Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

¿El fuíu...?, cuidao, munchu cuidao con el fuiu.. .
-nos prevenía siempre desde pequenos mio güela.

El problema de las quemas, los incendios incontrolados,
el matorral a las puertas de las casas y poblados...;
o los peores intereses privados,
las vergonzosas especulaciones y venganzas,
la desidia de algunos políticos y políticas...
(en ambos sentidos de la palabra, por supuesto).

Hacia una didáctica también del fuego: para pequeños...;
y para no tan pequeños....,
por supuesto

Los peligros
Las consecuencias
¿El primer peligro para la naturaleza, para los pueblos de montaña, para los habitantes rurales?

Alguien dijo alguna vez por ahí que el primer peligro para la naturaleza (y para los mismos humanos) es el hombre: la raza humana (paradógicamente, llamada sapiens), los unos y las otras... ¿Será tan seria la cosa? Contempladas las laderas de las montañas calcinadas tantas veces (negras, arrasadas, tristemente silenciosas, funerarias...), uno piensa que quien lo haya dicho no va desencaminado. Ni con mucho, vamos...

Pero con lamentarnos, no hacemos nada: habrá que buscar soluciones. Por ejemplo, escuchar a los paisanos y paisanas de los pueblos que llevan muchos milenios controlando el fuego de sus paisajes, por la cuenta que les tenía; o a los expertos más sinceros (pero expertos, no politizados de corbata, dieta y platu puestu); expertos que opinan sanamente, sin intereses umbilicales. Mejor sería, comenzar por escucharlos.

Las colillas, cigarrillos

Se podría comenzar por muchos puntos de partida, pero vamos a hacerlo por los más frecuentes: motivados o no, ya es otra cosa; pero lo cierto es que el fuego siempre parte de un centímetro cuadrado: ni eso, de una chispa, que en unos minutos, días, puede ennegrecer toda una montaña por ambas laderas; muchas hectáreas, miles de km cuadrados. Muchas vidas, humanas, vegetales, animales: lo mismo da, pues unas están imbricadas en las otras de alguna manera (simple palabra ecología, sin ir más lejos, el sistema habitado).

Por ejemplo, son imprevisibles las consecuencias de una colilla encendida y arrojada al azar sobre un matoral, sobre una pradera seca, sobre unas simples yerbas agostadas por el sol.

O una colilla expulsada con arrogancia (con chulería, vamos) entre los dedos, desde la ventanilla de un coche a cualquier velocidad. Una vez prendida la hoguera se extiende como pólvora. A veces imposible de parar hasta que lo paren las cumbres, los ríos..., sin son capaces ya de pararlos..

Las barbacoas.

Las costillas a la brasa, los chorizos criollos, las chuletas vuelta y vuelta, pueden estar muy sabrosas. Pero las brasas también podrían seguir abrasando hasta las entrañas de los trocos del monte entero. Por esto, si no hay lugares autorizados para la velada, la barbacoa más segura (la única razonable) sólo está en la plancha de la cocina en casa.

Y no sirve la disculpa de "el fuego quedó apagado"... Parece que quedó apagado: el viento puede reavivar las brasas. O el diablo, quién sabe...

Los motores.
Cada vez son más frecuentes los incendios producidos por chispas de motores (coches, tractores, motosierras...). La razón es evidente: hay más yerbas en los bordes de los caminos, las sebes, los setos están sin rozar, el todoterreno se adentra hasta las mismas entrañas del boscaje por pistas antes inexistentes... Nuestros paisajes actuales no son los de hace veinte años: también cambian los paisajes.
Los rastrojos.

Ni sirve la discupa de que "siempre se quemaron los rastrojos". La razón está a la vista igualmente sobre el mismo paisaje: antes, las fincas estaban separadas, cercadas con paredones, y con otras praderas limpias por el medio. Incluso los bosques quedaban separados, discontínuos: entre uno y el siguiente había espacios convertidos en praderas, zonas cortadas para la leña de los llares. El fuego paraba solo.

Hoy, en cambio, las praderas carecen de cercados de piedra, no se siegan en buena parte, y a continuación viene una carba con creciente matorral. Y para colmo, la maleza enlaza con el arbolado, que, a su vez, está lleno de sotobosque infranqueable a veces (helechos, éricas, árgomas, brezos...). Ya no se queman los mismos rastrojos: se puede quemar el monte, el pueblo entero...

Y los lugareños, los que quieren seguir viviendo en los pueblos, también tienen derechos, aunque sea a muchos kilómetros de cualquier capital.

La lumbre de las cabañas.

Sean propias o ajenas, tampoco cabe la disculpa del fuego apagado, o de que siempre se tizó en la cabaña. Antes, las cabañas no tenían material alguno combustible alrededor del llar, del brasero, del fuego del suelo.

