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"Si el cielo de Castilla es tan alto,
es porque lo levantaron los campesinos
de tanto mirarlo"

(Miguel Delibes)

Elegía

Publicada en el libro:
Seronda temprana (p. 30)
Ed. I.N.B. Benedicto Nieto.
Impr. Gráficas Eujoa.
Pola de Lena, 1981.

J. G. M.

ELEGÍA
"A mi padre, pastor transhumante
que se lo llevó el otoño".

LA MUERTE
"Para sólo morir
tenemos que morir a cada instante'

A empujones abrió por vez primera
los ojos a la luz de la alborada;
a empujones vivió, no que los diera,
y a empujones murió, que se los daban.

Un cordel heredó y una cañada,
cauces para el ganado y su querencia,
y una guadaña en celo, enamorada
detrás de la pezuña y la inocencia.

¡Cuánta desolación y cuánta reja,
cuánta siembra de lluvias y de atajos,
cuánto asistir al parto de la oveja!
¡Qué cosecha de vientos y de cardos!

Le dieron por camino los caminos,
patearon su cuerpo los rebaños,
y comieron el pan de su mochila
perros y mayorales y los amos.

¡Todas las dimensiones a su acecho,
distancias curvas y astros encelados
en el túnel final de cada hueso
amamantando a oscuras el gusano!

Y así, de pena en pena y otra pena,
de empujón a empujón y a manotazos,
vino a dar en las puertas del otoño
y de la fría muerte en el regazo.

¡A la luna conjuro a la mesta,
al dios de los pastores y al ganado,
que no pudo contigo ni el camino
ni el sol redondo, el viento ni el nublado.

Fue el otoño amarillo, fue el otoño
quien te empujó de encima del caballo.

¡Descansa en paz, pastor de los caminos,
mayoral de tí mismo y de los años,
que al amparo del rumio, las estrellas
calientan ya el reposo del establo!

***

Para cuando me muera

Publicada en el libro:
Seronda temprana (p. 32)
Ed. I.N.B. Benedicto Nieto.
Impr. Gráficas Eujoa.
Pola de Lena, 1981.

J. G. M.

¡Llevadme de una vez, sacadme al campo,
y dejadme tranquilo con la tierra!

Debe ser con silencio de campanas
cuando la estrecha calle esté desierta,
cuando los niños canten en la clase
y pasten en el monte las ovejas.

¡Sacadme de una vez a campo abierto,
que quiero ver la hierba!

Será en otoño con la lluvia fría
golpeando las piedras.

Yo andaré por los túneles oscuros
de mis heladas venas
consolando a mi sangre sorprendida;
visitaré despacio las almenas
de mis huesos callados;
ascenderé a los montes de mis cejas;
ordenaré despacio
los trastos del desván de mi cabeza,
y tiraré el caldero
al pozo consumido de mi huerta.

¡Sacadme de una vez, sacadme al campo
sin nadie por mi causa ante su fuerza!
Caerán las hojas secas de los chopos
sobre mi cara yerta
y en todo el territorio de mi pecho
y en el confín de mi cabeza.
Vosotros, no lloréis por mi persona,
bastante lloran ellas!

Me dolerán entonces vuestos pasos
detrás de las paredes que me llevan.

No quiero despedirme del ganado:
¡Pastores, evitadme esta tristeza!

Será en otoño cuando yo me pare
para ver cómo va la sementera.
Cuando llegue el otoño yo os pido
que me enterréis en tierra.

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