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Ruina montium
José Antonio Llamas Fernández nace en Vidanes (León) el 13 de junio de 1941. Cursa estudios de filosofía y recibe clases de Don Antonio G. de Lama, que había formado parte de la revista de poesía Espadaña.
Un poeta con una trabajada bibliografía. En 1963, J. Antonio Llamas funda la revista de poesía Claraboya, con Agustín Delgado, Ángel Fierro, y Luis Mateo Díaz, y con los pintores Antón Díaz, e Higinio del Valle. En 1971 aparece en El Bardo, de Barcelona, el libro titulado Equipo Claraboya, que es una antología de todo el grupo. En 1984 publica en la colección leonesa Provincia su primera antología personal titulada No amanece.
En 1992 publica el libro Llévame del mar (Endymion). Y en 1999, en la misma colección Provincia, su segunda antología: Como las generaciones de las bojas. Con Fulgencio Fernández y Ángel Fierro, dirigía la revista PicoGallo.
En prosa ha publicado unos relatos titulados: Los falampos de la nieve, y Las lluvias del año Mjl, y es de muchos conocida su novela inédita: La bisabuela incorrupta, sobre todo porque Julio Llamazares hizo de ella, y de Llamas, argumento para un relato.
Gusta Llamas de su trabajo como erudito en las cosas del padre José Francisco de Isla, autor del Fray Gerundio de Campazas, y gusta, no sólo por el hecho de haber nacido ambos en el mismo lugar de Vidanes, sino también porque sintoniza con el carácter atrabiliario y peleón de aquel buen fraile; aunque espera no morir tan lejos de su patria como el insigne jesuita. Ni expulsado.
CANTA EL OTOÑO
CANTA el otoño, pero yo escucho primavera
La verde luz que viene de la infancia
ciega la edad de roble de los bosques
y en la embriaguez de los dorados trinos
madura el resplandor del alba
Debajo del dintel
de nuestra patria
soportábamos el curso de los astros
una noche sin fin
en la que brotaban los manantiales
Canta el otoño pero escucho primavera.
La suave luz que mece la mañana
no restaña los boquetes
por los que la flor se escapa
Debajo del olvido
nuestra mirada
vive de lo que soñaara
pero las estrellas pasan
Los amigos ya no encuentran el camino
devorado por la escarcha
Los hermanos ya no hierven en la caleta,
como bajeles que nunca zarpan
Pero el otoño canta
y yo escucho su añagaza
CANTA el otoño, pero yo escucho primavera
La verde luz que viene de la infancia
ciega la edad de roble de los bosques
y en la embriaguez de los dorados trinos
madura el resplandor del alba
Debajo del dintel
de nuestra patria
soportábamos el curso de los astros
una noche sin fin
en la que brotaban los manantiales
Canta el otoño pero escucho primavera.
La suave luz que mece la mañana
no restaña los boquetes
por los que la flor se escapa
Debajo del olvido
nuestra mirada
vive de lo que soñara
pero las estrellas pasan
Los amigos ya no encuentran el camino
devorado por la escarcha
Los hermanos ya no hierven en la caleta,
como bajeles que nunca zarpan
Pero el otoño canta
y yo escucho su añagaza*****
MANos del otoño
sobre las fogatas del valle
del Astura
Sueños ardiendo entre las hojas
recogidas por las mujeres
que cantaban himnos
de penitencia
y cobardía
Manos del ayer, gastadas y enganidas
que peinaban nuestra niñez
y se escondían entre las cortinas
Un suceder constante de meandros
entre las salgueras
era el río
Manos del otoño
sobre el aluvión de infamias
de una infancia de carbón
rezos y cantos de las minas
que pasaron como los rápidos del río
Manos del otoño
sobre un ayer que arde como una hoguera
junto al río.
******
No hay nadie que reúna los gritos.
Nadie.
Como las generaciones
de las hojas
NO AMANECE
No amanece.
Pasan los días y no amanece.
Pasan las nubes sobre el mar
y no amanece.
Dijeron que el mundo caminaba hacia una luz,
que todo estaba en su sitio.
Dijeron que detrás de la noche vendría el alba
y detrás
el amor.
Mas se alarga la noche y no amanece.
Trabajamos en la noche,
nos odiamos, caminamos
con los brazos en alto.
Despertamos en la noche y vemos sombras
de otras sombras que también caminan en la noche
y no amanece.
Despertamos con los puños cerrados
vamos bajando la voz cada vez más
cada vez más.
Cada día trabajamos en la noche
tropezando con los muertos y los ciegos,
recordando,
respirando esta noche pegajosa que nos ama
como a bellos esclavos.
Y no amanece.
Pasan las horas de la noche
y no viene el alba. Pasan las nubes
y no hay nadie entre nosotros
que se rompa el corazón para que pase la noche;
no hay nadie que se indigne
hasta cortar las raíces.
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sobre el autor:
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