Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

Palabras clave, tags: Payares / Pajares, puerto, Alto, Portalgo, Portazgo

"Pasé'l Puertu de Payares,
pasé'l Puertu de Payares;
pasélu con muncha pena,
porque dexé los amores
xuntu a La Pola de Lena"

(popular)

las muyeres de Payares
III Encuentro de las muyeres de Payares, 2001

PAYARES
PAJARES

El pueblu: la estrategia posicional de un poblamiento en la montaña

Villa y parroquia de Lena, subiendo al Ruchu y al Alto'l Puerto. Dista 23 kms. de la capital del concejo, y se sitúa a unos 1000 ms. de altitud. Tiene 133 habitantes censados. Es uno de los pueblos relativamente mayores del concejo de Lena.

El pueblu de Payares está compuesto por varios barrios: La Pría (pendiente y pedregosa, a la entrada del poblado); parece el origen fundacional del poblamiento payariegu, por una razón casi universal: la casa más antigua (casona, corraón, palación...) suele ser aquella en la que el sol da antes, por la mañana, a poco de amanecer; y de la que se quita más tarde en el crepúsculo. Era la estrategia más ecológica de la sabiduría natural: el aprovechamiento al máximo de la luz del sol en las casas, la calefacción gratis, el alumbrado todo el día, incluso en los meses sombríos del invierno, con el sol más bajo.

Luego estaba El Convento, en el que se dice hubo una institución religiosa al servicio del camino; El Chugar (conjunto mayor de casas que se extiende hasta al arroyo); La Vecera (al llegar a La Campa, donde se reunían los ganados para el cuidado en común, por 'vez'); La Campa (en un rellano del camino que asciende al Ruchu); y La Pedrosa (sobre La Campa), todo lo contrario de La Pría: el final del pueblu, más sombrío por el invierno, más aveseo.

En medio'l pueblu, en lugar bien estratégico y vigilante sobre las irías y las morteras, está La Ilesia: la iglesia parroquial. O La Fuente la Doncella, al lado de la que se llama Casa de los Pidal (placa explicativa en la fachada principal); de la voz antigua, doncella: la criada de la casa, palacio...

Recientemente, sobre El Ruchu (saliente redondeado, cónico, lat. rotulum), se hizo popular el lugar de Parasimón: un pequeño rellano en la ladera, a modo de mayáu ganadero, donde se llevaron a cabo los trabajos de exhumación de los asesinatos (inciviles asesinatos) de 1937. El nombre describe el paraje: un espacio que destaca en la ladera por su vistosidad, muy frecuentado por los ganados en el verano a la hora del sesteo, sobre todo; o al atardecer concentrados por los ganaderos; una verdadera parada pequeña (lat. paratam), más la referencia al personaje de la mayada (protagonista, vaqueru...), Simón, antropónimo conocido en estos pueblos del valle del Payares.

El Portalgo: el impuesto por pasar el puerto -que dice la palabra

Destaca en Payares el edificio del Portalgo: entrada o salida del pueblo (según la dirección del viaje); es el caserón bien conservado en piedra tallada (izquierda de la carretera subiendo desde Fierros), muy cuidado en su estructura rústica originaria, y con el soportal en columnas.

El Portalgo era el lugar obligado de los impuestos que se pagaban 'a la puerta' del nuevo distrito, al llegar desde tierras castellanas, marcado por el puerto. Desde El Portalgo hubo una cadena que cortaba el paso de la carretera (entonces 'paso de las carretas y los carros'), a modo de control, mientras se exigía el impuesto ineludible.

Detrás del Portalgo ("Portazgo" en la inscripción superior de la cornisa en piedra sobre la entrada) estaba La Casa Postas, con entrada y salida de nuevo al camín real. A pocos metros del Portalgo (en pronunciación de los vecinos), está el otro caserón de Los Corralones, a la derecha de la carretera subiendo, antes camín real por medio del pueblu: una amplia casa con corralá y arco de entrada en piedra tallada también; se dice que fue hospital, hospedaje, al servicio de los caminantes..

No por casualidad, un poco más allá quedaba La Casa Postas -la Casa Mero, la de Baldomero-, de función arriera evidente: el lugar de cambio en las caballerías que subían el puerto; se les daba descanso y comida, al tiempo que se enganchaban otras más frescas y descansadas para seguir las pendientes hacia El Alto y tierras leonesas.


