Ruhumorologías:
chaladuras filosóficas y cogitaciones cómicas para un mundo presente confuso.
Cristian Longo Viejo
Edita HiFer, 2017. Oviedo"Toda lectura que no nos lleva a escribir es una lectura a la que falta algo.... Sólo cuando escribas te darás realmente cuenta de si has comprendido lo que lees, lo que piensas y lo que sientes" (Victor Moreno)
Palabras de presentación:
Club de Prensa de La Nueva España,
Oviedo,
12 de enero, de 2018,
por Xulio Concepción SuárezLeer y escribir, dos caras de la misma moneda
Se oye con frecuencia, se insiste, se recomienda por todos los medios la trillada sentencia: "hay que leer, hay que leer mucho, la lectura ilustra, la lectura nos hace libres...". Y así es, no cabe duda, en buena parte. Pero se oye mucho menos la otra cara de la moneda: "Hay que escribir, hay que escribir mucho, expresar nuestros pensamientos, sentimientos, críticas, opiniones, valoraciones personales..." . Los recursos digitales lo facilitan hoy a cualquiera que se lo proponga.
Ciertamente, eso de 'hay que escribir' se oye menos -bastante menos- de lo deseable, pues una actividad receptiva implica la otra: la más creativa; las dos son necesarias por igual a cualquier edad; pequeños, medianos, mayores..., seguimos construyendo nuestro entorno, si lo entendemos y al tiempo aportamos nuestros granos -o nuestros sillares mayores- al gran edificio de la vida social en cada tiempo y espacio que cruzamos. Leer, primero; escribir, después: el ciclo social completo. Y hasta virtual y todo en esta gran aldea globalizada por las redes del milenium.
Escribir para sentirse bien
Porque nada más sencillo y barato que un boli o un teclado para poner en un diario personal, o en una pantalla digital, nuestras experiencias, cautelas, fantasías, más o menos posibles o reales; nuestra mirada al paisaje interior, o al paisaje exterior que cada día contemplamos, vivimos, desde que rompe el alba. La escritura terapéutica, tan de moda, que ahora asoleyan los más técnicos. Como dice Graham Greene:
"Escribir es una terapia. Algunas veces me pregunto cómo todos aquellos que no escriben, componen, tocan música o pintan pueden escapar de la locura, de la melancolía, del miedo, de la angustia inherentes a la situación del hombre"
El mismo autor del libro que presentamos ahora, adopta su forma y su estilo personal de escritura, que traduce a una palabra: ruhumorología; es decir, Cristian se fraguó la palabrina misma: el producto del rumor, en su etimología latina, 'ruido' (verbo rugere, 'rugir'); más humor, del lat. umorem ('líquido, humor, que fluye por el cuerpo humano'. Y de ahí, el mejor o peor humor, el genio que explota en un momento, y que ya los medievales interpretaban como 'el estado de alguien producido por sus jugos vitales'; esos líquidos que corren a diario, y a su ritmo, por cada cuerpo, a veces un poco alterados.
Y se sincera Cristian sin titubeos ni remilgos, diciendo que en el punto de enfado o al borde de entrar en trance:
"En esos momentos decido encerrarme en mi habitación y toda esa furia transformarla en fuerza creativa de la que surgen estas reflexiones poéticas, humorísticas y filosóficas...; poco a poco, la furia va dando paso a la risa, la distensión..., y la vuelta a la tranquilidad" (p. 5).
Entre el rumor y el humor, que recuerda la técnica del haiku, ya practicada por los japoneses
Las soluciones y reservas de cada uno se multiplican, sin duda: ese consabido librillo de siempre que tiene cada maestrillo. El profesor lo ve más urgente hoy, y así, el autor del libro aporta el suyo: se suceden más de doscientos pensamientos, a modo de comprimidos poéticos, en un tipo de estrofas de tres versos, con rima en el primero y tercero, para una mejor visualización en la memoria; nos recuerda el aquel modo tan didáctico de la técnica juglaresca medieval, que tanto favorecía la memorización por parte de los oyentes expectantes en la plaza, o en el mercado de turno.