A parte ya de los cuidados que ponía en brañero o el lugareño, porque vivía de la cabaña (ésa era su vida), si saltaba una brasa de noche con el viento, no encontraba nada que quemar: había un espacio por el medio, el pote, la pota, los cazos..., estaban colgados en el vasar.

Hoy, en cambio, las cabañas están saturadas de combustible alrededor del brasero: ropas, plásticos, maderas, latas de combustibles, botellas, bombonas... Un material más que peligroso para la cabaña y para todo su entorno. Ya no es la misma cabaña, ni la misma braña.

Las hogueras para calentarse en los portales de las cuadras.
Tampoco es el mismo portal de antaño: antes, fuera del portal no había maleza, el vaquero segaba cada año la finca, rozaba cada primavera las paredes para entrar con el ganado, lo volvía a limpiar en el otoño cuando bajaba el ganado de las brañas... La cuadra, el portal estaba limpio de malezas alrededor. No se puede comparar.
Los vidrios, las botellas.

Aumentan los incendios por las botellas rotas abandonadas en un helechal, en una pradera con yerba abundante sin segar: llega el sol abrasador del verano, secan y resecan las yerbas, agostan los helechos en el otoño...

Un vidrio bajo un día de calor, con los rayos del sol un buen rato en pleno agosto (o aún en pleno invierno), es una cerilla en potencia sin necesidad que nadie la incendie. Se va a encender sola, ciertamente: y el monte entero también

Los tiempos cambiaron también: antes no había botellas en el monte (no había todoterreno, ni coches, ni tractores, por las pistas para subirlos). Si el brañero subía una botella, no la tiraba: la reciclaba para otra cosa, la bajaba a casa en definitiva.

El vaquero, el pastor, era un auténtico ecologista en el sentido etimológico: estudiaba, aprovechaba, respetaba el medio porque vivía exclusivamente del entorno. Tampoco le quedaba otro remedio, si quería seguir alimentando una familia.

Las fiestas.

Cuando están mal organizadas también dan lugar con demasiada frecuencia a incendios: pitillos sin apagar, comidas campestres, chorizos a la brasa, sardinadas, caldereta de corderu, corderos a la estaca, volaores, fuegos artificiales, petardos...

Al final se exalta tanto la amistad y la inconsciencia que nadie puede acordarse ya de que la foguera, el braseru, sigue echando fumo, aunque las brasas ya ni siquiera estén rojas. El caso es que el cierzo del crepúsculo, o la brisa de la noche pude avivarlas de nuevo cuando ya todos y todas se hayan ido. Y otra catástrofe más.

Y las cerillas, las mechas, los mecheros...
Sin comentarios: ¡cuántas palabras faltan en el diccionario para llamar a las cosas (o a quien sea) por su nombre preciso; para describir las realidades con la palabra exacta!
 
Los problemas planteados
Los intereses particulares, privados, sectarios, mafiosos, inhumanos....

Dicen las estadísticas que el 80% de los incendios son motivados: sobran ya los comentarios. ¿Justificación? Ninguna. Los árboles, los animales mayores y menores, del monte o de las cuadras; los páxaros, los tsagartos y tsagartesas, los corcios, los robezos...; las xanzainas, las madreselvas, las flores más pequenas..., no tienen culpa alguna de los intereses madereros, constructores, turísticos, falsos ecologistas (antiecologistas, en rigor), especuladores..., de unos y unas cuantas desalmados. Y menos, de las venganzas y rencillas personales, laborales, empresariales... ¡Qué culpa tendrán los páxaros, los abedules, los acebales! ¿Qué culpa tendrán los asturianos que vengan detrás en el milenium, o en otros milenios más!

Las fincas con maleza.

Pero los problemas se multiplican al coincidir unos cuantos en el mismo paisaje: cuando salta la chispa, por unas razones, u otras, el monte se convierte en gasolina, con forma de felechal, urcial, gorbizal... Imparable, tantas veces.

Antes las fincas eran segadas cada verano, las tierras sembradas, las xebes rozadas: no había lugar para la maleza. Hoy, en buena parte, se dedican al pasto de forma que el ganado no sabe mucho de comer artos y apurar hasta las piedras de las paredes, o hasta los postes de la alambrada.

En una zona cada año un poco más amplia crece a sus anchas el matorral. A veces la finca entera es ya un tupido matorral. Cuando arde, el fuego va a extenderse sin espacios en blanco.

Las carbas, los pastos comunales, las oxas

Ocurre algo parecido: el ganado permanecía en las carbas y en las oxas más o menos todo el año: en invierno, las caballerías; en primavera, las veceras; en verano, los animales que no podían subir a los puertos; en otoño, todos ellos juntos. Ni una yerba quedaba sin comer; ni unos artos sin roer; ni un matorral más amplio que unos pocos metros...

