Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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Prólogo al libro
Por los pueblos de Lena.

Fermín Rodríguez Gutiérrez. Facultad de Geografía.
Director del C-CODET.
Universidad de Oviedo
Publicado en el libro
Por los pueblos de Lena (pp- 8-9)
Ed. Trea. Xixón.

Aceptar la invitación de Julio Concepción de escribir este prólogo ha representado para mí una grata satisfacción, por doble motivo: por venir de un amigo al que he ido conociendo en los caminos de Lena, y por tratarse de un colega en temas de investigación comunes, a pesar de que estos, en principio, se enfoquen desde perspectivas académicas aparentemente tan distintas como la filología y la geografía.

Mi satisfacción se completa al permitirme constatar que amigo y colega no son términos antitéticos. Creo reconocer en el trabajo de Julio Concepción las trazas de una práctica del oficio con las que me identifico: la aspiración a leer cada día un poco mejor el territorio, la escucha paciente de quienes más intensamente lo viven y contumazmente lo modelan, la pretensión de comprender antes que medir, y el apego al lugar, como un sentimiento que completa la reflexión crítica y permite captar las sutiles formas de conceptos esenciales para interpretar globalmente un trozo de la piel de Gaia.

Julio Concepción acompaña al lec tor en un entretenido viaje por los pueblos de Lena, en el que , con la excu sa de desentrañar el porqué de sus nombres, va mostrando, de manera sencilla, la complejidad del sistema rural tradicional; el que organizó básica mente el paisaje que hoy conocemos, algunos de cuyos elementos físicos ya han desaparecido y otros, de no invertirse la actual tendencia, no tardarán mucho más en hacerlo.

En esa desaparición consiste, en parte, el desarro llo; pero sólo en parte, puesto que para hablar de tal tiene que haber una sus titución por otras actividades, ha de haber alternativas. La generación de nuevas actividades, la conformación de un sistema geográfico que preten demos sostenible, es el Problema de Lena y de sus vecinos.

Disolviéndose lánguidamente el sistema tradicional sobreenergético, se trata de encontrar un nuevo modelo de desarrollo, labor ardua e incierta para la cual se necesita tiempo, amplia par ticipación, esfuerzo e inteligencia creadora en el grupo social afectado; que adquiere conciencia de tal y asume su situación a partir de su autoanálisis, de la fijación de su identidad. La identi dad es la memoria histórica compartida.

Construir espejos, en los que esta imagen se refleje fielmente, cuaje nítidamente y sea percibida por todos, es esencial para organizar procesos de desarrollo. Sin embargo, el refuerzo exagerado de la identidad, o la reconstrucción artificiosa de la misma, es esterilizante para los grupos, pues una cosa es la organización de una acción política y otra el proceso de Ilustración.

La primera acostumbra a justificar teóricamente de antemano una decisión para luego imponerla organizativamente; mientras que la segunda se ha de alcanzar a través del consenso de los que participen en ella, quienes, conscientes de sus intereses comunes, valorarán las ventajas y perjuicios de sus decisiones.

Por aquí veo una de las utilidades de la obra de Julio Concepción; en su contribución a fijar honestamente la identidad de Lena y de los lenenses, utilizando un método que asegura fiabilidad, y cuyos resultados son expues tos con sencillez y precisión.

El autor ha demostrado en su tesis doctoral "Toponimia lenense" el dominio de la investigación científica más rigurosa en su materia; sus resultados están presentes en este trabajo, aunque el autor los mantenga en un discreto segundo plano. En estas páginas lo que resalta es la viveza de la gente y del paisaje lenense.

Julio Concepción busca afanosa y honestamente la verdad, y en esa indagación aporta materiales básicos para construir un fiel retrato de esa entidad llamada Lena; que destaca entre los concejos asturianos por la calidad de la obra científica a ella dedicada, entre la cual merece ser mencionada, precisamente aquí, la de Jesús Neira, con la que, a mi juicio, enlaza la de Julio Concepción.

Lena se construye todos los días; son muchos los agentes que, con su actividad, la modelan, internos y externos. Pero, justamente por estar en permanente transformación, son importantes obras como éstas, porque ayudan a orientar la acción del grupo al depurar su conciencia. Quiero insistir al lector en el perfecto conocimiento del autor sobre lo que escribe, fruto de su capacidad de tra bajo y de la inmersión en el lugar.

Desde luego que ésta última no agota la investigación, pero es vital para comprender la la totalidad social e histórica de que se trata. La inmersión en el lugar, el apego, en definitiva, el cariño del investigador social a la localidad, no sólo es un contrapeso al frío objetivismo, sino que es un fragmento del propio campo de la vida que trata de comprender, y que debería ser de imprescindible y previa demostración en aquellos que técnicamente actúan sobre él, pretendiendo ordenarlo. Para ello ha de enfrentarse a una tradición, y eso es precisamente lo que facilita este libro.

De necesaria consulta para todos los interesados en conocer la organización del espacio, a través de los géneros de vida y del paisaje, estre chamente imbricados en la mente de quienes los practican y operan. Así, indagando en los sonoros nombres de 246 pueblos de Lena, Julio Concepción va desliando ordenadamente una buena parte de la urdimbre que la constituye.

El medio físico a través de la biogeografía —flora (L'0mbrichu...), fauna (Zurea...) y suelos (Tuiza...)—, de la climatología (Braña Chamosa...), de la hidrografía (La Ribaya...), y de la morfología del terre no (Chandicuandia); las infraestructuras tradicionales (El Trechuru); el poblamiento y la vivienda (Xomezana...); la actividad agraria y artesana (Herías, Fierros...); la religiosa (Bendueños...), y hasta el fundamento de la propiedad (La Mara Muniz...).

Cada pueblo cuenta su historia, y sobre este guión básico se tejen nuevas historias, como senderos que se bifurcan y llevan a percibir la com plejidad de la obra, contada respetando los registros del habla de la localidad de que se trate, lo que se refleja en la originalidad sonora que contiene y que, sin duda, emocionará a quienes, a través de sus palabras, reconocen sus trabajos y, en definitiva, su vida, que, en tan pocos años, tanto ha cambiado.

Por su estructura, el libro se ofrece como una guía que puede ser leída de carrerilla, o por partes, o como diccionario geográfico; en cualquier caso, es fiel compañero para quien desee explorar Lena y descubrir sus tesoros. A esos efectos, es un acierto más la inclusión de un completo apéndice fotográfico y de un anexo cartográfico, que, en su sencillez, cumple el objetivo básico para el que fue concebido.

Para el lector más interesado, me permito sugerir un trabajo complementario al de Julio Concepción, como es el contenido en algunos documentos de las actuales Normas del Planeamiento Municipal, que contienen los planos de los sesenta núcleos rurales más importantes, así como la referencia cartográfica del inventario del patrimonio lenense.

Finalmente, es de justicia mencionar el renovado interés del Ayuntamiento de Lena por apoyar la difusión de estos trabajos, con lo que está contribuyendo al objetivo último de una corporación municipal: lograr el desarrollo de su localidad.

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