REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
Toponimia, leyenda y mito:
la reconstrucción literaria oral de un paisaje.
Breve reseña
y conclusiones
de la conferencia
pronunciada el día 10/11/2011 .
Julio Concepción Suárez
La publicación completa
la hará el RIDEA en el tomo siguiente
de estas charlas de Etnografía.“Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el sol y la luz de la luna,
entonces creo en él,
entonces creo en él a todas horas,
y toda mi vida es una oración y una misa
y una comunión con los ojos y por los oídos”
(Fernando Pessoa)Los relatos del espacio asturiano: la creación oral sobre el paisaje
El lenguaje toponímico asturiano conserva otro aspecto interesante para el conocimiento de esa antigua relación entre los pobladores y el medio geográfico en el que han de sobrevivir: el estudio del territorio, que tanto se cita ahora. Una serie de leyendas, mitos, creencias religiosas, nos informan también a cerca de cómo sentían los componentes de su entorno aquellos hombres y mujeres que se habían de enfrentar a los rigores de sus valles o montañas en cada estación del año.
A juzgar por tantos topónimos con una arraigada creatividad oral, se diría que a lo largo del año los pobladores de un lugar sentían y apreciaban cada componente del entorno que les ofrecía garantías de vivir con cierta seguridad un día tras otro.
El resultado es todo ese paisaje verbal, asturiano y más allá de estas montañas, en el que da la impresión de que aquellos elementos más imprescindibles para la existencia diaria, estaban muy presentes en la comunicación usual de varios milenios o siglos atrás.
Con cada uno de esos elementos naturales, los distintos pueblos fueron elaborando una más o menos larga voz oral, a base de sentimientos y experiencias personales o colectivas. La tierra, el agua, las rocas de las alturas, los minerales, los animales, las plantas…, daban de comer o protegían, por lo que se apreciaban en determinados aspectos hasta convertirlos en leyenda, mitificarlos poco a poco, y rendirles culto finalmente, ofrecidos a santos y santas, dioses o diosas, a medias entre el suelo y el cielo. Muchos árboles se tienen por sagrados, simplemente porque curaban de algún modo:
"En compañía del abedul se entiende mejor el carácter sagrado que le han atribuido los pobladores de las regiones del norte, que conocían muy bien sus virtudes, su forma de vida, la íntima esencia del espíritu. En los ritos chamánicos de iniciación, actuaba como árbol central, eje del mundo" (Ignacio Abella)
En consecuencia, se iría creando con el tiempo una larga antología oral de pequeñas leyendas con muy diversos temas, la mayoría con el topónimo correspondiente: cuevas, árboles centenarios, pozos de agua, ayalgas y tesoros escondidos, castillos encantados, cruces en los altos, piedras mágicas, fuentes milagrosas, cuélebres…
Y muchos otros temas más personalizados: el hombre-lobo, las xanas, las muyeres en las brañas, vírgenes que se aparecen en forma de imágenes, diablos transformados en castrones… Algunos van pasando a los textos escritos, fruto de crecientes investigaciones por parte de diversos autores.
En el comienzo de muchas leyendas sólo está el entorno más inmediato: la creación literaria se formaría después
Leyenda y mito parecen seguir, por tanto, un orden puramente natural en sus comienzos, transformado al rito, al sentimiento religioso y al culto después. Sería el caso de la creencia antigua en tantas rocas respetadas, simplemente, porque atraen rayos en las tormentas; o de tantas aguas medicinales porque curan; o de las chalgas y ayalgas , con supuestos tesoros escondidos, porque crean ilusión de futuro; o de las xanas que animaban manantiales cristalinos; o de los bueyes que dirimían por las buenas conflictos entre pastos limítrofes.
Y otros muchos ejemplos de la creatividad literaria oral: castillos misteriosos, homes y muyeres que animaban con hazañas supuestas las noches más largas en torno al fuego de lares y cabañas, siempre más o menos corregidas y aumentadas de generación en generación.
Abunda especialmente toda esa toponimia de referencias religiosas, traducida a tantos santuarios después, en buena parte con una referencia a elementos naturales en su origen: Nuestra Señora del Acebu, La Virgen del Carbayu, La Virgen de Alba…, que veremos más abajo.