Hasta los arbustos supervivientes se cortaban para la leña de los hornos, para la cocina de la casa, o para el llar... Las carbas estaban casi limpias, con muchos espacios pelados y hasta raídos por el medio. Si quemaba, el fuego no llegaba muy lejos.

Los felechales

Los espesos helechales que contemplamos hoy fueron productivas tierras sembradas de escanda y de otros productos: eran espacios limpios intermedios entre las fincas y las carbas. Si "se escapaba el fuiu" -que dicen los lugareños- en una finca fondera, no había felechal que le permitiera el paso a las carbas y montes cimeros. O a los bosques.

Hoy, en cambio, por el otoño y el invierno arriba, los felechos secos y resecos, aplastados y compactos por las nieves, son materia combustible que conecta los fuegos de manera imparable muchas veces.

La yerba seca.

Sabido es que tras el verano la yerba seca sigue fermentando en los payares, las payaretas, los jenales, los heniles... Pero la cuadra tiene bastante más maleza alrededor que tenía tan sólo unos años atrás.

Las chispas de un coche a toda velocidad, una pequeña hoguera para calentarse al resguardo de las paredes..., puede dejar semiapagadas unas brasas que a lo largo de la noche se podrían reavivar, alimentarse con la meleza circundante, ascender al payar...

Y se podría producir la catástrofe, a lo peor, con animales dentro amarrados a las retrigas: el crimen completo (y a lo peor también, alguno/a dice que es ecologista, y que sabe bien lo que tiene que hacer...).

Los bosques sin limpiar

Otro campo preferido por el fuego. Antes, los vecinos de cada pueblo no dejaban una leña seca, una rama caída, un árbol arrancado, un tronco derrumbado, o descuajado por el viento en el boscaje: todo lo limpiaban y bajaban al leñeru para la leña del invierno.

De repente, en lugar de enseñar a cortar, a limpiar..., las normas se dedican a prohibir: los lugareños no pueden cortar, rozar, podar... El bosque y sus cercos se llenan cada año de malezas más espesas: imposible parar así las llaman cuando se prenden.

El retroceso del bosque y el avance del matorral

Una mirada detenida sobre el paisaje indica que la mayoría de los espacios sin arbolado mayor hasta buena altura en la ladera son recortes al bosque hechos desde tiempo inmemorial: a medida que el poblamiento fue aumentando, se fueron cortando los árboles para hacer praos, fincas, caserías, tierras de sembrar...

La toponimia es muy clara en este punto: El Busto, Los Bustios, La Quemás, La Quemaona...

Hoy esos espacios vuelven a monte, pero no para convertirse en arbolados (no se replantan), sino para convertirse en matorrales improductivos que sólo van a servir para transmitir fuego alos boscajes.

Las concentraciones parcelarias son un ejemplo y una solución: cuando más se concentren las fincas en espacios mayores, menos espacios quedarán para las xebes y los matorrales improductivos. Menos espacio al fuego.

Las llamadas quemas controladas, los permisos
Por supuesto que el permiso nada garantiza contra el incendio descontrolado: a nadie se le ocurrirá pensar (y parece que sí) que porque ya tenga permiso el fuego no va a saltar de su finca y campear a sus anchas por las vecinas. Tendría que mirar el clima, el calor, la humedad, la niebla, la rosada, la ruciada... Y elegir el momento adecuado.
Un árbol, 50, 100, 1000 años...

Incalculables los daños (el deterioro, la depredación motivada) sobre un bosque quemado: una faya, un roble, un castaño..., pueden tener 50, 100, 200, 500..., años. Y un tejo, 1000, 2000... Baste contemplar los señeros ejemplares de Bermiego, Santa Colomba...

Pues quemar esos arbolados supone volver atrás hasta esos 50..., 2000 años. Así no progresamos, desde luego.

Los depredadores y el fuego

Las palabras se quedan cortas: ¿cómo alguien podría quemar una parra de acebos, un bosque, una mata de arbolados, un matorral tupido, donde tiene por seguro que se esconden, duermen o sestean animales de caza? Pues también hay muchos dimes y diretes en este punto.

Pero tampoco ha de ser causal que se hayan encontrado anmales acribillados a balazos cuando intentaban en vano huir cuesta arriba, hasta que se encuentraron con cualquier arma furtiva.

Parece que es el destino de muchos animalillos en el invierno (corzos, liebres, perdices, codornices...), que se protegen del mal tiempo en los matorrales. Una vez más, hace falta una didáctica de la caza también. Del sentido común.

Los pueblos rodeados de barciales y boscajes.

