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La leyenda de Enol:
Los Lagos de Covadonga

Extracto del artículo publicado
en el libro:
Covadonga: historia y arte, naturaleza y tradición.
Real Instituto de Estudios Asturianos
(pp. 190 ss).
Xulio Concepción Suárez
Oviedo, 2016

1. Versión oral más sencilla: La peregrina de Enol

Parece la versión más antigua: es la más corta, la figura femenina es la más humana, no aparecen signos divinos hasta el final del relato... En realidad, se repite el mito de la estrella, como signo enviado del cielo para anunciar un milagro o un suceso importante para los humanos. Una estrella que desciende de las alturas divinas a la mayada de unos pastores. Se diría que la intención popular era la de justificar la presencia del agua, de un lago, entre unas montañas, al tiempo que castigar la falta de hospitalidad con una mujer de paso. Dice así:

"Una noche de tormenta con relámpagos y rayos, apareció una señora muy bien vestida que cruzaba La Vega muy asustada. Llegó a las cabañas temblando y pidiendo cobijo a las pastoras que había, pero se reían de ella por sus miedos, y todas le iban respondiendo al tiempo que le cerraban la puerta:

-¿Miedo la emperigorotada, no lo teniendo nos?-le reprochaban con mofa las pastoras.

Y le iban cerrando puertas, cabaña tras cabaña, con grandes risotadas. Pero llegó al final de La Vega, donde, en la más humilde, una pastora, igualmente muerta de miedo como ella, salió a su encuentro, y las dos lloraron asustadas buscando el calor de la lumbre.

Al llegar a esta última cabaña, observó la pastora que una lágrima de la buena Señora caía sobre una margarita de la campera, al tiempo que partía la flor en dos. Entonces, entre el estruendo de los rayos, se oyó una terrible voz:

-¡Nadie pisará ya más la tierra donde mi Madre lloró: hundida sea por siempre la vega de maldición! –era la voz de Dios…

En ese momento, toda la vega que ahora cubre el Lago Enol, se fue llenando de agua con una gran tormenta que descargó toda la noche, hasta cubrir todas las cabañas, salvo la de la pastorina más hospitalaria que dio cobijo a la que resultó ser La Estrella de Enol".

2. Versión en prosa: Las lágrimas de la Virgen

Recogida por Constantino Cabal (1987), Del folklore de Asturias, pp. 139 s. Editorial Auseva. Gijón.

Era aquella pastora del Enol hermosa como un lucero, y perversa como una tentación. Tentación éralo siempre: los zagales la adoraban, las pastoras la envidiaban, e iba por la majada como una tentación, y sembraba a su paso los pecados... Pero era tan hermosa, tan hermosa, que a la Virgen Nuestra Señora le dió lástima de ella ... Y una vez le suplicó a su Hijo:

-¡Permíteme derramar sobre su alma la compasión y la caridad, a ver si vuelve a Ti ...!

Y se vistió de pastora, y bajó a la campiña del Enol. En la cabaña de la zagala sonaban las carcajadas de sus amantes. La Virgen llamó a la puerta, y por el amor de Dios suplicó hospitalidad ... La zagala respondió:

-Si no es galán el que llama, es mejor que continúe su camino ...

La Virgen clamó otra vez:

-¡Es, hermana, que me muero de cansancio ..!

La zagala se rió, y por tercera vez clamó la Virgen:

-¡Es, hermana, que me muero de abandono ...!

Y la zagala ya no quiso oírla ... Pero en medio de la fiesta sintió que se cerraban sus ojos, que desfallecía su corazón, que escapaba su espíritu ... Pidió que la sacasen al campo; rogó que la tendiesen entre flores; y dejó que su vida se apagara sin mirar una vez hacia las nubes... A su lado se arrodilló Nuestra Señora, y tuvo lástima de ella, y lloró con amargura ...

Su Hijo la vió y dijo así:

-¡Donde cayeron las lágrimas de mi Madre, no quiero Yo que nadie pueda pisar ... !

Y se hundió el valle del Enol, y surgió un lago...

3. Versión en verso: la Estrella de Enol

Dice Constantino Cabal que la redactó el mismo en verso a partir de otra leyenda que hablaba de Las lágrimas de la Virgen también. Publicada en (1987), Del folklore de Asturias, pp. 227 s. Editorial Auseva. Gijón.

