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Los poblamientos primitivos de Lena, y los nombres de los altos, que culminan en torno a La Cobertoria y Santa Cristina.

Resumen de la charla - coloquio,
con motivo del Día del Libro,
23 de abril, 2016.
Xulio Concepción Suárez
Centro Municipal de Cultura La Casona.
Asociación de Vecinos de Campomanes.
Organiza Mary Dolores Martínez (Mary Loli)
.

Palabras previas de agradecimiento

He de agradecer, en primer lugar, el interés de esta Asociación Vecinal de Campomanes por las cosas propias del conceyu: por esas tradiciones orales, que no llegaron a registrarse por escrito, simplemente, porque siglos, milenios atrás, o no había escritos (culturas prerromanas de van 4.000, 6.000... años); o no había papel ni interés por registrarlas (documentos medievales); eran costumbres populares, de pueblos pequeños, de montaña..., y no se consideraban importantes por los obispos, notarios, escribientes, retorales, terratenientes...

Por esto, resulta muy grato comprobar que una Asociación Vecinal, con una presidenta ahora, como Mary Loly, me hayan invitado a compartir unas palabras con un público interesado en el devenir de su pequeña historia interna (la intrahistoria, que diría Unamuno).

Una historia, que por ejemplo, está bien a la vista en el barrio del Castión, sin ir más lejos: el antiguo Castillón, el castillo grande, procedente de los castros de Corros, por mucho que no lo parezca hoy. Un castillo sobre la Vega, la Fuente'l Vache, como en todos los castillos de Castilla y de cualquier otra región peninsular. Las palabras para algo están y estuvieron siempre.

Siempre comenzando por las palabras

Otra cosa será precisar también el concepto de castro, castillo..., antiguos: no hay que imaginar castillos a estilo medieval que conocemos por libros, películas, dibujos... Más bien serían simples lugares fortificados (pequeñas construcciones de piedra), encaramados en altos de montaña, protegidos en muchas ocasiones hasta por los simples precipicios naturales circundantes (rocas verticales, despeñaderos...), con los que los nativos intentarían aislarse y resistir de los ataques de otras tribus nativas, ejércitos romanos, invasores diversos...

Las palabras son claras: indoeuropeo, *kas- (cortar), lugar cortado, construcción aislada del entorno, protegida; sufijo -tr- (lugar de); latín, castrum (campamento, recinto fortificado); lat. castellum (refugio, fortín, campo fortificado). Las construcciones mayores, los grandes castillos vendrían muchos siglos después. Como los hospitales, hospitalones, malaterías...: nada que ver un hospital de la toponimia, con los hospitales modernos. Por supuesto.

Santa Cristina de Lena: una larga tradición milenaria que atestiguan las palabras de un paisaje, mucho antes que los papeles escritos

La historia de Santa Cristina seguro que no comenzó ayer. Ni siquiera en la Edad Media, por Alta que fuera. La llamada ahora Capilla, Ermita de Santa Cristina, no ha de estar por casualidad sobre las ecos verbales que representan el nombre y la tradición milenaria de La Cobertoria (por lo menos, lo que dicen las palabras, la toponimia).

Y si alguien duda de la autoridad de las palabras, que recuerde L'Argaxá: cientos de millones de € despilfarrados, por no hacer casu a lo que decían los paisanos: que si se tsama l'Argaxá será porque argaxa, claro. (Nun será porque dabaxo hubiera caramelos..., vamos).

Por esto, siguiendo el rastro de las palabras, Santa Cristina y La Cobertoria pudieran ser el resultado de una evolución ininterrumpida de culturas: primero, indoeuropea (megalítica, en los altos del Aramo); luego, romana (media ladera y fondo del valle); por fin, cristiana (santificación de cultos procedentes de todas esas culturas con ritos y divinidades diferentes), al final de la cadena.

Un complemento a los datos de los expertos: arqueólogos, estudiosos del arte, arquitectos, historiadores de documentos, geólogos...