Suspiros de Payares

La Casona, Los Corralones, L'Hospital...

Y junto a Los Corralones está La Casona: una rústica vivienda relativamente conservada (forno, serdu, char del suilu...). Según la voz oral, se trata de una de aquellas alberguerías (bergueras, albergueras...) tan abundantes como ventas y posás en estos altos de paso por El Payares.


La butía y el piniitsu
(el piniellu)

"Al pasar por el puertu,
puertu Payares,
m'alcontré con un vieyu
llindando vaques.
Como yera tan vieyu
y-pregunté:
-Si quier dormir la siesta,
yo llindaré.
Y el vieyu muy ufanu
me contestó:
-Les vaques de mio casa
llíndoles yo"
(asturianada)

Un poco más allá de La Casona, por el antiguo camino del pueblo, está La Casa de los Pidal: edificio en piedra rojiza bien conservado, también, que bien recuerda la conocida familia de investigadores y esritores payariegos. Siguiendo por el mismo camino antiguo (a pocos metros bajo la carretera actual), se llegaba al Hospital de Payares (no por casualidad estudiado y documentado por el propio J. Menéndez Pidal): conjunto de murias y fincas que así se siguen llamando hoy bajo Las Chinariegas y El Ruchu; El Prau l'Hospital, en parte conservado hoy.

Juan Menéndez Pidal documenta el Hospital en su obra Asturias, de Bellmunt y Canella, t. II (pp. 319 ss):.

"Era allí [Pajares], como hoy, el paso principal y obligatorio para la comunicación del centro de Asturias, con León y Castilla; tenía humilde hospital con modesta renta para sus moradores, pobres y míseros caminantes...".

Aquella institución hospitalaria (en rigor de hospedaje y atención), por precaria que fuera, tenía su función: la de dar cobijo al caminante por aquellas pendientes del puerto. Recientemente, A. Montero Prieto concreta las funciones y anexos del L'Hospital de Payares en una de las rutas jacobeas: casa, hospitalero, horro, payares, cabezas de ganao....

Otra serie lugares recuerdan la vida floreciente de un pueblo en la montaña. Es el caso de La Fábrica (fincas hoy bajo El Hospital): según los lugareños fue una rústica central eléctrica, que alimentaba las precarias necesidades del vecindario. La Teyera y La Teyerona: lugar donde hacía la teja. La Cantera; La Casa la Maquila (molín que maquilaba): lugar donde el molineru o molinera 'cobraba en especie', reservado para sí una cantidad de farina o granu proporcional a los copinos molíos.

Con alguna anécdota viva en la historia del poblamiento: El Nenu del milagru

Recuerda Saso -memoria preclara del poblado, con muchas páginas escritas a mano en sus libretas- algunos datos de interés. Por ejemplo, la voz oral que relata el escenario del famosu Nenu del milagru. Resulta que, con la nevaona del 88 (1888), una fuerte valancha arrancó desde La Poza l'Arzo (justo en los altos del pueblu, sobre el profundo barranco del regueru), se deslizó de golpe al peso de la nieve, rebotó contra el fayeru del cantizal sobre La Campa, y se llevó por delante todas las casas y cuadras de lo que hoy es el valle de La Pedrosa, entre el pueblu y el barrio más al sur; el valle, el vado más marcado del arroyo.

La valancha -el aine, el ébanu, que dicen en otros pueblos- arrasó aquellas rústicas casas, cuadras, payares, corrales..., que encontró a su paso. Y con todas las personas y ganados que cobijaban en invierno, finales de febrero -el 27, precisa Saso-. La valancha continuó, ya deshaciéndose fuera del arroyo, hasta Las Felgueras, metros ladera abajo. Quedaron desparramados bajo la nieve familias, enseres, ganados, reciellas..., sin restos de vidas a flor del suelo.

El dato queda recogido por Juan Menéndez Pidal, en su obra Asturias, de Bellmunt-Canella, (1897). "El Concejo de Lena"t. II (pp. 283-340). Silverio Cañada Editor. Gijón.

"En el siglo XVIII, cayó sobre el pueblo de Pajares una avalancha, que arruinó más de la mitad del lugar con muerte de treinta y cinco personas y pérdida de muchas haciendas" (p. 319)

Pero ocurrió el milagro: junto a una madre muerta con su hija fuertemente abrazada al silencio, se escombutsó lentamente (salió a la luz) un niño, el otro hermano, envuelto en un manojo de yerba enrollada por la nieve en el descenso ladera abajo. Los vecinos de la parte del pueblo no afectada recogieron gozosos al zagal asustado, como único símbolo de esperanza en la desgracia.