Con esa técnica tan sintética del verso, y de la rima, el pequeño texto queda unido, cerrado, coherente, para recordar y repetir en ocasiones sucesivas; para entenderlo mejor al volver a recitarlo y trasmitirlo en su contorno familiar, social. Ahora con los temas y preocupaciones más urgentes del momento, y hasta sangrantes tantas veces
"Ama el dañino lobo
¿Ecologista?
masacra al pastor: bobo" (p. 18)"Cuerpo de niño muerto
sobre la playa,
en Europa, no hay duelo." (p. 20)."¿Cultura popular?
niegas valor,
clasista intelectual." (p. 21).En el conjunto poético de las pequeñas composiciones, el lector va deduciendo ese lenguaje condensado de la reflexión crítica, pero al tiempo el tono distendido del humor: ese decir y no decir, que tan bien manejan muchos escritores, periodistas, políticos más sosegados...; expresar sin acritud, sin violencia verbal fuera de tono, con mirada transparente... Pero diciendo las cosas con bastante claridad: sin ocultar demasiado el diccionario... Como fluyen los humores, los líquidos del cuerpo de forma tan natural.
"Apreciación fatal,
lidia del toro,
evento cultural." (p. 34)."Polifema ciudad,
luna en Nueva York,
yerma de humanidad" (p. 39)"Diálogo digital
de sobremesa,
naufragio familiar" (p. 84)."Proces (-amiento) feliz,
lacra corrupta
la enmascara el vodevil." (p. 143)Sin olvidar la mezcla, la fusión de tantas cosas...
La segunda parte del título refuerza la primera: chaladuras filosóficas; la vida hay que tomarla un poco -o incluso, a veces, mucho- con la actitud de los que se consideran chalados. Hasta se escribieron libros sobre el tema: aquel famoso Locos egregios, de Vallejo-Nájera, que tanto nos impresionó en los años jóvenes. ¡Qué razón tenían este tipo de -a su manera-, 'sabios locos'; ¡cuántas cosas descubrieron al servicio de la humanidad!
Y cogitaciones cómicas: pensar, sí, reflexionar, meditar, pero con un punto placentero, humorístico, de sana sorna y de ironía sin veneno; con mucha desdramatización, incluso, de las situaciones más serias. Porque, en definitiva, el mundo nunca se va a acabar, por lo menos de momento, por cualquier cosa personal o próxima a nosotros; de hecho, así lleva millones y millones de años..., y aún sigue girando invierno tras invierno.
Eso sí, en este presente con esa nublina también, que lo hace un tanto confuso, no cabe duda. Pero confuso en el sentido de la voz, claro: un mundo en el que se juntaron muchas cosas, necesarias o no; pero inevitables, por las razones que sean. O, por lo menos, que nosotros no podemos evitar solos.
Porque ni el cajón de sastre supone 'desastre' alguno; ni el caos carece de orden -dicen los matemáticos-
Y como la voz confuso (simple fusión, mezcla de cosas), muchas otras expresiones fueron adquiriendo sentidos negativos por pura imaginación popular; pero poco que ver con sus comienzos y sus resultados, mucho más positivos de lo que aparentan en su acepción actual. Sirva el ejemplo más notorio del famoso cajón de-sastre, para la mayoría hoy, un auténtico 'desastre'.
Pues muy poco debe tener con lo que interpretaba el xastre: un cajón con todo tipo de recortes acumulados acumulados al azar; ¿pero alguien podría pensar que para el xastre que buscaba en él los recortes necesarios en cada momento, el caxón suponía desorden alguno? ¿tardaría mucho en encontrar el retal adecuado para el remiendu o el refaxu siguiente?
