Artos fue un pueblo habitado tiempo atrás entre La Cortina y Arnón, bajo la Autopista actual, en el camino a media ladera que venía de Castilla por Los Pontones y pasaba por Bendueños, Arnón, Piñera... A unos 700 m de altura, las rústicas viviendas se habían levantado en aquellos recodos de la vaguada, que mejor evitaban el frío del norte y las calismas del viento sur. Llegó a tener hasta 14 personas.
El pueblo, hoy completamente arrasado ya, tuvo varias cuadras y viviendas en piedra, de las que sólo quedan nombres enterrados bajo los escombros de la autopista y de las inmensas pilas de tierra amontonadas allí al azar por los camiones del AVE más reciente. La zona habitada se recuerda con varios núcleos: Las Casas de Baxo, La Yaneta y La Casa Baxo (a lo fondero), más uno superior que no localizan ya los últimos cultivadores del escondido valle.
Las casas de Artos, como en La Cortina, se orientaban de este a oeste, buscando la mejor línea del sol, y evitando, en lo posible, la pendiente en la ladera. Vivieron hasta los años diez (familia de Sunción, Francisco y Adela). De las antiguas viviendas, quedaba sólo algún edificio derruido, como el que había junto al camín real hacia Arnón (unos 10 x 10), con separación de casa y cuadra , y una considerable piedra enteriza (1,5 x 2) junto a las murias desmoronadas. Ahora ya no queda nada.
La Iría'l Centenal, Los Días de Güeis, Tierra Tsarga...
Los nombres de Artos continuaban aquellos sembrados: La Terrona, La Iría'l Centenal (en recuerdo del centeno) , Las Tierras de la Mata (ya junto a los castañeros), Los Días de Güeis, Las Fariegas ('tierras de fabas', o fa(b)ariegas , es decir, que tienden a producir fayas ); Tierra Charga (con el adjetivo adecuado a su forma alargada respecto a sus vecinas); Las Zarrás, Las Zarrozas (hoy praderas abundantes hacia La Cortina).
El antiguo poblado de Artos parece haber surgido como una extensión de La Cortina, a juzgar por un dato que señalan algunos cultivadores: casi todas las familias de La Cortina tuvieron o tienen todavía alguna parcela en el valle de Artos ( suerte en la iría, preu, cuadra ...). Aquellas tierras sembradas están sepultadas ahora por miles de toneladas de escombros, cementos, hierros..., que no dejaron rastros del pueblo ni de la caja del Camín Francés ni siquiera en algunas fotos (en algún video) para contarlo, antes de arrasarlo para siempre bajo las garras de tantas máquinas a discreción por el valle. Siempre podría venir alguien después que siguiera investigando.
Lo que fue el bucólico paraje de Artos:
hoy, una mancha de cementos, plásticos, hierros,
escombros, lodos contaminantes...,
sobre La Cortina y Los Pontones
Aquel poblado que nació al par del Camín Francés del Güerna
Esa interacción del nombre con el suelo sigue, en parte, a la vista en lo que, de momento, dejaron las palas en los parajes circundantes: sobre los deformes montones de escombros, cemento abandonado, hierros furrumientos, hormigón derramado..., en forma de artificiales montículos, siguen floreciendo los 'artos' y arbustos que motivaron el nombre.
Una vez pasados Los Pontones, el Camín Francés que venía del Alto'l Palo y Sanemiliano, se dividía bajo las casas de La Cortina: uno continuaba, paralelo a unos metros sobre la ribera y los ribones del Güerna, hacia Espineo y valle abajo; el otro se elevaba, poco a poco, entre las casas de La Cortina, pasaba junto al Hospitalón , y continuaba ascendiendo, de rellano en rellano, hasta media altura de la ladera en dirección a Bendueños, por Artos.
Entre La Cortina y Artos, el Camín Francés (ahora destruido por el AVE) conservaba una anchura media de unos tres metros, evitando las pendientes, al tiempo que buscaba el recodo de los pequeños valles bajo la autopista actual, con la que contrasta. Dos paredes de piedra labrada, tipo sillar, lo protegían, lo mismo de la conquista de las zarzas laterales, que de los inevitables argaxos de los praos y castañeros , caduca ya la costumbre comunal de la esquisa y la estaferia . Todo está hoy sepultado o destruido por las obras de la Variante del Pajares.
Un poco más arriba, tomada la altura media de la ladera, el camino se prolongaba casi horizontal entre los robledos y rebochales del Quentu la Cruz, por la vaguada que da paso hacia Arnón. Una vez más, la antigüedad del camino quedó tallada en los dos metros de profundidad que llega a alcanzar entre algunas fincas colaterales. Ya no quedan restos después del AVE: un patrimonio milenario, destruido en Lena como tantos otros, sin dejar rastro para generaciones o investigaciones posibles en adelante.
Un nombre también enzarzado: las sabrosas moras de las meriendas, tiempo atrás, en homenaje a los artos, que tanto agradecían los nativos por sus frutos silvestres a falta de otros más suculentos
El nombre de Artos , salvadas posibles homonimias, parece inclinarse en favor de las zarzas y los 'artos' (a su vez, discutida voz prerromana). Recuerdan algunas muyeres del Güerna que, cuando iban a trabajar en las irías del actual despoblado, había artos por todas las tierras, no sólo por las xebes , sino aflorando siempre como nuevos retoños entre los mismos sembrados. Y con los artos por todas partes a discreción de cualquier boca, estaba la merienda asegurada entre el verano y las nieves otra vez. Son, tal vez, las frutas que más se reproducen de forma progresiva: las moras maduran poco a poco en las mismas xebes , y a medida que ascienden en altura.
Quedan, a todo más, recuerdos de nuyeres y homes, quedan los nombres: como el de Jesús Delgado, profesor en La Habana
En la memoria del Güerna sobrevive con raíces en el pueblo, hoy arrasado por las máquinas, el nombre de Jesús Delgado: un dominico, profesor de Física que llegó al Colegio San Juan de Letrán y a la Universidad de La Habana. Lo recuerda su sobrina Maribel como un personaje imborrable por su ingenio y su carácter popular: en sus vacaciones por el verano, conversaba con los lugareños, les contaba anécdotas de ultramar, ilustraba a los niños con juegos y experimentos que iluminaban su imaginación, en unos tiempos con tan pocos recursos en las zonas rurales, sobre todo.
El Padre Jesús conectaba especialmente con su sobrino Daniel, que le escuchaba con verdadero entusiasmo muchas novedades sobre astronomía, las constelaciones, los movimientos de las estrellas... Otras veces entretenía a los mozacos y mozacas con experimentos sacados de sus conocimientos en Física y Química, que ellos disfrutaban como novedosos juegos infantiles.
En La Habana sus antiguos alumnos y compañeros lo recuerdan por su ingenio de buen profesor que pone en práctica sus conocimientos más teóricos. Por ejemplo, allá por los años sesenta, ya fue el inventor del heliotermo: un sistema de calentador de agua por energía solar, que aplicó en diversos lugares de Cienfuegos. Y hacía otros análisis clínicos fruto de su habilidad y sus capacidades didácticas. En definitiva, en la memoria de Artos sobreviven las raíces populares de uno de esos lenenses que llegaron con sus aportaciones culturales muy lejos de estas montañas asturianas.