La llamada Ermita actual vendría a ser el resultado definitivo de un impulso palaciego de la corte de Oviedo; no parece que haya sido construida, en principio, como Capilla para uso específico en exclusiva: el edificio no tiene campana ni campanario; ni imagen de Santa o Santu, ni patrono o patrona específicos, como los tiene cualquier otra ermita asturiana. No parece hecha para ermita, en sus comienzos.

Por todo ello, más allá de los minuciosos estudios (técnicos, científicos, artísticos...) llevados a cabo con detalle por Lorenzo Arias Páramo y otros estudiosos del arte prerrománico, habría que investigar otros detalles que aclaren el origen del monumento: ubicación, posicionamiento, orientación, materiales diversos de construcción, conexión con los castros, castiellos, dólmenes, túmulos, ermitas del contorno de estos valles (río Güerna, río Payares y río Lena hacia el Caudal abajo).

Comenzando por el nombre: lo dice Juan Menéndez Pidal

Ya, en principio, Juan Menéndez Pidal en la ASTURIAS de Bellmunt - Canella, recoge con toda claridad (p. 305, tomo II):

"monasterio de San Pedro y San Pablo de Felgueras (hoy Santa Cristina)"
-precisa el historiador.

También se puede comprobar en Wikipedia (artículo correspondiente). Habrá que seguir investigando las fuentes de Juan M. Pidal (y de Wikipedia), pero por algo lo dirían. Es decir, la llamada Capilla actual, con estructura prerrománica del s. IX, puede que proceda ya de otro monumento anterior, del s. VII, de origen visigodo. De hecho, antes estaba dedicada a San Pedro y San Pablo -como señala el autor citado, por cierto de Payares, como todos estos eruditos Pidal (Ramón, Luis...).

Muchos signos del edificio lo atestiguan, comenzando por esas dos ventanas exteriores (la que mira al este, y la que mira al norte), con un tipo de piedra completamente distinta al resto del ediificio (más blanquecina, tipo marmóreo o similar); nada que ver con el tipo granito (grenu) del conjunto, más grisáceo, oscuro. Ello indicaría que se aprovecharon materiales de otro edificio desaparecido.

El mismo origen remoto que otros monumentos asturianos

El proceso culturizador de Santa Cristina atestiguaría, una vez más, aquella inteligente reutilización de culturas anteriores, y de cultos con creencias distintas, como en tantas otras capillas asturianas: Santa Cruz (Cangues d'Onís), por ejemplo, la más completa, con su dolmen megalíitico, milenario, justo bajo el altar actual, cristiano. También se dice que dedicada a la victoria de Pelayo: pero el Dolmen a sus pies (muy bien conservado y respetado, por cierto), atestigua cultos de muchos milenios atrás.

Y como en otros lugares que se llaman Santa Cristina, en la que ni hay ya capilla siquiera: El Cordal de Santa Cristina (Teverga), por ejemplo, en los altos de Maraviu; no por casulidad, justo en la encrucijada de caminos del llamado Dolmen de Santa Cristina. La voz oral de los teverganos dice que hubo capilla en lo que hoy es cuadra de ganao; pero no se perciben signos evidentes a la vista.

La romanización de las vegas de los valles, con el descenso de los castros y castietsos de las cumbres

Y, de aquí, el título de la charla: un monumento en el valle, que pudiera representar la culminación de todo un proceso de cristianización, desde remotos cultos prerromanos, antes asentados estratégicamente en las cumbres calizas de los altos.

Santa Cristina de Palacio (el monumento actual o el otro primitivo, anterior al actual) está justo situada estratégicamente en una posición bien elegida por sus constructores remotos: más que una posición, tienen un posicionamiento; fue situada con unos objetivos respecto a los valles y peñas altas circundantes.

Tal vez, habría un asentamiento tipo castro en la campera vistosa del monumento actual, una vez descendidos los pobladores primitivos desde los altos del Aramo y La Pena Chago.