De modo que, como el xastre, que ve su relativo orden en el caxón, los demás lo único que podemos hacer es reconocer, separar, priorizar en la mezcla, de forma selectiva; no caer en la trampa de la aparente confusión desordenada. Más bien habrá que priorizar en el conjunto: ¿hasta no dicen, y sostienen firmes, los matemáticos que el caos tiene un orden? Pues hasta será verdá..., si lo dicen ellos, los mismos matemáticos, la precisión exacta....
Y desde el caos inicial..., la plenitud
Pues lo dice la misma palabra; caos tiene su aspecto creativo: en sus orígenes, en griego káos sólo significaba 'el espacio inmenso, amorfo, que existía antes de la creación del mundo; es decir, inmenso, tenebroso y abismático; pero que dio origen a la creación del universo; que generó el orden, la naturaleza entera, la vida, la humanidad...
Del caos, ciertamente, surgieron muchas cosas ordenadas. Los matemáticos igual tienen razón más allá de las apariencia de la palabra hoy: baste contemplar esas maravillas multicolores de tantos peces y arrecifes en las profuncidades marinas. A la vista está.
Lo dice también el gran poeta Dámaso Alonso, que resume la evolución de un aparente caos personal, el de la infancia, en su poema famoso, del que surge una nueva realidad: el habla de la infancia en este caso, el mundo maravilloso de las palabras.
Desde el caos inicial, una mañana
desperté. Los colores rebullían.
Mas tiernos monstruos ruidos me decían:
«mamá», «tata», «guauguau», «Carlitos», «Ana».
Todo —«vivir», «amar»— frente a mi gana,
como un orden que vínculos prendían.
Y hombre fui. ¿Dios? Las cosas me servían;
yo hice el mundo en mi lengua castellana.Un caos, ciertamente, muy creativo: la sensación de plenitud que siente el niño que, por fin, aprendió a hablar: a separar, nombrar las cosas una a una, ordenadas, juntas, sólo en apariencia revueltas. El mundo construido con palabras desde un caos muy productivo: la creación personal al estilo bíblico más genuino.
Aprendizaje, inteligencia y conciencia
Con ese objetivo, hasta buscar el orden y la creatividad del caos, Cristian, como tantos docentes hoy, se plantea a su modo el nuevo reto de los tiempos, en esa vida tan líquida de las aulas del milenium: cómo dar solución a la clase diaria entre unos jóvenes que manejan ya nuevas tecnologías desde que se acaban de levantar, y casi desde que acaban de nacer; un tipo de educación tecnológica, bien distinta de aquella de unas décadas atrás; los cambios, los vamos viendo todos, con mejor o peor ceño. Renovarse o morir..., que se dice por ahí.
Más que de lamentos y prohibiciones, el autor del libro busca soluciones, tal vez pensando en aquello de que cada maestrillo ha de tener su librillo. Pero unas soluciones en las que se combinen aprendizaje, desarrollo de la inteligencia y conciencia social, producto de valores. Porque, como advierte Yuval Noah Harari (2016, Homo Deus, p. 341 ss.):
"Estamos en el umbral de una revolución tascendental. Los humanos corren el peligro de perder su valor porque la inteligencia se está desconectando de la conciencia... Hasta hoy, una inteligencia elevada siempre ha ido de la mano con una inteligencia desarrollada.... Sólo los seres conscientes podían efectuar tareas que requerían mucha inteligencia, como jugar al ajedrez, conducir automóviles..."
Una educación en valores sociales también. En palabras del citado Harari, un tipo de educación que puede conducir a una deshumanización impredecible, a la vida robotizada, la despersonalización en el trabajo, al imperio del móvil y wasap hasta en la mesa; a la manipulación y comercialización más peligrosas. Así advierte Harari:
"En la actualidad estamos desarrollando nuevos tipos de inteligencia no consciente que pueden realizar tales tareas mucho mejor que los humanos, porque todas se basan en el reconocimiento de pautas, y los algoritmos no conscientes podrían superar pronto a la conciencia humana en el reconocimiento de pautas y patrones".