El resultado fue toda esa larga antología oral en la memoria de nuestros mayores por los pueblos, donde para cada pequeño santuario, con una fe ciega en la patrona o en el patrón festivo, hay una explicación local: aparición milagrosa de una imagen de la Virgen o del Santu; emplazamiento de la ermita por alguna revelación o fuerza sobrenatural aparecida un día de tormenta; casos de curación de enfermedades atribuidas al Santu o Santa. Tal vez, ese milagro diario, imprescindible antes y ahora, de la fe que, como es sabido, mueve montañas.
"Nuestra Señora del Árbol... Pueden contarse por cientos las vírgenes, o imágenes de éstas, aparecidas de forma más o menos milagrosa en toda la Penísnula. Aparecen, según las tradiciones..., en rocas, cumbres, manantiales, cuevas y, en una proporción muy elevada, junto o sobre árboles.
Entre estos últimos, los preferidos son el roble y la encina, aunque son comunes fresnos, nogales, morales... Surgen entre el ramaje, en el tronco o al pie del árbol escogido... Siempre es alguna persona sencilla, labriego, pastor, leñador, quien encuentra la imagen..."
(Ignacio Abella)En cuanto a fechas y procesos de la creación oral, desde que se prendió el fuego del hogar
Otra cosa sería precisar cuándo y por qué se originó cada pequeña leyenda del santoral. Algunas han de tener resonancias ya prerromanas: se dice que con el descubrimiento del fuego se inició la literatura oral, el cuento en torno a la lumbre del hogar. Otras, como las referidas a los productos del suelo y a las cosechas, se irían transformando desde la mitología oriental o clásica, para adaptarse a nuestra cultura occidental.
En todo caso, se diría que hay una remota continuidad ininterrumpida entre lo natural, lo ritual y lo cultual : desde simples reuniones populares o familiares ocasionales, las creencias se irían asentando hasta convertirse en actos rituales, celebraciones cultuales y litúrgicas cada año. Hasta llegar a personificarse en los lugares de culto, finalmente: capillas, ermitas, iglesias parroquiales, catedrales.
Muchos siglos, sin duda por el medio de boca en boca, y de un hogar a otro, pasarían en cada pequeña trama oral legendaria, hasta asentarse paralelamente en forma de topónimos, con intensidad creciente desde tiempo inmemorial.
Como dice Néstor Hernández en su estudio etnográfico sobre La Calzada del Coto (León), la mayoría de la acuñación de topónimos tiene lugar en los comienzos de la Baja Edad Media, en un proceso de intensificación continua de nombres, que fija definitivamente el Catastro del Marqués de la Ensenada. Pero la creación del lenguaje toponímico se remonta a veinte mil, treinta mil años atrás.
Del cultivo de las tierras, al culto popular por los imprescindibles productos del suelo: de la agricultura, a los demás cultos que se fueron asentando después
Es evidente que la voz culto , cultura sólo significa ‘cultivo, cuidado especial'. La misma palabra asturiana cucho tiene el mismo origen: el abono de las tierras. Así se fueron llenando de topónimos los contornos de los pueblos que fueron tierras sembradas, aunque hoy muchos de ellos sobrevivan ocultos bajo las zarzas.
Podríamos completar la precisión de Néstor Hernández diciendo que, efectivamente, después del s. XVI la mayoría de los nombres del terreno estaban puestos, pues cuando van llegando los productos de América (maíz, patata, tabaco, tomates…), ya casi no dan lugar a topónimos: ellos mismos se van sembrando en suelos que ya tenían nombres de otros productos locales.
Sólo ocasionalmente aparecen algunos topónimos específicos del tipo: La Campa'l Maíz, El Pataqueiru …, tal vez por haber sido roturados específicamente para ellos.
Se diría que, con la importancia de las técnicas agrícolas traídas por los monasterios medievales (siglos X en adelante), los campesinos, los colonos, los arrendatarios de las tierras monacales, eclesiásticas, señoriales…, habrían de empezar a valorar en extremo los productos de las tierras trabajadas, pues era de lo que habían de comer.