Da pánico contemplar hoy muchos pueblos en la pendiente de una montaña: poblados o despoblados, están más o menos cercados de matorral. Algunos, completamente rodeados. Los espacios que fueron sembrados limpios, impecables, maizales, patatales..., son hoy barciales, artales...

Si el fuego ascendiera pendiente arriba, lejos de comunicaciones suficientes, con pocos o escasos vecinos y vecinas, o sólo con vecinos muy mayores, sin bomberos cerca... ¿quién podría detener el fuego? Injusticia multiplicada.

El negocio del fuego

Hay muchas teorías, dimes y diretes en este punto. Pero no han de ser causales seis, ocho fuegos simultáneos a una distancia programas en puntos poco menos que simétricos. El fuego no sabe de tantas geometrías. 150 fuegos simultáneos, en una noche en vísperas de elecciones: los campesinos no rozan de noche, para que se les escape el fuego, por supuesto. Y llamas que rondaron hasta en urbanizaciones como La Fresneda: tampoco ahí habría muchos campesinos trabajando de noche... Para qué engañarse y seguir encriptando a los culpables.

Se habla de intereses privados, especulaciones con el suelo, fraudes en los seguros, manipulaciones con la madera, venganzas laborales... Incendios por parte de los propios negocios de extinción de incendios (se aportaron pruebas en diversos medios). Hacen falta normas efectivas también en este punto. Y, sobre todo, dejar de engañarse: los mejores protectores de sus pueblos y terrenos serían los propios interesados (los ganaderos), si terminaran las especulaciones, los amiguismos, las prevaricaciones....

El terrorismo medioambiental con fuego

Con demasiada frecuencia escuchamos en la tele y leemos en la prensa las indagaciones que se hacen después de un incendio, y las sospechas son muy lamentables: especuladores inmobiliarios (constructores delincuentes), venganzas personales, brigadistas que trabajaron o trabajan en la propia extinción de incendios... (muy triste cuando se llega a demostrar).

Y no faltan otras causas no menos desastrosas y antiecologistas: quemas irresponsables de los propios lugareños (hay unas normas), costumbres ya insostenibles de limpiar quemando, ideas desfasadas de que las quemas producen pastos más abundantes.... (el monte ya no es el mismo, hay mucho más matorral y malezas, hay menos animales que limpian el suelo...). La evolución sobre el paisaje alcanza a todos...

El deterioro medioambiental del suelo.

Impredecibles para personas, animales, plantas, piedras... Una vez producida la primer llama, el fuego aumenta en proporciones geométricas, comenzando a veces por la propia persona que lo enciende: los líquidos inflamables que pueda manejar o tener al lado, la ropa sintética, los plásticos cercanos...

Los animales huyen de la zona, tal vez por muchos años con las consecuencias negativas para el suelo calcinado: sólo aumentarán los más dañinos y los que van de paso. De las plantas, qué decir: pueden pasar cientos de años para que el bosque (el ecosistema completo) vuelva a ser el mismo.

Hasta las piedras estallan con el calor y se desprenden sobre las casas, caminos, personas, animales... Toda una vida destruida inútilmente: y de forma muy injusta (antisocial, antieconómica, antiecológica).

Soluciones posibles
Ceder responsabilidad y protagonismo a los lugareños: los primeros interesados

La mayoría de los montes quemados son comunales, es decir, del pueblo, d elos pueblos, de los vecinos: si ellos los gestionaran, por la cuenta que les tendría, ya los cuidarían bien: lo están haciendo en otras regiones y países con muy buenos resultados.

Darles unos beneficios en el rendimiento de los montes: maderas, leñas, pastizales... Se acababan la mayoría d elos incendios, pues ellos mismos descubrían de inmediato quién quemó ese día. Son los mejores guardas forestales, las 24 horas del día; simplemente, porque les va la vida en ello.

Prevención de incendios: una didáctica del fuego

Por supuesto, hace falta una didáctica del fuego. No todo ha de ser dar normas (que hacen falta), pues la mayoría no llegan a los interesados (a los depredadores con el fuego). Tal vez educando, una vez más, desde la escuela los más pequeños desarrollen otras intenciones.

Y a lo mejor los mayores de esos pequeños se educan también con el ejemplo de hijos y nietos: folletos, actividades, charlas, videos, páginas web, cursos, cursillos, campamentos de verano..., por los pequeños pueden llegar a los mayores de rebote (la educación no tiene edades).

Aprender a rozar, a quemar

Los tiempo cambiaron también para los propios lugareños. No cabe ya decir aquello de que "aquí siempre se rozó, se quemó..." y nunca pasó na. No se puede comparar: el lugareño de antes sabía rozar, podar, quemar lo justo...

Sabía amontonar lo rozado en lugar que no pasara el fuego a otro montón. Sabía dejar las podaduras justas, pues lo demás lo aprovechaba para leña.

