vez los sufridos padres a mimar a Tomás: ¡quién sabé cuántas veces todavía...!

Pero desde La Pola (no faltaba más) sigue colaborando con Calcuta, donde mantiene una familia de mujer y dos hijos que fueron repudiados por un marido: alimentos, escolarización...

Siempre con presupuesto CERO, Tomás se las arregla para fundar, con otros collacios tan arriesgados como él, The Home of Hope (El lugar de la Esperanza), casa de acogida a 80 km. de Calcuta, en Zoradocan.

Periplo africano. El siguiente proyecto de Tomás fue su gira humanitaria por Egipto, Kenia, Tanzania, Senegal, Sudán... Una campaña sanitaria en este caso: formación, instrucciones diversas, solidadridad contra las enfermedades endémicas de África... (sida, hambrunas...).

Proyectos Ibero-americanos: por saltar de continente (La Pola ye muy pequeña), Tomás trabaja ahora en algunos proyectos en colaboración con El Obispado y otras Instituciones, que pronto verán la luz también sin duda.

Proyecto TeleAsturias: para el verano inmediato Tomás colabora en la realización de un gran festival musical en Xixón, con el objetivo de sacar fondos para un nuevo ciclo africano: sacar muelas, hacer pozos artesanos... ¡Quién sabe..., lo que faga falta! Pero allí estará Tomás... El acto tendrá lugar en el Teatro Jovellanos de Xixón entre xulio y agosto.

Tomás... ¡quién lo duda!, un hombre solidario (con un padre y una madre tan solidarios... ¡o más...!). Que ya es decir...

***

Xulio Concepción Suárez
(profesor de Lengua en el Instituto Benedicto Nieto...,
bueno, simple sufridor de la paciencia y técnicas de Tomás
para sacar hasta nota sin pegar sello;
es decir, un sufridor estoicamente,
que no pudo hacer otra cosa
que borrascas y más borrascas colorás
a la primera tilde que al sujeto se le escapara a destiempo...
Pero aquí tenemos al gran Tomás, con premios y todo:
matrícula de honor, en solidaridá.
Más que un honor: ¡que quede claro!

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Palabras de Tomás
al recibir el Premio Don Leoncio a la Solidaridad, 2005

(concedido por el Instituto Benedicto Nieto de Pola de Lena,
bajo la dirección de Manuel Barrero).

Buenos días a todos.

Para tranquilidad de los presentes, empezaré diciendo que me parece tremendamente presuntuoso recoger un premio que reconoce valores como la solidaridad. Pero no podía dejar de comparecer, pues el premio lleva el nombre de un gran amigo, y lo falla un institución a la que nunca estaré suficientemente agradecido. Además, no soy yo de esos que dejan pasar oportunidades de cogerse a un micrófono y contar alguna batallita.

Entiendo este acto como una oportunidad única para dirigirme a un colectivo al que pertenecí hace ya algunos años, más de los que los que me gustaría, pero menos de los que creéis. Me refiero efectivamente a los alumnos que hoy termináis los respectivos ciclos de formación, y que os enfrentaréis a corto o medio plazo a un cambio importante en vuestras vidas.

Tranquilos, no os voy a soltar el rollo de la sociedad competitiva, no es mi estilo, y, dicho sea de paso, sólo se corresponde con 1/3 del mundo que os vais a encontrar. Tampoco voy a hablar, como cabría suponer por la ocasión, del tercer mundo, entre otras cosas, porque no existe. La realidad es que no hay tres mundos. Hay solamente uno: éste.

Quisiera transmitir esta idea por encima de todas. Si pensamos que hoy llegaríamos a tiempo para cenar en Bombay o Ciudad del Cabo, nos daríamos cuenta que todo estará mucho más cerca de lo que creemos. Apenas unas horas de avión. Vivimos en occidente donde se nos anima todos los días a buscar denodadamente una muy dusosa situación de bienestar, que sólo es posible en esta parte del mundo. Pero todo esto nos procura una situación de irrealidad, una fantasía en la que corremos el riesgo de vivir toda la vida.

No es reprochable la búsqueda de la felicidad personal. Tal vez sea lo más honesto que uno pueda pretender, aunque personalmente no creo que el occidental sea el mejor camino. Lo que no puede ni debe aceptar el ser humano es sentir indiferencia por lo que les pasa, lo que viven otros seres humanos.

En 1999 me hicieron falta 15 días para empezar a comprender que no podría resolver la situación de la gente que se muere en las calles de la India. En 2001, mientras recogía botes de pegamento a cambio de hamburguesas entre los niños de un barrio de Nairobi, me di cuenta que si yo no hacía aquello, lo haría otro. O tal vez nadie, y que la situación seguiría siendo la misma que antes de haber tenido aquella feliz idea que me dejó sin un duru y me hizo perder un avión.

Durante estos diez años me he ido dando cuenta que, a pesar de no haber podido cambiar las cosas, cada paso que di en las otras 2/3 partes de este mundo ha merecido la pena. Me hizo darme cuenta que lo único verdaderamente útil, lo único que puede cambiar las cosas es adoptar una actitud, cada uno en el lugar en que nos encontramos. No hay más indicado que nosotros para tratar de hacer la diferencia.

Cuando se cree que todo es posible, cuando nada parece perdido, cuado la prudencia es sólo el nombre de una tía abuela, y aún están por delante los años que viviremos peligrosamente, es decir, cuando uno es tan joven que da miedo, nadie mejor que nosotros para tratar de hacer la diferencia.

Hacen falta abogados, ingenieros, cocineros, enfermeras, conductores, fontaneros, doctores..., y algún bombero. Pero, sobre todo, hacen falta personas que se comprometan con la idea de que un cambio de actitud es posible.

En fin, jóvenes amigos y amigas, os deseo los mayores éxitos en vuestros futuros estudios y carreras profesionales. Pero, sobre todo, os deseo éxito en vuestra carrera personal en la universidad de la vida. La carrera más importante que existe.

Espero que no sea demasiado tarde para decir que, con estas líneas, no pretendo aconsejar a nadie, pues sin duda soy el menos indicado. Y no tan iluso como para no darme cuenta que, afortunadamente, la esperanza vence siempre a la experiencia.

Recordar que no importa a fin de cuentas que los proyectos no se financien. No importa que las metas queden sin alcanzar. No importa arribar a puerto. Lo que importa es navegar.

Feliz viaje, amigos.

Tomás Fernández García.