Y lo harían con un sentimiento especial, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las cosechas de sus manos iban a traducirse en diezmos, primicias, rentas para los arrendadores. Lo poco que les quedaba para tantas bocas a la mesa familiar habrían de valorarlo el doble.
Todo había que buscarlo en el entorno inmediato, de donde lo que producía fuera más o menos sagrado, se respetaba, adoraba. En palabras de Feliciano Correa:
"Cuando lo primitivo era el calificativo para nuestra especie, el conocer caminaba paralelo al respetar. Entonces el instinto preservaba la propia vida, y el entorno. Antes, al principio, todo comenzó en torno al árbol. El árbol daba cobijo, y fruto, y era una referencia del saber ('árbol de la ciencia') y de la moral ('del bien y del mal').
Y en esos albores de la especie humana el hombre no quebraba la rama que le daba de comer, ni ensuciaba el agua que le daba de beber, ni arrasaba el conjunto de plantas hechas bosque, porque todo él era su preferida despensa" (Feliciano Correa Gamero).
Tal vez con un mismo origen remoto: el culto a la Tierra Madre
De la primavera al otoño, de la época de floración a la cosecha, se irían celebrando fiestas populares, como simple reunión para disfrutar de la bonanza agrícola, esperando que el próximo año volviera a repetirse. En el entorno religioso de la época, lo más propio era que esas reuniones espontáneas se fueran convirtiendo en actos más organizados, apoyados por los propios monjes, los nobles o el clero, hasta darles unas fechas fijas anuales, con fiestas y romerías incluidas.
Finalmente, se cristianizarían esos eventos con las plegarias y las ofrendas a una santa o a un santo, a modo de patrona o patrono protector, en un altar o santuario, con capilla, ermita, iglesia, después.
Así se explicarían tantas fiestas con nombres de frutales o cosechas, con una imagen cristiana, y con su leyenda de aparición detrás. Así se llegaría a la ermita actual, tantas veces transformada y enriquecida con las donaciones de los devotos, siempre en forma de los productos a los que hace referencia la Virgen, la Madre (raíz, por cierto, considerada ya raíz indoeuropea, *m-t-r ), tal vez una adaptación del culto a la Tierra Madre, con tantas versiones en todas las culturas rurales por cualquier continente. Algo parecido pensaría Pessoa cuando decía:
"Pero si Dios es los árboles y las flores,
Los montes, la luna, el sol,
¿Para qué lo llamo Dios?
Lo llamo flores, árboles, monte, luna, sol.
Si él se ha hecho, para que yo lo vea,
Sol y luna y árboles y montes,
Si él se me presenta como árbol y monte
Y claro de luna y sol y flor,
Es porque quiere que yo lo conozca
Como árbol, monte, luna, sol, flor"
(Fernando Pessoa)La creatividad legendaria traducida a topónimos
Por esto, no podían faltar en toponimia nombres que recuerden esa actividad pasada de un poblado, siempre en busca de mejores condiciones de vida, creencias ilusionadas, leyendas heroicas de antepasados, supuestos reyes de paso, demonios, xanas ... Era otra forma de la creatividad literaria, que ya se remonta al mismo origen del fuego en el hogar, según los estudiosos del homo antecesor en Atapuerca, Arsuaga y compañía.
De todas esas consecuentes interpretaciones populares quedaron muchos nombres de lugar, algunos con una base real. Otros, sólo fantasía, esperanzas infantiles, historias para explicar a su modo un nombre de un paisaje, y educar al tiempo a la generación de turno.
En todo caso, una rica creatividad popular trasmitida de güelos a nietos y de siglo en siglo (no había tele, ni móvil, ni ordenata, claro). Los cuentos, las leyendas, con sus versiones específicas de cada pueblo, pero casi siempre con una misma estructura en la trama literaria.
Ciertamente, en la lectura del paisaje toponímico asturiano descubrimos una larga historia de explicaciones locales sobre el territorio habitado, a medias entre la vida real, la preocupación educativa, el sentimiento religioso, la creación literaria, y el sano deseo de progreso frente a una siempre más o menos dura realidad circundante.