El lugareño sabía quemar, cuando estaba a punto de orbayar o de llover... No se puede comparar. Los lugareños vivían de aquello: si quemaban el suelo, quemaban sus formas de vida. Pues también habrá que aprender en este punto: los permisos de quemas en nada aseguran que uno ya sabe quemar, rrozar...

El respeto al fuego

Una cosa es jugar con una cerilla o con la llama de un mechero entre las manos mientras se prende un cigarrillo, y otra bien distinta soportar las bocanadas de calor producidas por unas llamaradas que te envuelven mientras intentas en vano lanzarles un caldero de agua, o aplastarlas con una pala. Nada que ver.

Para prevenir el incendio, habrá que entender primero el fuego. Y jueguecitos, pocos: "El que con fuego juega, se quema" -dice aquel otro refrán.

O preguntárselo a tantos lugareños y lugareñas de los pueblos que con demasiada frecuencia lo han de soportar en sus pellejos.

Siempre, desde bien pequeños, nos decían en los pueblos: ¡cuidao, munchu cuidao con el fueu: cuando se priende una foguera, sabes onde empieza, pero nun pués saber onde va terminar!.

La toponimia del fuego: los bustios, las quemás
Muchos topónimos nos van describiendo las que fueron tierras quemadas por diversas circunstancias en la historia de un paraje: Busto, Bustillo, Bustiello, Busquemao, L'Esqueimadietso, Busquemao, La Quemaona... La Cosa viene ya de largo.
La mitología del fuego

Hay muchas creencia en torno al fuego: algunas, muy simbólicas, bien urdidas, purificantes, reconstructoras, purificadoras... Es el caso de La Noche de San Juan (La Nueche de San Xuan), Las Fallas valencianas...

Esas formas del fuego también estaban muy estudiadas y estructuradas por los lugareños, como en parte lo siguen estando en muchas caleyas todavía. No corrían peligros.

Otras formas de quemar sí que los corren: se empeñan algunos en sostener que el fuego limpia la maleza, las malas yerbas, los felechos, las érumas, los gorbizos... Nada más lejos de la realidad hoy (por las razones que sean): al año sigiente, a los dos años..., vuelven a crecer más lozanos y lozanas que crecían. Razón: las raíces más profundas poco se enteran del fuego.

O sea que a los pocos años, vuelven las zarzas como estaban... El mismo error está en los venenos (herbicidas) que muchos echan a la maleza: sólo sirven para matar páxaros, niales y abeyas... A los pocos años, las ortigas, los artos hasta florecen primero. Los venenos sólo hicieron que depredar, contaminar...

Los cortafuegos en formas productivas

Muchas otras formas habrá que estudiar para prevención de incendios. El caso es planificar el paisaje de manera que se vuelva discontinuo, como estuvo hasta ahora en los pueblos. Hay muchas experiencias en este punto ya llevadas a cabo en otros países, y en Asturias mismo.

Sólo hay que tener voluntad política de llevarlas a cabo, y de no ocultarlas, reprimirlas, cuando alguien las quiere poner en practica con inicitivas inteligentes.

Hace falta querer (o "querer querer", que es el problema), sin intereses privados: hasta escuchamos en la tele (tenemos que escuchar), o leemos en los periódicos (tenemos que leerlo) que han detenido a alguien apagando un fuego, porque era sospecho de haberlo producido. Por supuesto, cobraba por apagarlo, claro. Ojalá no fuera verdad....

El diccionario tiene pocas palabras, pocos adjetivos..., para algunas realidades.

Incendios
texto de Ernesto Rodríguez Abad

"No entiendo tampoco que los responsables de las entidades publicas no velen con el rigor, la entereza y la dureza que se merece la naturaleza. Hemos abandonado el campo, las tierras que antes rodeaban el bosque eran tierras de cultivo, ahora son eriales llenos de zarzas, hierbas secas y basura. Nadie limpia su terreno, ni lo cultiva. Así cuando alguien enciende la locura, la miserable llama que quema la arboleda, el desatado incendio se proponga como reguero de pólvora.

¿Y si volvemos a prestigiar la agricultura? ¿Y si el agricultor fuese considerado socialmente alguien imprescindible en la cadena de la vida? ¿Y si miramos con respeto a los bosques? ¿Y si se vuelven a limpiar los suelos, y si la hojarasca vuelve a ser cama de animales y estiércol y vida? ¿Y si exigimos a las superficies comerciales que un elevado tanto por ciento de lo que vendan sea cultivado o producido en los campos del municipio donde están enclavados?

Estas ideas golpean mi cabeza enfebrecida al ver tanto bosque arder bajo la mirada inquietante del que sonríe socarronamente. Son ideas sencillas, pero básicas y aseguran que la naturaleza y hombre puedan convivir en armonía. Son la cadena de la vida. Sin los procesos que nos unen a la tierra, sin la colaboración entre humanos y fuerzas naturales acabaremos matando el planeta.

