Cuidados en la montaña:
algunas precauciones para no complicar el día...
Extracto de las páginas del libro:
Por las montañas de Lena (1998),
pp. 29-30.
Ed. KRK. Oviedo
Julio Concepción Suárez.
... porque el entorno tiene sus leyes: la ecología comienza por el estudio del medio (bien lo dice la palabra) |
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caminar... |
...pero mirando al suelo y al cielo... |
Animales diversos: están en su terreno (su pequeño territorio) | Parece la primera norma elemental: muchos animales andan por el monte sueltos (salvajes o domésticos), pero cada uno en su territorio: traspasarlo así de golpe puede traer sus riesgos. Es decir, vacas, toros, perros sueltos, abejas, culebras, víboras..., sobre todo, tienen acotado su pequeño territorio en cada paraje que cruzamos, por mucho que nosotros ni lo imaginemos: de momento ellos y ellas ya están ahí cuando nosotros llegamos. Por ello, si no queremos complicarnos el día, al entrar en el dominio de cualquier animal (doméstico o salvaje), comenzaremos por respetarlo: los observaremos, no los molestamos, pasamos amables a una distancia prudente, no nos cruzaremos en su trayectoria cuando caminan o se dirigen a un punto... Si nadie los molesta (ni creen ellos que les molesta), ellos no van a atacar a nadie. Una vez observados los animales, entendido y asegurado el respeto mutuo, ya se puede acercar uno de otra forma a ellos: en ocasiones hasta nos lo agradecen bien expresivos (se acercan a que les demos sal, azúcar, un poco de pan...). La comunicación perfecta en la campera, la foto, etc. Pero, así, en principio, de entrada, lo más razonable es pensar que cada animal en su contorno tiene bien limitado su territorio: a veces, poco más de un palmo de terreno. Pero es su territorio, para él a su modo sagrado... |
Botiquín |
Una vez con la vista en el suelo y en el cielo, de acuerdo con los caminantes, la naturaleza del grupo, las exigencias personales, cada uno sabe lo que hay que llevar: mercromina, betadine, una venda, una cinta, una rodillera... Existen hasta aparatitos (ventosas) para succionar el veneno en caso de picadura (mosquitos, avispas, víboras...): si no hay que usarlos nunca, mejor; pero no pesan en la mochila |
Calzado |
Siempre seguro y cómodo: que cale lo menos posible, que no resbale en las pedreras y las peñas, que no oprima el pie después de horas... A ser posible, bota un poco alta: sujeta mejor los tobillos, puede evitar la picadura de cualquier bicho o de algún arbusto (espinos, tueros quemados, rocas cortantes...). |
Cuidados personales |
Tampoco en la montaña todo es placentero y sosegado lo que reluce, por mucho que brille el sol sobre peñas y camperas: ni mucho menos (no hemos de confundir las cosas, ni complicar la andadura inútilmente). Si no se llevan utensilios especiales (crampones, clavos, cuerdas...), no conviene arriesgarse en peñas, pasos difíciles, canalizos empinados, precipicios... Por ejemplo, hay accidentes que, muchas veces, bien pudieran evitarse: sendas que se pierden entre la niebla (cada vez más estrechas) hacia el abismo, pasos en precipicio, neveros en pendiente o prolongados, pedreros casi verticales... En otros casos la atención es de otro tipo: serpientes, víboras, abejas, avispas, perros sueltos, ganado bravo, animales salvajes... Hay que caminar un poco atentos al suelo y al entorno: la verdad es que tampoco el monte es nuestro. Y la naturaleza es demasiado implacable a veces. |
Culiebras, abeyas, avispas, sacaveras... | Como todos los animales tienen su espacio acotado al lado del senderu: puede que pasemos despreocupados, y no nos van a hecer nada; pero si, por una casualidad, las pisamos, las molestamos (o creen que las molestamos), pueden reaccionar y morder, picar, soltar veneno... Y ello puede complicar el día... Estos animalillos suelen estar tomando el sol entre la yerba, sobre una piedra, en el senderu mismu: por eso hay que mirar al suelo, a los lados, dónde posamos la mano, el pie, los labios para beber... A veces basta escuchar un ruido, un silbido...; oler un poco, pues si huele a miel, hay una colmena cerca; si hay un tufu raru, como a podre, puede ser una culebra... Ver, mirar, escuchar, tantear..., el paisaje en cada paso. |
Descensos |
Hay que proceder con cuidado, cuando vamos varios en grupo: no coincidir en vertical, no soltar piedras a rodar, no tirar piedras a rodar por puro juego o a ver qué pasa... Y para cansarse menos y bajar más rápido, descendemos zigzagueando con las botas en travesera; y alternamos la dirección del cuerpo, de modo que no sea siempre la misma rodilla ni el tobillo quien soporte todo el tiempo el peso en el descenso. |