Y sigue la voz colectiva contando el suceso hoy, convencidos los nativos, sin duda alguna, de que fue un milagro. De hecho, el vecino rescatado llegó a nonagenario en el pueblo. Las güelas y bisagüelas recordaban con detalles hasta mediados del siglo pasado, la escena -y la voz oral- del Nenu del milagru. La vida literaria, a su modo, en los pueblos de montaña también.

La etimología, las tierras de la paya (la escanda), cuando los payares yeran para la paya, claro (como dice la palabra)

La etimología de Payares parece clara: lat. palea, 'paja de la escanda' en este caso; tierras *paleares; o antiguas cabañas cubiertas con paja, al modo de otras en el conjunto asturiano, y en aquella sana costumbre ecologista de aprovechar los materiales de la zona para la techumbre de las cabanas (es el caso de las pallozas leonesas, galegas...). La paya era material imprescindible tiempo atrás, tanto por los cereales que daba, como por la misma paja para diversos consumos (animales, techumbres...). En Cangas del Narcea recuerdan bien los techaos de pacha (centeno, trigo).

No hay que olvidar que la misma palabra indica que antes de la yerba seca, las vacas comían paya (casi todas eran parcelas cultivadas; muy pocos praos): los payares, los palleiros...., eran de paya, como la voz indica. Y, si la paya era gruesa, presagiaba buena cosecha, buena farina. Entre los cangueses del Narcea, sigue vivo el dicho:

"La muncha pacha
dache vergüenza
dar poca grana".

Y a las tierras de semar, con las costumbres aprendidas

Tampoco sería casual que los suspiros de Payares sigan resonando en las mesas, a la hora de los postres; o en tantas tertulias y días de gastronomía más cuidada o más festiva; hasta se comercializan en los centros mayores dentro y más allá de estas montañas. Pues hasta comenzaban por abonar a su tiempo las tierras de semar, como reza en su refraneru:

"Si quies comer bien
y tener llena la panera,
nel tiempu de otoño
abona bien la tierra "

O por seleccionar el tipo de leñas más adecuados para cada uso culinario, como reza en otro dicho:

"Si quies tener calor,
y además buena foguera,
nel menguante de setiembre
corta la maera"

Como se preocupaban de mantener unas costumbres comunales, o por lo menos, aparentarlas en las dificultades, de forma que las faenas del campo y los caminos, se pudieran acordar con los brazos y voluntad de todos, con mejor o peor ceño. Lo recuerda también el dicho que citan sin rubor los mayores:

"El pueblu Payares arde,
pero nun se ve el fumo".

Unos nativos, siempre al filo de los rigores marcados por los altos: como en la famosa espala

Los vecinos de Payares vivieron, en fin, por mucho tiempo de las circunstancias del camino, primero, y de la carretera, más tarde: conocidas y recordadas son las aventuras y desventuras de los camioneros atrapados por fuertes nevadas subiendo penosamente el Puerto; y con gracia se cuentan todavía las argucias de los payariegos para ganarse unos duros con la ayuda imprescindible a los desventurados conductores hasta salir al Alto'l Puerto por El Parador actual. Sabían que los inviernos eran casi siempre muy duros y tempranos, como dice el refrán:

"Ente los Santos y Navidá,
ye'l invierno de verdá"

Muy recordada queda la actividad de la espala en el invierno: el trabayu diariu de quitar la nieve de los caminos para poder salir de casa, atender el ganao, comunicarse en el pueblu...; hasta varios metros de nieve podían acumularse en pleno invierno, como atestiguan tantas fotos y grabados con los túneles excavados a las puertas de las casas, de las cuadras...; túneles de hasta dos metros y pico en altura, pues pasaba la xente sin pegar arriba, claro.

La espala tenía su técnica: para que no se pegara la nieve a la pala, se untaba con sebo derretido por toda la cara superior; así se iban haciendo cuadrados (40-50 cm de lado), a modo de cortes en la nieve; se cogía el trozo por debajo y se echaba a una pila, o a los lados. Más tarde, se untaba la pala con brea (la pez, la resina), derretida al calor del fuego, para que despegara mejor la nieve y se aguantara más a espalar. Cuando la espala era colectiva, comunal, se hacían bancadas (bancales) en escalera: los de abajo tiraban trozos de nieve a la primera escala; los de la primera, a los de la segunda...; y, así, hasta apilar la nieve con varios metros de altura.

