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Diccionario de los bables de Asturias
Jesús Neira Martínez
Mª Rosario Piñeiro.
RIDEA.
2007 (reedición).
PRÓLOGO
La lengua está constituida por un conjunto de dialectos, que a su vez se dividen en hablas hasta llegar al idiolecto. Esta situación no puede ser recogida en los diccionarios que sólo tratan de mostrar lo que los hablantes consideran la norma correcta, esto es, la más extendida y prestigiosa. La autoridad para establecer esta norma se basa en la lengua escrita, en la literatura. Así se hizo en el primer diccionario de la lengua española, el Diccionario de Autoridades , que recibe este nombre porque el significado de cada vocablo va acompañado de un texto de un escritor.
La lengua en su manifestación hablada es siempre más rica que la recogida en los diccionarios, porque ésta en cada hablante tiene capacidad creadora en todos los planos, especialmente en el léxico, algunas palabras caen en desuso, se incorporan otras nuevas, cambia el significado de algunos vocablos o se forman frases, sentencias o refranes a partir de éstos. El lenguaje, pues, está siempre en un lento pero permanente cambio, aunque de momento no se perciba, y presenta una riqueza que sólo aparece parcialmente reflejada en los diccionarios. Cuando aprendemos una lengua extranjera tratamos de utilizar la norma correcta, pero sólo dominaremos esa lengua cuando consigamos adquirir en ella la capacidad creadora que poseemos en la lengua materna.
Menéndez Pidal señalaba en Los Orígenes del Español (1929) unos rasgos que van a caracterizar la situación lingüística de Asturias. En primer lugar su aislamiento “retraída tras los difíciles puertos de la cordillera”; su relativo estancamiento sin influencias extrañas, al no tener tierras que ofrecer a supuestos repobladores; la permanencia de su individualidad y división, de tal manera que “la primitiva fragmentación románica pudo desenvolverse en cada pequeña comarca sin trastornos uniformadores”; su complejidad lingüística, muy superior a la de cualquier otra región de España.
Aparte de este aislamiento, que favoreció la perduración y fragmentación lingüística de los bables, existe también un contacto con el exterior. Las montañas no fueron barreras infranqueables y los habitantes de una y otra vertiente se comunicaban entre sí y acercaban sus lenguajes. Por otro lado, hacia el este y el oeste, los ríos que limitan Asturias con Cantabria y Galicia tampoco actúan como barreras divisorias, produciéndose en las zonas limítrofes un acercamiento progresivo a las hablas gallegas y montañesas.
Por otra parte, Asturias, desde los comienzos de la Edad Media, tuvo una vocación de universalidad. Aunque de forma limitada, fue el refugio de visigodos que trajeron a Oviedo la idea de la continuidad con la monarquía toledana. Esta idea, plenamente asumida por los reyes de Asturias, justifica la reconquista que comienza en estas montañas y la incorporación de las tierras que les habían sido arrebatadas por los invasores musulmanes. En la época de Alfonso II comienzan las peregrinaciones a Santiago de Compostela, lo que abre un camino europeo que aproxima a Asturias, en especial, a la corte de Carlomagno.
Este diccionario que ahora se reimprime no tiene carácter normativo. Trata de reflejar la realidad viva de los bables, que son el resultado de un largo proceso que tiene sus orígenes en la romanización de Asturias. A lo largo de los siglos, los bables evolucionaron libremente en el interior de territorios delimitados, sin sujeción a una norma que los englobase. Ha sido fundamentalmente un habla rural, unida al campo, que prácticamente careció de literatura. La vida de estas hablas ha sido, durante mucho tiempo, silenciada.
Sólo a fines del siglo XVIII, con la aparición de la lingüística histórica, se toma consciencia de su existencia, y es Jovellanos el primero que se acerca a ellas con amor y con visión científica. Tienen que pasar bastantes años para que se estudien y delimiten con más profundidad las hablas de Asturias, una labor que corresponde a D. Ramón Menéndez Pidal que comienza con el estudio del habla de Pajares a fines del siglo XIX (1897) y cristaliza en el Dialecto Leonés de principios del siglo XX (1906). Menéndez Pidal señaló la gran riqueza que suponían estas hablas y el tesoro cultural, social y lingüístico que, a través de las palabras de la lengua, nos es revelada.
Estas investigaciones fueron continuadas por muchos estudiosos a lo largo del siglo XX, cuya labor está recogida en gran medida en este diccionario. En ellas se muestra no sólo el habla, sino también la riqueza etnográfica y cultural que subyace bajo las palabras. Este diccionario, al partir del habla viva, muestra una extraordinaria riqueza lingüística que está reflejada sobre todo en la primera parte, donde la palabra castellana se manifiesta no sólo en los distintos bables, sino también en frases, sentencias, refranes donde muestra la capacidad de creatividad que poseen.
Quiero, al final de estas líneas, agradecer al Real Instituto de Estudios Asturianos la decisión de reimprimir este diccionario y de modo especial a la profesora Josefina Martínez Álvarez, Presidenta de la Comisión Primera del Ridea, el interés que mostró por esta publicación.
Oviedo, 15 de Noviembre de 2006
Jesús Neira Martínez
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