No podemos seguir gobernados por intereses económicos diseñados en una lejano palacio en el que habitan los mercados. Un palacio que nadie ve, que nadie sabe dónde está. Estar globalizados no debería  significar abandonar los campos cercanos para poder hacer grandes transacciones económicas desde un despacho, importando los alimentos desde países alejados… Posiblemente se gana más dinero, pero se empobrece el entorno.

El planeta tiene un limite. La vida es tecnología, progreso, futuro. Pero también la vida, el mundo es naturaleza, árbol, tradición…

La vida es un ordenador que titila en la habitación de una ciudad insomne. Pero también la vida es una pequeña flor que tiembla cuando la brisa le cuenta que el fuego arrasador llega a través de los campos solitarios"

Algunas frases de Juan Luis Rodríguez Vigil, para prevenir, solucionar..., los problemas del fuego (entrevista en www.lne.es)

    • "Beneficios para los luareños... La venta de madera quemada de Bedramón fue de risa. La cogió un contratista de Santander por lo que quiso. Si lo hubiera vendido la parroquia rural hubiera sacado, a lo mejor, mucho dinero".

    • "Cooperativas forestales..., prácticamente se las ha arruinado. Fueron una creación benemérita de Jesús Arango que hemos dejado morir. Esa es la gente que conoce el monte. Los bomberos tienen un papel, qué duda cabe, el papel de coordinación de esas cooperativas"

    • "Cuando parece que sobran los paisanos... Con este ecologismo rascacueros que tenemos parece que los paisanos sobran. Parece que queremos que los paisanos callen la boca frente a todos los desmanes que nos dé la real gana hacer. Ocurre algo parecido con el problema de los lobos. Nadie está en contra de que haya lobos. Toda la vida los hubo. Pero el lobo no puede hacer lo que le dé la gana. Bien que haya lobos, pero que haya un número de lobos que sea compatible con la vida y con la economía d ela gente de la zona"

    • "Dejemos vivir a la gente... Tenemos norma sobre norma: paisaje protegido, espacio natural... Oiga, deshoguemos a la gente, dejémosla vivir. Démosle la oportunidad de generar renta. Si sacan dinero, controlarán ellos el espacio para que no haya maleza y para que el comunal revierta sobre la gente; para que, a consecuencia de ello, haya vigilancia y haya posibilidades de controlar al incendiario. Y, sobre todo, para que la gente no se sienta agena a lo que pasa en el monte".

    • "Implicación de los vecinos... Existe una ajenidad de las gentes de los pueblos con respecto a los montes. Porque les han quitado los montes... La gente no lo siente suyo. ¿Qué beneficio obtienen del monte? ¡Ninguno!. ¿Cómo se frenen los incendios en Soria? Mire usted, porque hay mil ojos mirando, controlando el monte. Son los mil ojos de los vecinos que saben que si algo se quema, ellos tienen un perjuicio económico y social inmediato. Pero aquí se dice: "Que lo cuide el guarda forestal"... La vigilancia del monte tiene que ser una vigilancia social, de todos los vecinos".

    • "Mantener población en el medio rural, sobrevivir dignamente en el campo... En un momento de crisis económica como esta, en la que no se ven grandes opciones..., si en el medio rural hay posibilidades para sobrevivir dignamente, habrá gente que resida allí. Habrá que buscar cosas imaginativas. Lo importante es estrujársela para que haya fuentes de renta en el medio rural y no quitarle a la gente los medios para que haya esas fuentes de renta. ¿Qué se ha hecho en los últimos años para el desarrollo de las cooperativas forestales en Asturias? Nada. Pues era una de las cosas que retenía a la gente joven en el medio rural. No se ha atendido a la importancia que tiene el mantenimiento de la población en el medio rural asturiano".

    • "Política antipaisano... ¡Pero si hemos hecho una política antipaisano! ¡Pero siles hemos quitado todo! Los comunales no pueden gobernarse burocráticamente desde Oviedo. Algún beneficio tienen que generar los comunales para la población de la zona... ¿por qué no se les devuelve lo que es de ellos, los montes?... Démoslos a la gente y que los cuide y promueva"

    • "Valledor, Bedramón... He visto el Valledor, estuve en la catástrofe de Bedramón... Me parece terrible que esto se repita tan fácilmente. Tras el incendio, el primero o segundo día, todos se preocupan mucho y van por allí, consejeros, oposición..., pero al final no se hace nada... Es un problema crónico y requiere una solución de todo lo que se ha hecho"

Otras frases de Pedro A. Medrano, que aportan soluciones con los propios interesados en sus pueblos (entrevista en www.lne.es):

    • "Campesinos, los mejores aliados contra el fuego... ¿incendios...? Cuando esos procesos de trabajo [rural] dejan de ser atractivos, la gente se despega, deja de entender el monte como su lugar natural y en muchos casos va a buscar trabajo a otro lado. No sólo perdemos mano de obra especializada, sino también nuestros mejores bomberos y aliados en la lucha contra los incendios" (Pedro A. Medrano).