Pensando más en soluciones, que en lamentos
Muchos ejemplos abundan en el libro de Cristian con esa preocupación de retomar valores sociales, educativos, medioambientales, digitales..., siempre con esa perspectiva crítica, personalizada hasta con humor, por parte de los lectores, los oyentes a lo largo del día:
"Ya que la tecnología y la ciencia en sí son neutras -dice el autor-, .... hace falta retomar la lectura y el análisis de los grandes humanistas (literatos, filósofos, sociólogos, antropólogos) para encauzar todos estos progresos hacia el beneficio de todos los seres humanos y el respeto de las condiciones ambientales y vitales de nuestro planeta" (p. 3).
El autor del libro explica sus objetivos para ello, en unas condiciones deseables:
"si queremos formar futuros ciudadanos imbuidos de una educación fundamentada en el respeto a los derechos, la aceptación de una serie de deberes como miembros de una sociedad, el desarrollo de una mentalidad ecologista que respete la naturaleza y que no anteponga el progreso a la preservación de las condiciones necesarias para asegurar la vida de futuras generaciones en nuestro planeta".
En el aspecto didáctico de la clase diaria, el autor es claro, frente a tantos y tantas pesimistas que se lamentan por el aburrimiento y los problemas de atención en las aulas, porque:
"En lugar de buscar un nuevo camino, como viejos impacientes ante la cola de la pescadería o el banco, lo único que hacen es lamentarse de la escasa atención, falta de esfuerzo e interés del alumnado. Y es que hasta yo me aburro con las clases magistrales y el recitado mecánico...; el profesor ha de ser el guía que motive, suscite el amor por aprender y crear nuevos conocimientos a partir de los ya existentes" (p. 8).
Actitudes y valores prácticos: unos cuantos ejemplos
El autor va recorriendo con sus pequeñas coplas las sucesivas ocasiones para la reflexión crítica a lo largo del día, las semanas, los tiempos tan líquidos que vivimos en esta modernidad -que diría Bauman-: el Brexit, el catalexit, Tramp, la corrupción, la impunidad de algunos, la migración, la violencia en el fútbol o donde sea. Y así va dosificando los ejemplos a modo de pastillinas o píldoras para saborear:
"Democracia vejada
por vil metal,
autopista salvada" (p. 14).Como intenta aportar soluciones a los procesos educativos dentro de las mismas aulas, lejos de lamentos y pautas obsoletas:
"Esta clase magistral
sirve de nada,
en la era digital." (p. 17)En la lectura de las sucesivas coplillas a modo de flash tan sugestivo, Cristian insiste en la necesidad de desarrollar actitudes y valores efectivos para estos tiempos digitales, más que de recibir lecciones, teorías, consejos consabidos y trillados. Con palabras de Harari, podríamos resumir la dicotomía también:
"Esto plantea una nueva pregunta: ¿qué es lo que realmente importa: la inteligencia o la conciencia?"
Una lectura crítica en ese lenguaje tan líquido, seudoinformativo, manipulado, del milenium
Creo que, con esa técnica del flash, de la lectura de las diversas reflexiones del libro, traídas al texto por Cristian, se deduce la necesidad de seguir conectando todos y todas -alumnos y mayores- en esa imprescindible técnica de aprendizaje combinado: el desarrollo de la inteligencia, siempre en red con la conciencia; con los valores sociales, familiares, políticos, religiosos..., de cada espacio y tiempo concretos; los que tenemos de la mañana a la noche al alcance de todos los sentidos: tele, móvil, facebook, tuiter, wasap, webs, blogs..., reuniones, conversaciones en calles y caleyas. Lo resume en unos versos el autor:
"Son ahora el buldelro
de El Lazarillo,
político y banquero" (p. 123).Es decir, esos valores del milenium, que de ninguna manera pueden romper en seco la mente de pequeños y menos pequeños ya. No podríamos menos de tomar conciencia del lenguaje que nos rodea por todas partes: políticos y políticas de turno; corrupción en sus aspectos más solapados; violencia de muchos colores; homofobia, nacionalismos disfrazados; sectarismos, marginación, manipulación, seudoinformación, seudotertulianos y seudotertulianas tan desinformativos y huecos...; propaganda política y comercial hasta en la sopa.