El movimiento estacional más espontáneo: verano, arriba; invierno, abajo

Sabido es que los nativos de las cumbres descendían en los inviernos hasta media ladera, para pasar la invernada y evitar los rigores de las nieves, hasta la primavera; tras los deshielos, volvían a la vigilancia de las cumbres.

Y así, en ese constante movimiento estacional que mantienen los vaqueros entre los pueblos y las brañas de verano (verano, arriba; invierno, abajo). O que siguen casi todas las especies animales: con el buen tiempo, arriba; con la nieve, en los castañeros más fonderos.

Con la llegada de los romanos, la estabilidad se iría consolidando, y los asentamientos definitivos fueron posibles en las mismas cuencas de los ríos, antes completamente inundadas y llenas de matorral (Robleo, Espineo, Teyeo..., sólo robles, espinos, tilares, teyones...).

El Castión, el castro grande de Campomanes, un buen ejemplo toponímico sobre la confluencia de los ríos (Trambasaguas)

Por eso, los pobladores de los castros y castietsos se habrían establecido definitivamente en el fondo de los valles: El Castión de Campomanes es un buen ejemplo (un verdadero 'castillón', castro grande, a la falda de Corros). Como Castrillón (Avilés), Castellón de La Plana...., y tantos otros.

La Cobertoria, Mamorana (la villa romana por excelencia)..., son el ejemplo de poblaciones organizadas (posicionadas) en un fértil valle, sobre las riberas del río Lena; en las mejores vegas para los cultivos de muchos siglos atrás: La Vega'l Rey, La Vega'l Ciegu, La Vega Villayana. Eran las más estratégicas para la vida agrícola.

No hay que olvidar que Campomanes se llamó antes Trambasaguas: entre las aguas de los ríos, pero menos estratégica que las buenas vegas y riberas más abajo. Y que La Pola es del s. XIII (de Alfonso X): antes, sólo La Caleya y La Barraca.

Campomanes tuvo su villa también en Corneyana (la villa de Cornelio). Y hasta fue concejo, con su Fuero (El Fueru Campomanes, 1247), pero estaría demasiado alejada del centro del conceyu; por eso la administración se asentó el La Pola.

Santa María de Castiellu, Santa María de Bendueños, Santa Cristina de Lena..., todas ellas sobre castros

Los nombres de los lugares -el lenguaje toponímico- parecen documentos históricos, a falta de otros escritos: ellos fueron describiendo el devenir de los poblamientos sucesivos. Por ejemplo, no hay que olvidar que La Campa Santa Cristina -así llamada entre los nativos- se encuentra justo enfrente, y a la misma altura que Castietso, sobre Sorribas y La Vega'l Ciegu, al par de Mamorana. Tal vez, dos recintos castreños, igualmente cristianizados con una Virgen delante (Santa María de Castiellu y Santa Cristina de Palacio).

Como poco más arriba, sobre Campomanes, se llamó Santa María de Bendueños, por encima de Castro de Herías: un nombre de remotas resonancias indoeuropeas a la divinidad Vindos (blanco, el culto al sol), tal vez traducido a Peña Ubiña, a través de un romanizado pinna albinea (peña blanca), como se verá.

Con el tiempo se transformó en el santuario de Bendueños no por casualidad bajo Xuviles (la peña de Júpiter, dios de los rayos y los truenos). Siempre las Santas, sobre los castros, y sobre cultos prerromanos. No ha de ser algo casual.

Penubina, Penatolóbriga, La Capía, Santa Cristina de Xomezana..., tal vez, no por casualidad, concentrados visualmente en las Campa del monumento prerrománico...

