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L'Homón de Faro

En busca del Homón de Faro

Leyendas semejantes debieron llenar muchas horas al mor de las cabañas, en busca de la identidad pasada de pobladores y poblados de cada valle. Resuena en los pueblos de Parana y Congostinas la leyenda del Homón de Faro: un picacho sobre la Vía Romana de la Carisa, entre los mayaos de La Cava, Busián, Fuentes, Fasgosa...

En definitiva, junto a El Castro de Curriechos, investigado por J. M. González en los años sesenta: de las murias del castro arrancaría la voz popular.

El picacho que llaman los vaqueros L'Homón de Faro puede que no haya sido otra cosa en el principio que 'El Monte Faro', deformado por la imaginación popular que habla de un gran esqueleto primitivo encontrado en aquel monte (a unos 1800 m de altura).

Es decir, lo que sólo es un monte 'alto' desde el que se ve el mar en noches claras, fue reconvertido por la leyenda en un homón, una vez que la palabra quedó en posición inicial cuando se añadió al topónimo la circunstancia del faro que se otea desde el paraje.

Es más, el picacho saliente y alomado, sin roca alguna de posible figura humana, en absoluto recuerda nada parecido a un 'hombre', que justifique el topónimo de los vaqueros...

Y desde El Monte, al Homón - que interpretan los vaqueros

El caso es que su posición sobre la vía romana de La Carisa, y junto al castro de Curriechos, formaron la leyenda hoy generalizada en los pueblos del valle: se dice que allí se encontraron restos humanos de grandes dimensiones, pertenecientes a nativos gigantes, muertos heroicamente en férreas batallas contra las invasiones en Lena por los conquistadores romanos. Varias versiones en torno a este núcleo común.

El hecho debe ser bastante más sencillo: desde El Monte Faro se hubo de pasar a El Mon(te) (de) Faro, El Mon de Faro, por evidente reducción fónica de las palabras en contexto (pérdida de -te-, -de-). Y de ahí las leyendas actuales, que empiezan a desaparecer. Lo único que se conservó siempre fue un pequeño montón circular de piedras rodeando un pelu d'acibu (acebo, carrasco más o menos grueso) a modo de muñón geodésico a la antigua usanza: tal vez sólo por el límite de aguas vertientes entre lenenses y alleranos.

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