Al caminar por cualquier paisaje (o al leer un mapa con nombres lugareños), vamos encontrando una serie de topónimos legendarios, con unas cuantas páginas orales en la memoria del poblado vecino, a poco que conversemos con los lugareños. Vamos leyendo su territorio concreto traducido a palabras del suelo. Sirvan unos cuantos ejemplos.
[Siguen otras 40 páginas
que serán publicada al completo
por el RIDEA]Entre las leyendas, mitos y topónimos correspondientes, sirva el ejemplo de la que dio lugar a la explicación para el origen de las aguas del Llagu Enol de Covadonga: La Estrella de Enol.
Otros muchos topónimos y leyendas se refieren al agua en Los Picos de Europa. El agua debió ser tan necesaria en zonas calizas que los nativos le buscaron siempre un origen divino, con tintes a medias entre el premio y el castigo. Así se deduce de la fusión de varias versiones orales escuchadas a los pastores y pastoras mayores de La Vaga de Enol. Coinciden en la trama esencial:
Una noche de tormenta con relámpagos y rayos, apareció una señora muy bien vestida que cruzaba La Vega muy asustada. Llegó a las cabañas temblando y pidiendo cobijo a las pastoras que había, pero se reían de ella por sus miedos, y todas le iban respondiendo al tiempo que le cerraban la puerta:
-¿Miedo la emperigorotada, no lo teniendo nos? -le reprochaban con mofa las pastoras.
Y le iban cerrando puertas, cabaña tras cabaña, con grandes risotadas. Pero llegó al final de La Vega, donde, en la más humilde, una pastora, igualmente muerta de miedo como ella, salió a su encuentro, y las dos lloraron asustadas buscando el calor de la lumbre.
Al llegar a esta última cabaña, observó la pastora que una lágrima de la buena Señora caía sobre una margarita de la campera, al tiempo que partía la flor en dos. Entonces, entre el estruendo de los rayos, se oyó una terrible voz:
- ¡Nadie pisará ya más la tierra donde mi Madre lloró: hundida sea por siempre la vega de maldición! –era la voz de Dios…
En ese momento, toda la vega que ahora cubre el Lago Enol, se fue llenando de agua con una gran tormenta que descargó toda la noche, hasta cubrir todas las cabañas, salvo la de la pastorina más hospitalaria que dio cobijo a la que resultó ser La Estrella de Enol.
Conclusiones
Las fuerzas de la naturaleza divinizadas con un nombre. En esa lectura del paisaje mitológico y cultual asturiano, da la impresión que las necesidades más inmediatas para la subsistencia diaria (frutos, caza, agua, salud…), los pobladores en cada tiempo las fueron convirtiendo en fuerzas personificadas de la Naturaleza.
Y, tras un proceso lógico de reinterpretación cultual, las fueron transfigurando en ritos y en cultos, en deidades a quienes adorar para tener contentas, de forma que siguieran siendo propicias a los humanos. Así se fue construyendo todo un lenguaje mitológico y toponímico, que describe las preocupaciones más cotidianas de los habitantes de estas montañas desde remotas culturas indoeuropeas.
Buena parte del lenguaje toponímico procede, en consecuencia, de la santificación del suelo: a las cualidades naturales del territorio ocupado se les daba una explicación religiosa, transformadas muchas veces en nombres de lugar. Quedan nombres tan expresivos como el río Santagustia (en Ponga): el simple bosque (soto) de la angostura. Santarúa / Santarrúa (fuente muy apreciada de Candás), tal vez por las buenas aguas del arroyo y de la fuente; o por las cualidades muy estimadas de la planta rúa (la ruda).
