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Jesús Neira:
el nombre para el Colegio Público
de La Pola
(antes, Les Escueles)
Extracto de las
palabras de presentación
por Julio Concepción Suárez.
Casa de la Cultura.
La Pola, en primavera, 1991.
Vecinos y vecinas de La Pola, autoridades, representantes de la comunidad educativa, buenas tardes. Como alumno agradecido de un entrañable maestro en el difícil arte de la investigación, la palabra y la cultura de los pueblos, es para mí un honor la oportunidad que me ofrecen el director del Colegio, Toño Rodríguez y representantes municipales, para presentar a un lenense de siempre, a un vecín, de tan reconocido prestigio nacional e internacional, como persona, como lingüista y como investigador.
Jesús Neira vuelve hoy a su villa lenense, para participar con todo derecho en un acto al modo de las mejores esquisas a la antigua usanza.
Es de todos conocida su intensa actividad cultural: maestro primero en La Vega'l Ciegu, profesor en la desaparecida academia de La Pola, catedrático de Magisterio y de Universidad en Oviedo, doctorado en Madrid, ponente en diversos congresos europeos, conferenciante en distintos actos de la cultura, miembro correspondiente en la Real Academia Española de la Lengua, y del Instituto de Estudios Asturianos. Una larga historia de trabajo y de trabajos.
Por todo ello, como lenense, paisano y maestro en el difícil arte de la palabra y de la lengua, Jesús Neira sigue siendo hoy referencia obligada en el desarrollo cultural asturiano de las últimas décadas.
Como investigador incansable, ha grabado en el lenguaje de la ciencia las distinciones más apuradas del léxico y los fonemas en habla del concejo de Lena. Ha recogido sobre las páginas de un libro las costumbres más arraigadas en el entorno rural de estas montañas medio siglo atrás: la apicultura, el manejo del fuso y de la rueca en el trabajo artesano del lino y los batanes; la vida concejil de la esquisa y el conciyu; los carnavales; las romerías...
De todo ello, sobrevive a duras penas el cultivo de la escanda en contados pueblos del concejo. Por ello, sus documentos van adquiriendo valor doblado.
Y, precisamente, por estos y algunas otras decenas de trabajos sobre temas asturianos, Jesús Neira no fue, sigue siendo lenense universal con su palabra oral y escrita, lo mismo que en su identidad personal, tal vez no del todo valorada en su momento, por aquellas garúas y gabelas del tiempo entre los tiempos.
No se podría dejar de recordar esa cimera (sin duda no cavera) obra reciente, que es el Diccionario de los bables. Como en las mejores industrias artesanales de entonces, esta compleja obra tiene el sabor hogareño de haber sido tejida con la mano de obra casera: su mujer, Charo, y sus dos hijos, Charito y Chuso, hubieron de arrimar sin duda bastante el hombro (la pluma, en este caso), compensando esas huellas que tantos años de investigación y lectura dejaron indelebles en la cansada vista del escritor.
Entre todos achugaron este diccionario entre el rigor de la ciencia, su dedicación asturiana y el entusiasmo sobrepuesto a los sinsabores de esa circunstancia que la naturaleza y la biología le niegan últimamente. También Jesús Neira está ahora por encima de la adversidad.
Como profesor, muchos le seguimos recordando, precisamente cuando se vuelve a actualizar el lenguaje de las aulas. La sencillez de su persona corría pareja a su técnica docente. Muchos recordamos aquellas clases, charlas y comentarios lejos de toda afectación: tirar de la palabra, encadenar una idea a la que venga detrás, amarrar lo nuevo a lo ya consabido, buscar lo extraño desde lo propio, asociar lo próximo a lo lejano. Simplemente, aprender construyendo, cada uno a su medida.
El profesor Neira no daba, creaba las clases sobre las tablas. Y cuando se nos ocurría pensar que se habría perdido entre tanta asociación, terminaba el bosquejo atando bien el racimo de ideas, para retomarlo sin titubeos en la sesión siguiente. Tal vez recordaba las palabras de Montaigne: "Lo que interesa no es tener la cabeza bien llena, sino bien hecha".
En fin, Jesús Neira sigue siendo referencia serena en una época en la que la simple /ñ/ es capaz de levantar, en pocas horas, enconadas cruzadas entre defensores y detractores de las teclas del ordenador.
Qué menos que una calle en un concejo, dedicada a quien recorrió sus caminos, caleyas y senderos (con menos medios que hoy), en la pesquisa de la última voz y el penúltimo fonema que adosar al saber lingüístico regional.
Y todo ello, precisamente cuando no era la moda (no molaba, ni fardaba ni era guay), sentir en el entonces maltrecho habla de la tierra. Por eso, su mérito hoy es doble, aunque para muchos alumnos ya lo fue también entonces.
En fin, con esta nota de gratitud, sobradamente merecida, el nombre de Jesús Neira pasa a formar parte de ese interesante lenguaje toponímico (antroponímico, en este caso), que supone el polícromo mosaico de los nombres de lugar (las calles, ahora): personas, parajes, actividades..., se van convirtiendo sin saberlo en nombres para no olvidar, valores de su tiempo para afilvanar la cultura regional a los que vengan detrás.
Por esto, desde hoy, el nombre de Jesús Neira convive un poco más en nuestras calles y caleyas, tal vez hasta ahora un poco entre la sombra y las sombras de la gran ciudad.
Y por ello, en conclusión, como en las esquisas y conceyos de antaño, le concedemos morada, pues casa ya la tiene, y el horro, el granero, lo forman sus obras. Sobre la placa podríamos añadir las palabras de Séneca:
"El premio de una buena acción
es haberla hecho".O aquéllas de Blas de Otero:
"Quemé las naves
del viento.
Destruí
los sueños, planté
palabras
vivas".
Ver textos asturianos de Jesús Neira
Ver "El hablante ante la lengua..."
Prólogo a Vital Aza (en PDF)
Comentarios a las Obras de Vital Aza
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