Con la llegada de los motores, las ruedas, los camiones..., los pobladores se fueron traduciendo a las actividades enlazadas; por ejemplo, a poner y quitar cadenas a vehículos que intentaban subir sin ellas, y quedaban atascados en la carretera; o a desarrollar la ayuda con el Lanrover, o la grúa, para remolcarlos en caso de atsaco o de avería. Ahí sigue Saso con la memoria muy clara sobre tantas aventuras y desventuras, día y noche, sin descanso con las nevadas más persistentes. Saso y familia, claro, pues el frío y las moyaúras había que mitigarlo entre todos, en lo posible.

Siempre entrenados en la nieve, famosos fueron los esquiadores de Payares en los campeonatos nacionales e internacionales; los llamados Galgos, por ejemplo. Y hoy mismo siguen muchos jóvenes ilusionados en los negocios de la hostelería y de la nieve. Era y sigue siendo la ley que impone el medio, muy áspero, ciertamente, en estos altos, una buena parte del año.

Los otros pueblos de la parroquia

La parroquia de San Miguel de Payares está compuesta por los núcleos de Las Campas, Floracebos, La Malvea, El Nocíu, La Pedrosa, Polación, Santa Marina y Vichar.

El propio chugar de Vitsar (Villar, ahora) puede ofrecer un dato más: villar designaba en su origen un poblamiento nuevo separado de una villa ('posesión mayor). Y ese núcleo original podría haber sido el pueblo de Payares, que a lo largo de la historia tuvo cierta independencia, fueros, privilegios, pleitos... Es decir, Payares habría sido villa, como sostienen algunos vecinos actuales: "La Villa de Payares", en aquel sentido románico y medieval de la voz.

Juan Menéndez Pidal documenta la villa en su obra Asturias, de Bellmunt y Canella, t. II (pp. 318 ss):.

"Por otro mandamiento de 23 de Julio de 1593, fué aquel monarca [Felipe II] reconocido como señor propietario de la "villa" de Pajares con su gobierno, vasallos y términos á medio de real poder..." (318).

Payares, La Estación de. Casa de la parroquia de Payares (Lena), en la que vivieron mientras estuvo abierta a los viajaros la Estación de Renfe. Dista 25 kms. de la capital del concejo, y se sitúa a unos 1180 ms. de altitud. Hoy el caserón está deshabitado.

"Soy de Payares,
nací en la Campa,
y en la Mortera,
tras la Collá,
cavo tapinos,
cueyo cebera,
gozo del mundo
como'l que más.
Despierto al riscar el alba,
doy un seltu del xergón,
y voy po las berzas,
pa con las fabas y con llacón.
Y una, dos veces y tres,
baxo a la villa'l mercau,
todos me miran de llau
y dicen neña ¡qué guapa yes!

(Copla recogida por Carmen Prieto)



(foto de Alberto Cordero,
años cincuenta)

El arciprestazgo de Payares

En el orden del tiempo Payares tiene larga historia: fue Arciprestazgo. Es decir, fue Concejo Episcopal, independiente del Concejo de Lena. Es decir, Payares fue Obispalía, por una donación real al obispado de Oviedo allá por los finales de la Edad Media. Su función debía ser administrar justicia en el orden civil y criminal. En 1582, Felipe II incorpora a Payares de nuevo al a Corona. Y en 1583, Felipe II es ya propietario de Payares.

Tras varios litigios, Payares vuelve a tener jurisdición independiente en 1587. Pero en 1826 una Real Orden suprimió este tipo de Ayuntamientos particulares, jurisdicionales, ordenando su incorporación al Ayuntamiento más próximo, es decir a Lena. Así terminaba la autonomía relativa de Payares, que a mucho tuvieron y siguen teniendo sus vecinos y vecinas, a poco que uno converse con ellos.

El dato queda recogido por Juan Menéndez Pidal, en su obra Asturias, de Bellmunt-Canella, (1897): p. 318.

"Con Lena lindaba la obispalía de Pajares, el concejo ó coto episcopal, nacido a la sombra de muníficas y regias donaciones al prelado de Oviedo, que por sí ó por su vicario nómbrales los oficios de justicia para la jurisdición civil y criminal, alta y baja..." (318).

