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La Fábrica Sillas de Sotietso:
La Fábrica'l Quempu

Extracto del capítulo
en Por los pueblos de Lena,
por Xulio Concepción Suárez
(libro en proceso de corrección)
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Datos de interés
aportados por Alberto Cordero

Los comienzos de una sierra de faya

La Fábrica Sillas, La Fábrica'l Quempu de Sotietso (de Arellano y Escosura, Sotiello, para muchos ya), fue una de las iniciativas empresariales lenenses más relevantes hasta los años ochenta, al lado de otras: La Empresa Estrada, La Sierra de Agustín de Parana, La Cantera Linares, las Minas de Carraluz. Ellas explotaron por muchos años los recursos lenenses, al tiempo que dieron trabajo a muchos homes y muyeres , en los valles de Güerna y de Payares, sobre todo.

El trabajo en la madera, el de la piedra..., con el transporte con carros, a lomos de caballerías, con motores después, supuso un complemento familiar muy agradecido en los pueblos más altos, cuando no había más ingresos en la casa que las ventas de ganado en las ferias, o algunos productos caseros en los mercaos. Estas pequeñas fábricas eran especialmente codiciadas allá por los años veinte y posteriores.


el tronzaor de mano

Cuando Leandro Escosura fue a París a por camiones pa la maera

Los inicios de la fábrica se remomtan al año 1914 con las escasas maquinarias y mecanismos de entonces: el transporte principal, el carru vacas o gües ; y la sierra al alcance de todos, la de mano (el tronzaor). Poco más tarde, allá por el comienzo de los años veinte, Leandro Escosura viajó a París a comprar aquellos pesados camiones que procedían de la guerra, y que le fueron enviados directamente al Musel de Xixón. Al mismo tiempo, observaba en la industria francesa dos novedades que le llamaron mucho la atención -nos cuenta Alberto Cordero- y que luego iba a poner en práctica en su fábrica asturiana .

Uno era un pequeño salto de agua para producir electricidad; y otro, un teleférico para transportar los troncos por el aire mediante el sistema de cables. Las dos cosas se hicieron realidad pronto: La Fábrica de Luz de Los Pontones, en el río Güerna, bajo Reconcos (quedan los restos actuales); y el famoso Cable de Tsindes que sacaba la madera de La Vatsinona por los altos de Zurea hasta Sotietso (quedan caballetes y cables en algunos tramos): montes del Truncu, Piedramuñón, La Campa la Gatsina, Las Coronas.. Había varios vigilantes para avisar en los descarrilamientos de la carga colgada por unas ruedas de los cables.

El sistema de los cables por los altos de Zurea

La Fábrica'l Quempu cobró fuerza especial con esta explotación de la madera del Monte Tsindes, en el conceyu vecín quirosán . El sistema de transporte por los cables con caballetes cada poco, consistía en una estrategia a medias entre el peso deslizante de la propia madera en la bajada, y la tracción de máquina de vapor situada en El Quempu en los remontes.

Más tarde, el funcionamiento mejoraría con la Fábrica de Luz de Los Pontones, todavía con parte del edificio y la maquinaria sobre el río Güerna. Toda la madera de faya era serrada y transformada en tablones diversos, que se exportaban para muebles, sobre todo, una vez transportada a la Estación de Campomanes. Incluso se abrió una vía especial desde La Fábrica'l Quempu a La Estación, con máquina de vapor también.

El sistema de transporte por los cables consistía en una estrategia a medias entre el peso deslizante de la propia madera en la bajada, y la tracción de máquina de vapor situada en El Quempu para los remontes. Más tarde, el funcionamiento mejoraría con la Fábrica de Luz de Los Pontones, todavía con parte del edificio y la maquinaria sobre el río Güerna.

Toda la madera de faya era serrada y transformada en tablones diversos, que se exportaban para muebles, sobre todo, una vez transportada a la Estación de Campomanes. Incluso se abrió una vía especial desde La Fábrica'l Quempu a La Estación, con máquina de vapor también.


(foto prestada por Arximiro)

La Fábrica de Sillas

La antigua Sierra se transformó en fabricación de sillas y aprovechamiento de la madera in situ. Allá por los años veinte, tenía unos 60 operarios entre homes y muyeres. Como la mayoría de obreros tenían que venir andando cada mañana, procedían de los pueblos más cercanos: Sotietso, Espineo, Carraluz, Piñera, Xomezana.

En días de lluvia o nieve, había que caminar de madreñas. Si el suelo no estaba muy húmedo, también se iba de madreñas, aunque entonces con ellas en la mano, pa correr un poco más, si ya se iba un poco con el tiempo justo. Ya con los años, algunos habían podido comprar una bicicleta: una Orbea, ya era lujo. Trabajaban de ocho a doce; una hora pa comer; y de una, a cinco de la tarde. Cada obrero y cada obrera llevaban su comida en una cestina -nos cuenta con precisión Guadalupe, a sus 97 años.