La conexión de esos altos lenenses con La Campa Santa Cristina a la vista están desde las palabras del terreno: Penubina (Ubiña), Penatolóbriga, Xuviles, El Curutsu, La Capía, La Portietsa, Santa Cristina de Xomezana, Chanamartín, El Castiitsu, Las Coronas..., más al sur; L'Aramo, más al oeste; Corros, Padrún, La Carisa, más al este; El Castiitsu Villayana, Castro, El Questru..., más al norte.

Toda una conexión visual -más o menos directa o indirecta- desde los distintos valles cimeros de Güerna, altos de Payares y Valgrande, con en centro de los valles fonderos sobre la cuenca del río Lena; una conexión que pudiera haberse conseguido a través de La Cobertoria de La Vega'l Rey; la romanización definitiva de las culturas que mejor representan los altos del Aramo: dólmenes, menhires, túmulos..., excavados en las últimas décadas por Blas Cortina y otros arqueólogos.

Con el descenso progresivo de los altos a los valles, se fueron romanizando el resto de los los pueblos en torno a las villas ya más organizadas: Mamorana, Corneyana, Tiós, Xomezana, Villayana, Parana, Carabanzo...

Desde aquel cantizal calizo, bajo una campa en la que revolotean la gallina de los güevos de oro y los pitinos dorados cada primavera

La Campa Santa Cristina es lugar cargado de leyendas, que comienzan por la misma naturaleza geológica y vegetal del suelo. Así coincide con otros muchos lugares de culto precristiano: una campera alargada, que se diría alisada a mano, para formar un saliente relevante sobre el valle de un río.

En principio, se sitúa sobre una roca (cantizal calizo bien a la vista), que parece allanada por encima para el monumento palaciego (o tal vez ya, para el lugar de culto anterior desaparecido); a poco que observemos el suelo delante de la entrada al monumento (la que mira al oeste), descubrimos esa caliza blanquecina, que parece uniformada (rellanada) con tierra y pradera a lo largo de toda la campera posterior (la que sigue al este).

Con algunos otros datos más: el montículo rocoso está rodeado de encinas: símbolo de alimentación y culto, en toda cultura prerromana; las encinas siempre daban de comer (bellotas, caza en el invierno, cobijo en las nevadas...). Bajo el montículo, una cueva (hoy cerrada), fue motivo de varias leyendas orales, ya muy desdibujadas. En definitiva, un lugar con las notas estratégicas y geográficas de cualquier asentamiento prerromano.

La leyenda de la gallina con los güevos de oro; o de la gallina con los pitinos que salían cada primavera -que reza en otra versión oral-, extienden el paisaje de la Ermita actual mucho más allá del arte ramirense y de la cultura cristiana. Las culturas más inteligentes casi nunca parten de cero: reutilizan sabiamente los usos y creencias de los devotos que las precedieron, para reconducirlas hacia los nuevos contenidos y creencias de aquellas que las sustituyen hábilmente.

Hasta la cristianización completa en tiempos medievales: desde las divinidades indoeuropeas, a las Santas y Santos de las iglesias

Y así se llegaría a los tiempos altomedievales. Una vez romanizados los valles, la cristianización recibiría el impulso definitivo a través de la Corte Asturiana y de la Iglesia en paralelo: Ramiro I (790-850), escogería el punto más estratégico, y más influyente, para difundir y controlar todos los valles y caminos que confluyen en el montículo elevado y vistoso de la ermita actual.

Palacio sería, por tanto, el nombre del proyecto residencial que quedó en el pueblu. Y que se continúa en Palaciós: evidente relación toponímica, por lo menos (el lugar perteneciente al Palacio).

Desde el saliente calizo del monumento, se controlan visualmente otros lugares de culto también descendidos de los altos hasta la media ladera y los valles. Por ejemplo, como se apuntó más arriba, es el caso de Bendueños: divinidad indoeuropea Vindos (blanco), el culto al Sol; a su vez, traducción del culto a las peñas, que representa Peña Ubiña: la peña albinea de los romanos; la peña *Lavindia, *Albindia indoeuropea. Santa María de Bendueños, cristianizada finalmente.