El símbolo d'El Ruchu: el símbolo sobre el terreno, de los fueros propios de una villa

"Los rollos jurisdiccionales se les concedía a las villas, puesto que entre otras ventajas tenían sus propios fueros, unas leyes propias que se aplicaban a la villa y a sus tierras. Esos fueros podrían ser de distintos tipos, como un señorío, señorío real, concejil, eclesiástico o monástico, y se situaban a la entrada de las villas o junto a las vías principales, para avisar al forastero del privilegio de villazgo que lucía ese lugar, y que devería cumplir las leyes de ese territorio" (tomado de la web: Los viajes...).


(foto de Alberto Cordero,
años cincuenta)

Y el concejo de Pajares, hasta el año 1829

Resultaría increíble, si no fuera por las referencias históricas al hecho. Así, el ilustrado Rafael M. de Labra escribía en su obra Asturias. De Madrid a Oviedo (1881):

"Hasta 1829 la parroquia de San Miguel de Pajares (que era la primera que se encontraba al llegar a Astúrias) formaba por sí sola el Concejo de Pajares; pero desde aquella fecha pertenece al de Lena, cuya capital dista del pueblo aludido como cuatro leguas en dirección á Oviedo. Hoy [sobre 1870] toda la parroquia tiene unos 193 vecinos...Pajares es un relativo oásis para los caminantes. En él hay muchos paradores y posadas donde se refugian arrieros y pastores cuando a resultas de una terrible tormenta se cierra herméticamente el puerto y es menester esperar ocho y diez y quince días á que á fuerza de pico se franquée el camino.

Antes también existía un hospital con bastantes rentas, abierto á pobres y peregrinos y que del lado de Astúrias desempeñaba el papel que Arbas del lado de Castilla; pero vendidos sus vienes hácia el año 30, de aquella hospedería sólo queda la memoria, que remonta por lo ménos al siglo XVII.

La piedad, pues, había prodigado su solicitud en la áspera y peligrosa travesía de la cordillera cantábrica, contribuyendo de esta suerte á dar importancia á la pintoresca y excepcional entrada del legendario Principado" (p. 110)

"Si la ficiste en Payares..."

Sin duda que la historia del pueblo ha de ser larga, a juzgar por su posición estratégica en el paso de León hacia Asturias, en unos tiempos romanos y medievales, sin más comunicaciones que los caminos, los arrieros, las carretas y los carros. No había otras carreteras, y menos todavía, otros tipos de comunicaciones al estilo moderno. Así, al hablar de Payares suele aflorar en la conversación el dicho popular que nunca se sabe del todo hasta qué punto fue realidad o sólo leyenda traducida a una frase.

El caso es que algo está escrito en los libros, a cerca de la muerte de un rey al paso por el pueblo, y por un conflicto con un vecino. Por ejemplo, Rafael de Labra, uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza en 1876, en aquel viaje de Madrid a Oviedo, dice lo siguiente:

"El Rey Sancho..., al pasar por Pajares quiso la mala estrella del navarro que éste acordase dar muerte ferozmente á un hombre de aquellas montañas, tras lo que vino el asesinato del Rey, muerto por una saeta á muy corta distancia de Pajares, en Campomanes -pueblecillo que se halla actualmente sobre la carretera y como á media legua larga ántes de llegar á Lena.

¿Cuáles fueron los motivos de la fatal determinación del viajero navarro? ¿Quién fué su víctima en Pajares? ¿Qué mano disparó la saeta vengadora? Sobre todo esto calla la historia, y este silencio sirvió á maravilla para que la leyenda fabricase su trama.

Para unos el atormentado por Don Sancho el Mayor fué un simple peón, y la muerte de éste estuvo relacionada con no sé qué aventura galante de aquellos cultos tiempos del derecho de pernada. Una pasión brutal y una protesta del amor ultrajado ó una honra hollada; hé aquí la base del drama.

Para los otros la víctima fue un noble señor de las Astúrias, y por tanto los vengadores no gozaron de menor renombre, atribuyéndose el disparo de la saeta á la familia de los Valdeses. Un conflicto de jerarquía, el choque de la autoridad real con el poder señorial, ambos nacientes, tal es la clave de la misteriosa trajedia del siglo XI.

Pero sea esto ó aquello, lo cierto es que entónces quedó en el lenguaje ordinario del Principado el refrán que dice: Si la hiciste en Pajares, pagástela en Campomanes" (del libro De Madrid a Oviedo, pp. 116 s.).