A la hora de comer, calentaban el pote en una estufa que, a la vez, servía de secadero de la madera en una sala grande del piso superior de la Fábrica. Y con una precaución: algunas muyeres de más lejos, dejaban un trozo de pan para la tarde: al salir del trabajo, lo mojaban en una fuente o en la reguera, y lo comían; así tomaban fuerzas para caminar de nuevo hasta casa durante una hora, sobre todo en invierno, cuando había que superar los barrizales de los caminos o las nevadas. Si nun se trabayaba, nun se cobraba. -nos insisten varias veces en las conversaciones.


(foto prestada por Arximiro)

Las madres con la comía pa la Fábrica, las doce menos cuartu en puntu.

Recuerda Arximiro una anécdota de interés también. Cuando las madres, o alguna hermana, llevaba la comida a las trabayaoras al tayu, los que andaban al campo las veían pasar por ciertos caminos en la distancia, y calculaban la hora: las doce menos cuarto, no había otro reloj.

Las condiciones de trabajo eran las de la época: si nun se acetaban, pa casa sin más problemas -nos cuentan con gracia y resignación algunas muyeres, no sin cierto convencimiento de que no se podía hacer otra cosa, si se quería trabayar.

Se trabayaba seis días a la semana, y se descansaba el domingo. Vacaciones, quince días. Bajas, sólo las de accidente o en caso de una operación, que yera muy rara. Si te ponías mala, los días que te quedaras na cama, nun cobrabas. Nun se podía tar mala, claro, nin tener gripe, nin catarros... Había que comer. Y a cobrar, sólo la tercera parte... Toda una radiografía de la sociedad asturiana hasta hace unas décadas.


(foto prestada por Arximiro)

Había trabayu de homes y de muyeres, y sueldos en consonancia, claro

En la Fábrica el trabayu comenzaba con la sierra de las rollas, que estaba a cargo de los homes: troncos muy pesados para mover a mano en la Galera, la sierra del primer despiece en tablones. Luego, una vez secos en el Secaderu, ya se iban serrando en piezas más pequeñas para las molduras de las sillas.

Ahí comenzaba el trabayu de las muyeres: por ejemplo, transportar en brazaos esas piezas menores de unas máquinas a otras, hasta dejar listos todos los componentes para la ensambladura de la silla (las piezas torneadas, las piezas curvas, los respaldos.). Los remates, la lija y la pintura también quedaban a cargo de las muyeres, lo mismo que clavar asientos, tapizados. Había sillas de primera, de segunda y de tercera, según el número de molduras, piezas redondeadas, tapizados....

Casi dos pesetas al día: siete riales, las muyeres; y dos días de trabayu nun daban pa una bata de percal...

Los sueldos estaban igualmente divididos: las muyeres, casás o solteras, siete riales, allá por los años veinte; los homes, diez o doce. Al mes, nun llegaba a las sesenta pesetas . Los homes, algo más , no muncho tampoco. Quedaban los pinches: algunos guajes que se les metía a trabayar por caridá , porque en casa yeran muy probes y tenían que ayudar pa comer .


(foto prestada por Arximiro)

Estos guajes cobraban lo mismo que las muyeres: los siete riales. En todos los casos, cuando de los siete riales se xubú a los ocho, las dos pesetas, la satisfacción fue generalizada. Traducido a gastos: con los siete riales de un día y del siguiente, comprábase una bata de percal, que yeran sobre dieciséis... (cuatro metros, a cuatro riales el metro). Nun se podía comprar una bata toos los días, claro... Y después, facer la bata: a mano, o pagar por facela. Todo un lujo, pa los domingos y días de fiesta. La bata yera muy guapa, pero había que trabayar dos días pa poder tenela.

Y la mayoría de las veces, el sueldu enteru pa la madre...

Con una circunstancia más: la mayoría de las muyeres tenían que entregar el sueldo enteru a la madre. Si el padre nun trabayaba, o sólo por temporadas (caso de los oficios por los pueblos), la fía tenía que dar las sesenta pesetas en casa, pal pan, pa un poco aceite, pa l'azúcar... Sólo a veces, una se podía quedar con unos riales pa dir aforrando algo, pa algún caprichu, pa unas apargatas... Los fíos, en cambio, o nun lo entregaban, o daban bastante menos y de vez en cuando.

Ello tenía alguna compensación: en las fiestas, tampoco gastábamos un rial; yeran los mozos los que mos invitaban a un suspiru, un pastel de casa... Y toas contentas hasta la fiesta siguiente en otru pueblu. O hasta la del prósimu añu...


(foto prestada por Arximiro)

Y, cun too y cun etso, unos y otras, pasábamoslo bien: pero pa comprar una Arimética, algunos teníamos que esperar dos años...

En la Fábrica había buen ambiente: se trabayaba sin dexar por ello de platicar -nos cuentan las obreras de entonces. A la hora de la comía se hablaba de todo, se traían noticias recientes de los pueblos, se hablaba de los mozos, de las fiestas pasadas y de las próximas... Como todas tábamos en condiciones paicías, nun había problemas ente nosotras... Hasta lo pasábamos bien, sobre too esperando los días de fiesta.

Pero la verdá ye que, con tantas bocas en casa, si había pa comer, gracias: pa comprar una Arimética -cuenta Arximiro, no se sabe bien si con más pena o entusiasmo- tuve que esperar dos años, hasta que pudiera cuntar con las dos pesetas que costaba. Mio madre nunca me la pudo comprar...

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