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Miradas:
El Puente la Barraca

Por J. M. Fernández

Todos tenemos nuestra geografía personal; nosotros, un nombre propio, y las 150 personas que consideramos vecinos, tenemos nuestras propias señas de identidad. Las que nos diferencian y nos hacen únicos. Aunque sólo se confirmarán si hay palabras para ellas:  quien lee más, pone alguna y quien no lee nada, ximielga los costazos sin saber siquiera de lo que le están hablando.

En ocasiones, estas señas suman cuando alguien nos ayuda a mirar de forma diferente lo que estamos viendo, desdibujado  por la indiferencia y la rutina;  y sin pararnos a buscar  el valor intrínseco que personas, o construcciones muy nuestras  puedan tener como acervo cultural lenense.

Porque sólo el conocimiento es el pilar firme que puede sustentar el amor o bien por las personas o bien por nuestro patrimonio. Tratando de ayudar en la recuperación de lo que es recuperable, nos fijamos en una estructura arquitectónica que es un patrimonio oculto en nuestro concejo: nos referimos a los puentes de piedra construidos en el Ss. XIX para permitir la circulación del tren León-Gijón, y que carecen de la señalización que resalte su importancia como monumento como recurso en piedra que hizo historia en las comunicaciones de nuestro país; incluirlos en el patrimonio cultural de Lena, sin complejos,  sin reparos, es hacer real el concepto de municipio- transito a la meseta.

Porque hasta la poesía se hace cargo de estas ciclópeas estructuras ancladas en este concejo, sin tiempo y en compañía siempre del paisaje que lo vio nacer. Y nosotros sin apreciar su importancia global. Aunque el puente Tola también está ahí, sin embargo para nuestra geografía personal es el puente de piedra de LA BARRACA el que tiene un icono en el mapa de nuestra alma: perfecto en su construcción, aunque sucio y agobiado por la maleza y los graffitis.

Anónimo e ignorado y acosado por el otro puente-mastodonte, ejemplo claro del hacer de los “ingenieures” que siempre tienen en boca los presupuestos como argumento para estropearlo todo,  nadie pone en duda, espero, la importancia sociológica, arquitectónica y artística que tiene este puente de piedra como parte fundamental de nuestro  patrimonio.

Con una característica propia: nadie sospecha que es un  conocedor discreto tanto  de los pecados capitales  como de  las virtudes cardinales de quienes,  por nacimiento o matrimonio, le pagamos su interés con la indiferencia por miedo a su imposible indiscreción. Pecados como la codicia, hija de la ignorancia, con nombres y apellidos están grabados en el alma de sus piedras, escritos sabe Dios por quien. Lo mismo pasa con las virtudes. La prudencia, por ejemplo, también tiene las suyas aunque menos por ser el nuestro un país de charlatanes. ¡Qué le vamos hacer!.

Pero lo más importante es su significado. El puente de piedra de LA BARRACA tiene su encanto para quienes  que son  pensamiento e imagen repetida en la retina de los grandísimos ojos que configuran su forma inamovible: hace suyas, por reales,  aquellas palabras escritas por Caro Baroja en 1.977 referentes al futuro despoblamiento rural que se avecinaba para la España vacía de ahora; aquellas en las que anticipaba lo que luego fue una realidad:  “la idea de que la persona que vive en el pueblo está en grado de inferioridad material y espiritual con respecto al empleado obrero de la ciudad, conduce a la ruina de un pueblo o de una provincia”.

Lo vio venir y fue testigo de la feroz industrialización que se llevó a cabo en Asturias contra el medio ambiente y contra  las aldeas, que se despoblaron en busca de una vida mejor, normal, para sus habitantes. Y como curiosidad, también tiene una piedra sillar para aquel que marchó de la escuela en busca de una esperanza que hizo suya cuando descubrió una galaxia, por su inteligencia.

O está dedicada a quien sabía  que su vida era una disyuntiva y escogió lo otro. Como hay  también para quien marchó con los colores en su corazón y regresó con la pasión en los espejos del alma. En fin, que hubo para todos, con la imposta correspondiente a cada cual, incluidos quienes buscan el descanso en la paz del silencio eterno.

Es verdad que ahora tiene menos problemas para hacer sus listas por las consecuencias de la modernidad líquida, consecuencia del capitalismo anglosajón, devastador en sus principios: pocos son los que mueren donde nacen y menos son los que tienen una linea recta para explicar su vida porque ahora menos lo que es, todo parece.

 Por eso, el puente de piedra de LA BARRACA merece su dignificación aunque sea con un simple letrero:  “Este es el puente de La Barraca”

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Blog del autor:
http://dereconcos.blogspot.com.es

Crónica de la exposición de Los árboles, en el RIDEA (www.lne.es)

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