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Una leyenda de la Piedra de la Llomba.
Entre Cabraliegos y lebaniegos

Tomada de la página de Facebook
Escabrales

"Lo cuentan los pastores de Arenas, aquellos que durante años, en el mes de julio y durante veinte días habían de abandonar los pastos de Portudera y trasladarse con sus ganados y sus "arbíos" (comida y lo necesario para hacerla, ropa, los útiles para hacer quesu... etc ) a los pastos de la Llomba.

Su hogar, durante los veinte días sería alguna de las cuevas que circundaban aquellos parajes. El día anterior los vecinos de Sotres habían de abandonar aquellas vegas, sus prados, los pastos, que estaban en su mejor sazón, sus cuadras y cabañas y trepar con sus ganados por las ásperas laderas y canales de aquellos términos de los Picos, condenándolos al hambre y a los peligros.

Una sentencia (La Providencia de la Llomba) de la Real Chancillería de Valladolid así lo había dictado y sentenciado, allá por el año 1625. Esta costumbre acabó allá por los primeros años 40. Desde entonces ningún pastor de Arenas sube a la Llomba y los de Sotres recuperaron el pleno dominio de aquellos pastos.

Y ciertamente hubo por entonces reyertas y pendencias entre unos y otros. Cuenta la leyenda que en tiempos antiguos los cabraliegos vivían hasta alcanzar una edad muy avanzada, mas de 90 años. Cuando estos venerables ancianos veían que se acercaba su fin, pedían a su hijo mayor, que les llevaran al pié de la llamada Piedra de la Llomba para morir allí.

Aquella gran piedra, accesible por una de sus caras, quebrada y parcialmente cubierta de hierbas, era "llucia" (lisa), y por tanto inaccesible, por la otra tenía un cierto carácter sagrado para aquellas gentes.

En aquellos tiempos no existían fronteras, lo que hoy se denomina La Raya, entre Cantabria y Asturias y aquella piedra estaba en territorio común de los pastores cabraliegos y lebaniegos.

Un día aquel viejo pastor cabraliego, sintió que sus fuerzas le abandonaban, que se acercaba el fin de sus días y habló con su hijo:

-Hijo, quiero que me ayudes a acercarme a la Piedra de la Llomba, al igual que yo acompañé a mi padre y él acompañó a tu abuelo y como vienen haciendo los hijos con sus padres desde que el mundo es mundo. Quiero morir en el lugar que está señalado.

Aquel hijo le miró a los ojos y le contestó:

- Queremos que mueras en tu cama, como es de razón, en el hogar en el que viviste y acompañado de todos los tuyos.

Así fue como acabó aquel antiguo rito... Una de tantas leyendas que guarda en su memoria mi vecina Carmen.

Ver Piedra de la soledad y de la muerte, Cangas del Narcea

Ver otras leyendas asturianas

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