    • "Contratas, subcontratas y subcontratas..., para sustituir a los campesinos de siempre... Se pagan servicios artificiales para el mantenimiento, porque hemos hecho desaparecer los procesos agroecológicos esenciales. Contratamos desbrozadoras a una empresa de la ciudad para tratar de suplir parte de lo que antes hacían las ovejas, y luego buscamos otra empresa que se ocupe de resembrar, y luego otra más para hacer y retirar las leñas. Y no nos damos cuenta de que todo esto antes lo hacía el campesino. Hacía esto y mucho más. Pero en vez de trabajar y de invertir para que nuestros paisajes estén vivos y tengan campesinos, y para que trabajar y vivir en un pueblo resulte atractivo, buscamos lo sencillo que es esta u otra contrata de prestación de servicios. Es verdaderamente surrealista. Alguien tendría que imponer un poco de cordura, de responsabilidad y de eficiencia en los recursos públicos" (Pedro A. Medrano).

    • "Desapego rural programado por profesionales urbanitas... Mis hijos van a la escuela rural y se les está dotando de una serie de habilidades que están muy bien, pero son habilidades para desenvolverse en un entorno urbano. No se les está enseñando a relacionarse con su entorno rural, con la cantidad de recursos naturales que tienen a su alrededor. Es otra causa más que propicia ese desapego, verdadera antesala del abandono. El desapego será económico, será emocional y será cultural" (Pedro A. Medrano).

    • "Ecología no es abandono del campo... Hay mucha gente, más urbanita, influenciada por un concepto erróneo de lo que es la ecología, que asocia abandono con valor ecológico, pero eso es un error" (Pedro A. Medrano).

    • "Incendios... El síntoma son los incendios forestales, pero la enfermedad es el abandono del medio rural. Con la gestión, cada vez más urbana, aceleramos el despoblamiento de nuestra montaña: la conservación se está haciendo a costa del paisano... Hay pocos políticos que entiendan la tragedia del abandono del medio rural" (Pedro A. Medrano).

    • "Políticos frente a paisanos en sus pueblos... Lo que está claro es que tampoco se puede generar una política de desarrollo rural en la cual se enfrente a los paisanos con su territorio. Eso es un error garrafal. Lo que hay que hacer es convertir a los habitantes de los pueblos en aliados de su conservación y de su desarrollo. Nunca transformarlos en sus enemigos" (Pedro A. Medrano).

    • "Trabajadores forestales, locales, no subcontratas que se llevan el dinero de los pueblos... Hay que saber el coste económico que tiene volver a poner en marcha algunos de esos procesos agroecológicos... Identificar todos los beneficios ambientales que conlleva esta recuperación y hacer un cálculo coste-beneficio. Y habrá que tener claro que... lo que urge es profesionalizar y dignificar el rol del trabajador forestal..., local... Hoy se ha puesto todo en manos de las subcontratas de las grandes empresas, que se llevan el valor añadido fuera en vez de dejarlo a los trabajadores de los pueblos" (Pedro A. Medrano).

    • "Vender paisaje... es lo bonito, lo más fácil... El sector turístico rural vende paisaje... A veces... sólo nos preocupamos de dejarlo todo muy bonito para cuando lleguen los turistas, sin pararnos a pensar que en muchos casos es un artificio y que no es el resultado de un día a día natural. La clave es mirar el fondo del problema. ¿Por qué los veinte o treinta procesos agroecológicos que tenía un paisaje no se desarrollan ahora? ¿Por problemas políticos? ¿Por problemas económicos? ¿Por qué no resulta atractivo trabajar y vivir en el campo? Todo esto hay que pasarlo a números y a políticas" (Pedro A. Medrano).

    Ver también frases de Jaime Izquierdo

Bibliografía muy práctica:

  • BALLESTEROS, Fernando- BENITO, José Luis (2006). El monte fuente de vida y economía. Colección El Monte Asturiano. Consejería de Medio Rural y Pesca. Principado de Asturias. Oviedo.

  • CAREAGA HERRERA, A. - MASEDA CIURANA, J. L. - FANJUL ANTUÑA, M. F. (2004). Estudio pedagógico de un incendio forestal en el bosque de Peloño. Concejo de Ponga. Asturias. Consejería de Medio Rural y Pesca. Principado de Asturias. Oviedo.