La casa Tibigracias

Otra leyenda cada vez más apagada llegó a Payares y a los vaqueros del Alto'l Puerto, en este caso atestiguada por el viajero Rafael M. de Labra allá por el s. XIX. Relata así:

“La casa Tibi-Gratias… se halla por debajo de la Perruca, entre ésta y Pajares y á la orilla de la carretera. Al decir de las gentes del contorno, la casa aludida tomó el nombre del sitio en que se encuentra –casi á la falda de un montecillo llamado el monte Repelayo. Allí suponen aquellas crédulas gentes que el vencedor de Covadonga elevó los brazos al cielo y dió gracias á Dios por ver expulsados de Astúrias á los moros. Pero diga la tradición lo que quiera, lo que parece más racional es, sin duda, que la casa tomara el nombre del fin con que fue fundada siglos hace por el Cabildo de Arbas; fin que no era otro que el de auxiliar á los transeuntes en medio de las grandes tormentas y terribles nevadas que sobrevienen en el puerto durante los meses de Enero y Febrero, y que precisamente en el sitio donde la casa se levanta adquieren su mayor violencia y producen el máximum del terror. En puridad, aquella casa, pequeña, de una sola planta, pero sólidamente construida como su destino pide, era y aún es una sucursal de Arbas” (libro citado, p. 108).

En fin, el pueblu de Payares, por su importante función caminera en el paso milenario entre la región asturiana y la vecina vertiente leonesa, tiene una larga historia, por lo menos en la memoria de sus pobladores. Y ello por mucho que los términos empleados para describir los hechos y los rincones (reyes de paso, hospital, concejo, paradores, portalgo...) no se correspondan con sus acepciones actuales. Por lo menos, algunas obras escritas dan fe de aquella voz oral transmitida por los mayores y, por lo visto, con razonable fidelidad a los datos.

Las cabanas de antes en Payares: con escobas, como los teitos de Somiedo

Un dato de interés recoge Ernesto Burgos en un artículo de La Nueva España (16-2-2016), titulado Dos prusianos en Pajares. Trata del viaje que en el otoño de 1896 realizaron por los montes asturianos el naturalista Hans Friedrich Gadow y su esposa, Clara Maud Paget.

Entre los muchos detalles de dan del pueblo de Payares los dos viajeros, donde se hospedaron, describen las cabañas de las brañas con la techumbre de felechu y escobas (especie de peornos, pero más finos); es decir, el Cytisus scoparius, que tiene las ramas más rectas y de hoja más menuda, por lo que tejen mejor, y no dejan pasar el agua; en cambio, los peornos (Cytisis cantabricus) es de ramas más dispersas, torcidas, amorfas, por lo que no se juntan y dejan goteras de inmediato. Esta diferencia la explican muy bien los somedanos, cuando uno se confunde entre ambas subespecies. El texto citado describe a sí una braña sobre Payares:

"Zona abierta de pastos ubicada en un alto, en donde en verano se reúne al ganado. Por la noche los animales no están cercados, son vigilados por los pastores, quienes se refugian en pequeñas chozas, similares a colmenas, con paredes curvas hechas de maderas verticales con ramas trenzadas entre sí y cubiertas por una gruesa capa de helechos y escoba. La zona de alrededor de las chozas resulta verdaderamente desagradable por la suciedad que se ha ido acumulando, pero no por eso deja de ser utilizada año tras año".

El documento es importante para aclarar el carácter más uniforme de las cabanas asturianas tiempo atrás: de madera en parte y con el techo vegetal. No habría que descartar que hubieran sido también de paya, como indica el topónimo, pues así se registran en documentos antiguos de Tuíza. Y hasta las mismas casas, como en tantos pueblos de montaña.

Ciertamente, estas referencias a las cabanas de Payares en parte coinciden con otro dato parecido recogido en Tuíza, donde otro viajero habla de que allí las cabanas tenían el techo cónico y de paya; es decir, semejantes a las pallozas más occidentales y de la vertiente leonesa de Babia y Tsaciana, como era lógicos siglos atrás. En las mismas o parecidas circunstancias, los nativos usan recursos iguales o parecidos también: los que tienen al lado (Ver Tuíza Riba).