En la apacible calma
de aquella tarde, misteniosa y leda,
toda la vida acariciaba el alma
como mano de seda;
de aquellas lumbres al temblor muriente,
dormíanse las cumbres,
y era diadema, encima de su frente,
el resplandor de nieves y de lumbres

El campo Enol, que se tendía preso
de deleitoso encanto,
de aquella tarde se ofrendaba al beso,
y era del campo la hermosura tanta,
que parecía fimbria para el manto
de toda Peña Santa.

Y mientras las ovejas
tras largo ramoneo,
iban de risco en risco
poniendo en sus balares el deseo
de volver al aprisco,
la suavidad del día
llenaba lentamente
la anchura del paisaje,
y era como un amor que se tendía
sobre aquellos pastores
que hilaban el encaje
de una miedosa tradición de amores...

La suavidad del día parecía
ir como el sol camino del ocaso;
y cuando ya el ocaso la acogía,
vió en medio del camino
saltar la ronca tempestad bravía,
hundirse el cielo, torvo y repentino
como si fuera lámina de plomo,
y en el siniestro velo
que se extendió cubriendo las entrañas
del hondo abismo que dejara el cielo.
vió que la luz latigueaba loca,
y que después se echaba sobre el lomo
de todas las montañas,
para rodar después de roca en roca ...

Y entonces fué cuando cansada y lenta
cual si la brusca tempestad violenta
la hubiera puesto en medio la campiña,
como si fuera un sol en la tormenta,
apareció una niña:
y la hermosura, majestuosa y pura
que habíase cerrado
detrás de la negrura
que la tormenta echó sobre la tarde.
apareció otra vez en su hermosura.
porque la niña, tímida y cobarde.
era como una flor sola en el prado ...

La ruda pastoría
sintió llegar la tempestad rugiente,
sin ver que Dios los rayos encendía
para obligarla a levantar la frente;
y al escuchar el ruego caricioso
en que la niña, con temblor mimoso
contaba sus dolores,
volvió a tejer el cuento serraniego
de su miedosa tradición de amores ...

Y repetía el ruego:
-En medio la montaña
perdida estoy, porque el terror me llena ...
y busco una cabaña
donde haya amor para matar mi pena ...
Y fué la villania
la que cernió su garra victoriosa
sobre la pastaría,
y en vez de amor, la niña dolorosa
halló desprecio y encontró ironía ...

Entonces fué... La tempestad rugiente
cayó como un torrente,
sobre los horizontes;
volcó su pesadumbre
sobre la negra cumbre de los montes,
y echó una tempestad en cada cumbre;
en el fragor de toda su bravura
rasgó después su negra vestidura
con los cuchillos de su luz quebrada,
y rebosando sones y destellos,
pisó los riscos, desgarróse en ellos,
y hundióse en la llanada ...

Entonces fué... Al fondo de la tierra
la tempestad llegó como una espada;
pasó la muerte y dominó la sierra;
lóbrego el seno, descubrió el abismo.
y en el abismo alzóse una laguna;
y entonces fué lo mismo
que si al cruzar la niña la campiña,
la hubiera coronado de la luna
que era también corona de la niña ...

Ella siguió... Su caminar incierto
iban marcando lágrimas dolientes
que semejaban perlas
de pálidos colores,
y para recogerlas
el monte todo convirtióse en huerto,
y llanos y pendientes
cuajáronse de flores.

Ella siguió ... Por el temor vencida,
sobre las ansias todas de su vida
alzaba una pastora
la santa albura de la fe del alma,
rogando a Dios cerrase aquella hora
con ráfagas de luz e iris de calma.

La tempestad muriente
dejó apagarse repentinamente
su última nota, de rencores llena,
y con su voz de música divina
volvió otra vez la niña peregrina
a musitar la historia de su pena

Pero esta vez la caridad oyóla,
y al verla triste y al hallarla sola,
la pastorcilla conoció su duelo,
y en el rincón de paz de su cabaña
la rodeó de amor y de consuelo;
y cuando al otro día
el sol rodó por cima la montaña
y la selló de luz y de alegría.
selló también las flores
cálices del tesoro
de unas lágrimas puras,
e hízolas parecer estrellas de oro.
puestas en un anillo de blencuras ...

