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La Nozala:
en la memoria de los nozales y las nueces

Caserío sobre el valle de La Vega’l Rey, frente a La Rasa, sobre el antiguo camín real entre Corneyana y El Puente los Chobos de La Covecheta. Hasta hace pocos años vivieron los conocidos Canor y Ángel, quienes fueron famosos por su sidra y su llagar (la sidería famosa): aquel merenderu, tan frecuentado los domingos de unas décadas atrás. Las buenas pumarás en el entorno del caserío justificaban su fama. Como los nozales y las nueces justifican el nombre en lo más soleado del valle.

Porque el caserío está orientado más bien al sur, suroeste, al poniente, aunque recibe el sol desde bien temprano. Por La Nozala pasaba el camín real del fondo del valle: venía de La Cobertoria, El Puente los Chobos..., y seguía por Vandolaya (en pequeño valle), Las Ochas, Corneyana...

En torno al caserío hubo, por tanto, abundantes y buenos nozales hasta fechas recientes. Por el otoño arriba, se cosechaban varios sacos de nueces, que, a rial el kilo (cuatro, la peseta) en los años de bayura, suponían negocio boyante. “Se dumían unas, se coyían a mano otras, pero no quedaban ni las más ruinas nel pical”. Unidas a las ablanas y ablanos, las nueces completaban la particular especialidad de cada pueblo y cada valle.

El rústico conjunto rural era, sobre todo, ganadero: llegaron a tener hasta 12, 14..., vacas, que mantenían los praos sobre la casa, y los de la vertiente vecina de La Rasa, Matacabana.... ladera de La Pena Tsago (margen izquierda del río Lena).

El tsagar de Ángel y Canor

El asentamiento de La Nozala se remonta a un núcleo más antiguo, con poco parecido a lo que es hoy. Dicen sus propietarios que hasta los años veinte, más bien eran anexos y establos a una rústica vivienda. Sus padres, Primitivo y Jacoba, ya tenían un tsagar, más bien casero y pequeño, para uso familiar. Luego, empezaron a compartirlo con amigos y vecinos, por el lugar soleyeru y topaeru que ofrecía al mor de la tertulia, y al sosiego del filanguiru vespertino o en días de fiesta.

Por ello, y por la abundancia de manzana en el contorno, fueron aumentando la producción y las técnicas de lagareo, de forma que, en pocos años, la demanda iba exigiendo una sidra que durara todo el año. Con los años, Canor y Ángel se hicieron famosos en aquel conocido merenderu, que atraía, no sólo ya a los vecinos del valle, sino de todo el conceyu, y hasta de Uviéu y de Xixón -nos contaba Canor muy ufanu años atrás.

Hace poco, la edad fue retirando a los dos hermanos, y el merenderu, la sidrería se cerró a la espera de nuevos mesoneros con ideas renovadas. Pero La Sidra la Nozala nunca se olvidará en toda una generación que saboreaba el buen saber de aquellos dos lagareros, con sus saberes ancestrales de facer sidra: manzanas escoyías y bien maúras (a ser posible, per noviembre arriba, y apañás d'ente la pación); mayar, fermentar, trasiegar en menguante, con noche estrellá, y sin una nube nel cielu... Así, la sidra nunca fila -nos contaban los dos hermanos, con otros muchos detalles de su saber sidrero inmemorial.

El aprecio de los nozales en La Nozala.

En definitiva, como en El Nocíu sobre Samiguel del Río y La Malvea, en La Nozala valoraban los nozales hasta el punto de que sentenciaba convencido contaba Canor: “un nozal nunca se debe vender: siempre dará algo de comer” -me contaba Canor, entre orgulloso y resentido por tanta tala de gruesos nogales estos años-. Porque los nozales abundaban en la zona de La Nozala, soleada buena parte del año, con agua cerca, ligeramente retirada de los vientos.

Un poco más allá, en La Caseta los Sierros, sobre El Reúndu, indica lo mismo el nombre de La Nozalera: ‘lugar o conjunto de nozales’ (lat. nucem). Todo el valle de La Vega’l Rey, entre La Nozala y Los Consorios, conserva nozales a lo largo del río y del antiguo camino -carretera vieya actual-. La Nozalera es otra finca sobre el río Lena, tras La Puenti de La Vega’l Ciegu, en el camino a Columbiecho.

Como la maera nozal resultaba ligera, fina y resistente, de cuando en cuando, se traía a La Nozala un madreñeru de otro pueblo que hiciera madreñas para toda la familia. Y, si no trabajaba a gusto de la mayoría, se buscaba otro “que las ficiera mejor: más chixeras y afechiscas al pie”.

Desde los años sesenta, en cambio, la maera nozal comenzó a pagarse para muebles al ritmo que las nueces llegaban en tren de nogales más lejanos: los más gruesos, los centenarios, los más negros, se fueron extinguiendo entonces. Hoy, los nozales crecen a su aire por las xebes, indiferentes para casi todos, entre el arbolado mayor.

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