Y otros detalles para seguir la historia del pueblu

Citan los nativos del lugar con insistencia, el paraje de La Triema: conjunto de fincas y caseríos bajo Payares, en el antiguo camino que se bifurcaba hacia Samiguel (al sur), y hacia La Romía (al noreste). Describen el conjunto como lugar habitado tiempo atrás, por una serie de detalles: restos de fumo -sarrio- en las casas; tsares, alacenas, restos de vasares, huecos..., en las cabanas; zapiqueras, en las cuadras...

Según ellos podría haber supuesto el lugar habitado antes que Payares, por estar mejor situado para la vivienda prolongada, con agua, con arroyo...; más fonderu, retirado del norte, con buenas tierra de semar, praos húmedos...; sin los rigores extremos de la altura, en definitiva. La frecuencia del trasiego de carreteros hacia el Alto, el trazado del camino más en travesera, para evitar mayores pendientes, habría exigido un poblado ladera arriba, con los siglos. El desarrollo de Payares con su decisiva función caminera hasta casi estos mismos días.

Pues la vida en Payares siempre fue más o menos dura con el clima

Nos sigue contando anécdotas Saso, con la gracia de siempre, pero como documentos también de los que fue siempre vivir en Payares, sobre todo en tiempos pasados del clima, cuando eran más cuerdos y acordes con las montañas: la altura relativa (unos 1.000 m), su orientación más bien al norte y al noreste, los efectos de la nublina cuando tira la brisa del mar..., todo ello hace que el clima sea fresco, frío a veces, aún en pleno verano a ciertas horas de la tarde.

Recuerda, así, Saso la anécdota de aquel turista extranjero que pasaba por Payares un día de sol radiante, entusiasmado con el pasiaje que se abría sobre los montes y los valles circundantes, con los praos verdes a rebosar, las tierras sembradas, los horizontes lejanos que contemplaba hasta ya casi las mismas costas del mar. Ilusionado el viajero le dijo a un vecino:

- ¡Vaya paisaje más bonito que ustedes pueden contemplar en cualquier estación del año; es todo un privilegio!

Y el vecino, agradecido por las alabanzas, pero fiel a la realidad de su pueblo, eligió muy caviloso las oportunas palabras para que el viajero pudiera seguir camino bien informado. Y así le respondió, después de pensárselo un poco:

- ¡Ay, señor, tiene usted razón, hoy el día está muy bonito, pero en Payares, en todo el año, sólo tenemos dos estaciones: la del invierno y la de la RENFE!

¡Quién sabe con cuántas anécdotas y peripecias perdidas por los caminos, que darían para muchos libros!

Recuerda Saso una de tantas. Venía un paisanín de algún bar leonés, maragatu..., muy contentu con un zurronín de vino a rebosar (el zurrón pequeñu, especial para este caso) dispuestu a pasar el filato, como que yera el zurrón de la leche, o de los aperios de la cabana. Pero enseguida se dio cuenta el consumeru (el del filato) que traía vino, y le dijo muy seriu:

- Ud. no puede pasar con todo ese vino que lleva encima; o paga, o da la vuelta, pero por aquí no pasa...

Caviló y caviló el paisanín la forma de pasar con el vino, y dexar al consumeru con las narices muy tiesas y la boca entrabierta; nun ye que fuera muncho, pero nun y-paicía bien pagar por tan poca cosa, siendo como el vino yera pa casa y p'andar a la yerba. Así que determinó metese en un peornal, beber el zurronín del vino, y pasar con el zurrón vacíu.

Y así lo fexo: bebió el vino, esperó a que anocheciera, y muy ufanu, tanteando de una a la otra parte del camín -procurando nun cayer del too antes de pasar la garita-, se presentó nel filatu de nuevo; pasó con el zurrón vacíu, ante los güeyos bien abiertos del consumeru, y, una vez a la otra parte, le contestó claváu en suelu, tiesu como un garrote: claváu él, y clavá la guiá de las vacas, pa tenese más firme y seguru:

- Sí, mire..., mire bien Usté: el zurrón ta vacíu, ye verdá, nun lu engaño; pero ¿qué me diz del vino? ¿el vino del zurronín..., pasó comigo encima, o nun pasó comigo tamién ...?

La historia nun cuenta ná de las preces y refundios que'l consumeru lanzaría al cielu y al suelu por un buen ratu..., hasta qu'el paisanín se perdiera camín abaxo; o, nalgún peornal a pasar la nueche, hasta que tsegara l'alba...