Y así la Virgen a la niña dijo:
-Por esta flor atravesó el milagro.
y ésta es la que yo elijo
y la que te consagro ...

Ella marcó la huella
que me condujo a tí -que eres como ella
amor bendito y humildad bendita:
llámase Margarita,
pero a las dos os llamarán Estrella ...

Brilló después con toda la hermosura;
cubrióla el sol como una vestidura
con oros y destellos,
y lenta y majestuosa,
se hundió la Virgen en el fondo de ellos.

De hinojos, temblorosa
porque pusiera Dios ante sus ojos
una visión de glorias infinitas,
cayó la Estrella... y se quedó de hinojos
entre las margaritas ...

4. Versión en prosa: La peregrina de Enol

Esta segunda interpretación de la leyenda parace más cuidada: la peregrina es una niña que resulta ser la Virgen María, la misma de la imagen que guarda la pastora en la cabaña: Santa María.

http://tiocarlosproducciones02.blogspot.com.es/2012/12/el-lago-enol.html

Nuestras apuntaciones de campo tienen data de 19 de julio de 1962; fue gran interlocutor don Abelardo García Tomás, excelente conocedor de la zona. La leyenda, como ya dejamos apuntado en la introducción, es constante, desde Francia a Portugal, en todo el norte: sobre su extensión y características, cfr. CABAL, C., Covadonga, Madrid 1918, pp. 175-176.

No había en los Picos de Europa valle más hermoso que el de Enol. Allí habían edificado sus casas los pastores.

Una tarde otoñal el cielo se tornó oscuro y siniestro. Apenas tuvieron tiempo los pastores de recoger en los establos algunas vacas y ovejas cuando, con terribles truenos, se desencadenó la tempestad.

Ya entrada la noche, habíanse reunido los pastores en una casa al amor de la lumbre y conversaban alegremente. Arreciaba la lluvia. Tímidamente, alguien llamó a la puerta.

-¿Quién va? -preguntó un pastor.

-Me he perdido en el monte y tengo miedo -contestó una niña, empapada en agua y temblando de frío; pido, por Dios, hospedaje para esta noche.

Burlándose de su temor, la echaron de allí los pastores con groseros improperios.

De todas las puertas y de todas las casas en que la muchacha tentó suertes la arrojaron con las mismas palabras de desprecio y de mortificación. Empezaban a flaquearle las fuerzas cuando, en lo alto del poblado, alcanzó a ver una humilde cabaña iluminada por suavísima luz. Con mayor timidez, la niña tornó a decir:

-Me he perdido en el monte y tengo miedo...

Desde el interior, en muy suave tono de voz, le dijeron:

-¡Pasad, pasad...!

En el interior, una pastorcilla, postrada de rodillas, suplicaba a una tosca imagen de Santa María para que calmara la tormenta. Acogió a la extraviada con cariño, cambióle las ropas y ofrecióle pan y leche; rendidas por el sueño las dos se acostaron en el camastro.

Despertaron con la amanecida. Al salir de la cabaña hubieron de hacerse violencia para creer el espectáculo que a sus ojos ofrecía la majada: un extenso lago sobre el cual bogaban pálidas nubes iluminadas por los primeros rayos del sol. Ni rastro de vida en su entorno.

Lloró la niña y las lágrimas, al caer, se convertían en margaritas. Al fin, como por encanto, la peregrina desapareció.

Comprendió entonces la pastorcilla que había pasado la noche en compañía de la Santísima Virgen

5. Versión en forma de poema: recogida por Alberto Rodríguez Montes, en Foropicos: www.picoseuropa.net

Es la más completa, por lo que parece la más moderna: la Señora que cruza la Vega de Enol se identifica abiertamente con la Madre de Dios, y con la Virgen de Covadonga en el valle; se funden ya las aguas del Llagu

Enol y las aguas de La Cueva.
"Dicen antiguas leyendas
que siempre el pueblo guardó,
que un tiempo fue vega hermosa,
lo que hoy es lago Enol.

Y unas jóvenes pastoras
como en otras vegas hay
apacentaban sus vacas
cantando con dulce voz.

Una tarde del estío
un espeso nubarrón
truenos horribles lanzaba
y rayo amenazador.

