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"La palabra Dios es para mí nada más
que la expresión y producto de la debilidad humana,
la Biblia, una colección de honorables,
pero aún primitivas, leyendas
que de cualquier manera
son bastante primitivas"

(Albert Einstein) .

La Carta de Dios
Albert Einstein

Princeton, 3 de enero de 1954.

Querido Sr. Gutkind, Inspirado por la repetida sugerencia de (Luitzen Egbertus Jan) Brouwer, leí mucho sobre tu libro, y muchas gracias por enviármelo. Lo que más me impresionó fue esto: con respecto a la factual actitud hacia la vida y la comunidad humana tenemos mucho en común. Tu ideal personal con su anhelo de libertad libre de los deseos orientados al ego, para hacer la vida hermosa y noble, con un énfasis en el elemento puramente humano. (Esto nos une en tener una “actitud antiestadounidense”).

Aún así, sin la sugerencia de Brouwer, nunca me hubiera sido posible engancharme intensamente con su libro, pues está escrito en un lenguaje inaccesible para mí.

La palabra Dios es para mí nada más que la expresión y producto de la debilidad humana, la Biblia, una colección de honorables, pero aún primitivas, leyendas que de cualquier manera son bastante primitivas.

No hay interpretación, sin importar cuán sutil, que pueda cambiar esto para mí.

Para mí la religión judía, como todas las demás religiones, es una encarnación de la superstición primitiva.

Y la gente judía, a la que orgullosamente pertenezco, y a los cuales tengo una profunda afinidad con lo que pienso, no tiene ninguna cualidad diferente para mí que todas las demás personas. En lo que refiere a mi experiencia, tampoco son mejores que cualquier otro grupo humano, no obstante que están protegidos del peor de los cánceres por una falta de poder. De otra manera, no veo nada “elegido” en ellos.

En general encuentro doloroso que tú digas tener una posición privilegiada e intentas defenderla con dos muros de orgullo, uno externo como hombre y uno interno como judío.

Como hombre tú declaras, por así decirlo, una dispensación de la causalidad que de otra manera sería aceptada, como judío el privilegio del monoteísmo. Pero una limitada causalidad deja de ser cualquier tipo de causalidad, tal y como originalmente nuestro maravilloso Spinoza reconoció con toda claridad. Y las interpretaciones animistas de las religiones de la naturaleza en principio no son anuladas por la monopolización. Con todos estos muros solamente podemos atraer autoengaño, pero nuestros esfuerzos morales no se amplían con ellos. Sino al contrario.

Ahora, que abiertamente he hablado sobre nuestras diferencias en cuanto a convicciones intelectuales, es claro para mí que somos bastante cercanos en otras cosas esenciales, por ejemplo; en nuestras evaluaciones del comportamiento humano. Lo único que nos separa es el relleno intelectual o la “racionalización” en el lenguaje de Freud. Por eso creo que nos entenderíamos bien si habláramos sobre cosas concretas.

Con cariñosos agradecimientos y buenos deseos,

Tuyo, A. Einstein.

https://www.nytimes.com/es/2018/12/04/einstein-carta-de-dios/