Fotos, diapositivas, vídeos, grabadora |
Son el mejor documento para conservar las cosas por mucho tiempo: archivos, colecciones, biblioteca, el ordenador, páginas web... Y además, en muchas ocasiones, son la única forma de almacenar los datos que interesan: las propias hojas recogidas, los insectos, los fósiles incluso, terminan por esfumerse o perderse entre las telarañas de la cochera. Y es una pena. ¿Para qué arrancarlos de su entorno? Predar no es depredar... |
Niebla, nublina, sendas y senderos |
En caso de niebla ciega, sobre todo en camperas lisas a cierta altura, no conviene distanciarse de los senderos más trillados; las sendas desdibujadas, sólo para los días más claros. Los vaqueros nos enseñaron también la norma elemental: en días de nublina ciega , hay que pegase a los senderos, siempre entre los miriaeros, los mayaos, las cabanas, los bebeeros; la orientación del mofo en las piedras y las fayas... Y, por sistema, guiarse de los ganados: los senderos de las vacas, de los caballos..., si son anchos, nunca nos llevan a un precipicio (bien cuidado tienen ellos); siempre terminan en cuadras, cabañas, terreno llano. Ellos nos pueden salvar con toda seguridad de los precipicios y conducirnos a las cabañas, si sabemos entenderlos a ellos y a los senderos. |
Ropa |
En el monte, siempre una prenda de abrigo: hasta en pleno verano, y con un gran día de sol, se puede pasar mucho frío a cierta altura y horas de la tarde. En días de nieve o lluvia, agradeceremos algunas prendas de repuesto: camisetas, calcetines... |
Tiempos de las rutas |
Nunca nos obsesionemos con el tiempo. Cada ruta ha de llevar lo que exijan las circunstancias: número de participantes, clima, estados de ánimo... Sobran las prisas, las piquillas, las plusmarcas, los recordman Lo importante, en fin, es "leer" y sentir el paisaje a través de los caminos, las camperas, los riscos de las peñas o las sendas. Las rutas se hacen en bastante menos tiempo del que señalamos nosotros: todo depende de lo que cada uno y cada una quiera ver bajo un mismo paraje, o sobre un mismo suelo igual, ciertamente, para todos. Disfrutemos también con el fluir del tiempo Y NOTA importante: como dice la máxima montañera "Caminar de cara al día, mejor que caminar de cara a la noche". Es evidente: según la época del año, hay que calcular las horas con luz; una vez entrada la noche (si no se va bien equipado), pueden ocurrir ciertos riesgos, en invierno, sobre todo: nieve, frío, lluvia, niebla, pérdida del senderu... |
Truenos y rayos |
Casi nunca pasa nada, por supuesto: los pastores, los vaqueros, los lugareños..., andan a diario por el monte, en verano o en invierno, por razones diversas. Y no suelen tener problemas con las tormentas, porque conocen bien algunas normas elementales del medio (ecologistas, en el sentido etimológico de la palabra). Baste un ejemplo: colocan sus cabañas de forma que nunca les caen rayos, ni piedras, ni aludes... Quienes no son conocedores del terreno hacen cabañas que sí tienen problemas de vez en cuando: las levantan donde caen rayos, se deslizan aludes, traban las nieves y neveros, caen piedras, arrasan aines... Ésa es la diferencia entre conocer, respetar el entorno: o, por el contrario, despreciarlo. Y cuando a pastores y vaqueros les sorprenden los rayos en el campo (cada vez que hay tormenta) tampoco tienen problemas, porque actúan correctamente con las leyes del suelo y del cielo: no echan a correr atemorizados, no se colocan debajo de árboles con raíces profundas (fresnos, robles...)... Ni se arriman a las paredes calizas de las peñas, ni se exponen en las corrientes de aire, no se colocan en los picos de los montes salientes y rocosos, se alejan de peñas con mineral de fierro, con betas rojizas... Es decir: cuando les sorprende la tormenta, se cubren con su impermeable (una mala chaqueta o chaquetón, y una gorra bien permeable en ocasiones), aguantan el chaparrón sobre las chirucas por el sendero, y siguen hasta que encuentran lugar seguro para el refugio... (la moyaúra ya secará). Sólo entonces se cobijan seguros en cualquier cuadra o cabaña en mejor o peor estado (a veces puras ruinas), pues están seguros de que en una cuadra o cabaña antigua nunca caen rayos. Asusta su convicción en este punto: nos admira su conocimiento imperturbable del entorno. En fin, caminamos bien moyaos (empapaos), pero seguros tras los pasos de un pastor o de un vaqueru por cualquier senda. Y secamos la moyaúra en la cabana, cuando la topamos. "Nunca tsobú que nun parara" -hasta te dicen con gracia en pleno diluvio que diríamos universal sobre el senderu. |
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