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La leyenda del llagu Isoba:
vertiente leonesa de San Isidro

Como en El Llagu Isoba leonés:
¡…menos la casa del cura y la Pecadora…!

Algo parecido a la explicación de las aguas del Llagu Enol, ocurre con la leyenda leonesa del Lago Isoba, al otro lado del Puerto San Isidro. Se trata de otra zona igualmente caliza, en un puerto de montaña, con abundantes cabañas antes, y una larga tradición de pastores trashumantes extremeños, que animaron aquellos pastos hasta bien entrado el otoño, con sus espesos rebaños de merinas.

En la memoria de los mayores nativos de Isoba (más de noventa años, Félix, Pacita, Sabina), sigue la tradición de que en el fondo del lago, en tiempos muy antiguos, había un pueblo que desapareció.

En resumen de la trama oral:

Una mala noche de tormenta, pasó una peregrina (que luego resultó ser la Madalena) pidiendo posada, pero todas las puertas le fueron cerradas al contemplar su aspecto. Sólo el cura le dio cobijo en su casa. Entonces, en medio de la noche y de la tormenta que descargaba con fuerza, se oyó una gran voz atronadora:

-¡Húndase Isoba, menos la casa del cura y la pecadora!

Y todas las cabañas, menos la del cura, quedaron para siempre sepultadas por las aguas que dieron lugar al misterioso lago leonés, tal vez no por casualidad bajo otro de nombre significativo: El Lago Ausente.

Hoy la patrona de Isoba es, no por casualidad, Nuestra Señora de la Magdalena, precisamente.

Finaliza la leyenda insinuando sin disimulo que todo el vecindario actual procede, por tanto, del cura y de la pecadora, a partir de aquel primer poblado inundado por las aguas, y trasladado, por fuerza, a su emplazamiento actual (a pocos metros del lago).

El origen misterioso de otras aguas en litigio también

Y dan estos vecinos, casi centenarios ya, más detalles que alimentaron la leyenda, recordando sus años infantiles. Por ejemplo, citan al famoso Tíu Santones que, con su pareja de bueyes, sacaba maderas de pino del lago, talladas y todo, algunas con signos de haber sido quemadas –dicen estos mayores hoy-; incluso, restos de carros.

Añaden estos vecinos que, según la voz de sus bisabuelos, algunas de esas maderas procedían de la costumbre antigua de levantar cabañas sobre el lago para defenderse de los lobos y demás fieras en el invierno. Así se van añadiendo otros detalles primitivos a las leyendas, como los palafitos en este caso.

También aquí, se da la circunstancia de esa procedencia misteriosa de estas aguas del lago: no se perciben fuentes ni arroyos aparentes que lo alimenten y conserven estable todo el año; no se ve entrar el agua. Por eso, según la voz oral, las aguas proceden del Lago Ausente, poco más arriba, bajo los altos del cordal de Cebolleda. Pero sigue la intriga: tampoco El Lago Ausente tiene río ni manantial visible que las mantenga más o menos constantes una estación tras otra.

De ahí lo de ‘ausente’: ni se ve desde ningún sitio, que no sea justo encima; ni se desvela sobre el paraje el misterioso origen de estas aguas. Por eso, los dos lagos intrigaron siempre al vecindario dando lugar a las leyendas. El Misterio del Lago Ausente se continúa cuando brama: dicen los vecinos que el lago brama, resonando estridente entre las concavidades de aquellas peñas de Los Requixinos (requexos, pozas del terreno) y Sierra Blanca. Entonces, no falla: nevada inmediata asegurada.

La disputa por las aguas del Lago Isoba y la parexa bueyes, una vez más

La leyenda del Lago Isoba se continúa con la famosa pareja de bueyes, estructura repetida en otras leyendas para solucionar conflictos entre pastos y pastores limítrofes:
Dice aquí la leyenda que en tiempos remotos también, pasaba un carro tirado por bueyes, donde iba una hermosa princesa.

Era un gran día de calor, por lo que los bueyes moscaron (les picó la mosca), se espantaron, el carretero nada pudo hacer por detenerlos, y se hundieron en el lago con la princesa dentro. Al poco tiempo aparecieron las perlas de sus collares en La Fuente Hermosa, sobre Illarga, justo en la otra vertiente de Isoba, la que da al sur y vierte hacia Lillo.

Y así dan su explicación de nombres los vecinos: la fuente se llama Hermosa –según ellos-, porque la princesa era muy hermosa. La realidad toponímica, en cambio, puede ser otra: tal vez, sin más una tierra soleada, orientada al sur, caliente en el invierno y primavera, mucho más temprana en flores y yerbas que la que da al norte, la de Isoba, más fría, más tardía.

De esta forma, los pastos relucen más y son mejores al sol que a la sombra, y, en consecuencia, más valorados por pastores y ganados: una ladera más hermosa en contextos pasados de exclusiva dependencia del entorno. También cabrían otras explicaciones toponímicas, ciertamente, pero anteriores a la supuesta princesa. Pero para los vecinos era por la hermosura, claro.

En realidad, lo que parece latir en La Fuente Hermosa es, otra vez, la estructura repetida de las disputas por los pastos entre laderas distintas, a través de lo que decidan las aguas vertientes: si se demuestra que vierten a un lado, esos vecinos reclaman los pastos y el agua; si vierten hacia el otro, las reclaman los rivales.

Como el Lago Isoba está casi al filo divisorio de la cumbre (no se sabe a dónde vierte), la leyenda parece reclamar el derecho de los pastores de Lillo a que sus ganados bebieran por lo menos en el lago, ya que la fuente parece que vertía hacia su ladera de Illarga también.

En este caso, no hay disputa de bueyes entre sí, sino de bueyes que se hunden en pareja, pero que siguen decidiendo como testigos fieles en las disputas. Tal vez por su condición de pacíficos, poco dados a exaltarse, justos en decisiones nunca acaloradas. Los jueces sosegados del paraje.

La explicación de un nombre antiguo a su manera, pero con la idea del agua

Lo mismo en el caso de Enol, que de Isoba, ambas leyendas dan la impresión de que en la memoria oral llegada a los lugareños ya flotaba sobre ambos topónimos la idea del agua. Pero al perderse la claridad significativa de las palabras, habría que seguir manteniéndola, traduciéndola a los nietos, con interpretaciones razonables.

Por eso se tejerían ambas leyendas para reinterpretar los nombres. En los dos casos, los poblamientos actuales surgieron del agua: de las inundaciones como castigo divino en forma de tormentas, pero al tiempo como forma de vida en adelante por trabajosa que fuera para los pastores. En el caso de Isoba, simplemente indoeuropeo, *eis-, *es-, *is- (agua). Y *en-, *on- (agua), en el Llagu Enol.

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