Con los vestigios de Santa Cristina de Xomezana, que preside los altos del Güerna

A juzgar por los nombres circundantes, culminaría el proceso cristianizante Santa Cristina de Xomezana, justo bajo La Pena la Portietsa, y al lado de Chana Martín: el culto al dios Marte, protector de los rayos y los truenos, lo mismo que Xuviles (el culto a Júpiter), sobre Bendueños.

Según la voz oral de los nativos de Xomezana, los restos de una antigua capilla y una imagen en el poblado del Güerna, se bajaron al valle del Lena, para continuar allí en lo que sería la Capilla de Santa Cristina después. Es la voz oral, ciertamente, pero el nombre en ambos parajes no se puede eludir.

En fin, habrá que seguir investigando, y sin líneas rojas: nadie explicó todavía por qué la Capilla prerrománica se llama Santa Cristina; ni se explicó cuándo se empezó a llamar así, ni por qué, puesto que antes se llamaba monasterio de San Pedro y San Pablo, según Juan Menéndez Pidal.

Muchas preguntas sin responder que, precisamente por ello, tienen interés doblado. Una joya prerrománica, pero una una conexión lingüística prerromana, geográfica, etnográfica, cultual, multicultural, multidisciplinar, en defintiva.

Toda una joya al completo, que algún día alguien investigará, sin prejuicios y líneas rojas, y nos aclarará de verdad: ¿pero por qué se llama Santa Cristina de Lena? ¿en qué siglo se empezó a llamar así? ¿qué hubo antes en el mismo recinto tan vistoso, estratégico y espectacular, en la intersección de los altos de las cumbres, con las cuencas de los ríos de Payares, Güerna y Lena?

Porque Cristina -campa, campera o Santa- sólo significa cristiana

Merece la pena seguir preguntándose, por lo menos. Pues las cosas pueden ser tan sencillas como las palabras: Cristina es antropónimo derivado del adjetivo christina, christiana (perteneciente a Cristo). Como nombre personal, Cristina ya se empezó a difundir en época de Constantino, año 313. Hubo una mártir italiana en el s. IV: Cristina de Bolsena, con varias leyendas. Ya por la Edad Media arriba (s. XII en adelante), el nombre estuvo de moda entre las damas varias realezas europeas.

Pero, como adjetivo oral, cristina, cristiana, pudo ser aplicado primero a diversas circunstancias una vez cristianizadas: a una simple campera, al ara (al altar) de otros cultos transformados; a una peña, a un cordal entero.

Tal vez, así se aplicaría luego a un templo sagrado, aunque antes se dedicara a un culto precristiano, palaciego... Como se dijo, Santa Cristina de Xomezana, bajo La Pena La Portietsa (Chana Martín, el culto a Marte), parece un buen ejemplo: un poblado actual, con varias tradiciones, pero sólo orales.

La leyenda de la doncella llamada Cristina vendría después:

Leyenda escuchada a personas mayores de La Cobertoria y Palacio, podría resumirse así:

La hija de un pagano -dice la voz oral- quiso meterse a monja y convertirse al cristianismo, por lo que el padre la amenazó con quemar viva, si lo hacía; le juró que la quemaría en una balsa de aceite hirviendo.

Pero cuando fue a cumplir la promesa -continúa la leyenta-, y el aceite empezó a hervir, el padre metió a su hija dentro, pero la doncella permanecía intacta. Entonces la martirizó, y se crearía el nombre.

Así surgiría la Santa Cristina del repertorio cristiano. Dice una voz oral arraigada en el valle, con otras versiones también.

En fin, simplemente porque en el comienzo de casi todo está la palabra (el Verbo hecho carne, que dice lenguaje bíblico), merece la pena seguir investigando en estaferia (en comuña, en trabayu multidisciplinar, que se dice ahora), y preguntándose sobre el cantizal de la Campa: pues por algo se llamará Santa Cristina de Lena.

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