Las pastoras de las vegas,
no todas tienen temor
de las iras del Eterno
ni todas piadosas son.
Y en vez de rezar contritas
pidiéndole a Dios perdón,
desafían sus furores y cantan
coplas de amor.

A este tiempo por la vega
una señora cruzó
envuelta en negro ropaje
y más hermosa que el sol.
Humilde como ella era,
a las mozas se acercó
y con dulzura divina
que penetra el corazón.

- Dadme –les dijo angustiada-

- Dadme por amor de Dios
albergue en vuestra cabaña,
que muerta de miedo estoy.

- Sed piadosas y miradme,
tened de mi compasión
que tal vez es en premio
las iras del Hacedor.

- ¿Miedo la empingorotada
y no lo tenemos nos?

Por amigas de saber
suben las cuestas de Enol
y marchen haciendo burla,
de la choza y del pastor.

-Corra bien, que cama y cena
dánla en casa del prior.

Un trueno horrible, espantoso
ahogó la impía voz
y en las pálidas mejillas
de la Señora brotó
una lágrima brillante
que al caer partida en dos,
una hermosa margarita
en su corola guardó.

A este tiempo por los aires
se oye una tremenda voz,
que repitieron los montes
con espantoso fragor:

- “Nadie pisará la tierra,
donde mi Madre lloró,
maldita por siempre sea
la tierra de maldición”.

A esta voz aterradora,
inmensa sima se abrió
brotando espumoso lago,
el mismo que vemos hoy.

Y angustiada la Señora,
la catástrofe miró,
dejando con lento paso
el sitio de maldición;

Y elevando una plegaria
que a los cielos traspasó
por aquellas desgraciadas
de perverso corazón,
hundidas en los abismos
de las iras del Señor:
terrible cuando castiga
y piadoso en el perdón.

¡Vamos! porque más arriba,
temblando está de pavor,
una humilde pastorcita
en fervorosa oración.

Es pura como los ángeles,
hermosa como una flor,
y postrada en su cabaña
dice con trémula voz:

- “Oh, Virgen de Covadonga,
tened de mi compasión
y aplacad madre piadosa
estas iras del Señor”

Alzó las manos al cielo,
y sus miradas alzó,
viendo entonces muy cercano
un divino resplandor.

Y en su centro una Señora
mucho más bella que el sol
que con voz encantadora y
dulcísimo expresión, le dijo:

-“Ora y no temas (hija)
así como en tu choza oraste hoy
y refiere a los hijos de tus hijos
que has visto las iras del Señor”

- Acércate a la orilla de ese lago,
saca del agua esa pequeña flor,
en ella se empapó mi acerbo llanto
y para ti la he conservado yo.
Margarita se llama, en tu obsequio
ha de llamarse estrella desde hoy.

- Quiero que lleve tu precioso nombre,
y que no se marchite nunca nuestra flor.

Y al recogerla la piadosa niña,
con los ojos del alma conoció
que era la Madre de Jesús aquella,
de tan piadoso y tierno corazón.

- ¿Sois la Virgen?, le dijo arrodillada,
y ella contesta:

- “Si, la Virgen soy”

- ¿y os vais y me dejáis desconsolada?

- Nunca te dejo, que piadosa soy
y la Virgen de la Cueva ha de mirarte
del mismo modo que lo hago yo.

Y envolviendo a la niña en su mirada,
de un éxtasis divino la inundó,
y de Jesús la Inmaculada Madre,
rápida entonces a Jesús voló".

6. Otras leyendas con la misma estrutura

a) La leyenda zamorana del Lago de Sanabria .

Un día llegó a la aldea de Villaverde de Lucerna un peregrino, que resultó ser Jesucristo, pidiendo limosna, pero nadie se la quiso dar, salvo unas mujeres que estaban cociendo pan en un horno; éstas se apiadaron de él, y le dejaron entrar en la sala para que pudiera guarecerse del intenso frío y saciar su hambre con algo más de masa que pusieron a cocer; pero la masa creció tanto que el pan se salió del horno.

Entonces -continúa la leyenda- las mujeres, muy asustadas, escucharon de boca del peregrino, el castigo que iba a implantar al pueblo ante su falta de caridad: inundaría la aldea, por lo que todos sus habitantes debían de huir de sus casas para refugiarse en el monte. Con voz potente dijo entonces:

"Aquí clavo mi bastón,
aquí salga un gargallón,
aquí cavo mi ferrete,
que salga un gargallete."

