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las cuevas: las entrañas de las peñas.

La leyenda de La Cueva Gancios
(L'Aramo)

La Cueva Gancios es una gruta sobre El Muñón d'Espines, bajo La Calzá'l Fierro y altos de La Paradiecha a la falda del Aramo. Abundantes gancios por los senderos hasta la entrada justifican en origen del nombre. Más abajo hay otro abismo con varios metros de profundidad que los lugareños siempre rodearon de leyendas. Las dos entradas llevan el mismo nombre, sin un acuerdo sobre si se trata de la misma cueva o no, ya que nadie las ha conseguido recorrer todavía, según la voz oral.

Entre las versiones que circulan sobre el misterio de la cueva, allá por los años cuarenta en el diario Región aparece una recogida por Ricardo Luis Arias. En lo esencial coincide con otras muchas. Se dice que en el pueblo de Muñón Cimeru vivía un rico musulmán llamado Omar el Cruel. Era muy rico y poseía grandes tesoros, celosamente guardados en un arca muy pesada, con todos los saqueos que había cometido por las tierras castellanas.

Cuando su ejército fue derrotado en estas tierras, se apresuró a esconder toda su riqueza antes que cayera en manos de nadie. Entonces sus vasallos descubrieron La Cueva Gancios. Entraron en ella por el pequeño agujero de la boca completamente rodeado de zarzas y breñas, y bajaron hasta un pozo muy inaccesible y oscuro.

Entonces, Omar el Cruel mandó esconder allí sus tesoros. Los vasallos llevaron el pesado arcón, y lo bajaron hasta una estancia un poco más espaciosa rodeada de gruesas estalatitas y estalagmitas. Entonces colocaron allí el arca, y al lado otro cofre exactamente igual con una gran serpiente encantada. Al mismo tiempo levantaron una gran estatua de oro puro que colocaron ante el arcón del tesoro, y representaba a un Hércules gigante.

En realidad se trataba de una trampa: el gigante tenía en las manos una gran maza de oro que estaba ante una especie de plataforma con un resorte en forma de losa; si alguien lograba llegar hasta allí, al poner los pies sobre la gran piedra, saltaba la trampa, bajaban los brazos del gigante y con la maza aplastaba al aventurero atrevido. Entre el gigante y la serpiente encantada, nadie podría acceder al tesoro.

Las precauciones del cruel Omar no terminaban ahí: cuando todo estaba asegurado, él salió sin ser visto de la profundidad de la cueva y cortó las escaleras de cuerda por las que habían descendido los esclavos con el oro y el arca. De esta forma, todos quedaron sepultados allí para siempre, de manera que no pudieran contar ya el secreto en adelante.

En fin, la leyenda de La Cueva Gancios llegó a nuestros días siempre envuelta en el misterio y la aventura: muchos fueron los que intentaron bajar al fondo de la sima, pero nadie que se sepa logró regresar a superficie todavía y contarlo. Se citan apuestas entre los mozos de Riosa o los de Muñón por llegar al tesoro, pero nunca más se supo de los que apostaron internados en la cueva.

Y algunos que llegaron arriba vivos, nunca se sabe lo que contemplaron abajo, pero, una vez en tierra, no soportaron el miedo de la caverna, y cayeron muertos al ver de nuevo la luz del mediodía, sin poder manifestar con sus palabras moribundas otra cosa que el terror de lo que habían contempaldo y que era casusa de su muerte. De ahí el misterio que hoy rodea la cripta en cuanto se pregunta por ella a cualquier lugareño mayor de estas montañas, sean ellos o ellas riosanos o lenenses.

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Xulio Concepción Suárez.

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