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El origen medieval del paisaje
rural asturiano

por Benjamín Méndez:
"Pueblos y paisajes", Asturias,
Ed. Mediterráneo, 1996, pp. 89-152
,

Cómo se fueron abandonando los castros y conformándose un poblamiento en aldeas más próximo al actual continúa siendo un enigma no resuelto. Con la consolidación del Reino de Asturias parece que fue produciéndose una suerte de colonización interior. Cenobios (pequeños monasterios de fundación muchas veces señorial) y señoríos fueron configurando en torno a un punto central (monasterio o castillo) pequeñas agrupaciones de casas, las víllas altomedievales.

En torno a aquellas villas, pobladas por gentes que debieron de tener en sus castros originarios un recinto sagrado, se fueron elaborando sistemas de explotación del territorio circundante' que están ya en la base de nuestros paisajes. Los espacios inmediatos a las aldeas se fueron talando, despejando retazos de los bosques primigenios.

La mayor parte de las tierras taladas se roturaron para cultivar. Así se conformaron las senras, o erías, que colectivamente o repartidas en suertes servían para obtener las cosechas anuales destinadas al consumo de las familias campesinas y al pago de los tributos al señor del monasterio o del castillo. En las zonas más húmedas, el trigo o la escanda no cuajaban; se aprovechaban para prado de siega o para pasto a diente. La mayor parte del espacio vinculado a las aldeas seguía siendo bosque, más o menos aclarado.

Todavía en el siglo XIX el monte cubría la mayor parte de la región. Pero no era un monte entendible como bosque, sino un monte de usos múltiples, que tenía una función esencial en el sostenimiento de la comunidad campesina a la que pertenecía (bien una aldea, varias o una parroquia). Servía para suministrar leñas, cama y pasto para el ganado, cosechas suplementarias de cereal panificable, madera para construcción, etc.

Sin embargo, en amplias zonas de la región las manchas forestales habían sufrido un significativo retroceso, tanto por el crecimiento de la población, el incremento del número de los pueblos y las necesidades agrarias y de pasto como por la utilización de los árboles para carboneo (fabricación de carbón vegetal, para fundir metales sobre todo) y para la Armada real, a la que iban destinados los mejores ejemplares de roble (carbayo).

Así pues, desde los albores del Reino de Asturias hasta bien entrado nuestro siglo, en amplias áreas de la región, la explotación agropecuaria del espacio disponible y, fundamentalmente, la utilización del espacio para la subsistencia y para el pago de tributos había marcado la organización del territorio y, por consiguiente, había ido modelando el paisaje.

Las condiciones naturales y los modos de vida dominantes fueron estableciendo las diferencias entre unas y otras zonas de la región, aunque el sustrato común, como veremos, está presente en el conjunto. Las villas altomedievales pasaron a denominarse aldeas y, más comúnmente, pueblos; el término villa quedó reservado para las capitales de los concejos, fundadas o consolidadas cuando allá por el siglo XIII se procedió a la repoblación interior (fundación de polas).

Los cenobios familiares, muchas veces sólo nominales, fueron concentrándose en grandes monasterios (Villanueva de Oscos, Corias, Cornellana, Valdediós ... ), perviviendo muchas veces su advocación en las parroquias eclesiásticas. La desamortización de Felipe II dio término a los extensos dominios episcopales (por ejemplo, del con cejo castropolense surgieron todos los municipios actuales al oeste del Navia). Algunos cotos señoriales sobrevivieron hasta el siglo XIX.

Con todo, por debajo de estas organizaciones de más amplio radio, cuyo poder se organizaba en una Junta del Principado, perduraron los pueblos y fueron surgiendo otros, siempre con su sistema de explotación del territorio y, en definitiva, con su paisaje vinculado. El modo de vida fundamental de cada pueblo marcó indefectiblemente su paisaje; lo modularon a su manera los vaqueros y los agricultores, pero también los pescadores y, más modernamente, la minería, el recreo de los habitantes de la ciudad o, paradójicamente, la despoblación. La yuxtaposición de diferentes modos de vida sobre el espacio da al paisaje complejidad y riqueza.


Algunos textos literarios sobre el paisaje

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