En ese instante, el agua -termina el relato- brotó a borbotones inundando todo el pueblo de Villaverde, del que sólo se salvaron las mujeres caritativas del horno; el lugar de la pequeña isla que hay ahora en el Lago

b) La leyenda del Llagu Isoba leonés.

Algo parecido a la explicación de las aguas del Llagu Enol, ocurre con la leyenda leonesa del Lago Isoba, al otro lado del Puerto San Isidro. Se trata de otra zona igualmente caliza, en un puerto de montaña, con abundantes cabañas antes, y una larga tradición de pastores trashumantes extremeños, que animaron aquellos pastos hasta bien entrado el otoño, con sus espesos rebaños de merinas.

En la memoria de los mayores nativos de Isoba (más de noventa años, Félix, Pacita, Sabina), sigue la tradición de que en el fondo del lago, en tiempos muy antiguos, había un pueblo que desapareció. En resumen de la trama oral:

"Una mala noche de tormenta -nos cuentan en Isoba unos mayores- pasó una peregrina (que luego resultó ser la Madalena) pidiendo posada; pero todas las puertas le fueron cerradas al contemplar su aspecto. Sólo el cura le dio cobijo en su casa. Entonces, en medio de la noche y de la tormenta que descargaba con fuerza, se oyó una gran voz atronadora: -¡Húndase Isoba, menos la casa del cura y la pecadora!

Y todas las cabañas, menos la del cura, quedaron para siempre sepultadas por las aguas que dieron lugar al misterioso lago leonés, tal vez no por casualidad bajo otro de nombre significativo: El Lago Ausente.

Hoy la patrona de Isoba es, no por casualidad, Nuestra Señora de la Magdalena, precisamente. Finaliza la leyenda insinuando sin disimulo que todo el vecindario actual procede, por tanto, del cura y de la pecadora, a partir de aquel primer poblado inundado por las aguas, y trasladado, por fuerza, a su emplazamiento actual (a pocos metros del lago).

Conclusiones de los relatos

En fin, más allá de los lagos y montañas asturianas, sigue una misma estructura literaria, religiosa, simplemente humana, etnográfica, en busca de explicación a unas aguas siempre más o menos milagrosas en la soledad de las camperas, o entre las peñas. Se repite ma misma idea: hay un peregrino o peregrina de paso que pide limosna, la mayoría se la niegan, y sólo una lugareña más humilde le da cobijo. Entonces, se descubre la identidad divina de quien va de paso: lanza una gran voz, y castiga a todos menos a los que le habían cobijado. De inmediato, aparecen las aguas cubriendo cabañas o poblados. Y surgen los lagos.

Anexo: La Leyenda de La Virgen de los Milagros (Paraguay)

Como las estructuras literarias se repiten en el lenguaje popular, más allá de espacios y tiempos, una leyenda, en parte, coincidente, recoge Joaquín M. Barrero en su libro Las esquinas rotas (2018), p. 322. De paso por Asunción (la capital de Paraguay), en uno de sus relatos de viajes, escucha la versión que trae Juan de sus andanzas por aquellos mágicos -para él- paisajes en torno al lago Ypacarai:

"En tiempos de la Colonia, un indio convertido al cristianismo se refugió en un árbol para escapar de otros indios salvajes. Viendo peligrar su vida pidió ayuda a la Virgen, que acudió en su auxilio y lo hizo invisible. En agradecimiento, el indio hizo una talla de la imagen aparecida y la guardó en una caja de madera, que enterró. Años después hubo una gran sequía. En toda la región sólo subsistió un pequeño manantial, que fue cercado por vigilantes.

Un día una madre pidió agua para su hija, que le fue negada por los guardianes. La niña murió de sed y la madre apeló a Dios para que inundara el pueblo como castigo. Dios hizo venir las aguas, que empezaron a sumergir la población. Los del lugar pidieron ayuda a un tal padre Bolaños, que invocó a la Virgen. Las aguas se amansaron y dejaron ver la caja de madera que había escondido el indio agradecido. El religioso la abrió y bendijo las aguas. Así nació el lago [Ypacaraí], que en guaraní significa: "aguas bendecidas".

Otras leyendas asturianas

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