Entre la realidad y la leyenda:
la nieve en la memoria oral
de los lugareños que han de sobrevivir en sus montañas,
hasta en los más duros inviernosA) El valor de aquella muyer de Vega Cien, que dio a luz en la cabaña, bloqueda por la nieve, y sobrevivió con el guaje unos cuantos días, gracias al calor y a la leche de las vacas
Como todas las ventas en el paso de las montañas entre regiones contiguas, la Casona de Ventaniella debió ser lugar de confluencia de muchos pastores de los pueblos del conceyu, pues todavóa hoy escuchamos las resonancias lejanas de algunas, a poco que nos sentemos a dialogar con los venteros y lugareños que la rigen o frecuentan.
Las ventas, las posadas, venían a ser el centro de información de todos los pueblos circundantes a uno y otro lado de las montañas.Todo un privilegio haber escuchado este relato a los pastores del Puertu Ventaniella (Ponga): Humberto y compañeros,
Cuenta la voz oral que en la gran nevaona del 88 (1888), una mujer de Vega Cien subía a poblar el ganado a su casería en los cordales altos el pueblo, ya en estado muy avanzado de embarazo: eran aquellos duros tiempos tan lejos de las tecnologías y costumbres renovadas. Esa noche, en pleno invierno, empezó a nevar con tal fuerza que ya no pudo descender de nuevo a casa, pues la senda se hacía imposible para su estado.
El caso es que los vecinos vecinos tampoco pudieron subir a rescatarla en unos cuantos días -cuentan los pastores- pues la nieve no les permitía dar paso monte arriba. Cuando al cabo de una semana pudieron, por fin, romper senda, se acercaron con miedo a la cabaña, sospechosos de que había ocurrido una doble desgracia.
Por ello, se fueron aproximando silenciosos y expectantes, a la espera de la desgracia. Pero ocurrió lo más inesperado: a medida que se acercaban, vieron que la cabaña echaba humo, lo que interpretaron como signo de esperanza.
Una vez llegados, la madre les explicó la razón del milagro: el niño había nacido bien, y se había salvado gracias al calor que le daban las vacas, pues los dos se metían entre ellas para dormir entre un poco de yerba, acurrucados entre vaca y vaca.
Y, así, día tras día, a la espera de que la nevada escampara y pudieran volver a casa, con la leche y el calor, que le daban las vacas, el milagro se había completado. La muyer, el guaje y los vecinos solidarios, todos regresaron gozosos al pueblo, convencidos del valor y la fortaleza de una madre, en plena nevaona del 88.
B) La hazaña de Martín Llamazales, con el ataúd de su esposa durante unos cuantos días, bloqueado por la nieve
Protagonista de la obra publicada por
Gerardo López y Gonzalo Barrena:
Viaje al mundo de Martín Llamazales.
Los Beyos de Ponga. 1893
La voz oral está muy arraigada en los pueblos de Los Beyos: Vivoli, Casielles, Biamón, Tolivia... Nos cuentan unos nativos de Casielles el relato detallado de un vecino de Llué, en otra nevaona de 1893: Martín Llamazales, muy famoso por su fuerza y hazañas. Se dice que en una ocasión, bajando él solu al ombru una osa que habían cazado unos cazadores, rompió las madreñas por el peso del animal sobre sus espaldas. No le dio importancia al percance y siguió monte abajo caminando en escapines hasta el pueblo.
Ya con en forma literaria de novela, Fernando Barrena y Gerardo recogen la voz oral que perpetúa la hazaña legendaria: en un invierno con gran nevada, se murió la mujer de Martín Llamazales, éste no pudo bajar desde Llué a Tolivia para avisar a otros vecinos, pues había demasiada nieve.
Entonces, Martinón -como le decían en los pueblos por su fuerza- hizo una caja de tablas a modo de ataúd; metió a su mujer dentro, y de noche la sacaba fuera de casa para que se conservara mejor con la nieve y el hielo. Así estuvo ocho días hasta que se fue quitando la nevada: él mismo cargó a sus ombros el ataúd, y llevó a su mujer como pudo por los caminos hasta Tolivia para darle sepultura.
Escuché contar con mucho respeto esta leyenda entre algunos ponguetos ya muy mayores que, incluso, conocieron de jóvenes a Martinón -como decían aquellos pueblos cuando él vivía.
C) El Peñón del Cabreru
Del Puertu Ventaniella queda un precioso relato oral recogido por Sordo Sotres de los lugareños. En unos tiempos de aquella ruta muy frecuentada por pastores con sus ganados entre los puertos asturianos y los mercados leoneses, muchas peripecias tendrían que soportar hombres, muyeres y rebaños en días de nublina, tormentas, nieves..., por aquellos vericuetos a la falda de Ten y Pileñes.
Por ejemplo, la triste aventura que hubo de aguantar aquel cabrero al que sorprendió una fuerte nevada al paso por la gran peña desgajada de los altos, que hoy reposa muy erguida en el camino de La Collada de Las Arriondas hacia La Capilla y Puertu L'Arcenoriu. Durante unos días el cabreru pudo sobrevivir al calor de sus cabras refugiadas en un recovecho de la peña, mientras se alimentaba de la escasa leche que alguna le podía dar todavía.
Pero las cabras se fueron muriendo poco a poco por el frío y el hambre, hasta que un pastor de La Venta se apercibió de su ausencia, salió a buscarlo, y pudo traerlo ya exhausto a Ventaniella, arrastro y sobre la nieve, aún a tiempo para poder contarlo. Recoge Sordo Sotres esta sentida copla escuchada a Castro Martínez en Sobrefoz:
"En Puertu de Ventaniella
hai un peñón milagreru
que de fríu salvó a un cabreru
que cudiaba so reciella
como si fose forniella:les cabres daben calor
y fartábase el pastor
con llechi de la mariella;
les cabres pacíense el pelu
que la fame ya gruñía;
la ñeve caía, caía,pal pastor no había consuelu;
en esto llegó mio güelu
pa salvalu de la muerte;
de les cabres ñegra suerte
quedó escrita en aquel suelu,pero El Peñón del Cabreru
desde entonces tien so fama
que la publica una rama
siempre puesta en su quimera".Para las etimologías de los lugares:
ver el Diccionario etimológico de la montaña asturianaVolver a ÍNDICE alfabético de contenidos
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