    Fuego
    por Joaquín Araújo

    “Somos lo que quemamos. Y estamos quemando lo que somos. Es más, lo que afirman estas dos primeras frases de un libro dedicado a uno de los cuatro elementos esenciales para la vida es determinante para entender y entendernos. Porque nuestras relaciones con el fuego son lo que más nos diferencia del resto de los seres que pueblan este planeta. Los otros tres elementos agua, aire, tierra: las famosas raíces de todas las cosas, el rizomata pantón de Empédocles‐ son compartidos (...).

    Es decir, que el resto de la biosfera, la totalidad de los demás seres, existen porque aquí hay agua, tierra y aire. No menos, obviamente, por la energía que nos alcanza desde el cosmos y que emite esa estrella cercana que llamamos Sol. Pero en todo el planeta solo existe una especie que puede almacenar, concentrar y liberar la energía que contienen ciertos minerales y productos varios, todos ellos generados en mayor o menor medida a partir de la energía solar (...).

    Encauzar la energía externa al propio cuerpo hacia lo que puede beneficiar a este mismo organismo resulta, en efecto, lo más diferenciador. Si todos somos polvo estelar y criaturas en buena parte hijas de la luz solar, lo de quemar algo queda circunscrito a lo humano. Por tanto, cabe afirmar que también somos herederos de las llamas. Sin olvidar que nuestro abuso de poder está quemando, en nuestros días, el mismo aire, sin en el que nada puede arder en el estricto sentido de la palabra”.

    El fuíu:
    la preocupación diaria de los vaqueros con sus cuadras, los establos del ganado

    “Saltó una chispa al pachare,
    prendiérunse los narbasos,
    fixénonse caricoxes
    las moñigas de los xatos"
    (copla tevergana)

    La cultura del fuego: el saber de los lugareños, para que nunca se escaparan las llamas

    Nos cuenta Juan en Yanos, unos cuantos cuidados para quemar en su época de forma controlada. Por ejemplo:

    • Quemar sólo en enero y febrero: justo en esos días cuando todavía quedan restos de nieve por las carbas, en el límite de los hayedos, a la sombra de los pareones, detrás de las cuadras, en algunas pozas, entre los matorrales...; de esta forma, esas últimas líneas de nieve en las zonas sombrías, hacen de cortafuegos: las llamas, el fuego rastrero nunca las va a sobrepasar, por lo que sólo quema la zona del medio; al llegar ahí, se epagan.

    • Quemar por zonas: se alternaban los espacios a quemar de forma rotativa; de esta manera, la vegetación nunca iba a ser demasiado alta. pues no había tenido tiempo a crecer; se decidía en esquisa el orden rotativo.

    • Procurar un día sin calor excesivo: por esas fechas de febrero, con restos de nieve en la zona, la vegetación está seca, pero casi aplastada por la nevada; de esta forma, va a quemar, pero muy lentamente, pues mantiene todavía cierta humedad de la nieve, la suficiente para que las llamas sean muy bajas y corran muy lentas; como los vecinos están al lado con las palas, las van controlando hasta donde quieran pararlas.

    • Control especial de cada arbusto por su nivel de combustión: los más peligrosos son las érgumas, las urcias, los gorbizos, el felechu, los acebos...; por ello, se procuraba que nunca crecieran demasiado; o separarlos, dejarlos limpios, para que el fuego no se acercara a ellos.
    • Desaverar pareones, cuadras, xebes...: cada propietario procuraba tener siempre sus fincas limpias alrededor, de manera que el fuego, al llegar, se detuviera solo; se rozaban cada año por el verano o en otoño, al quitar la yerba.

    • Charcas, lagunas, tsaguetes, zaguanes..., para la extinción posible (matar fuíu, apagar fuíu): dentro de los pueblos, se almacenaba agua para la extinción del fuego posible en una casa, una cuadra; se construían pequeñas balsas artificiales, que se usaban si hacía falta; en cadena, los vecinos pasaban el agua a calderaos, hasta el lugar de las llamas.

    El cuidado del fuego, en fin, suponía -y sigue muy firme entre los nativos de siempre- toda una cultura en el sentido de la palabra: el cuidado, el culto al fuego, pero de forma que nunca se escapara de las manos; era una costumbre solidaria de todo el vecindario, entre tantas otras; se decidía en el conceyu, en la esquisa, se llamaba a toque de campanas (el toque a fuíu), acudían con presteza, cuando se declaraba un incendio.

Ver Consejos útiles de los Bomberos de Asturias.

Terminologías medioambientales: etimologías

Más reflexiones sobre el valor de la tierra:
sin otras especulaciones, por supuesto

Otros trabayos y publicaciones del autor:
Xulio Concepción Suárez

Volver a ÍNDICE alfabético de contenidos