¿Pues, mejor que nos lo dieran todo hecho...?
Ciertamente, en teoría, hoy cualquiera puede disfrutar de soluciones muy tecnificadas a los problemas diarios, en apariencia mejores que los de hace unos años: las nuevas tecnologías, nos lo dan casi todo hecho a través del móvil, wikipedia, recetas de cocina, deberes resueltos para entregar al profesor en clase...; academias, blos, webs..., al alcance de cualquier click. El trillado recorta, copia y pega..., tan denostado....
Pero ¿qué ocurriría, cuando todas esas prácticas y soluciones se desconecten del todo del contorno que vive cada uno en su pueblo, en su región, en su ocupación diaria?: ¿qué ocurriría cuando no tengamos conciencia de lo que recibimos, comemos, escuchamos en la tele; de lo que nos dicen, nos manipulan..., nos venden como un producto para consumidores a modo de máquinas?; ¿ como simples drones o robots, pasivos sin capacidad crítica alguna?
Por todo ello, ¿en qué centrarse, cómo hacer para estar menos manipulados, más informados de verdad?
En fin, uno de los mayores problemas que nos planteamos en el milenium, con tantos medios informativos a golpe de click o de teclado es muy concreto: a qué prestar atención, a que responder, que dejar de lado, en qué centrarse...; rodeados mensajes cada minuto (móvil, facebook. wasap...; tele, video...); atiborrados de noticias (verdaderas, a medias o falsas), sustos, amenazas..., quedamos desplazados de una actividad relajada, útil, pues no podemos abarcar el diluvio de datos.
El resultado es que nos avasallan con cantidades ingentes de informaciones irrelevantes, intrigas, medias verdades, bulos, intimidades de famosos, tantas veces fruto de la pura imaginación periodística para vender ideas o productos basura, tantas veces. A qué, por tanto, podemos dedicar esfuerzos y precauciones; con qué quedarnos, qué obviar.
Tal vez, la postura más económica sería esa actitud crítica y humanística ante unas preguntas clave: ¿toda la vida se reduce a informaciones, ideas, productos, datos...? ¿qué es más valioso: lo que nos quieren vender, o la postura que adoptamos ante tanto comercio barato?; y ¿qué nos ocurrirá, como sería una sociedad, sometida al capricho de ideas políticas, comerciales, propagandísticas?
Proceder como el verso libre: ya no estamos en tiempos medievales
Como solución, el autor del libro se plantea ya desde el principio, retomar los valores sociales, educativos, ecológicos..., acordes con la modernidad líquida -que dice Bauman-. Proceder siempre con criterios y revisiones acordadas. Y así concluye el autor de la ruhumorología:
"Prefiero ser un verso libre..., poder manifestar mis opiniones y, cuando lea o me ofrezcan argumentos válidos, cambiar alguna de mis opiniones...; nada en esta vida es fijo, todo evoluciona, se transforma y, si todo cambio se asienta en la lectura de nuevos puntos de vista, en razones veraces, que demuestran los errores de teorías anteriores, pues se asumen y se revisan las convicciones. Así ha progresado el mundo, si no estaríamos todavía anclados en La Edad Media" (p. 13).
En muy pocas palabras:
"Debo finalizar,
objetivo único,
discurrir, avivar" (p. 146)Volver al resumen de publicaciones del autor
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