Culminan el proceso, casos extremos como La Virgen de los Afanes (en Llanera), tal vez a partir, sin más, de unas simples fanes asturianas: últimas pendientes cultivables a la falda de un monte más estéril para los sembrados . O la creación última de un San Vicente, para la romería anual de La Veiga Vicenturo (braña tevergana) sobre Taxa y Urria; en la etimología, tal vez, una vega buena en un alto, sin más
Toda una didáctica calculada traducida a los nombres más fantásticos de un contorno
El lenguaje de las leyendas y los mitos tiene otras funciones también en el uso asturiano más familiar. Es el caso de tantas otras formas de advertir, prevenir, asustar…, a los más pequeños sobre todo: l'home del saco, el sacaúntos, el pínfanu, el papo, el bicharrachu, el apabardietsu, el cordobeyu, el busgosu …
Formas para hacer que los más pequeños no se alejaran demasiado del pueblo, que no se arriesgaran en bosques y matorrales espesos en busca de aventuras, que no se adentraran demasiado a pescar en las corrientes de los ríos… O que comieran lo que les echaban en el platu , que se fueran a la cama pronto, que no despertaran por la noche, que fueran buenos, si no los llevaba algún mal bicho siempre merodeando por las noches entre las sombras del pueblo…
En realidad, una didáctica holotrópica : holos (totalidad), tropein (movimiento). El movimiento de la totalidad: todos los recursos del entorno al servicio de la unidad, todo un lenguaje del suelo para mantener sano al individuo, a la familia, al poblamiento. Para poder sobrevivir física y síquicamente en cada tiempo.
Y, por supuesto, para seguir integrando, ilusionando, controlando, a todos y a todas, ya desde bien pequeños. En el origen de casi todo, suele estar la palabra: oral, literaria, en este caso, alimentada por el fuego desde que llegó al hogar, al entrañable y cálido llar del suelo.
(publicación del texto compleo,
44 páginas, en las próximas
Actas de las Conferencias
anuales del RIDEA)
Poema de La Rioja
El culto a los árboles frutales:
simplemente, daban de comer a su tiempo...
“La Virgen de los Nogales,
la perla de Villanueva,
está en un hermoso campo
a la orilla del Iregua.
La Virgen de los Nogales,
que este nombre se le llama,
es el nombre más hermoso
de la sierra camerana.
Para que este nombre conserve,
nombre tan bien adecuado,
plantemos muchos nogales
que acompañen al del Macho.
Viva la Virgen de los Nogales.
La Virgen de los Nogales,
ni es comprada ni es vendida,
que es bajada de los cielos
en un nogal aparecida”.
Cuadro resumen
de las leyendas y topónimos tratados
Interpretación oral del paisaje: |
||
léxico |
topónimos |
entorno |
alimentos, |
L'Arcenoriu |
arbolado, boscajes |
bosques |
Lugo, Lugones |
bosques, selvas |
ayalgas, |
La Chalga |
pozos en peñas, cuevas |
oro, tesoros |
El Colláu l'Oro |
peñas con vetas amarillentas |
moros |
El Picu Moros, Cuamoros |
lugares estratégicos, picos divisorios, morros salientes |
cuevas |
Covadonga |
lugares misteriosos |
castillos, castiechos, castros |
El Castiellu, Castrillón, El Castión |
lugares escarpados, fortificaciones naturales, restos de murias antiguas |
reyes y reinas |
Fuente la Reina |
ríos, angosturas |
La Vega'l Rey |
ríos, regueros, angosturas prerr. * rek - (‘valle') |
|
cruces, |
La Cruz del Ciegu, |
lugares semiocultos al paso de los caminos por el valle |
cuélebres, |
La Fuente la Culiebra |
lugares soleados, orientados al este, al sureste… |
lobos, |
El Pozu los Chobos |
pozos lobales, pozos choberos |
aguas, fuentes |
Las Xanas |
lugares de paso |
pozos, simas |
El Puzu la Vachota, |
pozos profundos |
hombres |
L'Ombriichu |
lat. umbram (‘sombra') |
La Pena l'Home, |
lugares que dan sombra a las 12 por el sol (el mediodía) en verano El Mon(te) de Faro |
|
L'Homón de Faro |
||
muyeres |
El Pozu las Muyeres Muertas |
peñas que se deshacen, piedra mutsar (cuarcita, oxiza…). |
toros, gües, |
Güeymuertu, Vicenturo |
prerr. *twr- (altura) |
xuegos |
El Xugu la Bola |
el ocio en la braña |
xanas |
El Desfiladeru Les Xanes |
lugares boscosos, precipicios |
el diañu, los diablos, l'infierno |
El Seltu'l Diablo |
lugares malos, precipicios |
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Xulio Concepción Suárez